¡SEÑORÍAS, PAR FAVAR!
Agarrarse a una coleta
Yolanda Díaz, la nueva futura vicepresidenta, es la coleta a la que Iglesias se ha agarrado para garantizar la continuidad del partido. Él lo sabe y, por eso, en su despedida del hemiciclo ha habido dos protagonistas
Marina Lobo 24/03/2021
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Pablo Iglesias y Yolanda Díaz se saludan en la despedida del primero del Congreso.
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El show, las portadas de periódicos impresas en cartón pluma, los chistes del Club de la comedia y los insultos cruzados copan, desde hace demasiado tiempo, el discurso político en el Congreso de los Diputados. Lejos queda aquel 14 de diciembre de 2015 cuando, a las puertas de unas elecciones generales, Pedro Sánchez le espetó a Mariano Rajoy que “el presidente del gobierno tiene que ser una persona decente y usted no lo es”, a lo que Rajoy respondió con el ya mítico “hasta aquí hemos llegado. Esa es una afirmación ruiz-ruin”, ante un Manuel Campo Vidal que parecía maldecir para sus adentros no haberse jubilado antes.
Mucha gente entonces se mostró indignada con un joven y osado Pedro Sánchez. Qué opinarán esas mismas personas de las sesiones de control actuales, en las que Pablo Casado le suelta una retahíla de reproches a un presidente del Gobierno que termina respondiéndole: “Qué tal señor Casado, ¿se ha quedado a gusto?”, mientras la bancada del PP exclama de forma coral “Siiiiiiii”, como si esto fuera el remake de Los payasos de la tele versión cena de gala y l@s que asistimos al espectáculo, Campo Vidal.
La ‘decencia’ que defendía el Pedro Sánchez de 2015 está en horas bajas. Esa palabra tan de madre –con todo mi respeto a las madres– que provoca, al menos entre mi generación, un cierto rechazo, tal vez porque lleva implícita una norma moral en algunas de sus acepciones –la decencia es, según la RAE, aseo, compostura, recato. A Arturo Pérez Reverte le gusta esto–. El peor enemigo de la decencia son los nervios, y en el Congreso les puedo asegurar que hay muchos. Hay nervios en Sánchez, que se ha mostrado alterado durante toda la intervención, y hay nervios –muchos– en el PP. Mientras los gallos de Pablo Casado no cesan, Teodoro García Egea no ha sido capaz, ni siquiera en el último debate con Pablo Iglesias antes de su marcha hacia la campaña por la Comunidad de Madrid, de mantener esas formas que tanto reivindicaban en el PP.
“Ha sido un placer debatir con usted, pero tanta paz lleve como descanso deja”, se despedía Egea del todavía vicepresidente Iglesias entre las risas burlonas de apoyo de sus compañeros. El popular es un digno sucesor de Rafa Hernando, el de “la responsabilidad de los casos de desnutrición es de los padres”, el que intentó golpear a Rubalcaba –never forget–, el que hizo llorar de rabia a Irene Montero. Como él, tiene un discurso simple y efectista que Iglesias ha sabido usar en su propio beneficio hasta el final. Teo no está preocupado, parece hasta contento de quitárselo de encima, pero Pablo Casado –que por algo es el líder del partido, aparte de por su barba, el mayor acierto que ha tenido el palentino durante su liderazgo en el PP– sí. En un corrillo con vari@s periodistas, Casado se muestra seguro del buen resultado de Ayuso en Madrid e incluso de no necesitar a Vox para gobernar porque “el voto está muy alto”. Cuando le preguntamos por el resultado que puede alcanzar Iglesias, automáticamente comienza a gesticular mientras responde “no sé, no sé”. Abascal no sabemos si está preocupado, porque la semana pasada no vino a la sesión y esta tampoco. La España que madruga debe de ir al gimnasio los miércoles por la mañana.
La despedida de Iglesias en el hemiciclo ha sido emocionante, pero no tanto por él, que lo ha dejado para el final de la sesión (cuando ya no estaban presentes ni Sánchez ni Casado ni muchos otros parlamentarios), sino por el momento en el que lo ha hecho y el mensaje que ha querido mandar. El líder de UP estaba en la tribuna respondiendo a Vox, cuando ha querido dedicar sus últimas palabras “a las generaciones que lucharon contra el fascismo” frente a la extrema derecha allí presente, terminando con “porque fueron, somos. Porque somos, serán”. Los clásicos nunca fallan. Al líder de UP le quedaban todavía cuatro minutos y nueve segundos de intervención, pero no los ha utilizado. En lugar de eso, se ha ido al escaño de una Yolanda Díaz con más lágrimas en los ojos que la protagonista de una telenovela turca y, emocionados, han chocado el puño.
Precisamente hoy, en el patio del Congreso, he vuelto a escuchar la palabra “decente” y ha sido para definir a Yolanda Díaz. A partir de ahora, ella será el objetivo de la oposición, si es que no ha empezado a serlo ya. A las mujeres, en general, pero también en la política, se les suele atacar por la ‘decencia’, o más bien por la “falta de decencia” (atendiendo siempre al criterio de uno o varios señores, por supuesto). Le ocurrió a Irene Montero cuando Rafa Hernando le echó en cara su relación con Iglesias, le ha ocurrido a Lilith Verstrynge cuando se la ha incluido en la lista electoral para las elecciones madrileñas y a Yolanda Díaz cuando un diputado del PP le dice que “las mujeres solo suben si se agarran fuerte a una coleta”.
En el tiempo que llevo aquí, no he escuchado a ningún parlamentario poner en duda a ningún asesor hombre de un líder político –por muy inútil que sea y muy dudosa que parezca su trayectoria–, ni le han dicho a Teodoro García Egea que si es secretario general del PP es porque se ha agarrado a las barbas de Casado, ni nadie ha cuestionado por qué Abascal tiene en sus listas al diputado Víctor Guido González Coello de Portugal que, además de tener nombre de malo de Pasión de Gavilanes,ha sido condenado por irregularidades contables y que, por cierto, hoy ha llamado “señora ministro” a Teresa Ribera. Porque ellos pueden no ser decentes, pueden ser mediocres, pueden trabarse, desafinar por los nervios, pero Yolanda Díaz tiene que ser lista, vestir bien y, sobre todo, ser amable, “decente”. Y aun con todas esas virtudes que le atribuyen, según ellos, tampoco puede llegar ahí sin “agarrarse a una coleta”. Yolanda Díaz no necesita agarrarse a una coleta. La nueva futura vicepresidenta es, por el contrario, la coleta a la que Iglesias se ha agarrado para mantenerse a flote y garantizar la continuidad del partido que entró en el hemiciclo hace ahora más de cinco años. Él lo sabe y, por eso, en su despedida del hemiciclo ha habido dos protagonistas.
El show, las portadas de periódicos impresas en cartón pluma, los chistes del Club de la comedia y los insultos cruzados copan, desde hace demasiado tiempo, el discurso político en el Congreso de los Diputados. Lejos queda aquel 14 de diciembre de 2015 cuando, a las puertas de unas elecciones generales,...
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Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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