¡SEÑORÍAS, PAR FAVAR!
‘Them’
Ni dentro ni fuera del hemiciclo, ni en ‘off’ ni delante de un micrófono, los portavoces de los dos principales grupos de la derecha en España condenan de manera tajante los discursos de odio
Marina Lobo Madrid , 21/04/2021
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Si le gustan las series y el terror bien hecho, aunque sean como yo y disfruten de este género viendo la televisión ligeramente ladeadas sobre el sofá y asomando los ojos de cuando en cuando entre las ranuras que separan los dedos para amortiguar la intensidad del sobresalto, quédense, porque este es su Congreso. Abascal no ha venido a la sesión de control, Ortega Smith se ha sentado en su silla. Primer susto.
Hay miedo, y se nota. Miedo a unas elecciones en la Comunidad de Madrid, a los posibles resultados, pero, sobre todo, a una campaña que se escapa de las reglas establecidas y que amenaza con sobrepasar muchos límites, incluidos los derechos humanos maltratados estos días a la vista de todos en pleno centro de Madrid. “Lo suyo es el odio, literalmente el odio. Lo que han hecho ustedes se llama inhumanidad”, arrancaba Carmen Calvo contra Vox respaldada por sus compañeros de partido. Evidentemente, el tema que no debe ser nombrado se ha colado en el Congreso –aunque, más que colado, ha entrado con calzador– y ha impregnado las intervenciones una detrás de otra. “Hay provocaciones en las que hay que entrar”, nos decía tajante Calvo en un corrillo a la salida del hemiciclo. Ella misma, nos cuenta, llamó a la fiscal ayer al mediodía para decirle que esto (lo del tema que no debe ser nombrado) no puede quedar así.
Hay trajín en el patio del Congreso. Los diputados y diputadas, que muchas veces se esconden o salen por otra puerta para que no tengamos opción de abordarles, ahora quieren ocupar espacios, opinar de cosas: del ERE de Caixabank, de las elecciones madrileñas, de lo que la ultraderecha mete en agenda o de la Superliga, que yo aún no tengo muy claro qué es. De lo que sea, lo importante es participar, que estamos en campaña.
Los psicólogos dicen que hay varios tipos de miedo; existen, por ejemplo, el miedo a la incertidumbre y al fracaso. O lo que es lo mismo en la política actual: a una izquierda que no sume, que no se movilice. “El problema en Madrid no es Podemos, es la campaña de Gabilondo. Más Madrid y Podemos están haciendo lo que tienen que hacer”, afirmaba Yolanda Díaz quien, además de sus tareas como ministra, Vicepresidenta tercera y pesadilla de Teodoro García Egea, está acompañando a Pablo Iglesias en varios actos de campaña. Aun “cansadiña”, como dice estar, Díaz ha vuelto a dar un repaso al secretario general de los populares en el hemiciclo, usando precisamente uno de los miedos de la derecha: los datos. Todo lo que Egea tenía para defenderse de las cifras y las citas de un informe del FMI era una portada de ABC. En el PSOE, el miedo se ha convertido ya en una especie de resignación anunciada, y desde el gobierno socialista no quieren entrar a valorar la campaña de Gabilondo en Madrid mientras se agarran a que cosas como lo que no debe ser nombrado puedan movilizar el voto de la izquierda en la comunidad.
Hay otro tipo de miedo, las fobias, que pueden quedarse en un miedo irracional o dar un paso más y convertirse en odio hacia una persona o colectivo. Iñigo Errejón ha sacado en la sesión el tema de la LGTBIfobia y de la xenofobia, de la violencia hacia personas por su diferente procedencia, por su orientación sexual, por su género. En el hemiciclo, el diputado de Más País preguntaba retóricamente de dónde viene este odio y concluía que “el odio se siembra”.
Puede que una de las diferencias más importantes entre el miedo y el odio sea que, en la mayoría de las ocasiones, el miedo es algo irracional, que no podemos o al menos nos cuesta controlar. Por el contrario, el odio sí se puede controlar y hay quien lo sabe muy bien. El odio se siembra, sí, pero no crece si no se abona y aquí es cuando entra Them, probablemente una de las mejores series de terror que se pueden disfrutar –o sufrir, o ambas cosas a la vez– ahora mismo y también una de las que mejor explica la gravedad real de lo que estamos viviendo estos días.
Them (Ellos) cuenta la historia de una familia afroamericana que, a mediados del siglo XX, se muda a un barrio de Los Ángeles donde todos sus vecinos son blancos (y racistas, claro). Nada más llegar, el matrimonio y las dos hijas comienzan a sufrir una serie de ataques que van en aumento: una mirada de desconfianza que es la antesala de un comentario racista, acusaciones, un jardín destrozado, muñecos colgados en su casa en forma de amenaza... y se pueden imaginar todo lo que viene después. En el grupo de vecinos no todos tienen el mismo sentimiento hacia la familia: hay una mujer rubia que es la líder de esa asociación de vecinos racista y que está obsesionada con echarles de allí haciendo lo que sea necesario (incluso agredirles físicamente); otros que creen que con molestarles un poco es suficiente, pero finalmente acaban uniéndose a la senda violenta y otros que directamente esquivan el tema y se mudan. Al final todos ellos le compran el discurso a la líder, ya que nadie le para los pies, aunque entre ellos saben que esa mujer no está en sus cabales y que es cuestión de tiempo que ocurra algo grave.
PP y Ciudadanos parecen tener miedo a condenar los discursos de odio y de racismo que azuza la ultraderecha sin parar. Los populares, en una posición ventajosa de cara a las elecciones del 4-M, temen que cualquier movimiento suponga un trasvase de votos importante a Vox. Si bien a Pablo Casado se le ha preguntado insistentemente, la mayor condena que hemos podido sacar los periodistas del tema que no sebe ser nombrado es que es una acción “irresponsable” –o “populismo” en palabras de Inés Arrimadas–. Nada más: ni delito de odio, ni racismo, ni violencia. Ni dentro ni fuera del hemiciclo, ni en off ni delante de un micrófono, los portavoces de los dos principales grupos de la derecha en España condenan de manera tajante la gravedad de una situación que, se obvie o no, ya ha tenido lugar y supone un paso más en una escala de racismo que difícilmente tiene marcha atrás.
Mientras tanto, diputad@s de esos mismos partidos califican el tema que no debe ser nombrado de “vergonzoso”, como esos vecinos de la serie que saben que lo están haciendo mal pero que, a la hora de la verdad, se unen a la corriente xenófoba.
Spoiler: a estas alturas de la serie, a los espectadores más timoratos sólo nos queda ponernos un cojín delante de la cara para amortiguar el susto que claramente nos va a dar la vecina xenófoba rubia, acompañada por el resto de vecinos que la apoyan… bien porque están de acuerdo, porque les superan sus miedos o porque tienen mucho que perder.
Si le gustan las series y el terror bien hecho, aunque sean como yo y disfruten de este género viendo la televisión ligeramente ladeadas sobre el sofá y asomando los ojos de cuando en cuando entre las ranuras que separan los dedos para amortiguar la intensidad del sobresalto, quédense, porque este es su Congreso....
Autor >
Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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