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Murió mi padre estos días atrás y he regresado a los paisajes de la infancia. Me pertreché con certificado de defunción y PCR para poder volar en este contexto de restricciones a la movilidad, pero solo al Gobierno de Canarias parece importarle esto, en Madrid nadie me pidió ni la hora a la ida ni a la vuelta. Tuve tiempo para pasear por las calles de las ciudades y los pueblos donde aprendí las palabras y las actitudes de las personas mayores. Cuando eres pequeña, la intuición es una fuente prodigiosa de conocimiento, hasta que te enseñan a no fiarte de ella. No sé si para bien o para mal. Pero en la infancia funciona, ves venir a la gente de lejos.
Supongo que es posible encontrar buen gofio en Madrid, pero lo suyo es ir al molino a comprarlo recién tostado y molido. Pasé por delante del molino al que iba con mi padre, pero lleva décadas cerrado. Todavía huele a gofio la calle en el barrio de El Toscal, o a nostalgia. Y recuerdo de golpe a aquel señor, ligeramente obeso, con un lamparón en la solapa de la americana, gritando no sé qué frente a la puerta del molino, el engrudo que fijaba los carteles del referéndum de la Constitución aún fresco en las paredes. No eran tiempos de gritar mucho en la calle. En cualquier caso nadie le ponía asunto al paisano, que vociferaba para sí mismo bajo el sol del otoño. “Un loco”, “un exaltado”, “¿y no le dará vergüenza?”, “siempre hay gente que no sabe perder”.
No sé por qué me vino a la memoria esta imagen. Hoy este señor sería un luchador por la libertad, un librepensador que no se deja engañar por la propaganda del gobierno socialcomunista bolivariano, un creador de tendencia. Cuanto más gorda sea la barbaridad, mejor.
A Fidesz la democracia le aprieta. En 2014 ya hablaban de ir hacia una democracia iliberal, con una libertad de prensa, participación ciudadana y separación de poderes difuminada
No sé en qué consistía ni en qué momento se alcanzó el consenso que ha saltado por los aires con esta nueva tendencia a la desfachatez bocachanclista, no me acuerdo. Ese al que ahora llaman progre. Tal vez era fruto de aquellas sabias admoniciones de Eratóstenes, quien, tras calcular la circunferencia de la Tierra (no, no es plana) con asombrosa precisión armado con un cabo de lápiz, un cordel y un conocimiento cabal de la trigonometría, se adelantó a la enunciación de la fuerza de la gravedad advirtiendo que no es bueno escupir para arriba. Decir barbaridades es escupir para arriba. “La ley es igual para todos, pero no todos somos iguales ante la ley”. Y ya está. Ahí queda eso. Iguálamelo. La autora de esta enigmática paradoja está segura de que nunca va a tener que responder por su afirmación, hay cosas que no se le preguntan a una presidenta de Comunidad Autónoma, solo faltaba.
Orban también vale lo mismo para un roto que para un descosido, puedes usarlo como fiel de la balanza para acusar al gobierno de estar vulnerando el Estado de Derecho mientras lo proteges en el seno del PPE, no vaya a ser que vote con la competencia en el Parlamento Europeo. Pero la verdad es que a Fidesz la democracia le aprieta el juanete y le tira de sisa. Hace rato. En 2014 ya hablaban de avanzar hacia una democracia iliberal, una en la que la libertad de prensa, la participación ciudadana y la separación de poderes fueran difuminándose hasta convertir el Estado de derecho en un cascarón vacío y la democracia en un conjunto de rituales huecos. Para Péter Szijjártó, ministro de Asuntos Exteriores, “los derechos humanos van en contra de los valores húngaros”. Pero esta gente, que se supone que llega al poder encaramada en el desencanto de la clase trabajadora ante el fracaso de la economía y de las élites, luego no se dedica a castigar a las élites ni a purgar las facultades de economía, sino que prohíben los estudios de género, persiguen al movimiento feminista y, no sé, a las minorías que pillen por medio. Mira a ver si al final las élites vamos a ser las minorías secularmente amenazadas y yo sin enterarme.
Aproveché los vuelos para avanzar en la lectura de El infinito en un junco, de Irene Vallejo, y en la página 158 encontré una referencia a las listas de libros de la biblioteca de Alejandría. A los autores seleccionados se les denominaba enkrithéntes, cribados, cernidos, del verbo krinein, separar, decidir, de donde viene también criterio. Y crisis. A lo mejor el señor del lamparón en la solapa no tenía éxito porque había capacidad de discernir, había criterio. Ahora solo hay crisis.
Murió mi padre estos días atrás y he regresado a los paisajes de la infancia. Me pertreché con certificado de defunción y PCR para poder volar en este contexto de restricciones a la movilidad, pero solo al Gobierno de Canarias parece importarle esto, en Madrid nadie me pidió ni la hora a la ida ni a la vuelta....
Autor >
Alicia Ramos
Alicia Ramos (Canarias, 1969) es una cantautora de carácter eminentemente político. Tras Ganas de quemar cosas acaba de editar 'Lumpenprekariat'. Su propuesta es bastante ácida, directa y demoledora, pero la gente lo interpreta como humor y se ríe mucho. Todavía no ha tenido ningún problema con la Audiencia Nacional ni con la Asociación Española de Abogados Cristianos. Todo bien.
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