1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

Novela en catalán

Informe parcial y espantosamente subjetivo

Un año de lecturas tan diverso como ha sido humanamente posible y, no obstante, como siempre, algo fallido

Borja Bagunyà 14/01/2021

<p><em>Los libros amarillos</em> (1887)</p>

Los libros amarillos (1887)

Vincent Van Gogh

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Año malo, año pospuesto, año interrumpido: hablar de lo que ha sido el 2020 para la novela en catalán (para cualquier cosa, en realidad) supone hacerse cargo de lo brutalmente anómalo del curso, que ha visto cómo le suspendían el Sant Jordi (¡que sí! ¡que no!), le posponían un montón de lanzamientos y le diluían Grandes Campañas de Promoción™ en lives de Instagram, clubs de lectura por Zoom y otros sucedáneos virtuales. Desde una perspectiva comercial, hay una cierta sensación de haber salvado los muebles y que la reacción de los lectores hacia editoriales y librerías queridas ha sido clave, pero también de que lo imperativo de esta salvación se ha llevado por delante matices, ha invisibilizado ciertas obras y ha desordenado espacios, de modo que, durante bastantes meses, los libros más vendidos y los más leídos han seguido siendo los que se ganaron la atención del 2019 (pienso en Canto jo i la muntanya balla, por ejemplo, o en Gina, de Maria Climent), y de que no ha habido la excitación de la novedad, ese modo perverso de mantener el consumo en una estupenda velocidad de crucero. Pensando sobre el 2020, la primera impresión es la de un paisaje simplificado1.

La crítica ha intensificado un pelín su carácter bulímico: se ha hablado muchísimo de ciertos libros, y casi nada de ciertos otros, y cuando han llegado las listas de ‘Lo Mejor De’, además de los debatillos predecibles, ha habido una cierta sorpresa. En realidad, más que sorpresa, la diferencia entre selecciones me parece que proviene de este efecto de simplificación: se ha hablado tanto de El càstig, que podría llegar a sorprender que compitiese, en ciertas listas, con Ambrosia, de Jordi Masó o de Tsunami, de Albert Pijuan, como si la visibilidad fuese algún tipo de criterio estético o literario. Pero son listas, al fin y al cabo: sólo sirven para que uno las discuta. Además, la visibilidad no tiene nada que ver con la (buena) escritura.

¿Ha sido un buen año, entonces? No lo sé. Lo que sí sé es que no ha sido un mal año. Han pasado cosas.

De la mano de premios de La Nit de Santa Llúcia, los trece cuentos de Carlota Gurt, Cavalcarem tota la nit (Proa), han supuesto uno de esos pequeños descubrimientos excitantes. Cavalcarem es una buena primera obra (Gurt viene del mundo de la traducción), ese tipo de trabajo que muestra esa pinza personal que pliega el mundo en formas interesantes. Gurt escribe con un lirismo más o menos contenido y con una tendencia a la alegoría (“Comportes” y “Primer va ser el cavall, després va venir l’escafandre”, que abren y cierran el volumen, son dos buenos ejemplos en ese sentido) y hace algo importantísimo: se permite probaturas, exploraciones. El primer cuento, “Comportes”, está escrito sin indicación de género, de modo que el diálogo de los personajes, y la situación entera, se termina leyendo como el espacio de la proyección del lector, que atribuye géneros sin darse cuenta. Además de tantas otras cosas, un buen cuento es siempre una trampa, y las de Gurt, generalmente, funcionan2. Me recuerdan a los de Elisenda Solsona, otro talento en marcha.

En la estela de los premios interesantes (eso es, debatibles), Ignot, de Manuel Baixauli (Ed. Del Periscopi) recibió el Premi Llibreter 2020 en la edición nacional (la internacional fue para Tardor, de Ali Smith). Con Ignot, Baixauli vuelve al mundo metaficcional y autofágico que ya exploró con L’home manuscrit, pero si en esta elaboraba la relación entre la escritura y la muerte, ahora se centra en ese aspecto vilamatasiano del rechazo a la escritura, del abandono y el retorno a ella, y de los imaginarios del éxito y del fracaso que atraviesan toda escritura. El mundo de Baixauli es potente y su capacidad de mover piezas pequeñas en estructuras complejas, admirable. Ignot es un libro maravillosamente raro, que se dedica a cuestionar ideologemas asociados a lo literario (la relación entre talento y trabajo, los efectos del éxito y del fracaso sobre el genio y lo que Nathalie Heinich ya hace años que apunta como uno de los problemas principales para el arte: la visibilidad y la invisibilidad, sus estrategias, sus perversiones). La historia de Artur Bosch, que va por toda Europa comprando pisos vacíos, especie de antimúsico austeriano que traza un recorrido, un mapa, visible solo desde la distancia o el recuerdo, es un hilo narrativo estupendo. Me gusta que Baixauli se arriesgue a abandonar una concepción simplona de lo social en favor de lo que, en alguna entrevista, él mismo describió como “sacar a pasear sus monstruos”, es decir, que desplace una cierta idea de mímesis en favor de otra, menos evidente, que parece poner el énfasis más en la pregunta por la naturaleza de las cosas, que en el afán de crear una “representación fiel” de su superficie, digamos, humana.

Bastardizacion y barroquización /y turismo de masas

No obstante, Baixauli todavía trabaja con materiales que connotan “alta cultura”. Escritores sombríos, pintores, weltschmerz varios. Pero ¿qué sucede cuando uno abandona este mismo interés por la representación del mundo-en-tanto-social pero trabaja con materiales pulp? Pues que uno escribe La musa fingida (Males Herbes) y se llama Max Besora. La musa fingida quizás sea el texto más terminantemente brutalista de Besora hasta la fecha: propone una panoplia bizarrista, splatterpunk, ecoterrorista y exploitation con parodia de políticas lingüísticas y hasta de diálogo socrático-tarantiniano. La novela se monta como un tríptico: la primera parte son los monólogos despuntuados del dramatis personae; la segunda sigue la investigación-venganza de Mandy Jane; y la tercera toma la forma del diálogo de Mandy con el autor. Ultraviolencia, sexo extremo y metaficción: no me extraña que a Besora no se lo termine de entender del todo. Gusta, y se le celebró el Joan Orpí, pero me da que el mundo literario no sabe muy bien qué hacer con él3. Laura Fernández lo incluyó en el grupo de un cierto pulp catalán, con Marc Pastor (cuyo L’horror de Rèquiem es altamente recomendable), Colectivo Juan de Madre, Manuela Buriel y Tamara Romero (yo le añadiría esta bonita rareza que es Y, de Violeta Richard, que recibió el premio Roc Boronat y que publica Amsterdam), sobre todo por los rasgos de género y la voluntad de separarse de lo que llaman una “literatura domesticada”. El trabajo de Besora se mueve en coordenadas que van desde John Barth hasta el Manifiesto Antropófago de Oswald de Andrade (1928), y siempre carga con cualquier concepción  hegemónica de la escritura. Besora es un artista de la confrontación estética, y el modo más habitual que tienen nuestras letras de desactivar una confrontación es reducirla a gamberrada. Domesticación, si uno quiere.

La aparición de Mai Més, editorial dedicada a la ciencia-ficción y a lo fantástico, es un motivo de celebración para los entusiastas de una literatura que tristemente todavía carga con la connotación relativamente peyorativa

En este sentido, el trabajo de Males Herbes, (y, en castellano, de Aristas Martínez o de Orciny Press, que ha traducido La musa al castellano), o de Comanegra, que ha recuperado el interesantísimo Pare de rates, del malogrado (bernhardianamente) Joan Barceló, es, en este sentido, fundamental. La aparición de Mai Més, editorial dedicada a la ciencia-ficción y a lo fantástico, es un motivo de celebración para los entusiastas de una literatura que tristemente todavía carga con la connotación relativamente peyorativa (estúpidamente peyorativa) del “género”. Hace tiempo que digo que Males Herbes publica las mejores antologías del país: Deu relats ecofuturistes, Visions del purgatori o Estats alterats de la consciència, en colaboración con el Cryptshow, son maravillosas porque son lo que una antología debería ser, propositivas. Savis, bojos i difunts, le sumó una doble voluntad de rescate erudito y de visibilización de un contracanon, dejado de lado por los discursos hegemónicos del realismo histórico y del resistencialismo. A finales de 2020, han publicado dos pequeñas maravillas: Les històries del Mag Setne, una antología de textos doble, editada por Roger Fortea: por un lado, dos relatos de Setne Kahemwaset (lean las magníficas introducciones críticas de Fortea a cada texto de la antología para su presentación más precisa), que son una magnífica entrada a la relación que el antiguo Egipto mantiene con la muerte, el tiempo y la magia; por el otro, una compilación fenomenal de textos que juegan con el imaginario de un Egipto exotizado y exotizante, que sigue la construcción de ese fantasma egipcio que recorre la historia entera de Europa. La segunda, la antología Extraordinàries, que recoge quince relatos que se mueven en el ámbito de lo insólito (según Ricard Ruiz Garzón, el compilador, lo insólito acoge todo el espectro de escritura que va de la ciencia-ficción al realismo mágico) escritos por autoras más o menos inéditas. Más o menos: Roser Cabré-Verdiell o Gemma Martí O’Toole ya habían participado de antologías anteriores, pero, en general, es un volumen que se proyecta hacia un futuro a tener en cuenta.

Si Besora aprovecha antropófagamente el mundo pulp para bastardizar la lengua (una cierta concepción de lengua literaria, para ser precisos, que Besora asocia con una filología mal entendida, enrocada en un proteccionismo paralizante i cancelador), Albert Pijuan, que ya había tensado registros y prosodias en Seguiràs el ritme del fantasma jamaicà (Angle, 2017), traslada en Tsunami (Angle, Premi Pin i Soler) la ola a la sintaxis, que se convierte en ese riesgo de desbordamiento incesante de que hablaba Gonzalo Tavares en su manifiesto sobre la literatura Bloom. Escrita con frases larguísimas que se abalanzan sobre sí mismas y precipitan las cosas y los personajes unos sobre otros, la novela trata sobre el imperio hotelero fundado por tres primos, hijos de los hermanos fundadores de los Hoteles Serrahima, y sigue sus correrías por Sri Lanka en las horas previas al maremoto que asoló el sudeste asiático en 2004. La novela va un poco de más a menos, pero plantea cuestiones interesantes. Pijuan trata los imperios turísticos en un sentido literalizado, que es una forma de mostrar su dimensión política: son una forma de colonialismo económico, que se esconde bajo esa “microgestión del bienestar” de la que hablaba Foster Wallace en su representación de la vida en un crucero de  superlujo. Este mismo superlujo se presenta en Pijuan como una espectacularización solipsista, especialmente en la sección final de la novela, ambientada en 2024, a la que, como a la posmodernidad misma, solo puede ponerle final una traumática irrupción de lo real –en este caso, el desastre natural, real lacaniano que viene a saludar. 

En un artículo reciente, Joan Todó apuntaba a dos novelas más que abordaban, de modo más o menos directo, la cuestión del turismo: Les espines del peix, de Josep Colomer (34, ganadora del Premi Andròmina de València) y La mar rodona (Club Editor), de Sebastià Perelló, que opta al premio Òmnium4. La conexión de la novela de Perelló, que presenta un tríptico isleño (las tres partes transcurren en los treinta, los setenta y ahora, respectivamente), es más evidente, sobre todo en la tercera parte, en la que reflexiona directamente sobre las lógicas y los estragos del turismo; no tanto la de Colomer, en la que lo turístico es un elemento más bien contextual. Benià, el pueblo de la costa valenciana al que Colomer dedica sus quinientas páginas (¡!!), es el paisaje (caciquista y ultraexplotado) en el que se apoya una felicidad imaginativa contagiosa. Lo rural, en Colomer, se mueve entre lo grotesco y lo distópico, y se inscribe en una cierta tradición del exceso histérico-realista. Uno diría que se ha inventado Benià para ajustar todas las cuentas del mundo y, para placer del lector, se sale bastante con la suya. Sri Lanka, Mallorca, Valencia: sea como sea, hay algo en la revisión de los modos del turismo global que parece haberse impuesto en la imaginación literaria del 2020. Todó observa la ironía de que tres novelas coincidan en hablar del turismo global en el año de los confinamientos y los límites perimetrales. Quizás sea una simple coincidencia feliz, aunque no me resulta extraño que una cultura que propaga sistemáticamente una fantasía de falta de límites (¡Todos podemos serlo todo! ¡Solo es cuestión de voluntad! Etcétera) tematice de un modo u otro lo que ha sido una bofetada de principio de realidad. Y llevamos varias ya. Quizás el turismo haya sido el modo de dar forma a una bofetada anterior, y de aterrizar la fantasía del crecimiento ilimitado en el territorio concreto de la postcrisis.

¿Antes he dicho barroco, verdad? País barroc (L’Avenç), de Raúl Garrigassaït, es una de las lecturas del año. Podría decirse que es a Els estranys lo que La materia primera es a La força de gravetat, de Serés, salvando todísimas las distancias. Pero País barroc extiende esa atención por lo barroco que se imponía en esa primera novela hacia lo contemporáneo. Si Els estranys seguía a Wielemann, aquí es la vida de Garrigassait lo que ordena el despliegue digresivo, analítico y descriptivo de la obra. Lo barroco se desliga de la periodización histórica para cuajar en una sensibilidad, en un trabajo con el lenguaje, en un tipo específico de paisaje o de relación con lo divino y lo absoluto. El ejercicio es magnífico y demuestra que no hace falta haber vivido nada particularmente excepcional para montar un texto interesante.

Más coincidencias felices

En la narrativa de lo rural (sic) (de lo no urbano, si se quiere) (de lo que no sucede en Barcelona) ha habido otras coincidencias felices. Las novelas de Anna Ballbona (No sóc aquí, premio Anagrama), Miquel Martín (La drecera, Periscopi) y Les cuques (Anagrama) de Julià Guillamon conforman un serie interesante, en la que me parece que se despliega un mismo afán de revisión, de ampliación o de desmitificación de una cierta idea de ruralidad, a la que podríamos añadir L’horitzó primer, de Joan Todó, o Afores y Estigmes (ambos en 1984), de Ramon Mas, por citar tan solo un par de ejemplos. La reciente publicación de Tríptic de la terra, que recoge las dos obras que Mercè Ibarz publicó a mediados de los noventa sobre Saidí, y la franja, junto con un inédito, La labor inacabada, parece un colofón ideal a esta pequeña serie, en la medida que me parece que, leídos ahora, los de Ibarz son trabajos innegablemente fundacionales. La terra retirada marca un corte respecto a la escritura de Moncada –maravillosa, aunque emplazada en la preservación, que envolvía Mequinensa en esa mezcla personalísima de magia, ternura y crudeza–, en la medida que se fija en la transformación, no para resistirla, sino para hablar de cómo impacta en el cuerpo, en los cuerpos, y lo apoya, además, en lo autobiográfico, a medio camino entre la memoria y la crónica. Es realmente fenomenal. Ibarz anticipa y abre el espacio para estos cruces genéricos, que están en Ballbona, en Guillamón, en el Serés un poquito anterior, de La matèria primera y La pell de la frontera. El libro de Martín ocupa otro lugar, por tono y por ambición5. La drecera es un libro sencillo, entendiendo la sencillez como virtud estética, y quizá es la novela que más se acerca al gesto moncadiano de las mencionadas: novela de iniciación en el Empordà, que se ordena sutilmente sobre una red de oposiciones (el mundo de la riqueza material de los señores versus la riqueza inmaterial del paisaje quizás sea el más importante) y avanza con una delicadeza estudiada. El trabajo con la perspectiva del protagonista, que lo tamiza todo, es un acierto, aunque arrastre un poso un pelín idealizante, o nostálgico, no sé, quizás por ese gesto estructural del Antes X y Ahora Y que Serés fijó para el relato de la transformación a peor del mundo en ese cuento maravilloso que es “El País6”. El tono funciona, la bildungs gusta. Martín fue libro del verano.

No sóc aquí, d’Anna Ballbona, perfila una imagen opuesta al paraíso perdido de Martín en un texto ibarziano sobre una periferia literariamente inexistente. O poco relatada. Ese mundo encajado entre un cementerio, un polígono y una autovía tiene algo de la ruina invertida de Smithson: todo parece adoptar el carácter de signo de algo que no llegó a producirse. El mundo de Ballbona, el de una periferia que desmonta cualquier oposición simple entre lo rural y lo urbano (que ya era más bien ridícula en los tiempos en que cierta crítica trataba de oponer Monzó a Mesquida), es un mundo interesante; todavía más, en la medida que le falta relato, le falta escribirse. La obra de Ballbona perfila perfectamente esa falta y la cubre (o empieza a cubrirla) de un lenguaje preciso, irónico, cálido. Tanto en su caso como en el de Guillamón se hace evidente lo que Vivian Gornick consideraba un principio de toda narrativa, pero sobre todo de la narrativa personal: la generación de una distancia7. El dispositivo que monta Guillamón en Les cuques (Anagrama) es un dispositivo de indirección: monta una narración de reparación y recuperación a través de un mapeado entomológico de tres veranos en Arbúcies, marcados por el derrame cerebral de Cris, sobre el que escribió en Travessar la Riera, y que aquí planea como el afuera del libro. Lo que empieza como un bestiario clásico –cada capítulo lleva el nombre de un tipo de bicho– se va girando de a poco hacia los humanos y perfila una reconstrucción emocional de una red de relaciones: del narrador consigo mismo, con su pareja, con su entorno, con una naturaleza a la que ya no podrá acceder como solía hacerlo. No me gusta casi nada de lo que escribe Guillamón, pero Les cuques me parece un libro realmente bonito, inteligente, casi insoportablemente humano, que cobra una fuerza sorprendente en la medida que la mirada constante del narrador sobre la naturaleza empuja lo particular, lo urgentemente personal, hacia los bordes. Y es desde ahí, desde donde se vuelve hacia el lector.

¡Pequeño interludio neurótico!

¿Ha quedado claro lo mucho que me gusta La mar rodona de Perelló? Creo que no, y es necesario que insista.

Perelló es un escritor fenomenal. La exploración de la Guerra Civil en Mallorca desde el punto de vista de un barbero de pueblo es brillante y su exploración de la violencia y el fascismo es siniestramente contemporánea; en el segundo texto (de tres), Perelló dibuja un retrato coral a partir de la muerte súbita de una mujer con la que el narrador se queda solo; el tercer texto, más ensayístico, es quizás el menos impresionante de los tres, lo que le da al libro un final algo anticlimático, después de dos piezas espléndidas. Aun así, el ensamblaje de los tres textos (¿relatos? ¿Nouvelles? ¿Novela?) me parece inteligente y conseguido y se abre al lector sin condescendencias ni premasticaciones. Y la prosa de Perelló es deliciosa, finísima.

Perelló es un escritor fenomenal. Su exploración de la violencia y el fascismo es siniestramente contemporánea

Boulder, en cambio, me generó varias dudas. Con Permagel (Club Editor), Eva Baltasar se convirtió en el fenómeno literario del 2019; Boulder, la segunda parte de una trilogía ya anunciada en su primer volumen, iba camino de batir algún récord de ventas, de no haber sido por el impacto fatal de la pandemia. Su obra remueve, conecta, se contagia. Está llenísima de méritos. No obstante, hay algo del proyecto de Baltasar que, en mi opinión, no termina de funcionar. Tiene una prosa elegante y expresiva, con ocasionales latigazos líricos verdaderamente lúcidos, y entiendo la importancia y el valor de los temas que aborda y el lugar desde el que los aborda (no hay tantas mujeres lesbianas que protagonicen novelas tan sólidas como las de Baltasar) y, sin embargo, hay algo en ese discurso Del Que Se Encuentra En La Verdad que, sin estar acompañado de algún contrapunto irónico que lo instale un poco en la duda, me resulta realmente antinovelesco. Echo de menos eso, la duda, el Otro. Y creo que hay algo de oportunidad perdida en el tratamiento de un tema como la maternidad como eje de crisis de pareja en el momento en que Boulder responde a su malestar yéndose al bar a beber y acostándose con la primera mujer que se le cruza8. Esa idealización del solitario-en-movimiento que sufre cuando se detiene ya la hemos leído antes, con la diferencia que en esas previas hay más autoodio y más ridículo que en Boulder. Sin ese odio, las antiheroínas de Baltasar pierden el anti enseguida y se vuelven algo torpemente solemne.

El càstig (L’Altra) de Guillem Sala es una novela tensada como un tendón. Tanto la estructura, como la sobriedad de la prosa, como el énfasis en los diálogos se ponen al servicio del trazado de la historia, del movimiento de unos personajes más bien torturados que se congregan alrededor de un golpe final. La novela de Sala me hace pensar en esos dibujos al carboncillo de un maestro pintor, que decide limitar su propia paleta para evidenciar un dominio técnico. El bilingüismo de la novela responde a una observación sociolingüística (el catalán se usa en la escuela, y lo usa el narrador, pero el castellano ocupa diálogos y consciencias) y está bien jugado, aunque quizá haya determinado un poco una recepción más preocupada por el estado del catalán y la amenaza diglósica que de lo que trata la novela, que, al fin y al cabo, es un estudio sobre el dolor, la culpa, los discursos hegemónicos sobre el éxito y el fracaso, y sobre agresores y agredidos. En la relación de Sandra con, digamos, su dolor, me parece que hay algo un pelín cliché, y que la escritura eficiente de Sala, que hace que la novela se lea en una tarde, la empuja más hacia la idea, hacia la observación psicosocial, y menos hacia la exploración de un mundo en el que me hubiera quedado algo más de tiempo. Pero son consideraciones menores. Novela sólida, El càstig, que me llevó a releer La fuga de l’home cranc (L’Altra), del mismo Sala, que sigo prefiriendo.

¡Fin del interludio!

Reconstrucciones

Fin relativo, porque la novela de Sala me sigue planteando alguna que otra pregunta. En una conversación con Magí Camps, Sala se adelantaba a las posibles críticas de un cierto purismo lingüístico y desvinculaba su escritura de cualquier afán de transformación social9. Según Sala, el arte debe rechazar cualquier limitación política o social; puede limitarse a mostrar el proceso de substitución lingüística del catalán por el castellano sin militar a favor de nada. Me parece un recordatorio importante en un momento en el que diría que la apreciación formal está un poco en crisis, en favor de una lectura más contenidista. Ya sé que la oposición fondo-forma es viejuna y se supone que está superada, pero a menudo parece que los modos de leer mayoritarios pasan por encima (o a través) de cualquier esfuerzo formal para llegar a lo que sea que se representa y tratar de encontrar ahí Temas de Interés, Personajes Identificables y Retratos Generacionales™. En realidad, esa sustitución de la representación por la representatividad de que se quejaba Javier Calvo hace unos años ya apuntaba a un cierto descrédito de la techné del escritor en favor de una escritura que se apoya en lo real (sic), en lo sucedido, en lo testimoniado o en lo vivido10. No es la imaginación lo que está en crisis, sino, más bien, la atención lectora (y crítica) al aparato formal de la escritura, que parece haberse reducido a un mero transporte de objetos de más o menos relevancia.

Hago énfasis en los modos de lectura, porque, incluso en las novelas que atacan figuras históricas, hay un cuidado formal, un cuidado al dispositivo. Pienso en Guillem (Amsterdam) de Núria Cadenes, que propone un acercamiento cuasi documental a la figura de Guillem Agulló sin imponer una lectura, ni de Guillem, ni de su asesinato, ni de los hechos que lo sucedieron. Cadenes tampoco se esconde en una falsa imparcialidad, sino que consigue abrir el texto a un lector que tiene que tomar partido. El dispositivo es tremendamente efectivo y Cadenes acierta con el punto de ironía, sin caer en frivolizaciones ni sobresubrayados. En cierto sentido, este énfasis en el dispositivo todavía es más evidente en Abans de les cinc som a casa (Grup 62, ganadora del Premi BBVA Sant Joan), d’Albert Forns, con la diferencia que el personaje histórico que se reconstruye aquí es, por decirlo de algún modo, microhistórico. Un tipo cualquiera, digamos. La novela se construye alrededor de unos dietarios que el narrador compra en el Mercat de Sant Antoni, y en el que se registra la vida banal de Hilari Miralpeix, un trabajador de la CTNE, cuya escritura diaria permite al narrador de Forns perfilar, por medio de una investigación (relativa), tanto al hombre como a su tiempo y, por el otro, engarzar una serie de reflexiones sobre la escritura dietarística, su circulación y su valor historiográfico. Forns es un escritor competente, y tiene a su favor un mundo de intereses propio. Personalmente, me gustaría ver una versión de su trabajo en la que pese menos el afán de gustar, o de resultar amable a no sé qué lector.

Àlvar Valls opta por una novelización más clásica para su recreación monumental de la vida de Jacint Verdaguer, Entre l’infern i la glòria (1984), que parte de sus últimos días de vida, en 1902, en Vil·la Joana. Verdaguer recibe visitas, trata con médicos, familiares y otros personajes idiosincráticos, que sirven a Valls para ir desplegando la dimensión humana, política, cultural y religiosa del poeta. Hay algo de ottoemezzo en el planteamiento que encaja muy bien con los pliegues de la figura de Verdaguer. Y Valls exhibe una gran habilidad para ordenar el material documental ingente que se percibe detrás de las más de mil páginas de novela (quince años de documentación sobre el poeta), y consigue uno de los retos más importantes de toda novela histórica: que, además de histórica, sea novela. Reis del món (Proa), de Sebastià Alzamora, que despliega un relato polifónico espléndido alrededor de Joan March i Joan Mascaró, puede presumir de logros similares. March i Mascaró son dos figuras fascinantes: March, contrabandista i gran financiero, i Mascaró, traductor del sánscrito mundialmente conocido i amigo de George Harrison, ambos nacidos en Santa Margalida, se entrelazan en la novela de Alzamora para elaborar un retrato del siglo XX y explorar cuestiones de poder, éxito y fracaso. Sorprende que no se haya hablado, demasiado, de la novela de Alzamora.

¡Me falta espacio, me falta tiempo! Quería decir algo también de La casa de foc (Premi Proa), de Francesc Serés, que funde el trabajo documental de obras anteriores con un hilo biográfico para explorar la vida en la Vall del Ser, y observar, desde ahí, un paisaje que se ha vuelto principalmente humano (en oposición a una anterior perspectiva telúrico-industrial, por decirlo de algún modo). La novela, que depura ciertas filigranas estilísticas, pero mantiene un calado vital y moral característico de Serés, tiene algo de culminación y de inicio, y, precisamente por eso, es doblemente excitante. Aunque técnicamente se haya publicado en 2020, me parece que el recorrido de la novela de Serés pertenece al 2021. Quería hablar también de la recuperación, por parte de 1984, de la obra de Eduard Girbal Jaume, un escritor notable de la primera mitad del XX, cuyos relatos (La reencarnació de la Matèria i altres relats) han sido una de las sorpresas interesantes del curso. O de L’endemà de la teràpia, de Ramon Mas, también en 1984, que convoca la acumulación de testimonios, la ficción y el archivo periodístico para contornear la figura d’Ernest Borginyac, un programador informático, cuyo contacto con un gurú de tres al cuarto termina de modo extraño. Borginyac sirve a Mas para satirizar este imperativo de felicidad que promueven y comercializan ciertas terapias alternativas. Pero, como observa lúcidamente Míriam Cano, el dispositivo formal de la novela lleva este problema evidente a uno profundo, que tiene que ver con el peligro de tomar por cierta, en una sociedad de posverdades y mesías de cartón piedra, cualquier palabra que llegue de una fuente supuestamente autorizada11. También quería destacar el trabajo que están haciendo Extinció Edicions, que están armando un catálogo exquisito (Daniïl Kharms, Roland Topor, Leonora Carrington, Éric Chevillard) o la editorial Trípode, liderada por Pilar Blasco, que, además de publicar la poesía completa de Jeroni Zanné, ha seguido apostando por autores desconocidos e interesantes. Y una buenísima noticia, la fundación, este pasado octubre, de la editorial Nits Blanques, que se dedicará a publicar literatura contemporánea escandinava y que abre catálogo con las obras de Herbjørg Wassmo y Cristina Sandu. No obstante, prefiero cerrar este pequeño informe con un recordatorio a Víctor Nubla, escritor iconoclasta, ensayista divertidísimo y siempre estimulante, agitador de ideas y mente pensante detrás de proyectos como Macromassa, Gràcia Territori Sonor y el Festival Lem que falleció a finales de marzo. Aunque se publicase en 2019, aprovechen para (re)leer Metal·lúrgia (Males Herbes). En realidad, lean cualquier cosa que haya escrito Nubla, para que no se vaya tan de golpe, tan pronto. 

---------------

Borja Bagunyà (Barcelona, 1982) es profesor de teoría de la literatura en la Universidad de Barcelona, cofundador de la Escola Bloom y editor de la revista de creación CARN DE CAP. Ha publicado Apunts per al retrat d’una ciutat (Arola, 2004), Defensa pròpia (Proa, 2007, Premi Mercè Rodoreda) y Plantes d’interior (Empúries, 2011), y Trapologia (Ara Llibres, 2018), un ensayo escrito a cuatro manos con Max Besora.

 



1. Si el mundo literario catalán no tuviese la piel tan sensible, y fuese capaz de separar la crítica de un texto de la invectiva, sería incluso interesante limitarnos a describir esa impresión. No me refiero a lo más trillado del «recorrido personal» sino más bien a lo que observaba Nicholson Baker hablando de Updike: tratar de describir no el año en sí, sino el año tal y como se ha erosionado en tu memoria, sin recurrir a notas previas ni repasar textos: ofrecer el retrato deformado de lo que uno recuerda de lo que ha leído, que vendría a ser algo así como tanto del que recuerda como de los aspectos memorables de los libros leídos. ¿Cómo sobrevive un libro en el recuerdo? ¿En qué se convierte? Baker reducía el Rabbit Run a la descripción (magistral) de un bloque de hielo, por ejemplo. Brutalizando un poco el 2020, podría decirse que se han publicado tres libros: el de Irene Solá, Ignot, de Manuel Baixauli i El càstig, de Guillem Sala. Pero sería un poco como decir que las 400 páginas del clásico de Updike son eso, un párrafo (insisto: magistral) sobre un cacho de hielo.

2. No es el caso de Les amistats traïdes, ganadora del Sant Jordi, que se limita a una escritura competente y a confundir intensidad con saturación, y trama con pirueta. ¿Merecía el premiazo, el prestigio? No lo sé. No dispararía al jurado, aquí, que, en los premios a obra inédita, trabaja con lo que le llega; más bien me parece que el trabajo de resistencia es el de la crítica, que, sin recurrir al aspaviento y a la hiperventilación, puede ayudar a distinguir entre obra buena o interesante y obra competente, y entre la excelente y la buena, etc., porque lo confuso, en cualquier sistema literario, es que lo competente le dispute el lugar a lo excelente, y que Pilar Rahola, o Martí Gironell, por ejemplo, exijan el reconocimiento de según quién o digan que no son mediáticos. Que bueno, sí, nos da sus momentos de risa, pero al rato echas de menos la elegancia de Ken Follett, que sabe que escribe lo que escribe porque le gusta el dinero y no tiene ninguna necesidad de meterle el codo a Kafka. En fin. Segunda digresión absolutamente innecesaria.

3. Julià Guillamon habló de «gamberrismo intelectual» y solo le aceptaría la expresión si le reconociese una seriedad sepulcral a la gamberrada. Lo de Besora no es una broma. O lo es en un sentido seriamente postmoderno, de oposición ontológica a la dominante epistemológica angustiadamente modernista. Creo que Fernández Porta marca líneas interesantes de lectura del proyecto de Besora, aquí, en conversación con el autor.

4. J. Todó, «El veritable observatori de la realitat contemporània», L’Avenç, nº 475, gener 2021.

5. Es un poco ofensivo decir que Martín, que lleva casi dos décadas escribiendo, ha sido «descubierto» con La drecera, pero el ombliguismo barcelocéntrico y el trabajo de Periscopi le dan un poco la razón al palabro. Martin era, hasta ahora, un autor tristemente desconocido por una mayoría de lectores.

6. F. Serés, La força de la gravetat, Barcelona, Quaderns Crema, 2006.

7. La expresión que usa Gornick es «personal narrative», en The Situation and the Story: The Art of Personal Narrative,

8. Para la lectura-debate en clave de género de la obra de Baltasar, lean mejor el intercambio de artículos entre Elizabeth Duval y Luna Miguel, que saben muchísimo más que yo sobre el tema.

9. “Reivindico el dret a ser perdedors”, Magí Camps, La Vanguardia, 18/10/2020. Sala: “El camp de l’art no hauria de jugar en un terreny de joc delimitat per cap norma política i social”.

Año malo, año pospuesto, año interrumpido: hablar de lo que ha sido el 2020 para la novela en catalán (para cualquier cosa, en realidad) supone hacerse cargo de lo brutalmente anómalo del curso, que ha visto cómo le suspendían el Sant Jordi (¡que sí! ¡que no!), le posponían un montón de lanzamientos y le diluían...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Borja Bagunyà

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí