¡SEÑORÍAS, PAR FAVAR!
Nominao
No bajemos la guardia. La pandemia, como dicen C. Tangana y Drexler, nos ha demostrado que se puede pasar de ‘tener la portada’ a que ‘la gente piense en ti como alguien que pasó’ en un plis plas
Marina Lobo 24/02/2021

Pedro Sánchez responde a las preguntas de los diputados en la sesión de control de este 24 febrero.
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Cuando arranqué esta sección en la que me propongo contarles las subtramas de la política que se tejen en las entrañas del Congreso de los Diputados les prometí que, si veía a alguien sacándose un moco, también se lo contaría. Nunca pensé que pudiera tener esa oportunidad, pero a veces la vida te sorprende, como las canciones de C.Tangana. Antes de llegar a ese momento cumbre, cuya narración no sé si infringe alguna norma escrita en algún código deontológico periodístico, les pongo en contexto.
Día de comparecencia de Pedro Sánchez en el Congreso para rendir cuentas sobre el estado de alarma y la crisis del coronavirus (cosa que hace cada dos meses). Jornada, por ende, larga en el hemiciclo, que ha comenzado con el presidente del Gobierno desglosando las medidas anti-covid que se han llevado a cabo durante el último año. Como ya nos lo sabemos prácticamente todo, salvo algunas cosas que ha anunciado hoy –11.000 millones de euros para nuevas ayudas a empresas y pymes, o cuarentena para todos los viajeros provenientes de Reino Unido, Sudáfrica y Brasil–, el discurso suena monótono y cansado, tono del que se ha contagiado el resto de l@s diputad@s, que hoy apenas emiten sonidos de protesta (como suele ser habitual cuando toma la palabra Sánchez).
En medio de todo ese hastío, ha aparecido hoy un Sánchez a la conquista de los jóvenes, el eslabón perdido del bipartidismo. El presidente ha trasladado “en nombre del Gobierno” su “gratitud a los jóvenes” y ha dicho que, aunque en ocasiones se han destacado acciones negativas de este colectivo, esta no es la norma de conducta habitual. Este discurso ha sido recogido por otros y, para variar, se ha hablado mucho de jóvenes en el hemiciclo. Gabriel Rufián ha recordado que “España es el país más envejecido del continente y ni aun así es capaz de crear trabajo juvenil”, y ha apuntado que “la quema de un contenedor es simplemente el culmen de quemas mucho más severas. Los contenedores se reponen, pero la esperanza no”.
Yo no sé si sigo siendo joven. Sé que ya no pago el abono joven del metro –lo que puede ser sintomático–, pero también sé que, en lo que respecta a ahorros y solvencia económica, tengo los mismos que cuando tenía 18 –o incluso puede que menos–, así que supongo que debería sentirme aludida por las palabras de Sánchez. Los jóvenes –no sé si ya tan jóvenes– que vivimos la crisis de 2008 cuando ni siquiera estábamos en edad de trabajar o de ir a la universidad, no habíamos acabado de salir del barro de esa crisis cuando todo volvió a estallar. El paso de la segunda crisis en menos de 30 años de vida –o de 20– cada una lo lleva como puede. Algun@s se revuelven, protestan, salen a la calle y otr@s no salen, y a veces no salir esconde algo mucho más trascendental que quemar un contenedor, como ha recordado Íñigo Errejón. El tema de la salud mental, mucho menos presente de lo que debería –más aún en estos tiempos de pandemia, en los que nos fijamos tanto en el espantoso contador de muertos por covid y tan poco en el de esos otros muertos que derivan también de la pandemia–, se ha colado en el hemiciclo.
“El suicidio es la primera causa de muerte no natural”, recordó el diputado de Más País. Depresión y ansiedad están a la orden del día en una generación entera, ahora rematada por la pandemia; “una sociedad traumatizada”, en palabras de Errejón, que ha propuesto que se multipliquen los psicólogos en el sistema público.
Al lado contrario de los jóvenes, los discursos de Pablo Casado y de Abascal. En una jornada en la que tocaba reflexionar y, en la medida de lo posible, aportar al debate sobre las medidas para luchar contra la pandemia, el líder del PP ha comenzado su intervención alabando al rey Juan Carlos I y haciendo un repaso por todos los presidentes de la democracia, mostrando un mayor orgullo por Aznar y, en especial, por Rajoy, quien, según sus palabras “consiguió evitar la crisis en España” –risas burlonas en el hemiciclo– y ha rematado así: “Dejemos atrás las pesadillas para empezar a soñar en la mejor España”. Me pregunto si es una metáfora para referirse a la venta de la sede de Génova 13 o simple cursilería parlamentaria. Vox lleva su propia agenda, y Abascal ha amenazado con proponer una segunda moción de censura. Socorro.
En general, en lo que la mayoría parece estar de acuerdo –que parece obvio, pero hace unos meses no era así– es en que no se debe bajar la guardia ni dar una imagen de que lo peor ya ha pasado. Aitor Esteban, del PNV, ha reprochado al Gobierno su tono positivo en cuanto a los datos y ha dicho que “comienza un cierto relajo en las medidas a nivel individual, y no debe ser así, esas actitudes deben ser sancionadas”.
Mientras Sánchez hacía el repaso del año de la pandemia de las 68.079 muertes, un diputado de Vox ha decidido quitarse la mascarilla. Y no me refiero a que se la ha quitado para beber agua, o que ha hablado y se le ha olvidado volver a ponérsela, que nos pasa a tod@s –acaba de pasarle a Merkel y recuerdo una vez que Carmen Calvo se sentó justo después de haber intervenido y se le olvidó la mascarilla. Inmediatamente, tod@s empezaron a gritarle “¡la mascarilla!” y se la puso a toda velocidad–. No ha sido eso. Manuel Maestre Barea, militar retirado y diputado de Vox por Alicante, se ha quitado la mascarilla en un gesto de enfado en un momento concreto del discurso de Sánchez y ha estado por lo menos diez minutos sin ponérsela, mientras jugueteaba con ella y se rascaba la nariz en numerosas ocasiones, hasta que ha decidido ponérsela no porque nadie de su alrededor se lo reprochara, sino porque un diputado se ha sentado justo a su lado. Todo un teniente general del Ejército del Aire: ni disciplina ni respeto en un edificio cerrado en el que, se supone, está representando a miles de votantes.
Por lo demás, muchos déjà vu. Ha habido cierta tregua entre PSOE y Unidas Podemos si lo comparamos con los últimos días de grescas; ha habido incluso palabras de reconocimiento por parte de Sánchez –que ha dicho en varias ocasiones estar “satisfecho” con el gobierno de coalición– y Pablo Iglesias ha vuelto a aplaudir –flojito– a Carmen Calvo. PSOE y UP son como esas parejas que tienen desavenencias frecuentes pero que se unen cuando aparece una pareja –en este caso un trío– con el que chocan frontalmente. Cuidado con esto, porque no quiere decir que sean una pareja consolidada –ni mucho menos– y las broncas, por muchas palabras bonitas que vengan al día siguiente, acaban haciendo mella. En fin, la pandemia nos ha cambiado la vida a tod@s. Hace ahora un año, seguramente much@s estaríais tomando algo con amig@s, celebrando un cumpleaños o yendo a un concierto. También hace un año estaba arrancando el gobierno de coalición. Ha sido un año duro, en el que se ha gobernado contra las derechas, pero ahora la sociedad quiere más, merece más. Mucho ojo porque, como recuerdan C. Tangana y Jorge Drexler en su última canción –Nominao–, la pandemia nos ha demostrado que en poco tiempo se puede pasar de “tener la portada” a que “la gente piense en ti como alguien que pasó”. No es momento ahora, viendo la luz al final de la tercera ola, de echarse en brazos del cansancio y la rutina, sino de recuperar las propuestas de progreso que la covid hizo saltar por los aires. Aunque ya se sabe: campaña en verso, gobierno en prosa…
Cuando arranqué esta sección en la que me propongo contarles las subtramas de la política que se tejen en las entrañas del Congreso de los Diputados les prometí que, si veía a alguien sacándose un moco, también se lo contaría. Nunca pensé que pudiera tener esa oportunidad, pero a veces la vida te sorprende, como...
Autora >
Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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