UN VERANO FATAL (II)
El Maxibon (mini)
Las primeras reacciones de adulación al rey a la fuga llegaban a los minutos de conocerse la noticia. Servidor de España, campechano de los campos de Castilla, creador de democracias, traedor del agua potable y padre de borbones
Gerardo Tecé 5/08/2020
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Los días históricos suelen llegar sin avisar. A los días históricos lo mismo les da una fecha señalada en el calendario que una soporífera tarde de lunes en pleno agosto de pandemia. No recuerdo lo que hacía el día en que elegimos a Juan Carlos rey de España por dos motivos de peso. El primero, porque no había nacido y el segundo porque tal cosa, que lo eligieran quienes sí estaban ya por aquí, nunca pasó. El rey venía, como el elevalunas eléctrico en los coches, incorporado de serie en la pregunta: ¿quiere usted ser libre y vivir en paz? Sí que recuerdo lo que hacía el pasado lunes cuando se hizo pública la noticia de que el rey Juan Carlos cogía carretera, manta y máquina de contar billetes con destino desconocido: estaba de vacaciones comiéndome un Maxibon mini. Mini, porque hace unas semanas me comprometí conmigo mismo a dejar de consumir azúcares innecesarios. Y un mini, quieras que no, alego en mi defensa ante el yo de hace unas semanas, tiene menos azúcares innecesarios que un Maxibon de estatura normal. No me juzguen la incoherencia: piensen que el PSOE es republicano y monárquico a la vez.
El Juan Carlos a la fuga ha dejado atrás otro rey puesto y bien adulado por exactamente los mismos poderes que en su día adularon al rey que ahora sale por patas
Cualquier ser humano decente agarra el Maxibon, ya sea mini o de estatura normal, de la galleta. Así que comencé comiéndome la parte helada del chocolate por cuestiones puramente estratégicas y en esas estaba cuando los teletipos saltando en mi móvil anunciaban rey a la fuga. Sobresalto. Un rey a la fuga en España es un acontecimiento histórico que pocas veces en la vida puede disfrutar un plebeyo: aproximadamente una vez por cada reinado. Así que decidí agradecer al cosmos, a los astros, a la pachamama, a dios santísimo o a como cada cual quiera llamar a esas casualidades del destino, que la huida de rey que me tocaba disfrutar en mi existencia, me cogiera, para colmo, con un helado en la mano. Reyes huyendo y helados son, tengo que reconocerlo, dos grandes aficiones. Entre bocado y bocado recordé, mientras leía los teletipos, algo que los teletipos no recordaban. La historia nos dice que cuando un rey huye de España no hay que mirar tanto hacia dónde huye, sino lo que ha dejado atrás. Y el Juan Carlos a la fuga acorralado por asuntos de corrupción había dejado atrás otro rey puesto y bien adulado por exactamente los mismos poderes que en su día adularon al rey que ahora sale por patas. Para cuando llegué a la galleta, aquella fuga de rey, aquel momento histórico y aquel helado cada vez me sabían menos dulces.
El principal problema de España no es, como dicen algunos, el revanchismo, ni el cainismo, ni la envidia. El principal problema de España es el autoengaño, reflexionaba yo mientras sacaba del congelador un segundo Mini Maxibon que, como el primero, también tenía muchos menos azúcares innecesarios que un Maxibon de estatura normal. Las primeras reacciones de adulación al rey a la fuga llegaban a los minutos de conocerse la noticia. Servidor de España, campechano de los campos de Castilla, creador de democracias, traedor del agua potable y padre de borbones; el que no arde –aunque, según cuentan las malas lenguas, tampoco resulta prudente acercarle una cerilla–. Tan absorto andaba presenciando la rapidez con que la corte había empuñado en honor al rey a la fuga sus armas y rodilleras, que no caí en la cuenta de que yo había empuñado el Maxibon II de la Dinastía de los Minis del revés. Ahí, con el helado del revés, con los aplausos del revés a quien se fugaba salpicado por la corrupción, me percaté de algo. Es la primera vez en la historia de los reyes a la fuga que podemos vivirlo como es debido. Escuchar al pueblo vía redes sociales, conocer con precisión milimétrica las palabras de los narradores oficiales del evento y políticos del momento. Esta huida del rey Juan Carlos es un momento único, nunca vivido antes. La historia nacional, plagada de autoengaño simbolizado por sus monarquías fetiche, implosionando y mostrando su plenitud en un espectáculo único y retransmitido en directo. No pudimos escuchar a principios del siglo XIX los argumentos, mentiras oficiales y retorcimientos de la realidad que llevaron al pueblo español a pedir la vuelta de un Fernando VII que los había traicionado una y otra vez, pero podemos disfrutar del espectáculo, Maxibon mini en mano, de ver cómo los poderes de hoy defienden la figura de un rey rodeado de intereses corruptores y corrompidos, un rey fugado cuya fortuna valoró Forbes en unos 1.800 millones de euros. Podemos asistir a un resumen de la historia de España y su fetiche de flagelación favorita, la monarquía, en un puñado de tuits, aperturas de telediario y editoriales de medios de comunicación de un modo que ninguna generación anterior pudo hacerlo.
Podemos ver cómo el idioma castellano, riquísimo, se convierte en el arma principal de este espectáculo único. Mientras los medios extranjeros hablan de la huida del rey, los medios en castellano nos repiten aquello de “decisión de vivir fuera de España”. Lo que las leyes definen como supuestas comisiones ilegales, blanqueo de capitales y delito contra la Hacienda Pública, la clase política lo renombra en prime time como “hechos puntuales que no van a ensombrecer su figura”. Su amante y testaferro es “su amiga” y las maniobras gubernamentales para facilitar que el rey ponga pie lejos de la justicia son “conversaciones” llevadas a cabo magistralmente por doña Carmen Calvo de España. Las “actuaciones” de quien durante 40 años fue rey y jefe de Estado, nos dicen, “no tienen que salpicar” a la casa real y a la jefatura del Estado, al igual que las actuaciones del Dioni no salpicaron a Dionisio Rodríguez. El PSOE de ayer era republicano y “juancarlista” y el PSOE de hoy se ha vuelto republicano y “felipista” –de Felipe de Borbón, no del venerado por Vox. La culpa de la fuga del rey, dicen desde la derecha, la tienen los populistas de izquierdas que, dios sabe cómo, se han apuntado un tanto espectacular obligando a Juan Carlos a amasar una inmensa fortuna de manera irregular para provocar su salida de España. Líderes imputados por corrupción aplauden la figura del rey y piden para España más patriotas como él. Como ellos. Como si las arcas públicas pudieran soportar más patriotas. El espectáculo es impagable. Historiadores de siglos pasados hubieran dado un ojo de la cara por tener acceso a todo el material que disfrutamos estos días. Un material que nos muestra por qué estamos donde estamos, por qué este país no tiene arreglo, por qué no depende de reyes, sino de los que se quedan en España cuando los reyes se fugan. La república no llegará próximamente y si lo hace será construir el país por el tejado. Les recomiendo que, estén de vacaciones como yo o trabajando, se limiten a disfrutar del espectáculo, a descubrir dónde estamos y cómo somos, porque estos días lo explican todo.
Si el yo de hace unas semanas viene a recriminarme mi desfachatez despreciando el compromiso adquirido, sabré salir del paso. Sabré decirle que estoy a dieta de azúcares innecesarios, pero que soy maxibonista. Y que viva España, coño.
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Un verano fatal (I): La azotea.
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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