Crónicas gonzas
Caravana de Vox en Murcia: “¡Ahora el himno y después los vítores!”
Ante el panorama político revuelto, los ultraderechistas han pensado que llevaban unas semanas sin sacar a Don Pelayo de paseo. Todo apunta a que, si hay elecciones, gobiernan con sus primos “cobardes” del PP
Santini Rose Murcia , 17/03/2021

Participantes en la caravana de Vox en Murcia muestran banderas de España.
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–Viene un viejo de 80 años y me dice: “¿Esto qué es, nene?”. Y le digo: “Señor, una manifestación de Vox para pedir elecciones ante la traición de Ciudadanos y PSOE”. Y me dice: “Ah, pues podéis iros a la mierda”.
–Chsss, ¿80 años?
–Sí, sí. 80 años, y claro, no le he podido argumentar nada…con 80 años y no se acuerda de que con Franco era mucho mejor que ahora…
–Claro.
–…había libertad.
–80 años…en fin.
Se giran, ojos perdidos, uno con náuticos sin calcetines, el otro, botas militares, España brotando de cada poro. Hacemos contacto visual. Me doy la vuelta y rodeo la parada de autobús de la plaza Circular. Un calvo mazado y un adolescente que se parece a Casemiro colocan en el lateral de una furgoneta una pancarta. Murcia quiere votar. Unos metros a la derecha, en lo que será la cabeza de la caravana con la que Vox pide elecciones ante la moción de censura fallida de Ciudadanos y PSOE en la Comunidad y el Ayuntamiento de Murcia (aunque ahí no está tan claro qué pasará), El novio de la muerte sale a borbotones de una pila de altavoces. Todos miran, poseídos. Un tipo de unos 60 mueve las caderas con una gracia que varios de aquí considerarán obscena. Pienso en las carrozas de mi pueblo. Los gays de 60 que no saben que el armario tiene puerta –o que lo saben pero ya es demasiado tarde para casi todo– dejándose ir por un día. Entonces alguien grita “¡Javi, Javi!” y me giro y me topo a Antelo (presidente de Vox Murcia) y a Ortega Smith rodeados de un capazo de gente. “¡Distancia de seguridad!”, grita alguien. Se le hace el mismo caso que si hubiera gritado “¡Cuando quieras comprar coche, motor europeo!”. Ortega Smith saluda. Un par de quinceañeras al borde del infarto. Se sube al asiento del copiloto de una furgoneta azul. Antelo al volante. Parece que van a robar melones.
–¡Vamos a arrasar Madrid, Javi, vamos a pasar el quitanieves! –grita uno.
–Ponte la mascarilla –contesta Ortega Smith, hecho un Robert Mitchum.
Se puede decir de varias formas. A lo Lineker: la política en la Región de Murcia es un juego en el que 45 diputados se pasean y siempre gana el PP. A lo Lennon: la vida es lo que pasa mientras el PP gobierna Murcia. Otra: el PP de Murcia es un malo de Peckinpah, te quedas sin balas y aún vive. Y mi favorita, la de mi madre: el PP de Murcia pone de candidato a un mocho y gana. El Partido Popular lleva 26 años manejando esta tierra con más autoridad de la que cualquiera de nosotros puede demostrar ante un fideo cocido. Pero seamos telegráficos: los últimos gobiernos populares en la Región (Comunidad y Ayuntamiento) son coaliciones con Ciudadanos. Llevan desde 2019 jugando al pillado. Cuando llegaron las vacunas del coronavirus, el entonces consejero de Sanidad, Manuel Villegas, vio claro que tenía que pincharse. Ciudadanos consiguió su cabeza. Se supo que había más populares vacunados. Uno de ellos, el concejal de Deportes y Salud, Felipe Coello. Ciudadanos volvió a apuntarse otra cabeza, pero, como publicó Ángel Montiel en La Opinión, ese pescuezo era una carta que dejaba otra boca arriba. Aquí es donde entra en juego el vicealcalde de Murcia, el ciudadano Mario Gómez. Hace un tiempo denunció a los populares por corrupción en la contratación pública. Presentó a la UDEF “tres gigas” con pruebas sobre supuestas ilegalidades de sus socios de gobierno. Al poco, el PP dejó correr un vídeo en el que se veía a Gómez hablando con una periodista en la calle y, supuestamente, entregándole un dossier con información privilegiada (sin ser yo Bob Woodward, dudo que quedase con una fuente en plena calle). Y nada, la cabeza de Gómez era la siguiente. Cuestión de horas. Entonces, Ciudadanos y PSOE presentan una doble moción de censura para sacar de la Comunidad y del Ayuntamiento a los populares. Las cuentas les daban. Ana Martínez Vidal iba a ser la nueva presidenta de la Región de Murcia. Pero no, el malo de Peckinpah aún respiraba: tres de los seis diputados de Ciudadanos (que ya habían firmado la moción) se bajan del carro. O, mejor, el malo de Peckinpah los baja del carro y se acaba el cuento. Los tres tránsfugas: Isabel Franco, Valle Miguélez y Francisco Álvarez ya tienen cargos en el equipo de Fernando ‘El renacido’ López Miras. Rencillas con Martínez Vidal (lo que significa rencillas con Arrimadas), la pereza de dejar, por mucho que uno se llena la boca con la regeneración, una silla que ya tiene la forma de tu culo, la teoría de un nuevo núcleo formándose en el seno de los naranjas (los riveristas sin Rivera)… llámalo X. El caso es que Vox ha pensado que llevaba unas semanas sin sacar a Don Pelayo de paseo, y no se han visto en otra. Además, todo apunta a que si hay elecciones, barren (o labran) Murcia y gobiernan con sus primos “cobardes” del PP. Y en esas estamos.
Murcia quiere recuperar su voz, Murcia quiere alejarse de los pactos oscuros, Murcia quiere volver a votar, dispara la megafonía a la altura de la Avenida de la Libertad, el termómetro a 19ºC. Y…no sé. Un sol obsceno a estas alturas del año. Las terrazas ya a medio pistón. Pregúntale a cualquier murciano qué quiere. Si alguno te habla de votar o de recuperar su voz, corre a echar los iguales. Es extraño que un aparato discursivo tan afilado en sus tres mantras de Barrio Sésamo como el de Vox no se haya dado cuenta de que aquí las cosas van a otro ritmo. España, sí, toda la que queráis, pero mira ese tipo con el chaleco de Organización diciéndole a ese par de pequeños ultras que hagan el favor de no bajar la bandera, mira cómo el rapado grita “¡Que no decaiga esa bandera, me cago en el cáliz!” y en cuanto Chaleco de Organización se gira, el trozo de tela vuelve a besar el asfalto. O a Isabel Franco, tránsfuga I. Anteayer era el Cid –“A mí no me eligieron para entregar Murcia a Pedro Sánchez”– y ayer, ya por los suelos –“No lo sé [sobre incorporarse a otro partido], porque hoy por hoy, la política me tiene absolutamente machacada”–. O mira el hecho de que en Madrid ya están con la segunda y la tercera parte de la película y aquí todavía discutimos sobre cuándo quedar para discutir lo que ha pasado. Y, si acaso, con este sol obsceno y estas terrazas a medio pistón, empezando a observar cómo las cosas vuelven a parecer distintas para acabar siendo lo mismo.
Un Volkswagen todoterreno pita. De la trampilla del techo emerge una mano y una bandera verde con la palabra Solidaridad. Otro, en un Golf blanco, apuesta por la concreción y agita una bandera carlista. Al lado, un señor asoma su puro y arrea un acelerón. Su Mercedes responde con majestuosidad. Entonces pienso en que esta mañana había barajado la opción de presentarme aquí con mi Ford Fiesta y me viene a la cabeza una imagen: el Volkswagen, el Golf y el Mercedes arrinconando a mi pobre tartana, reduciéndola a tostadora. Y me doy cuenta de que justo eso es lo que significa perder las batallas que se libran cuando la ultraderecha saca el culo a la calle. Se les ve en las caras. Una luz que no consigue un cirujano plástico. Después de todo, a quién no le gusta luchar por la libertad.
PSOE y Ciudadanos son capaces de pactar con el diablo con tal de repartirse las potronas, cacarea la megafonía. Juro que dice potronas. En un acto reflejo, busco alguien a mi lado para compartir semejante hallazgo. Lo que me encuentro es una nube de fotógrafos apostados en el margen izquierdo de la Gran Vía. Me acerco. Un tipo exhibe su par de dedos corazón. Saca pecho. Un Chaleco de Organización le agarra del hombro.
–¡Ni me toques! –dice Dedos Corazón.
–A ese, un par de tiros –comenta, como si fuera una apreciación estética, un tipo con cara de mosca.
Suena Manolo Escobar. Que viva España. Desde un Land Rover le enseñan a Dedos Corazón una bandera nacional, imagino que con la intención de que el tipo se convierta en gárgola. Doblamos antes de llegar al Puente de los Peligros y llegamos a la Delegación del Gobierno. Ortega Smith y Antelo bajan de la furgoneta. Vuelvo a pensar en lo del par de bigardos robando melones y me da por reírme.
–¡Vamos a arrasar Madrid, Javi, vamos a pasar el quitanieves! –vuelve a gritar uno.
Antelo dice lo suyo (lo de la traición a España y lo de ser español y cuidar a España de los que son españoles pero no quieren a España y por eso España, etcétera), y presenta a Ortega Smith, “un español de los que aparecen cada muchos años”.
–¡Vamos, Javi! –grita otro.
–¡A por el coletas, Javi! –grita otro.
Ortega Smith dice lo suyo (lo de la traición a España y lo de ser español y cuidar a España de los que son españoles pero no quieren a España y por eso España, etcétera) y todo Cristo rompe en aplausos.
–¡Un segundo! –dice una voz femenina desde la megafonía, el personal calla– ¡ahora el himno y después los vítores!
Suena el himno y yo –que pensaba que no está pagado lo de cubrir los actos de lo más cerril de cada casa– descubro el trabajo más jodido del mundo: coordinadora de testosterona.
–¡Ese Javi, cómo mola, se merece una ola ueoeeeeeeeeh! –grita uno.
Y nada. Cuando me separo del avispero oigo una última conversación:
–¿Pero de 80 años?
–80 años, te lo juro.
–Viene un viejo de 80 años y me dice: “¿Esto qué es, nene?”. Y le digo: “Señor, una manifestación de Vox para pedir elecciones ante la traición de Ciudadanos y PSOE”. Y me dice: “Ah, pues podéis iros a la mierda”.
–Chsss, ¿80 años?
–Sí, sí. 80 años, y claro, no le he podido argumentar nada…con 80...
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Santini Rose
Santini Rose, seudónimo bajo el que escribe Santos Martínez (Fuente Librilla, 1992), es periodista. Hubo un tiempo en que las abuelas de su pueblo pensaban que tenía en sus manos el futuro, pero eso ya no lo piensa nadie. Autor del libro de relatos Mañana me largo de aquí (La marca negra ediciones).
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