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Han pasado más de treinta años desde aquel bellísimo poemario Correo al corazón, de 1985, donde la desacralización del lenguaje ilumina una franqueza, como muestra “Vitral de mujer sola”, convertido en humilde himno a su pesar (“Se sabe de una mujer que está sola / porque camina como una mujer que está sola / Se sabe que no espera a nadie / porque camina como una mujer que no espera a nadie…”). Su autora, Yolanda Pantin (Caracas, 1954) ha seguido pespuntando versos con las mismas bridas que entonces, lo erótico y lo cotidiano, tan cerca de Luis Cernuda como de Blanca Varela. Hace unos meses, recibió el Premio Internacional de poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, en su XVII edición.
¿Qué imprime carácter de manera más acentuada, nacer en Caracas, ser la mayor de diez hermanos o padecer anosmia (pérdida total de olfato)?
Sin duda ser la mayor de once hermanos. Haber nacido en Caracas es un dato natural puesto que mis padres son caraqueños, y mis abuelos, en fin: soy parte de una familia caraqueña. La anosmia la llevo bien, es decir, no pienso en esa falta como enfermedad sino como algo que me ocurrió de pronto, y es un hecho. Aunque me he descubierto últimamente extrañando esa facultad del olfato cuando con los aromas vienen los recuerdos. Ahora, volviendo a lo que significó y significa ser la hermana mayor... Cargo el peso y la responsabilidad de haber recibido, no sé de quién, un mandato categórico: recoge, guarda, repara, escribe. Eso sin mencionar los vínculos de relación con mis padres, haber sido la hija mayor. Es complejo el asunto.
Usted ha sido miembro activo de distintos colectivos (en 1978 fundó el grupo universitario “Rastros”, después ingresó en el taller literario “Calicanto”, más tarde inauguró el grupo “Tráfico”). ¿Por qué esa vocación a trabajar en círculos literarios?
En aquel tiempo en Caracas, y en otras capitales de Venezuela, se vivía una intensa vida literaria de la que dan fe las publicaciones periódicas de arte y literatura. Alrededor de esas publicaciones se organizaban los “grupos”, o no se organizaban, propiamente, sino que “imantados” por nuestra vocación, nos reuníamos los escritores, poetas y artistas. Hablo de los grupos literarios de los años 60, y 70 hasta llegar a los 80, cuando se fundan “Rastros” en la Universidad Católica donde estudié Letras, “Calicanto”, en la casa de la poeta Antonia Palacios, y luego, como desprendimiento de “Calicanto”, el grupo “Tráfico”. Éramos jóvenes entonces y necesitábamos reunirnos para compartir una pasión, una necesidad, un profundo compromiso de vida. Muchos estábamos en esas búsquedas y para compartirlas, y de alguna manera para sostenernos, nos reuníamos. En mi caso, siendo una persona muy tímida, necesitaba sentirme acompañada en mi elección de vida y menos participar en las discusiones sobre temas literarios que se daban en los distintos grupos. Estuve siempre presente, pero al margen, en un rincón, protegida.
¿Cuándo se sabe que la poesía que se escribe en un determinado momento se ha encauzado (por decirlo de algún modo) y necesita un revulsivo?
Cuando ese “lenguaje” que surgió de una búsqueda en lo profundo, y que fue trabajado para comunicar algo que lo merecía, se agota en sí mismo, o se presenta como “efecto” o, peor aún, como estilo. Ese es el momento de encender las alertas…
Si hace casi cuarenta años la consigna era «venimos de la noche y a la calle vamos», de manera irónica, ¿de dónde llega y hacia dónde se encamina a día de hoy Pantin?
Tengo la convicción de que la mínima parte analizable dentro de la obra de una persona que escribe, en el conjunto de una obra trabajada en el tiempo, esa mínima parte analizable para entender el conjunto, es el libro, lo que dice ese libro, cómo está ordenado, qué cierra y qué abre en relación a los libros anteriores, qué anuncia para los próximos trabajos… Una, lo que ha hecho en la vida es caminar escribiendo, avanzar escribiendo, sin tener ningún destino sino el hacer desprendido. Lo que he descubierto a mis años es que todo lo que he dejado como escritura tiene sentido dentro del cuerpo de esa escritura, tiene sentido para mí y eso me sostiene.
“La infancia es una gracia que me fue desprendida”. ¿Desde qué territorio escribe el poeta si pierde la infancia?
Desde la pérdida. No hay otra pertenencia para mí que lo perdido. No tengo otra ganancia. La conciencia temprana de la pérdida me ha ayudado a avanzar en el camino de la escritura, me ha sostenido.
“En la débil luz/ del puente de la lengua/hallé la verdad de tu amor/que no comprendo”. ¿Requiere más fe la vida, la poesía o el amor? ¿Cómo se lleva Yolanda Pantin con el misterio?
La poesía es un misterio poderoso. Y sus oficiantes se deben a ese misterio buscando sus señales. Esa enseñanza la aprendí de mi madre. La enseñanza era buscar las “señales” que deja lo que se ha ido.
Cuando uno (una) cuenta sueños al médico, puede confesar (incluso) que sólo la parte enferma de un corazón es la que ama. ¿Qué importancia tiene el sueño en el verso?
Ese poema es típico de una época, cuando escribía buscando “efectos de lenguaje”, lo que no tiene por qué invalidarlo... En un verso del poema que cierra ‘La quietud’, hablé de “la intensidad de mis efectos” y luego dejé por escrito esta declaración final: “Es preferible el silencio a los bellos edificios de palabras que caen”.
“Queda el lenguaje/pero es hueco”. ¿Cuánto de fracaso reporta el lenguaje cuando uno termina de escribir el poema?
Tengo la certeza de que “el poema está por verse”, y esa certeza me lleva a seguir intentando, a tantear buscándolo. Así, lo que dejamos en los libros son “borradores” de escritura, intentos por alcanzar algo que no sabemos.
Leo que “Todo es verdad: todo es mentira: todo espejo” y pienso en la de veces que he leído en su poesía cómo quien habla se asoma a su retrato y no se reconoce. ¿Qué parte de la identidad de uno –de haberla– permanece inalterable?
Yo creo que la vida como tal se cumple en los primeros seis años de una persona. La vida plena, la vida que luego recordaremos, para bien o para mal, la que nos conforma. Después de los seis años y hasta el final, es una travesía…
“Yo tendría que mirar/solamente la belleza” ¿Qué es la belleza para usted?
No lo sé…
“Si la poesía no es consuelo entonces/no esperes misericordia en ninguna otra parte”. ¿Qué cosas ni siquiera la poesía puede consolar?
Todo lo puede consolar la poesía, pero si la consigues…
Recientemente ha recibido el Premio García Lorca, que concede la ciudad de Granada. ¿Qué presenta en sus lecturas García Lorca? ¿Qué autores españoles lee Pantin?
Leí a García Lorca en mis años de búsquedas, cuando leía buscando lenguaje. La importancia que tiene para mí, ahora, me la hizo ver una amiga querida, Sandra Caula: hasta qué punto, como parte de un país roto, nos toca García Lorca, asesinado, y dejado sin tumba. Ese signo es terrible. En mi juventud, fuera de los clásicos del Siglo de Oro, leí con voracidad, además, a Antonio Machado, a Miguel Hernández, a Luis Cernuda, a Jaime Gil de Biedma, y a José Ángel Valente. A pesar de las muchas limitaciones para nosotros en Venezuela, por ejemplo, de tener acceso a los libros impresos, no he dejado de estar atenta a lo que se produce en España. Guardo los libros de poesía española reciente que me interesan, muchos de ellos escritos por mujeres, en una biblioteca mental.
Han pasado más de treinta años desde aquel bellísimo poemario Correo al corazón, de 1985, donde la desacralización del lenguaje ilumina una franqueza, como muestra “Vitral de mujer sola”, convertido en humilde himno a su pesar (“Se sabe de una mujer que está sola / porque camina como una mujer que está...
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