riesgos deportivos
Las trágicas conmociones del fútbol americano
Los continuos golpes en la cabeza que sufren los jugadores pueden provocar una degeneración cerebral capaz de producir depresión, ansiedad, agresividad y pensamientos suicidas
Ricardo Uribarri 9/05/2021
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Phillip Adams fue jugador de la NFL, la liga de fútbol americano, entre 2010 y 2015. No llegó a ser una gran estrella, pero disputó 78 partidos con seis equipos. El pasado 8 de abril, acudió al domicilio del doctor Robert Lesslie, en Carolina del Sur, donde mató a tiros a seis personas: el propio médico, su mujer, sus dos nietos de nueve y cinco años y dos operarios que trabajaban allí. Adams, que había sido tratado en el pasado por Lesslie, se suicidó pocas horas después en casa de sus padres. Tenía 32 años. ¿Por qué lo hizo? Su familia cree que la causa tiene relación con la encefalopatía traumática crónica (ETC), una degeneración cerebral provocada por haber sufrido traumatismos craneales durante su carrera deportiva y que es capaz de trastornar el comportamiento de una persona, generando depresión, ansiedad, agresividad y pensamientos suicidas. La enfermedad solo se puede corroborar una vez que la persona ha muerto, por lo que se va a analizar su cerebro. Si se confirma el diagnóstico, se sumará a una numerosa lista de afectados por este problema.
El primero en relacionar los golpes sufridos en la cabeza con la aparición de la ETC fue el doctor Bennet Omalu. Nacido en Nigeria, se graduó en medicina y cirugía en su país, trasladándose a Estados Unidos al conseguir una beca en la Universidad de Washington, en Seattle. Posteriormente se especializó en anatomía patológica, ejerciendo desde 1999 como patólogo forense en la oficina forense del Condado de Allegheny, en Pensilvania. En 2002, tuvo que hacerle la autopsia a Mike Webster, una estrella de la NFL, ganador de cuatro anillos, integrante del Salón de la Fama, y fallecido con 50 años de un ataque al corazón. Webster había pasado sus últimos años durmiendo en una furgoneta, alimentándose de caramelos y barras de chocolate, evidenciando síntomas de demencia, sufriendo alucinaciones, inhalando pegamento y administrándose él mismo descargas eléctricas. Omalu estudió su cerebro y, pese a que estructuralmente se encontraba en un estado normal, hizo pruebas más exhaustivas, pagadas por él mismo, hasta que descubrió la realidad. Los más de 70.000 golpes que recibió en su cabeza a lo largo de 18 años de carrera profesional causaron una serie de incidentes neurológicos que a su vez inundaron su cerebro de unas proteínas anormales, denominadas tau, que estrangularon su mente.
En 2007, la Universidad de Carolina del Norte afirmaba que la tasa de depresión entre los jugadores era tres veces mayor que en el resto de la población adulta
Webster fue la primera prueba fehaciente de lo que pasaba. Pero detrás vinieron más casos. Terry Long se suicidó a los 45 años ingiriendo tres litros de anticoagulante. André Waters se pegó un tiro en la cabeza con 44 años después de que la NFL se negara a pagarle una pensión de invalidez. Su cerebro era igual al de una persona de 85 años con principio de Alzheimer. Justin Strzelczyk se estrelló con su furgoneta contra un camión cisterna cuando conducía en sentido contrario. Horas antes había dado 3.000 dólares a un desconocido en una gasolinera, al que le dijo, “corre, el mal está llegando”. Dave Duerson también se mató en 2011, a los 50 años, con un tiro en el pecho. Dejó una nota en la que hacía un ruego: “Estudien mi cerebro”. El mismo procedimiento siguió Junior Seau. Owen Thomas se suicidó con apenas 21 años. En 2012, Jovan Belcher mató a su novia y posteriormente se suicidó pegándose un tiro a las puertas del estadio de los Kansas City Chiefs. Aaron Hernández mató a su mejor amigo en 2013. Cuatro años más tarde, mientras cumplía condena en una cárcel, se ahorcó con apenas 27 años. La autopsia de cada uno de ellos tuvo el mismo diagnóstico: sufrían ETC.
Omalu creyó que hacía un favor al fútbol americano al descubrir el problema al que él mismo había puesto nombre. Pero, tras publicarse su hallazgo en una revista médica, lo que se encontró fue algo bien distinto: descalificaciones a su trabajo, acusaciones de fraude, reproches, amenazas y exigencias de que se retractara. Lo cierto es que la investigación de Bennet atentaba contra el deporte favorito de la mayoría de los estadounidenses (el 37% según una encuesta de Gallup) y contra una industria que genera miles de millones anualmente. La NFL tenía desde 1994 un comité encargado de estudiar las lesiones cerebrales traumáticas leves, presidido por un reumatólogo, Elliot Pellman. Para él, “las conmociones cerebrales eran parte de la profesión. Un simple riesgo ocupacional”.
Sin embargo, distintos estudios han ido corroborando a lo largo de los años los peligros que conlleva el fútbol americano. En 2007, la Universidad de Carolina del Norte afirmaba que la tasa de depresión entre los jugadores era tres veces mayor que en el resto de la población adulta. Dos años después la Universidad de Michigan concluyó que los jugadores de la NFL eran 19 veces más propensos a sufrir enfermedades neurodegenerativas que la población masculina de 30 a 49 años. El Centro de Encefalopatía Traumática Crónica de la Universidad de Boston estudió 202 cerebros de exjugadores de fútbol americano de diversos niveles, 177 tenían ETC. Pero más llamativo aún es que, entre los 111 profesionales que compitieron en la NFL incluidos en el estudio, 110, el 99%, habían padecido la enfermedad. Además, la edad media de vida de estos deportistas era de 66 años, 12 menos que la esperanza de vida del estadounidense medio.
Hasta 2009 si un jugador sufría una conmoción cerebral en un partido podía volver al juego si no había sufrido un desvanecimiento
Ante las evidencias científicas y la acumulación de casos, a la NFL no le quedó más remedio en 2009 que empezar a tomar medidas para prevenir la salud de los jugadores. Hasta entonces, por increíble que parezca, si un jugador sufría una conmoción cerebral en un partido podía volver al juego si no había sufrido un desvanecimiento. Además, aunque se pedía a los jugadores que comunicaran a los médicos cualquier síntoma que pudiera estar relacionado con una conmoción, podía más el miedo a perder el puesto que la salud. Tampoco ayudaba que hubiera equipos, como los New Orleans Saints, que daban a sus defensas una recompensa económica cada vez que provocasen una lesión que obligara a un rival a irse al banquillo.
En marzo de 2016 se produjo un hecho significativo. Por primera vez, un cargo de la NFL, el vicepresidente Jeff Miller, admitió que había un vínculo entre las conmociones cerebrales de los jugadores y la encefalopatía traumática crónica. Poco después, la Liga llegó a un acuerdo con 5.000 jugadores retirados que habían presentado una demanda por las secuelas que sufrían. La organización se comprometió a pagar mil millones de dólares que darán cobertura a más de 20.000 jugadores durante los próximos 65 años. La condición fue no revelar qué y cuánto supo con anterioridad de los efectos de sufrir reiterados golpes en la cabeza. También anunció que invertiría 100 millones de dólares para el desarrollo de nuevas tecnologías y el apoyo a investigaciones médicas que protejan a los profesionales.
En 2020 las conmociones cerebrales descendieron en la NFL un 5% respecto al año anterior, pero aún así se registraron 213 casos
Actualmente, un jugador que sufre una conmoción cerebral tiene que superar un protocolo de cinco pasos para poder volver a disputar partidos. El último de ellos es ser revisado por un neurólogo independiente del equipo. El promedio de baja entre 2015 y 2019 de los quarterbacks (líderes del juego de ataque) que sufrieron este problema fue de siete días. Un tiempo que Omalu considera “insuficiente para recuperarse de una conmoción cerebral”. A pesar de la mejora en los cascos y la modificación de algunas reglas para reducir los contactos, el problema sigue ahí. Es cierto que en 2020 las conmociones cerebrales descendieron en la NFL un 5% respecto al año anterior, pero aún así se registraron 213 casos, incluyendo entrenamientos y partidos.
No solo se da este problema en jugadores de fútbol americano. También en boxeadores, jugadores de hockey, o competidores de lucha libre. Llamativo fue el caso del luchador de wrestling Chris Benoit. En 2007, con 40 años, asesinó a su mujer y a su hijo y después se suicidó ahorcándose en el gimnasio de su casa. La autopsia desveló que su cerebro era el de una persona de 85 años enferma de Alzheimer, con daños en los cuatro lóbulos del tronco cerebral.
El descubrimiento de la relación entre las conmociones cerebrales y la ETC está provocando que algunos jugadores hayan decidido retirarse en los últimos años a pesar de tener un gran futuro profesional. Es el caso de Chris Borland que, con 24 años, anunció que dejaba la NFL, con la siguiente reflexión: “Consulté con mi familia y mis amigos y finalmente me pregunté: ¿Qué estoy haciendo, es esta la forma en la que quiero vivir mi vida adulta, llevándome constantes golpes en la cabeza incluso ahora que soy consciente de los peligros que entraña? No quiero correr riesgos”. El mismo camino, pero sin ser tan contundentes en sus explicaciones, siguieron después otros como Patrick Willis, Jason Worilds, Jake Locker, Andrew Luck, Luke Kuechly, que sufrió una tremenda conmoción cerebral años antes, Rob Gronkowski o Calvin Johnson. Hay quien por el contrario está dispuesto a asumir los posibles riesgos. La ESPN realizó una encuesta anónima a 50 jugadores profesionales y casi la mitad reconoció que estaría dispuesto a dar cinco años de su vida a cambio de ser elegido el mejor jugador de la Liga.
Millones de personas juegan al fútbol americano, desde la escuela hasta la NFL. Pero cada vez son más los padres que se cuestionan acerca de su idoneidad. Hace unos años, un sondeo del Wall Street Journal y la NBC desveló que el 40% de los estadounidenses no quería que sus hijos se dediquen a él. Uno de ellos es Barack Obama, que no dudo en afirmar “soy un gran seguidor del fútbol americano, pero tengo que admitir que si tuviera un hijo tendría que pensármelo mucho antes de dejarle jugar a este deporte. Todos los que queremos tanto al fútbol debemos de admitir que deberá cambiar para reducir, con el tiempo, la violencia”.
Phillip Adams fue jugador de la NFL, la liga de fútbol americano, entre 2010 y 2015. No llegó a ser una gran estrella, pero disputó 78 partidos con seis equipos. El pasado 8 de abril, acudió al domicilio del doctor Robert Lesslie, en Carolina del Sur, donde mató a tiros a seis personas: el propio médico, su...
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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