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Milagro

Contra todo pronóstico

Sobre lo que dio de sí el 2020 para la literatura asturiana

Laura Marcos 23/01/2021

<p>Libreria. </p>

Libreria. 

Pixnio

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Querida lectora, querido lector, como en tantos otros casos, supongo que serán estas líneas tu primer encuentro con la literatura en lengua asturiana, déjame ponerte brevemente en antecedentes sobre este milagro. No soy la primera persona en utilizar este sustantivo para describir la improbabilidad de literatura culta y contemporánea en una lengua de la que llevan siglos diciendo simultáneamente que:

a) está extinta 

b) es indistinguible del castellano salvo en cuatro rasgos o palabras que además cambian de valle a valle

c) es un constructo artificioso solo comprensible a los iniciados, que son los únicos además a quienes les interesa

d) es propia de personas incultas que se dedican a labores loabilísimas como criar ganado o liar cigarros en la Tabacalera, pero que es impensable que se dediquen al cultivo intelectual o de las bellas letras

¿Pero no se excluyen mutuamente estas cuatro afirmaciones?, dirán ustedes. Ciertamente, los detractores de la conservación y promoción de nuestro patrimonio lingüístico llevan décadas consiguiendo armonizar estos cuatro argumentos, por complicado que parezca. Y han conseguido también un notable éxito de implantación de este discurso hasta en los propios hablantes del idioma, a los que quizás convenza más la hipótesis d); ya que en el fondo ellos saben que las otras no son ciertas, o no lo son en la medida en que también pueden afirmarse de otras lenguas que sí tienen asegurado su derecho a la existencia y al uso en el ámbito culto

Uno de los grandes fallos que siempre reconocemos en la literatura asturiana es el de no haber sabido visibilizarse y venderse en la sociedad

Con estos mimbres hemos llegado al siglo XXI, con una lengua en la UCI en cuanto a vitalidad social, a la espera de una oficialidad que no acaba de llegar, una escolarización insuficiente, una tradición literaria que si bien existe no se conoce lo suficiente, ni tampoco siempre acompaña a quien decide escribir desde el presente, alguna que otra disidencia en cuanto al modelo lingüístico, un mercado lector escuálido y una industria editorial que, por lo que se podrá deducir de lo anterior, bastante hace con sobrevivir. De hecho, este año le hemos dicho adiós definitivamente a la editorial Suburbia, que de todas formas hacía ya algún tiempo que había dejado la literatura en asturiano pa prau. Al mismo tiempo y por otro lado le hemos dado la bienvenida a una nueva, Radagast, que viene a cubrir el nicho específico de los géneros de terror, fantasía y ciencia-ficción. 

Por lo tanto podemos decir que tenemos una casa antigua, en la que no se ha invertido como se debería para ponerla al día, pero que sin embargo no deja de estar cada vez más habitada. No falta talento en la escena literaria asturiana ni dejan de llegar nuevas incorporaciones, algunas procedentes de las generaciones más jóvenes, como el flamante Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández, Xaime Martínez; pero también personas que llegan a la escritura en asturiano después de alfabetizarse más tardíamente, y en algunos casos después de haber publicado primero en castellano, como es el caso de la poeta Esperanza Medina. 

Antes de seguir, quiero puntualizar que este artículo no va a abarcar, más por desconocimiento mío que por omisión intencionada todo el panorama de la lengua asturleonesa, pues el dominio lingüístico se extiende más allá de la cordillera, y en esos lugares también hay cultivo literario. Tampoco voy a repasar toda la producción en lengua autóctona del Principado de Asturias, ya que eso incluiría también la producción en gallego-asturiano, la variante del dominio gallego-portugués que se habla en el extremo occidental de Asturias. Finalmente, paso también por alto la producción infantil y juvenil a pesar de que, especialmente la primera, constituye una parte cuantiosa de las publicaciones anuales en asturiano. 

Cuestión de visibilidad

Uno de los grandes fallos que siempre reconocemos en la literatura asturiana es el de no haber sabido visibilizarse y venderse en la sociedad (por motivos que se explican en la primera parte del artículo). Hay consenso en que la literatura asturiana tiene calidad comparable, cuanto menos, a las otras literaturas modernas del Estado español, pero sigue siendo una gran desconocida en su propia tierra (de nuevo remito a la introducción). En este sentido, este año se han dado unos pasos importantes en la difusión de la literatura asturiana al público de masas (a nivel de Asturies). El primero de ellos es la publicación en el diario El Comercio, el segundo en difusión a nivel regional, de una página semanal dirigida por Pablo Antón Marín Estrada, no ya de prensa literaria (en su rival La Nueva España se publican semanalmente reseñas de libros en asturiano, en virtud de la subvención que cobran por ello), sino de relatos y poemas inéditos, en algún caso de nuevos valores tan jóvenes que no superan los 16 años, como Andrés Fernández o Alma Hidalgo. 

Otro avance en el terreno mediático fue la emisión por parte de la televisión autonómica (a horas poco compatibles con el trabajo asalariado, todo hay que decirlo) del documental Elles, una miniserie de tres capítulos realizada por Cuatro Gotes Producciones donde se recreaba la figura de las creadoras pioneras de la lengua asturiana, desde la tradición oral y Xosefa Xovellanos, hermana del ilustre e ilustrado Gaspar Melchor, que es la primera mujer autora cuyo nombre se conoce, hasta Maria Josefa Canellada, brillante filóloga y autora de la primera obra dirigida al público infantil y juvenil en 1980. Junto a estas recreaciones, los documentales incluyen también decenas de testimonios de escritoras asturianas, intervenciones de estudiosas (y estudiosos también) de la literatura, además de recitaciones de fragmentos de obras. La emisión fue un evento verdaderamente emocionante por lo que significó en cuanto a poner en valor tanto la literatura en asturiano como la contribución creativa de las mujeres, en un contexto en el que pese al papel pionero de algunas, aún queda mucho por hacer. 

Poder para el pueblo

Como novedad este año, frente al cliché de que lo del asturiano no interesa a nadie y que no puede vivir sin subvenciones, fuimos testigos de dos proyectos de crowdfunding con un éxito más que notable. Este método, bastante arraigado ya en el mundo de la edición musical, sacó adelante dos proyectos paraliterarios: el juego ¿Cuála ye?, un trivial en asturianu con preguntas sobre Asturies (nada fácil, por cierto) y el juego de rol Depués d’ochobre / Después de octubre, que imagina aventuras de espías en una ucronía donde Asturias, tras la revolución del 34, se escinde del Estado español y recibe ayuda de Stalin para convertirse en una república soviética en el exterior. El libro del juego detalla, como una pequeña enciclopedia, el trasfondo de la vida en la Asturies soviética: cultura, economía, conflicto lingüístico e identitario, desempeño crucial de Asturies en la Segunda Guerra Mundial, relaciones con la España franquista, etc.; este proyecto despertó un tremendo interés desde su presentación mucho más allá del público habitual del rol, atraído en muchos casos por las posibilidades estéticas que plantea la fusión de la imaginería soviética con lo astur, plasmado en los dibujos de Xon de la Campa; y, como no, por el frikismo político de la premisa. Estos dos proyectos vienen a animar un poco el panorama, demostrando que, con una campaña bien dirigida, se puede confiar en el público potencial de la cultura asturiana para sacar proyectos más arriesgados o menos tradicionales.

La narrativa, y en particular la novela, es un género que no encuentra un cultivo tan fructífero en Asturias, y en el caso de las mujeres la carencia endémica llega a niveles alarmantes

Otro caso parecido es el de Puru Remangu, marca que comenzó por viralizar su merchandising de enfoque feminista y reivindicativo en Instagram para acabar por sacar uno de los libros sorpresa de este año, Güeli. Historias de amor y remangu, que si bien no entra dentro de lo literario (es un libro colectivo donde se cuentan las vidas anónimas de mujeres mayores o ya fallecidas, vistas por sus nietas y nietos), sí que ha sido un auténtico fenómeno editorial y regalo estrella de estas navidades en muchas casas, agotando la primera edición en poco más de un mes. Estas historias de reconocimiento a los cuidados y  empoderamiento remangosu de la mujer rural y obrera vuelven a confirmar que lo asturiano, en asturiano, si está hecho con gusto y se sabe vender, vende. Por otro lado, en twitter y otras redes sociales se puso en marcha el hashtag #lleernasturianu2020 con el ánimo de visibilizar y compartir lecturas a lo largo del año y como ejercicio para consolidar una comunidad lectora, una empresa necesaria en estos tiempos. 

Cosecha de 2020

Siguiendo con las peculiaridades de esta casa nuestra, hay que decir que una de ellas es que tiene sus cimientos en la poesía: la narrativa, y en particular la novela, es un género que, por motivos mil veces discutidos internamente (falta de profesionalización, dificultades en el manejo de la lengua literaria, etc.), no encuentra un cultivo tan fructífero en esta tierra, y en el caso de las mujeres la carencia endémica llega a niveles alarmantes (para quien la echa en falta, claro).  Sin embargo, en 2020 el desequilibrio entre poesía y prosa no es tan notable como el de otros años. 

Este año ha habido, curiosamente, un puñado de obras singulares, de carácter autobiográfico, unas más puramente “autonarrativas” y otras más tirando hacia el ensayo diarístico. En el primer grupo estarían Un guaje de barrio (Ediciones Trabe)del profesor y activista social xixonés Chema Castiello, fallecido este año al poco tiempo de presentarse el libro. Esta narración de su infancia, como señala el título, pretende dar cuenta de un mundo que ya no existe, el Xixón del franquismo, con su desarrollo urbano caótico, su mezcla de mundos paralelos, (el obrero y el burgués) y su esquizofrenia lingüística, que el autor intenta remediar alineándose con el asturiano, aunque en una forma muy cercana a la oralidad y por tanto en estrecho contacto con el castellano. Otro libro en esta línea sería 10.306 Dientro del Tor des Glaciers, publicado en edición bilingüe bajo el sello (m) (autopublicado), del corredor de ultratrail Fernando González Rodríguez. Aunque probablemente no reciba mucha atención por parte de los medios como obra publicada fuera de los canales habituales, sí está teniendo una respuesta muy positiva por los lectores en redes sociales, que destacan la capacidad del autor para transmitir las sensaciones de la competición extrema. 

La colomina 36, premio Asturias Joven 2019, es quizás el auténtico bestseller astur de 2020, llegó a ser recomendado por el propio presidente del Principado, Adrián Barbón

En el segundo grupo estarían las prosas más ensayísticas, pero a la vez muy personales, de Un home que cava (Impronta), del también cineasta Ramón Lluís Bande y En primera persona (Trabe) de José Ángel Gayol, cuadernos de bitácora donde los autores recopilan impresiones y citas de sus lecturas. Gayol, ganador del Premio Máximo Fuertes Acevedo de Ensayo en 2019 ha publicado este año también la obra correspondiente al premio El silenciu invisible (Trabe), un libro de factura y diseño visual impecable  donde se intercalan reproducciones de cuadros del arte universal (más de 60, a doble página y todo color), todos ellos figurativos, pero de distintos estilos, desde el Renacimiento hasta el Expresionismo, que acompañan a cada capítulo del libro. En ellos encontramos reflexiones  sobre el papel del arte en la configuración de nuestra conciencia y las múltiples lecturas que nos ofrece, así como la relación con el momento actual. 

En cuanto a ficción, como dejaba caer antes, nuestra mayor fuente de novelas son los premios literarios. El Premio Xosefa Xovellanos de Novela de 2019, Los xardinos de la lluna, de Francisco Álvarez, es una obra notable, donde el autor demuestra oficio narrativo en el manejo de la intriga policial y a la vez digresiones sobre historia y astronomía que enriquecen la historia del personaje que se enfrenta con el engaño y el desamor. La ambientación en la Italia actual es una muestra más de que quien piense que la literatura asturiana solo habla del pasado y del terruño, se equivoca. 

Precisamente subvirtiendo estas coordenadas se encuentra La colomina 36 de Nicolás Bardio (Trabe), una novela ucrónica de espías ambientada en el mundo ficticio de Depués d’ochobre, l’Asturies soviética. Este libro, premio Asturias Joven 2019, que es quizás el auténtico bestseller astur de 2020, llegó a ser leído y recomendado en Twitter por el propio presidente del Principado, Adrián Barbón; un hecho sin precedentes en los últimos años, ya que aquí la clase política nos tiene acostumbrados al ostracismo total y absoluto hacia la cultura en asturiano (venimos de años muy duros con Javier Fernández y Tini Areces). 

Bardio es un autor que asume sin complejos el calificativo de autor de género, cuyo objetivo es contar una historia de manera eficiente que enganche al público. Este debate entre la necesidad de literatura “de altura” por un lado y de literatura “comercial” por otro está presente en el ámbito literario asturiano desde el mismo nacimiento del Surdimientu (el movimiento de reivindicación lingüística y cultural que empezó en los primeros 70) y resurge periódicamente en las redes como un eterno dilema, el caso es que los números están ahí para corroborar que ese tipo de narrativa, en la que también podríamos meter novelas publicadas este año comoNunn (Delallama) de Xandru Martino o Na sienda’l destín de Nel Morán (Trabe), tiene un público. 

Siguiendo con obras premiadas, hay que reseñar también la publicación de Una línea en la pared(Universidad de Oviedo), obra de la narradora María Fernández Abril, que ganó el noveno Premio de Relato Corto de la Universidad de Oviedo con una colección de cuentos donde se encuentran narraciones tanto en asturiano como en castellano. En esta obra, cuyo título alude a un cuento de Cortázar,  los cuentos en asturiano son menos y tienden a ser más breves, más sencillos y más basados en el diálogo y la oralidad (para la que la autora, por cierto, demuestra tener buen oído), pero en un panorama narrativo tan escaso de mujeres es una buena noticia contar con la incorporación de esta narradora veinteañera  de la que esperamos más. 

Ha sido un año parco en publicaciones de poesía y más cercano a la paridad de género. Contando con los ganadores de los premios institucionales: El llar n’orde Superpoderes

En cuanto a la poesía, este ha sido un año parco en publicaciones y, como suele ser habitual, más cercano a la paridad de género. Contamos entre estas con los ganadores de los premios institucionales: El llar n’orde, del también narrador Gonzalo G. Barreñada, ganador del Premiu Xuan María Acebal, y Superpoderes, de Miguel R. Monteavaro, ganador del premio Asturias Joven de poesía. Cabe destacar, por cierto, que este año los ganadores del premio Asturias Joven de novela y de poesía, cuyas bases permiten presentar textos tanto en asturiano como en castellano, han sido obras en asturiano, lo que es una buena muestra de vitalidad y señalan cierta tendencia.  A estas dos obras se une Reflexiones de un cuerpu opacu, de Solinca Turbón (poemario ganador del premio Fernán Coronas de 2018), El raitán y el sangrín, de Daniel García Granda y La deuda, de Esperanza Medina. Todas las referencias son de la editorial Trabe, excepto el poemario de Granda, que es de Impronta. 

La cosecha poética de este año presenta, siempre a mi parecer, una cierta afinidad. Encontramos en El llar n’orde de Barreñada una reflexión íntima y madura, donde el poeta busca situarse en el paisaje de la cuenca minera asturiana –injerto de urbe industrial en medio de la naturaleza– y entre sus pobladores, empezando por su propia familia; aunque tampoco renuncia a explorar territorios más alejados de lo cotidiano algún poema que roza el simbolismo. Pese a todas sus diferencias, hay en Superpoderes un cierto parentesco con El llar n’orde: aquí volvemos a encontrar las coordenadas vitales de su autor, Miguel Rodríguez Monteavaro, que en este caso se corresponden con las de un individuo nacido en los años 90, en la periferia de la periferia que es el occidente de Asturias (zona de habla gallego-asturiana, lengua materna del autor que se expresa indistintamente tanto en ella como en asturiano). Desde esa posición la voz poética ironiza sobre la posibilidad de armonizar el mundo tardocapitalista global. En una línea similar se mueve Daniel García Granda: no es casualidad que, pese a la diferencia de edad de casi 18 años, ambos poetas hayan coincidido en el terreno de la Timba Poétika, encuentros de poesía oral que llevan 10 años acercando la poesía al público de bares y centros sociales. Como anticipa el propio título El raitán y el sangrín (El petirrojo y el colérico), el poeta reúne en este poemario piezas que alternan el tono contemplativo con el crítico y que tratan sobre la naturaleza y el mundo rural, el paso del tiempo, la experiencia vivida y otros artefactos culturales (incluso incluye poemas traducidos de John Berger y múltiples intertextualidades con canciones y obras de artes plásticas). 

El poemario de Solinca Turbón también anticipa su contenido en el título: Reflexiones de un cuerpo opaco, y se incardinaría también en la misma tendencia que los anteriores; poemas en los que quizás la voz realiza una mayor abstracción de la experiencia: una identidad que siente la decepción, la incertidumbre y la insatisfacción y la expresa sin renunciar tampoco a la ironía. 

Por último, La deuda de Esperanza Medina parte del reconocimiento de su genealogía, especialmente de la femenina, y de su legado, donde se incluye la lengua, en la que la poeta se estrena después de varias obras en castellano. Aquí expresa una conciencia que repasa desde las vivencias infantiles hasta la reivindicación feminista, marcado todo por los tonos agridulces que encontrábamos también en el poemario de Solinca Turbón. 

Lo que no pudo ser

Como no podía ser de otra manera, el año literario de 2020 asturiano viene marcado por lo que todo el mundo sabe, con su gran parón en primavera y la tímida remontada entre junio y noviembre, con fin de año anticlimático. Esto ha hecho, entre otras cosas, que unos cuantos títulos que en principio eran para 2020 no vean la luz hasta principios del año nuevo, entre ellos la esperada traducción de Tolkien El Señor de los Aniellos. La compañía del aniellu (Trabe), las nuevas entregas de ficción de algunas de las voces más consagradas de nuestra narrativa como son Pablo Antón Marín Estrada, con Vides célebres y otros cuentos chinos (Impronta), Dolfo Camilo Díaz con Skull City y otros relatos y José Ángel Gayol con La xeometría secreta del azar; y el poemario Dies otros, de la que esto escribe (estas tres últimas de Trabe). Otro proyecto que después de llevar muchos años en preparación y que ha tenido que esperar a 2021 es el de la traducción de La Biblia (edición promovida por la Sociedad Bíblica), que se encuentra en imprenta en el momento en que se escriben estas líneas.

Además, evidentemente, se han impedido presentaciones de muchos de los libros que habían salido a finales de 2019, se tuvo que retrasar la Selmana de les Lletres Asturianes, y el Día del Llibru de sus fechas habituales, en mayo, a octubre, quedando ambas celebraciones un tanto deslucidas. Una pena, porque este año se homenajeaba a la escritora María Teresa Villaverde, Tuxa (1882-1934), una de las figuras femeninas que jalonan la literatura pre-Surdimientu, que aún no se conocen (ni la literatura ni las figuras femeninas) lo suficiente. Tampoco se llegó a convocar el premio de poesía Fernán Coronas, otro de los certámenes que nutre la publicación de poemarios en los años posteriores. 

Caminos de ida y vuelta

Una buena noticia para la literatura en este año en el que tan poco abundan fue la publicación en alemán por una editorial austriaca de la obra de Francisco Álvarez Lluvia d’agostu, basada en la exploración literaria de la figura de Buenaventura Durruti, publicado con gran éxito por Hoja de Lata en su versión asturiana (original, ganadora del Premiu Xosefa Xovellanos en 2015) y castellana. Esta exportación literaria sigue siendo un hecho novedoso y menos frecuente de lo que debería, aunque en 2020 llegó a ver la luz la versión en castellano de 42.553. Después de Buchenwald, de Xuan Santori (Trabe), el ensayo sobre las experiencias en dicho campo de concentración nazi del asturiano Vicente García Riestra, que ganó el Premio Máximo Fuertes Acevedo de Ensayo en 2017 y que se reeditó en asturiano después de agotar la primera tirada. 

En cuanto a la dirección contraria, traducciones al asturiano desde otras lenguas, este año hemos visto publicarse La naranxa mecánica, versión de José Luis Piquero de la obra de Anthony Burguess, que parte de una versión original revisada aún no publicada en castellano. Esta colección, dirigida con una estrategia muy inteligente por Rafael R. Valdés, vuelve a acertar, siguiendo el sendero abierto por la publicación de la traducción de 1984 por lo menos en términos de repercusión y visibilidad, escogiendo obras de mucha notoriedad y con un universo estético muy reconocible, lo que facilita su promoción, uno de los puntos flacos del mundo de la edición en asturiano. La colección es ya una marca reconocible para los lectores y lectoras de Asturies, con lo que los títulos que se le añadan van a encontrar allanado un camino que otras traducciones no encontraron. 

Aunque en este artículo no se ha dado el lugar que merece a  literatura infantil y juvenil, quisiera mencionar aquí que el 2020 nos ha dado otra alegría, que es la vuelta de Tintín a la lengua asturiana después de 30 años (los ejemplares de la edición antigua de La Islla Prieta llegaron a alcanzar 300 euros en el mercado del coleccionismo) con Oxetivu: La Lluna y Pasiando pela Lluna, con la buena acogida que tienen también las ediciones asturianas de Astérix, que este año sumó también dos títulos a la colección. Las traducciones de estos títulos son de María Xosé Rodríguez en el caso de los de Tintín y de dicha autora junto con Xesús Rato en el caso de los de Astérix. 

En cuanto a las siempre cuestionadas traducciones del castellano, este año solo ha salido una: el ensayo La vida en cuatro lletres (Trabe) del investigador Carlos López Otín, traducido por el joven investigador y miembro de su equipo Xurde Menéndez Caravia. La traducción de esta obra, publicada en castellano un año antes, por la editorial Planeta, podría entenderse, creo yo, como en el caso que citaba antes de Chema Castiello, como un acto de reivindicación, de alianza con la tierra de acogida del aragonés que en este caso sirve para ensanchar el cauce de la lengua en el ámbito científico. 

Lo que nos espera 

Se echa en falta más narrativa larga, pero lo que en realidad seguimos necesitando es un trabajo de edición valiente y decidido que sepa sacar lo mejor de nuestros autores y autoras

Siendo los premios literarios un evento tan importante en el devenir de nuestra literatura (o de nuestra edición), no quería tampoco dejar de comentar las obras premiadas en 2020, que llegarán a las lectoras y lectoras en 2021. Este año los nombres de los Premios Literarios organizados por el Principado (con 5.000 euros de dotación) suponen un pequeño soplo de aire fresco en casi todas las categorías, si obviamos el tema de la falta de mujeres (dicho sea con toda la ironía del mundo, por supuesto). No son completos desconocidos, aunque a diferencia de años anteriores, sí son en su mayoría nuevos en la nómina de los premios. Sidoro Villa (Premio Xosefa Xovellanos de Novela) es uno de los narradores más originales, que ya tiene otras dos obras para adultos a sus espaldas y varias más para niños, y disfruta de unos de los registros lingüísticos más ricos y auténticos del panorama de la prosa. Alejandro Fernández Osorio (Premio Xuan María Acebal de Poesía) es un poeta que no se ha prodigado mucho en asturiano, pero su poemario bilingüe Magaya ya llamó la atención en su momento por una voz muy personal y contemporánea de la que este poemario, Tayu, parece seguir su estela. El Premio Máximo Fuertes Acevedo de ensayo correspondió a Xune Elipe, cantante del grupo de rock Dixebra y más que experimentado comunicador de la música asturiana, conHai una llinia trazada, un repaso a la historia de nuestra música que promete ser la obra de referencia al respecto. Alberto Vázquez repite en el premio Alfonso Iglesias de cómic con una obra sobre el mundo obrero de los años 20, en su línea de investigación sobre memoria histórica. El Premio María Josefa Canellada correspondió a una obra coescrita por Inaciu Galán y Vero Suari (la única mujer de la nómina este año). Fuera de los premios convocados por la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, también cabe destacar que el premio de poesía Teodoro Cuesta, otro de los más prestigiosos y mejor dotados, fue para Xabiero Cayarga, autor asturiano afincado en Alemania que repite en dicho galardón. Todas estas obras, cuya edición queda para el 2021, se esperan con mucha ilusión después de este año tan parco en obras, que por no ver, no ha llegado ni a ver editado el cómic ganador del año pasado. 

Una cosa que cabe destacar en buena parte de estos concursos es que este año, confinamiento mediante seguramente, han tenido una participación abultada (en el de novela hubo doce, según la organización; en el Teodoro Cuesta se presentaron más de 20 poemarios). Aunque alguna de estas obras nunca verá la luz y seguramente esté bien allá, como se dice por aquí, sería interesante que esa corriente subterránea de obras, que a veces pasan de un concurso a otro con la esperanza de alcanzar una de las pocas oportunidades que quien escribe en asturiano tiene de conseguir algo de dinero y remuneración, consiguiera aflorar. Se echa en falta más narrativa larga, pero lo que en realidad más seguimos necesitando es un trabajo de edición valiente y decidido que sepa sacar lo mejor de nuestros autores y autoras; quien a su vez quizás debería apostar más por la publicación de su obra como medio para desarrollar el oficio y ganar lectores.  

En definitiva, en la literatura asturiana hay determinados círculos viciosos y carencias que cuesta mucho romper y revertir. Sin embargo, a pesar de todo, pienso que la sensación es de progreso, aunque sea a pasos cortos. Son dignos de celebrar esos pequeños triunfos de esta literatura nuestra que ningún poder quiso ni esperó. 

–––––––––– 
Laura Marcos (Mieres 1982) es filóloga especialista en Lengua Asturiana, poeta y narradora pero ante todo lectora. Ha publicado Cuentos de ser y de tar (Trabe 2017) y está a punto de salir Díes otros (Trabe), poemario ganador del premio de poesía Fernán Coronas 2019. 

Querida lectora, querido lector, como en tantos otros casos, supongo que serán estas líneas tu primer encuentro con la literatura en lengua asturiana, déjame ponerte brevemente en antecedentes sobre este milagro. No soy la primera persona en utilizar este sustantivo para describir la improbabilidad de literatura...

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