LEGADO
El movimiento 15-M en 7 claves, una década después
El 15-M unió demandas diversas y ensanchó los horizontes de lo posible, transformando radicalmente el escenario político del Estado español. Diez años después, seguimos teniendo mucho que aprender de él
Pablo Castaño 11/05/2021
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Hace diez años, llegaba a la Puerta del Sol de Madrid una manifestación bajo el lema “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Unas horas después, un grupo de jóvenes acampaba en la plaza, iniciando un movimiento social que transformaría la política española para siempre. Una década más tarde, muchas cosas han cambiado en el panorama político de nuestro país, transformado por el crecimiento de la ultraderecha, el proceso independentista catalán, el ascenso del feminismo y el ecologismo, y por la pandemia de coronavirus. Sin embargo, todavía son visibles los efectos del ciclo de protestas iniciado en 2011. ¿Cuáles fueron las principales claves del movimiento 15-M y qué podemos aprender de él quienes hacemos política hoy, en la calle o en las instituciones?
1. Unir demandas diversas
Analistas y medios de comunicación hablaron durante mucho tiempo del “movimiento de los indignados”, pero lo cierto es que el 15-M mostró una enorme capacidad propositiva. En las asambleas se discutió y se elaboraron propuestas sobre corrupción, educación, sanidad, políticas sociales, vivienda, participación política… El movimiento de las plazas dio paso a las “mareas” en defensa de distintos servicios públicos amenazados por los recortes. En el más puro estilo populista, el movimiento consiguió articular una enorme diversidad de demandas en torno a eslóganes sencillos. “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros” señalaba a un poder financiero que hasta entonces había conseguido manejar la política española entre bastidores. El “No nos representan” hacía temblar por igual a todos los partidos tradicionales. El lema “Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo” de Juventud sin Futuro consiguió convertir en un grito combativo las principales preocupaciones de la generación más castigada por la crisis financiera.
2. Romper la barrera simbólica entre derecha e izquierda
En junio de 2011, más del 80% de la población española apoyaba al 15-M. Esta y otras encuestas mostraron que el movimiento había conseguido romper la barrera tradicional entre la izquierda y la derecha, recabando el apoyo de numerosos abstencionistas e incluso votantes de partidos conservadores. Hasta 2011, los grandes movimientos sociales habían estado alineados con los dos principales partidos (No a la guerra, manifestaciones conservadoras contra las reformas sociales de Zapatero…). En mayo de 2011, por primera vez, nació un movimiento masivo que atacaba por igual a PP y PSOE, unidos en la práctica por su apoyo a las políticas de recortes y privatizaciones promovidas por la UE como respuesta a la crisis financiera de 2008. Esta gran coalición de facto, sumada a los casos de corrupción en ambas fuerzas políticas, cristalizó un descontento generalizado con el sistema político español.
3. Renovar las formas de movilización
Desde su inicio, el movimiento 15-M recurrió a una gran diversidad de formas de protesta. El éxito de la acampada en Sol, que el Gobierno no se atrevió a desalojar hasta semanas después, estimuló la imaginación de quienes participaban en el movimiento. Las asambleas y acampadas se extendieron por todo el país. A pesar de una represión muchas veces brutal, la desobediencia civil, hasta entonces restringida a entornos muy politizados, se convirtió en una práctica de masas. Miles de personas participaban en manifestaciones no comunicadas, cortaban carreteras y paraban desahucios poniendo sus cuerpos entre la policía y las personas a quienes querían echar de sus casas. Algunas de estas prácticas se normalizaron y siguen siendo parte del repertorio de movimientos como los sindicatos de vivienda.
4. Arrastrar al cambio a los partidos políticos tradicionales
El 15-M puso al descubierto las vergüenzas de las principales organizaciones de la democracia representativa española: los partidos políticos. En 2014, tres años después de la acampada de Sol, nacía Podemos, que hizo saltar por los aires la estructura de partidos surgida de la Transición. Poco después, daba el salto a la política estatal Ciudadanos, el “Podemos de derechas” reclamado por un banquero, y las candidaturas municipalistas impulsadas por Podemos y otros actores llegaban al poder en varias ciudades del país, incluidas Madrid y Barcelona. El bipartidismo había muerto. Además, la CUP y Bildu experimentaron un gran crecimiento en sus respectivos territorios durante esos años, relacionado con procesos propios como el movimiento independentista catalán, pero también con el nuevo clima político creado en todo el Estado desde 2011. El PSOE fue el partido más perjudicado por el mordisco electoral de la nueva política, lo que motivó el giro discursivo liderado por Pedro Sánchez contra el aparato de su partido.
5. Empoderar a la gente común
La democracia española arrastraba desde el franquismo un déficit de participación ciudadana, motivado por la cultura política del miedo heredada de la dictadura y por un sistema institucional alérgico a la participación popular directa. El movimiento 15-M transformó rápida y profundamente la cultura política española, politizando a amplias capas de la población y convenciéndola de su capacidad de influir sobre las decisiones políticas. Al contrario de lo que defienden los partidarios del “cuanto peor, mejor”, uno de los principales motores de las movilizaciones sociales es la esperanza, la sensación de que se puede conseguir el futuro anhelado. Se ha hablado y escrito mucho de cómo el 15-M canalizó la indignación ciudadana, pero sobre todo consiguió expandir los límites de lo que se consideraba posible de una forma que no lo había hecho ningún movimiento social en décadas. Mientras en otros países –y en España en la actualidad– el descontento alimentaba la antipolítica, aquí nació un movimiento profundamente político, con propuestas ambiciosas de democratización de las estructuras políticas, sociales y económicas.
6. Llegar a todas partes
El 15-M fue el primer movimiento social desde la Transición en llegar de forma duradera a ciudades y poblaciones medianas y pequeñas. Durante meses, se celebraron asambleas multitudinarias y manifestaciones en cientos de ciudades y pueblos. Además, fue un movimiento profundamente internacionalista. Tuvieron un papel muy importante las y los emigrantes españoles, expulsados del país por la crisis económica, y fueron constantes las referencias a otros movimientos similares en otros lugares del mundo. Las cientos de miles de personas que salieron a las calles a partir del 15 de mayo de 2011 eran muy conscientes de formar parte de una ola de movilizaciones que abarcaba a medio mundo. Había empezado con las Primaveras Árabes y siguió con el movimiento español, las protestas estudiantiles en Reino Unido y las históricas movilizaciones anti-austeridad en Grecia que precedieron la llegada al poder de Syriza. Poco después, el movimiento alcanzó a Estados Unidos, donde nació Occupy Wall Street, y a la plaza Taksim de Estambul. Todavía en 2016 se dejaba sentir la influencia internacional del 15-M con el surgimiento en Francia de Nuit Debout, un movimiento directamente inspirado por las acampadas ‘quinceemeras’.
7. La era dorada de las redes sociales
En 2011 las redes sociales no estaban tan extendidas como ahora, pero por primera vez sirvieron como medio de comunicación masivo para un movimiento social, rompiendo el monopolio de la información que tenía la prensa tradicional. Desde la primera acampada, se multiplicaron las cuentas de Twitter, Facebook y las webs del movimiento, que sirvieron para conectar a activistas de diversos lugares y también para transmitir un relato propio sobre las protestas. Por primera vez circularon de manera masiva vídeos de las agresiones policiales grabados por los propios manifestantes con sus móviles, convertidos en instrumentos para denunciar la represión policial. La madurez tecnológica de las redes sociales coincidió con un clima de desconfianza hacia los medios de comunicación tradicionales. Las redes sociales también fueron centrales en la expansión internacional del movimiento, de una manera que ahora sería más difícil por la fragmentación producida por los algoritmos, que cada vez encierran más al usuario en una burbuja informativa.
Hace 10 años, el 15-M se enfrentó a un sistema político anquilosado, dominado por las élites e incapaz de dar respuesta a una ciudadanía castigada por la crisis. El movimiento colocó en el centro de la discusión pública temas como la vivienda o la desigualdad. Además, consiguió canalizar en un sentido democrático el descontento popular ante una crisis provocada por los de arriba que castigaba a las de abajo, y sirvió durante muchos años como antídoto contra la extrema derecha. El principal defecto del movimiento fue dedicarle muy poca atención a las demandas feministas y ecologistas, que tomarían el relevo como dos de los movimientos más potentes en España a partir del 2016.
Ahora estamos ante una nueva situación política, con una ultraderecha fuerte y una profunda crisis sanitaria, económica y ambiental que nos recuerda la urgencia de transformar nuestra sociedad. La entrada de Podemos y candidaturas municipalistas como Barcelona en Comú en lugares de poder institucional ha tenido y sigue teniendo efectos importantísimos en la vida de las personas. Sin embargo, la política institucional no podrá impulsar por sí sola las profundas transformaciones que necesitamos para responder a la crisis ambiental, revertir las desigualdades y garantizar los derechos básicos de toda la población, como el derecho a la vivienda y a una renta suficiente. Solo unas movilizaciones tan potentes como las del 15-M o el movimiento feminista podrán vencer las resistencias de las élites a esta agenda política. Los derechos no se regalan, se conquistan combatiendo privilegios.
El 15-M demostró que un movimiento social capaz de unir demandas diversas e interpelar a amplias capas de la población puede ensanchar los horizontes de lo posible. Que cuando las de abajo se unen, los de arriba tiemblan. El contexto ha cambiado, pero siguen vigentes muchas de las enseñanzas de aquel movimiento que nos emocionó hace 10 años. Sin nostalgias paralizantes, ojalá este aniversario sirva de aliciente para todas las personas que creemos que hay mucho que cambiar y que salir a la calle sigue siendo una herramienta política fundamental.
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Pablo Castaño es doctor en Ciencia Política. Participó en el Movimiento 15-M en París y Madrid. Actualmente es jefe de gabinete de la Tenencia de Alcaldía de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona.
Hace diez años, llegaba a la Puerta del Sol de Madrid una manifestación bajo el lema “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Unas horas después, un grupo de jóvenes acampaba en la plaza, iniciando un movimiento social que transformaría la política española para siempre. Una década más tarde,...
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