LA VITA NUOVA / MOCIÓN DE CENSURA SPECIAL EDITION (II)
Posiblemente, nada
Si esto se va al pedo –la apuesta de Vox, pero también del PP–, Casado, por el bien de Esp, por el pueblo, contra el establishment, siempre podría sacrificarse y aceptar el cáliz que hoy ha rechazado
Guillem Martínez 22/10/2020
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RESUMEN DE LO PUBLICADO. El lenguaje del posfacismo es el caso de la cosa. Es imposible hablarle. Es difícil hablar, incluso, de él. Más en una cultura híperpolitizada, consagrada a la prensa rosa de la política / al periodismo de declaraciones, en la que la política son declaraciones que, tradicionalmente, no se verifican, se dan por hechos, y se convierten en hechos no producidos pero con significados tan reales que, en ocasiones, incluso, van a juicio por lo penal. Yo voy tirando describiendo el lenguaje, las políticas escondidas detrás de él y cosas que voy mangando a los Culture Studies –por cierto, no se lo pierdan: en breves semanas en CTXT vienen los all-stars de los Culture Studies USA y nos dan para el pelo en un curso; yo iría haciendo cola preconcierto en modo New Kids on the Block; será un chorreo a través de esa mezcla sexy de Humanidades y CC.SS., y de estudio feroz de los significados, que hace que la Academia USA mantenga un punto de desconfianza ante la realidad; ya les iré contando. Rayos, qué punto más largo. Mira, sabesqué, me voy a otro párrafo y lo vuelvo a intentar.
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RESUMEN DE LO PUBLICADO (II). Ayer, Vox se estrenó como lenguaje en un acto que no era tanto una moción de censura como un experimento. Sobre el experimento: fue deslucido. Abascal, que mostraba un catálogo de juguetes nuevos, venidos de USA, lo hizo con un lenguaje viejo, aburrido. Es posible que sea un problema individual. Las chicas Vox, por ejemplo, son genios del lenguaje. He escuchado a un par en algún acto público, momento en que hasta yo necesitaba bombardear Polonia, o me volvería majara. Sobre el gran fallo en el lenguaje de ayer, y que cabe suponer que se solventará en futuras ediciones: falló la economía. La nueva ultraderecha no se comerá una rosca hasta que no compagine con la banderita un discurso económico social, incluso anticapitalista, o al menos antiestablishment. Esa frontera, cruzada por el FN francés, por la Lega y, levemente y de forma incipiente por JxC –los únicos por aquí abajo hasta ahora–, es lo que da mayoría de edad e irreversibilidad a ese negociado antidemocrático. Pese a ese lenguaje de ayer, nada eléctrico, alejado de los grandes tenores –Trump, Salvini, Le Pen, The Voxettes...–, se hilvanó el típico programa posfascista. No era fresco –por el lenguaje cutre, de bar en Salamanca, el barrio–, pero sí descarado. Era la continuación de la política esp por otros medios. Pero es importante constatar que todo ese nuevo radicalismo derechista estaba ya desprecintado. No era nuevo. Eran, exactamente, ítems de la política real de Aznar. Incluso la cosa Iberosfera, un cacharro aún en funcionamiento: la centralidad financiera de MAD en un espacio iberoamericano, que tanto está haciendo contra MAD, por la Esp vacía y la América repleta de pobreza.
LO IMPORTANTE ESTÁ DEBAJO DE LOS ADOQUINES. El discurso, un adoquín, defendido por un actor que no se lo creía, pero entregado a su destino, tenía un doble interés. El menos importante era a) ver la reacción del resto de grupos. El más importante era ver b) la reacción del PP. Sobre a). La mayoría de grupos parlamentarios, subsector izquierda, reaccionó dentro de una mayor o menor sentimentalidad en sus respuestas. Apuesta repetida hoy. Un discurso, el de Abascal, con grandes fallos de lenguaje, pero dentro de una escuela identificable, cumplió, por tanto, su función. Sentimentalizar, alejar de la política la discusión. Sí, es complicado hablar con el posfacismo. Lo ideal sería no hablar, hablar a través de políticas no neoliberales, penalizadas, prohibidas en la UE, salvo durante un periodo en esta pandemia. Sobre b). No deja de ser un drama –democrático– que el principal partido de la oposición fuera duda para el partido de hoy. Se entienden más esas dudas si pensamos que el PP es el pagano de Vox, el que puso los cuadros, el que creó su cultura al importar léxico USA ya en los 90, el que creó su necesidad, y con el que se reúne en bodas, bautizos, comuniones, pero también en la FAES. Hasta hoy, de hecho, no se sabía ni su voto ni su discurso ante la propuesta de Vox. Propuesta de Vox: oye, PP, que voy a decir lo que hemos hablado durante años. ¿El PP cruzaría esa frontera virtual, en público y ante los niños? ¿Apostaría, innecesariamente, sin posibilidades de pillar chacho, por un programa que le ubicaba formalmente fuera del liberalismo, ese corpus laxo, más aún en Esp?
NADA, NI LA NADA, ES LO QUE PARECE. Casado era el centro del mundo. Y, como hace el centro del mundo cada día, aguantó la presión y la temperatura. Brindó al mundo un discurso conservador, liberal, épico y comprometido con la democracia y enfrentado a los posfascismos. Algo importante en cualquier parte del mundo. Salvo esta, en la que las declaraciones valen su peso en guano, y se puede emitir ese discurso mientras se participa de la cultura del fake y de la nueva derecha, y se gobierna con otros grupos afines a esa cultura en MAD, Murcia, Andalucía. Iglesias estuvo al quite, con una respuesta institucional, próxima a la gramática y estética del Compromesso Storico. En tiempo de pandemia molaría algo parecido, incluso más canijo que eso. Y, en efecto, hubiera sido un día histórico, si en este país Aldo Moro no se dedicara a romperle las piernas a todo lo que huela a Berlinguer. En su respuesta, Casado volvió al antibolivarismo, al marco, al sesgo, al fake, a la democracia como propiedad. A los elementos con los que la nueva ultraderecha construye los sueños que alejan la política. Incluso en pandemia.
CASADISMO. Sánchez, en los minutos de descuento, aprovechando las gotas de buen rollo que aún quedaban del primer discurso de Casado, le propuso paralizar la reforma del CGPJ. Que ya ha paralizado estéticamente, por otra parte, Europa, en lo que ha sido el cúlmen gubernamental de unas maniobras más propias de los genios de la directiva del Barça. Y negociar la renovación del CGPJ con nuevo material. Y con menor posición de fuerza, se supone. Ya veremos. Si hoy Casado cena angulas culminará un día redondo. Se ha distanciado de Vox sin distanciarse de él un ápice –algún comando de Vox, en Andalucía, se ha mosqueado; parece ser que dificultarán los Presupuestos; ya se les pasará–. Ha experimentado con una cultura que no frecuentaba, la democrática, y no le ha salido mal. Por el mismo precio, ha intensificado la cultura con la que experimentan las derechas locales. La ha hecho más ambigua, que es de lo que se trata. Quién sabe, si esto se va al pedo –la apuesta de Vox, pero también del PP–, Casado, por el bien de Esp, por el pueblo, contra el establishment, siempre podría sacrificarse y aceptar el cáliz que hoy ha rechazado. Y aún ha tenido tiempo de asentar la Transición como única cultura política posible. Implícitamente, una cultura que puede alejarse de la democracia, pero que se vería violada con su aumento. Jamás nadie ha aprovechado tanto un máster.
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RESUMEN DE LO PUBLICADO. El lenguaje del posfacismo es el caso de la cosa. Es imposible hablarle. Es difícil hablar, incluso, de él. Más en una cultura híperpolitizada, consagrada a la prensa rosa de la política / al periodismo de declaraciones, en la que la política son declaraciones...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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