MEDIO AMBIENTE
La presión humana mantiene cercadas todas las zonas naturales protegidas en Europa
Apenas el 0,3% de la red terrestre protegida en el continente está conectada a nivel estructural, tal y como exigen los acuerdos internacionales y las directivas europeas. En España, no existe ni una sola zona natural que cumpla estos objetivos
ctxt 12/09/2020
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La actividad humana está acorralando todas y cada una de las zonas protegidas que hay en Europa, hasta el punto de que apenas existen corredores que unan estas áreas naturales en el continente. Es lo que asegura un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista Nature, donde se advierte que solo un 0,3% de estas tierras, fundamentales para la conservación de la biodiversidad, se encuentran bien enlazadas a nivel estructural en la región.
Según asegura el documento, estos bajísimos niveles de conectividad chocan frontalmente tanto con los distintos acuerdos internacionales sobre conservación como con las directivas europeas centradas en este ámbito. Así, el Plan Estratégico de Biodiversidad 2020 de Naciones Unidas, firmado hace diez años, establecía que al menos un 17% de las superficie terrestre debía declararse como zona protegida para este mismo año, al tiempo que subrayaba la necesidad de que estas áreas contasen con una buena conectividad y una gestión equitativa.
Por su parte, la nueva estrategia 2030 de la Unión Europea sobre biodiversidad establece un marco aún más exigente, estipulando que no solo un 30% del territorio debe quedar protegido, sino que además ha de estar conectado a través de una red transeuropea coherente en la que “los corredores ecológicos sean algo esencial”.
A nivel internacional, las cifras recopiladas en la investigación son algo mejores que las de Europa, pero tampoco se acercan a las recomendaciones internacionales en este ámbito: apenas un 9,3% de la red terrestre protegida a nivel global cuenta un nivel de conectividad aceptable. Oceanía y América, con un 16,8% y 14,8% de sus zonas protegidas conectadas, arrojan los mejores ratios. En el extremo contrario se sitúan Asia (3,2%), África (0,5%), y Europa (0,3%).
Las cifras, ya bajas de por sí, se vuelven aún más preocupantes si se atiende a la situación a nivel estatal: a pesar de que un 41,6% de la superficie terrestre todavía está considerada como paisaje intacto, tres de cada cuatro países ya no cuentan con hábitats íntegros. Mientras, la inmensa mayoría de Estados –entre ellos España– demuestran un nivel de conectividad tendiente a cero entre sus áreas naturales, hasta el punto de que apenas nueve países cumplen los estándares en materia de conservación. Esto es, tener un 17% de su territorio declarado como zona protegida y un 50% de estas áreas en buenas condiciones de conexión.
Más allá de los ecosistemas que ya se encuentran degradados, el estudio explica la baja conectividad entre las zonas naturales –cerca de un 90% de la red terrestre protegida se encuentra aislada y cercada por las modificaciones de la actividad humana– también se debe a la mala planificación o gestión de los Estados, con países que ni siquiera contemplan esta circunstancia a la hora de crear zonas de protección de la biodiversidad.
Para medir la conectividad estructural que existe entre las distintas zonas protegidas, el estudio ha evaluado el nivel de presión humana que existe en las vías que unen estas áreas, donde existen elementos que están fragmentando el paisaje e “impulsando la crisis de extinción de especies”, como las tierras agrícolas, las carreteras, la densidad de población, los entornos construidos o las luces nocturnas.
Según el documento, la conexión de zonas protegidas se antoja fundamental a la hora de prevenir la pérdida de hábitats y para mejorar la adaptación de las especies al contexto de cambio climático: los corredores no solo impulsan migraciones más rápidas y largas, sino que también “permiten una mayor función y resiliencia de los ecosistemas”, al garantizan condiciones fundamentales como la radiación, el viento, la luz, la humedad y los regímenes hidrológicos.