LA VITA NUOVA
Los hombres que resucitaron a Liberty Valance
El TS ha decidido volver a juzgar a Otegi, y lo ha hecho por unanimidad, lo que es un indicio de algo enrarecido en la Justicia, más profundo de lo previsto
Guillem Martínez 16/12/2020
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1- Estamos en un proceso constituyente, en el que, si todo sale mal, ya no será necesario el enojo de retocar una Constitución, como en 2012. Si, a su vez, este articulete me sale como calculo ahora que me fumo un pito y escucho una versión sobrecogedora de La Belleza, de Aute, acabaré haciendo un chimpón con la frase inicial de este punto, y trayendo a colación, por el mismo precio, un libro formidable de Jordi Nieva –El hombre que mató a Liberty Valance–, un ¿manual? ¿una poética democrática? de derecho, a partir de aquella genialidad homónima de John Ford. Rayos, hacia años que no decía homónimo. Parece el nombre de un mono simpático. Homónimo. Homónimo. No puedo parar, brrrr.
2- Otegi ha dado lugar al caso homónimo.
3-. En su día –2011; sentencia en 2012–, Otegi y otros líderes abertzales fueron juzgados en la AN. Sinopsis. En un momento en el que estaban realizando un esfuerzo notorio para hacerle el ERE a ETA, y canalizar su entorno a la no violencia, se decidió juzgarles por intentar crear otra formación, distinta a la ilegalizada Batasuna, con la que –agárrense, ¿qué será lo siguiente?– concurrir a elecciones. Posiblemente, por tanto, el juicio no obedecía tanto a un delito, como a cierta voluntad colectiva –en un determinado colectivo jurídico-político– de prolongar la cosa ETA, clave de bóveda de la propaganda del PP en aquellos años. Y, glups, en estos. El resultado fueron varias condenas, por pertenencia a banda armada –zas–, que iban de 6 a 7 años y medio. Poca broma. Durante el juicio, la jueza se puso castiza en un par de instantes. Lo justo, y más, para invalidar su imparcialidad en aquella extraña vista. Tras pasar por el TS y el TC, la cosa acabó en el TEDH –rajó en 2018– que, previamente, ya se había pronunciado a favor de una recusación de la jueza por parcialidad. Se dice rápido. La actuación del TEDH fue importante posteriormente. Moduló la estética del juicio al procés, en el que hubo un notorio esfuerzo de contención anti-lapsus lacaniano. El TS, vamos, se sintió observado, que es lo peor que te puede pasar en un WC de gasolinera y en un tribunal de república bananera. De manera que lo estremecedor de aquel juicio –su instrucción, su sentencia– no transcurrió en su sala Primera y en tiempo real. Finalmente, en 2020, la sala Segunda del TS acabó anulando la sentencia de Otegi, tras la revisión interpuesta por sus defensas. Terminaba un segmento inquietante jurídicamente, en el que se conjugó la figura jurídica del pabernosmatao con la del bien-está-lo-que-bien-acaba. Dos figuras sumamente turbadoras, en tanto no son jurídicas, sino de mi madre, que en la vida vio de todo.
4- Pues bien, hace escasas horas el TS se ha puesto las pilas, o lo que se ponga, y ha decidido volver a juzgar a Otegi. Por unanimidad. Es decir, en comunión con todos sus hipotéticos sectores. Verdaderamente esa es la noticia en este asunto. Son 16 bravos jueces 16. Lo que supone una ausencia de matices en una decisión radical y de riesgo. Una apuesta por una jugada democráticamente cuestionable –la Justicia debe ser democrática, o apaga y vámonos; la justicia no es un estado de ánimo, es la ley formulada en democracia, un corpus que ya no es exclusivamente estatal–, en la que el TS tiene mucho que perder. Más que Otegi y los otros acusados, incluso, que pueden no perder más de lo ya perdido en esta partida. Mucho. Varios años de su vida. Interpretación sobre la unanimidad: presupone presiones –es decir, también premios y castigos– y la sospecha de que es, a su vez y únicamente, una exhibición ante el TEDH, para que esos chupatintas de Washington, que no entienden ni el Gran Estado de Mississippi, ni sus costumbres, se callen. Esa unanimidad es infrecuente, por definición, en una institución democrática para decisiones de ese calado y tendencia. Esa unanimidad es un indicio de algo, efectivamente, enrarecido en la Justicia, más profundo de lo previsto. Y lo que es peor, presagia votaciones unánimes futuras. Para encarcelar a Lula, por ejemplo y sea lo que sea Lula por aquí abajo. El TS, en fin, puede estar a dos votaciones unánimes de proclamar la unanimidad. Socorro.
5- ¿Qué pierde el TS? El TS puede perder lo único que tienen los TS mundiales. Su prestigio. En su día –antes de que el TEDH abriera la boca de la cara–, si quería quedar mono, el TS debería haber ordenado repetir el juicio. Aplicar eso cuando se han superado todas las instancias es una interpretación contra-reo. Es decir, una perversión de la Justicia. Inconstitucional, por otra parte. Si bien, me temo, no inconstitucionalista, ese chicle. Si existiera un TC posterior a su reforma y a su sacrificio ritual durante el procés, tendría deberes. No los tiene/estará votando unánimemente por ahí.
6- Para su pirueta unánime, el TS ha forzado la interpretación del texto del TEDH. Sí, daba pie a repetir el juicio. Pero sólo a petición del reo, que se cuidaría mucho, a presión y temperatura estables, de hacerlo. Es decir, con su ejercicio de fuerza –más fuerza al uso que interpretativa– el TS no entiende que no es la última instancia. No entiende que el marco jurídico esp es también europeo. Añora una soberanía que no existe para él. Y la ejerce. La ejerce por segunda vez en un año. Eso es lo segundo importante. El TS, que decidió no respetar la sentencia del TJUE de diciembre de 2019 sobre la inmunidad de Junqueras, sino recrearla, ha decidido algo parecido y con otro Tribunal. Ha decidido algo más elaborado y forzado, incluso.
7- Hay serios indicios sobre el carácter político de esta segunda decisión, que aleja la Justicia esp de Europa conscientemente. Es decir, hay serios indicios del carácter político del tramo alto de la Justicia. Más ahora, cuando el TS se saca de la manga –bueno, de la puñeta– una repetición de juicio, antes de la votación en el Congreso de los PGE, en los que Bildu votará afirmativamente, si-no-hacemos-algo. Es un intento de participación en política por otros medios. Y es un ensayo –como las rabietas de los niños de dos años– para ver hasta dónde llega la autoridad de sus padres. En este caso, el TEDH y el TJUE.
8- El Gobierno debería optar por la opción más moderada ante este problema. Tomar medidas contundentes ante una justicia politizada y en trance, como su nombre indica, de alejarse del imperio de la ley hacia el Imperio. Antes de que sea demasiado tarde. Para el Gobierno. Incluso para más cosas y objetos. Debe recurrir, en defensa de la Justicia y de la Democracia, al mismísimo TEDH, al Consejo de Europa, a la Comisión Europea. Es un problema central, serio, estructural. No se soluciona nombrado al TS capitán general de Canarias. Sólo aprovechando este exceso del TS se puede plantear en Europa el problema político y democrático de la Justicia esp, y su reforma.
9- Suponiendo que alguien quiera.
10- Estamos en un proceso constituyente, en el que, si todo sale mal, ya no será necesario el enojo de retocar una Constitución, como en 2012. En toda Europa, esa es la tensión. En Esp es la verdadera tensión territorial, la política, la tensión en el seno del Gobierno. En esta pandemia, todo apunta a ello, se están planteando cambios estructurales por la vía de los hechos, privatizaciones de lo poco que quedaba sin privatizar. La reforma de las pensiones, aplazada en Francia, a-ver-qué en Esp, será la metáfora. El Bienestar, la forma de democracia en Europa, seriamente herida –en Esp, desaparecida, nos pongamos como nos pongamos, con la reforma constitucional exprés– es el centro del conflicto. Quizás la Justicia que se verbaliza a sí misma es la pretendida. Quizás sea la más pertinente para esta época de reformulación de derechos. Nadie cede sus derechos sin ejercicios de fuerza. Para lo que una Justicia politizada y al servicio del Estado –debidamente ocupado su Ejecutivo– sería algo de primera necesidad. Si no se combate, ferozmente, por su reforma, se producirá un gran indicio de que no se quiere ninguna reforma. Lo que nos lleva a Liberty Valance.
11- En El hombre que mató a Liberty Valance, John Ford describe la democracia y el Estado. Ford era libertarian, algo con cierta operatividad y protocolo hasta Reagan. Se negó a declarar contra comunistas en el Hollywood del macartismo –“Me llamo John Ford y hago películas del Oeste, y lo que proponéis es una cabronada”–. Empleó a minorías, cuando eso no era frecuente y se animaba a lo contrario. No le caía bien el Estado, e hizo una peli en la que planteaba el Estado –los ganaderos y sus pistoleros– y la democracia –un abogado del Este, emigrantes alemanes sin derechos, John Wayne, que no sabe nada de todo eso, pero que hace posible la libertad en un pequeño pueblo–. Democracia y Estado no siempre han sido lo mismo. La democracia no es más que Justicia. Un Estado puede existir sin ello. De eso, Estado ganadero vs. democracia, va el libro de Jordi Nieva homónimo. Homónimo. Homónimo. Brrrrrr.
1- Estamos en un proceso constituyente, en el que, si todo sale mal, ya no será necesario el enojo de retocar una Constitución, como en 2012. Si, a su vez, este articulete me sale como calculo ahora que me fumo un pito y escucho una versión sobrecogedora de La Belleza, de Aute, acabaré...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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