Días raros y broncos
Las nueve mejores polémicas de 2020
He aquí una de mis resoluciones para 2021: no ponerme a discutir en balde con la gente de las redes sociales. Pido la paz, aunque ni yo misma me haga caso. ¡A ver si lo hacemos todo un poco mejor y más decente en este año que entra!
Elizabeth Duval 8/01/2021
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Como no estamos en ningún medio de origen estadounidense que haya realizado recientemente un expediente de regulación de empleo, cerrando de facto su producción (aunque sea cognitiva, cultural o de basura) en España, no puede servidora limitarse a acompañar algunas fotos bonitas con descripciones de dos líneas extraídas de la Wikipedia o de tweets ajenos. Se añade la circunstancia de que vivo en París, en una torre de marfil (más o menos) cercana a la petite ceinture parisina (que podríamos traducir por pequeño cinturón o, si estamos jocosos, cinturita): tengo conexión con lo que sucede en las Españas a través de las redes, y tampoco mucho, pues intento ir a mi bola. Este año, no obstante, he participado en guerras y he batallado hasta después de mi muerte; se me fue la pinza durante el primer confinamiento y me pasé muchas tardes grabando cortos vídeos en los que recitaba pasajes de la Biblia. De todo ello me arrepiento. He escrito mucho sobre las polémicas, no cabe duda, pero tampoco sé muy bien qué es constitutivo de una polémica o por qué las celebramos bajo la forma de agrupaciones abstractas, coaliciones de días raros y broncos. Lo miro todo un poco extrañada. He aquí las diez mejores polémicas del año, seleccionadas entre las polémicas del año de las cuales me acuerdo, que eran inicialmente menos de diez:
10. Cristina Morales y el libro al que no paraba de cambiarle el nombre
Yo ya he escrito sobre la nota a la edición de Cristina Morales en Últimas tardes con Teresa de Jesús o Introducción a Teresa de Jesús o Malas palabras, pero es que eso tampoco me parece lo más interesante del mundo moralesco. Lo es, en cambio, la página web cervanteyosoiguapa, que ya no existe (muy a mi pesar) y que una nota de un programa de Cadena SER describía en su momento como “un serial crítico, cáustico y sarcástico sobre el mundo editorial en España, con nombres modificados pero reconocibles de sellos como Seix Barral, Lengua de trapo, Lumen o Letras Libres”. Era una web en la que se hablaba de “contratos precarios, pagos, adelantos económicos, encargos de artículos, billetes de avión, fotos para revistas, editores y editoras”. Morales negó estar detrás de esa página web y declaró su aprecio por los “hackers maravillosos” que habrían entrado en sus cuentas de correo y sus comunicaciones privadas. Yo elijo pensar que, con una máquina del tiempo, Teresa de Jesús accedió a las epístolas privadas de Santa Cristina y lo publicó todo de forma guasona. No fue una polémica muy sonada: ¿cuánta gente se enteró de la creación de esa página? Hablo aquí para unos pocos afortunados.
Si lo que le interesa al lector es el TOP 10 y lo del libro al cual Cristina no paraba de cambiarle el nombre: yo dije hace tiempo, en respuesta a lo que Ignacio Echevarría calificó como “un ajuste de cuentas de Morales con la anterior editora de su libro, la veterana y muy meritoria Silvia Querini”, que la “Nota a la edición” era “una denuncia contra la voluntad de su primera editora de cambiar el título, de modificar contenidos, de doblegar la voluntad de Morales; en fin, una denuncia contra el entendido de que los libros son “una cuestión mercadotécnica y no literaria’”. Hay que defender públicamente la postura, igual de respetable que cualquier otra dentro del pluralismo y el pacto democrático que nos dimos entre todos en el 78, de Santa Cristina. Y ojalá más hackers maravillosos: son la alternativa a la dicotomía por Morales planteada. “Tú verás, Teresa: o calladita y con convento nuevo, o escritora y en la hoguera”.
9. Lo de C. Tangana
A mí me encanta, pero por justicia: demasiados hombres, ya está bien de ver a C. Tangana hasta en el gotelé; hace cuatro años, pues bueno, estaba muy guay, pero ya está bien. ¿Qué será lo próximo: ¿debatir sobre la ROSALÍA y el antigitanismo y la apropiación cultural y los colores rojos y el neofolklorismo y el resurgir de la cultura castiza y Almodóvar y las procesiones de Semana Santa que se parecen al Ku Klux Klan y el resurgir del catolicismo? ¿Puede surgir una polémica capaz de provocar más tedio, pereza y anhedonia que esta? Todo está por hacer y todo es posible.
8. Lo de Juana Dolores Romero Casanova
Durante el confinamiento decidimos darle una sobredosis de atención a una poeta. Declaró, en una entrevista, que la poesía de [AUTORA X], por muchos poemarios que hubiera publicado, no interesaba en lo más mínimo a los profesores universitarios más brillantes que ella ha conocido. Lanzó un grito, un manifiesto: “¡Basta de famosos de mierda publicando libros de mierda!”; la muchacha dijo, cuando se le reprochó el tono altivo, que debatir por Twitter formaba parte de la decadencia de Occidente, así que no había reproche posible. Resulta que las faltas de respeto y las broncas dan followers en las redes y que toda reacción en contra constituye una tentativa de ciberbullying. Yo puse veladamente negro sobre blanco en un artículo a través de una referencia al temita que pasó desapercibida, y declaré yo no venía a los debates públicos a escandalizar ni epatar a nadie, ni a que sus señorías de la “es-ce-ni-ta” me vieran llamar escritorzuelo a algún escritorzuelo de mierda, y tampoco quería con gesto impostado dinamitar andamiaje alguno de nuestro mundillo; “yo soy, en comparación a otras, como mucho, una socialdemócrata de tres al cuarto, y en mis costumbres, morales y dolores, más pequeñoburguesa que niñata”.
No sé si es buen augurio para nuestros mundillos twitterios y literarios que se celebre la falta de respeto, los ataques gratuitos, el victimismo y el ser malrollera: irrumpir buscando pelea y dándose codazos con la gente, porque nos encanta pelearnos, se ve que es motivo de celebración y jolgorio. La poeta dijo después que Platón atravesaba su poemario y que cosas como “el atrevimiento de mostrarme copia” o “esnifar la idea, colocar el discurso” eran plenamente platónicas, estando presente la dicotomía entre el mundo sensible y el mundo de las ideas. Hay quien hace con la Filosofía como Rimbaud con la Belleza: la sienta en sus rodillas, la encuentra amarga, la injuria. En fin: no quiero más dramas en mi vida, sólo comedias entretenidas.
7. La distinción entre cultura y entretenimiento
En abril, Paula Bonet colgó una imagen con el mensaje “Consumir entretenimiento y creer que es cultura”, lo cual dio lugar a uno de los primeros debates del confinamiento, y quizá uno de los más tontos. Alguien dijo que el debate se resolvía así: cultura es lo que me gusta a mí y entretenimiento lo que gusta a los otros. Especulo que las ondas electromagnéticas producidas por la reproducción en distintos balcones de la canción Resistiré provocaron una degeneración de los tejidos neuronales de gran parte de la población, reduciendo momentáneamente nuestras capacidades y llevando el nivel del debate a bajezas nunca antes vistas. Creo que después de este tema el siguiente fue el de los “huevos en la barbilla”; esto se me presenta, después del confinamiento, como un misterio indescifrable, pues yo ya no sé quién era confinada ni cómo me comportaba, y preferiría alejarme de la persona que no tenía mucho más que hacer que hablar en Twitter sobre estos temas.
6. Lo de los perros y los niños
Así de mal estamos: durante el confinamiento se desató una guerra diminuta entre los dueños de los perros, que podían sacarlos a pasear, y los dueños (sic) de los niños, que se creían en desventaja comparativa e inferioridad estructural, incluso opresión, en relación para/con los primeros. El País sacó una crónica titulada “Perros contra niños”. Dejo aquí su párrafo final, que es muy divertido:
“Me imagino ya que se van creando dos bandos en la ciudad: los que tienen niños y los que tienen perros. Se odian y empiezan a hacer pintadas acusatorias en las puertas, con incursiones nocturnas clandestinas. Al poco tiempo se convierte en una cuestión política: la derecha apoya a la facción de los niños (ahora no pueden pedir pin parental, ya los tienen controlados en casa); la izquierda defiende a la de los animales. Tratándose de España, hay gente con niños y perro que es la que peor lo tiene, los critican de los dos lados. Convertidos los perros en salvoconducto para pasear libremente, su precio se dispara. Empiezan a venderse en un servicio especial de Amazon y te lo llevan a casa. En las comunidades de vecinos, el que tiene perro lo alquila por horas a los demás. Al final los perros están deseando estar tranquilos en casa. Se niegan a salir, aprenden a hacerlo en el baño”.
No habría estado mal presenciar una guerra civil entre los amantes de los canes y los defensores de la infancia, o incluso manifestaciones consistentes en ver a padres pasear a sus niños con correa mientras estos vociferan pequeñitos “guau, guau”. De esto ya nos hemos olvidado, pero yo tengo amigos con perro que se acuerdan de este enorme conflicto social, de esta brecha que ha dividido familias y creado dos bandos irreconciliables. ¿Quién vendrá para volver a unirnos y hacernos ver que ninguna de sendas partes es tan mala, y que es más lo que nos une que lo que nos separa? Un verdadero drama, entiéndanme.
5. Lo de la Covid-19
Aparentemente, este último año se desató una pandemia global después de que se propagara con gran velocidad la enfermedad por coronavirus. Esto molestó a mucha gente y provocó muchas polémicas.
4. Lo de que se mueran los viejos
El 12 de marzo de 2020 la escritora Elizabeth Duval hizo las siguientes declaraciones, que recogemos en blanco y negro como reflejo de los doscientos años que han pasado desde entonces:
Me apetece escribir sobre esta polémica utilizando única y exclusivamente las respuestas de otros twitteros a estos tres tweets. Por lo visto, en marzo, la gente se metía cubatas de tres en tres por culpa de la angustia existencial que les generaba el capitalismo. Lo triste es que muchos ancianos honorables y valiosos, de largas barbas, serán desplazados en prioridad cuando sujetos como Elizabeth Duval, ejemplos de psicopatía, enfermen. Donde había futuro imaginable era en el gulag: ¿y si un cálculo demostrara la cantidad de gatos callejeros que alimenta Duval al día tras tomarse dos orujos? ¿Tiene patologías previas? Es el cáncer de la sociedad. ¿Y si se muere? Con ello contribuiría a reducir las emisiones. Que interne hoy mismo en un psiquiátrico: tiene un problema grave.
Un poeta francés, hace algo más de un siglo, propuso el signo de ironía, pensado para preceder una oración e indicar el tono en el que habría de ser interpretada en su lectura. Creo que hay muchos argumentos posibles en su contra: ¿no podemos acaso concebir la incomprensión de la ironía como un fracaso por parte del emisor a la hora de comunicarse? Corremos de igual manera el riesgo de que el signo de ironía preceda frases no-irónicas: “bébete un bote de lejía”, “espero que te fusilen”, “etnicista neofranquista malthusiana ecofascista”.
No me gusta hablar de linchamientos colectivos o emplear la terminología de las redes ardiendo. Un músico, productor y escritor español, especialmente conocido por ser integrante del grupo Los Chikos del Maíz, dijo, a raíz de mis tweets, que “este país nunca tiene intelectuales a la altura de su clase trabajadora”. Voy a traducir una línea de un artículo de la Wikipedia francesa, perdonen el intelectualismo:
La “autoderisión” es el hecho de reírse de uno mismo en una burla. Puede ser utilizada como una forma de humor o para disminuir las tensiones interpersonales.
Lo de que la temporalidad capitalista ha hecho que sea imposible imaginar futuros alternativos lo dice Mark Fisher y lo dicen ochenta intelectuales de izquierda en círculos de masturbación mutua. Comprendo que Twitter considere observar la realidad sub specie æternitatis como pecado y que las acciones morales o políticas no se rigen por criterios de eficiencia. ¡Yo no me arrepiento de nada! (sic) ¡Espero que tampoco lo hagan muchos twitteros que se me lanzaron encima y que hoy me quieren, me escriben menciones cariñosas, me aprecian! La preocupación por los tweets viejos es una preocupación pequeñoburguesa, ¡por legítima que sea! ¿Y si un cálculo demostrara que cerrar por decreto todas las redes sociales salvaría más vidas que la vacuna de la covid-19? Yo, por mi parte, tengo muchas ganas de vacunarme, y mi comportamiento en pandemia ha sido irreprochable. Mando un fuerte saludo a la rave de fin de año de Llinars: peor que la twittera posirónica ecofascista no pueden estar haciéndolo.
3. Lo de Rafael Cabaliere
En 2020 un tal Rafael Cabaliere se alzó con el premio Espasa de poesía y todo el mundo especuló con la posibilidad de que se tratara de un robot; llegó hasta tal punto que Espasa tuvo que sacar un vídeo en el cual un hombre, con tono parecido al de un secuestrado al que están apuntando con pistola, declaraba ser una persona de carne y hueso. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por su inacción, permitir que un ser humano sufra daño. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley. Un robot debe proteger la existencia en su misma medida para no autodestruirse en la medida en que esta protección no entre en conflicto con las leyes anteriores. Teniendo en cuenta estas tres leyes de la robótica, a mí la hipótesis de que Rafael Cabaliere sea un cyborg me sigue pareciendo enteramente plausible. Comparto un poema del robot:
Hay personas con las
que tenemos una conexión
única y misteriosa,
personas con las
que somos felices
desde siempre.
Este poema podría haberlo escrito Terminator.
2. Lo de lo Terf y el argumentario del PSOE
El debate se presenta en parte como eco de lo sucedido en Reino Unido a raíz de la reforma del Gender Recognition Act 2004 propuesta por el gobierno conservador de 2018, pero con particularidades históricas y políticas: es quizá cuestión del reconocimiento de la autodeterminación de género como derecho jurídico (o no) para garantizar la autonomía de las personas trans en relación con sus cuerpos; pero es, también, la negación o aceptación de las identidades trans, o incluso la asunción de la biología o el sexo como determinaciones vinculantes para la construcción de la identidad mujer. También de cómo, para algunas, la teoría queer en general acarrearía un borrado sistemático de las mujeres y del régimen de la diferencia sexual (si lo interpretamos, otra vez, como estructura de dominación). Hemos visto a la histórica militante feminista Lidia Falcón preguntándose si “es de izquierdas hormonar a un niño para que cambie de sexo”, a la jurista Paula Fraga diciendo que la teoría queer significa la “institucionalización de la misoginia” y que las leyes de identidad de género “socavan los derechos de las mujeres”; al PSOE difundiendo un argumentario según el cual “la teoría queer [desdibuja y difumina] la realidad de las mujeres”, firmado por la vicepresidenta primera y secretaria de Igualdad del PSOE, Carmen Calvo, y su secretario de Organización y ministro de Transportes, José Luis Ábalos. Todas estas manifestaciones han sido criticadas, por parte del colectivo LGTB, como “muestras intolerables de transfobia”, y se han ido generalizando en el seno del Partido Socialista y del colectivo feminista.
La única propuesta de reconciliación o resolución de las tensiones entre estos grupos tiene que ser una que no pase por la metodología de la burla o del insulto, sino por la construcción de puentes y la cura de las heridas anteriores. Entiendo que, para círculos y entornos muy pequeños, los errores que una persona pueda haber cometido sean suficientes como para traer en consecuencia su cancelación inmediata, o que nos salga a todos la carcajada cuando vemos que alguien se burla de la jerga de esos “neomaterialistas” que tan mal nos caen y que nos tienen bloqueados en Twitter. Lo nocivo es que esta risa, como cadena que enlaza y estructura los grupos, nos afianza como afines a nuestros allegados, cierra aún más las fronteras de nuestro grupo y nos condena a mirarnos entre iguales cada vez más parecidos entre sí, pero más excluyentes.
En política, en diversas ocasiones, es mucho más útil afianzar la identidad de un grupo e intentar que se construya sobre bases más sólidas que intentar elaborar un grupo más amplio y permeable a otras visiones e inquietudes. El hecho de que Pablo Iglesias, como vicepresidente segundo, ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 y secretario general de Podemos, presentara en sociedad La distancia del presente, errático ensayo de historia reciente de España, es clara muestra de la parcial degeneración de los referentes intelectuales de un espacio político. Ese grupo de voces a escuchar, que hace un tiempo estaba compuesto de personas con algo que decir, o simplemente con cierta gravitas, hoy se ha metamorfoseado en una banda zalamera y aduladora que recupera la carroña de una coalición de partidos que se descompone. Pero es preocupante que, al mismo tiempo que la izquierda parece unida en sacrosanto matrimonio gubernamental, estemos tan ocupados en decepcionarnos los unos a los otros y querer arrancarnos las cabezas. Yo puedo compartir ciertas tesis con Bernabé, claro, pero la batalla por las ideas no puede convertirse en una serie de vendettas personales o en un debate en el cual ciertas posiciones queden excluidas por ser apriorísticamente inaceptables.
La única solución y camino, tanto para los problemas de la izquierda como para el feminismo y lo trans, pasa por un sentimiento de lealtad compartido. Si vemos una nueva ola de transfobia desde sectores feministas en los que antes la susodicha no podía plantearse, es, en parte, precisamente porque el subgrupo de las feministas ahora puede ser desleal al subgrupo trans sin sentir que está cometiendo una traición: el vínculo que existió entre ambos se está resquebrajando. Conllevará un recorrido más duro, desde luego, pero la única manera de salvar esos vínculos es a través de la pedagogía y del diálogo… incluso entre posiciones irreconciliables. No todos los intentos de conocer al otro e intercambiar pareceres con él tendrán sus frutos, y tampoco exijo que toda persona participe de ellos: habrá quienes, con razón, se sientan demasiado dolidos como para querer tener enfrente a alguien que haya ejercido violencia contra ellos. Pero creo que es importante la labor de quien quiera y pueda tender puentes: creo que necesitamos con urgencia a personas que quieran y puedan tender puentes, y escapar de la tentación de clasificar esos intentos como ejercicios de deslealtad o equidistancia.
1. El resto de novedades diarias
Aquí cabe lo de Juan Marsé, lo de Cataluña, lo de si está bien o está mal que el gobierno le conceda la nacionalidad a James Rhodes y haga de ello un paupérrimo acto de marketing público que acaba mal, lo del mecenazgo (aunque fuera en 2021), lo de si el Cid estaba a favor del multiculturalismo, lo de la americana que llevaba años diciendo que era mallorquina, lo de Salvador Illa siendo el candidato del PSC a las elecciones catalanas, Isabel Díaz Ayuso siendo Isabel Díaz Ayuso, el Merlos Place, la Isla de las Tentaciones, Iker Jiménez dando voz a la teoría de la gran sustitución, Jorge Javier Vázquez convirtiéndose en emblema de los bolcheviques, todo lo relacionado con Patria (que es una serie que no he visto y un libro que he pasado de leer), el caso Mainat (que es una película del mismo director de Knives Out, creo), Amazon siendo Amazon… Como el lector habrá entendido ya, esta es una lista de cosas que no tendrían que repetirse, pero que se repiten cíclicamente. Yo propongo mundos de reconciliación en los cuales ya no haya polémicas diarias. No siempre he obrado en este sentido, pues soy humana, fracaso y cometo mis errores, pero he aquí una de mis resoluciones para 2021: no ponerme a discutir en balde con la gente de las redes sociales. Pido la paz, aunque ni yo misma me haga caso. ¡A ver si lo hacemos todo un poco mejor y más decente en este año que entra!
Como no estamos en ningún medio de origen estadounidense que haya realizado recientemente un expediente de regulación de empleo, cerrando de facto su producción (aunque sea cognitiva, cultural o de basura) en España, no puede servidora limitarse a acompañar algunas fotos bonitas con descripciones de dos...
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Elizabeth Duval
Es escritora. Vive en París y su última novela es 'Madrid será la tumba'.
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