La vita nuova
Armas de diversión masivas
Todo está abierto. Incluso, me temo, las piernas de ERC frente a JxC. El PSC podría animar el cotarro, absteniéndose en segunda vuelta, o aportando, ‘by the face’, los cuatro votos que le faltan a ERC. Sería una buena solución
Guillem Martínez 11/05/2021
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1- La libertad, en efecto, es una pulsera en la que ponga libertad. Es decir, es una producción en serie. Una industria. De la comunicación. Una industria política. La política como industria comunicativa es, por otra parte, la época.
2- Vivimos una época curiosa. En la tradición judía el mundo se sustenta por la presencia de 36 hombres justos. Modestos, humildes e ignorados, no se conocen entre sí. Cada mañana hacen lo que pueden por la generosidad y la justicia. Cuando uno muere es sustituido por otro anónimo, zas, que ni tan siquiera conoce su incorporación y su propia importancia. Importancia: si un solo día no hubiera 36, sino 35, o ninguno, el mundo desaparecería. Pues bien, está sucediendo algo parecido, pero a pelo, con más estrés y a lo bestia. El mundo se sostiene, se diría, por la presencia de ética en la ciencia, una disciplina que, en términos generales, se autorregula. Personas, en principio alejadas de las Humanidades, toman a diario decisiones en su trabajo científico, cargadas de valores éticos –la igualdad, lo justo, lo ecuánime, la libertad, el beneficio común, los límites no sobrepasables– que impiden la selva y la barbarie. De lo que se deduce que la barbarie es plena o, al menos, llamativa, en otras prácticas humanas, ya sin control ético. Como la Economía o la Política, esas dos industrias comunicativas que fabrican pulseras.
3- No sé cómo esto acabará en el punto 2. “Esto”, a su vez, es un artículo. Sobre Cat, últimas tendencias. Cat permite hablar de Mad, esa otra industria comunicativa similar. Y, ambos, biotopos de la época de la barbarie y de la reproducción seriada de la libertad.
4- Cat lleva, en el momento en el que escribo estas líneas, cerca de 90 días en piloto automático tras las elecciones. Que se suman a más de 200 días de Govern en funciones. Y a 17 meses desde que el presi Torra anunciara que la legislatura estaba agotada por la mutua desconfianza de los partidos que lo integraban. Si ese criterio es el que sella los agotamientos gubernamentales, la legislatura se fundó agotada. Y suma, en su agotamiento, la legislatura anterior –2015-17–, primer ensayo planetario de un gobierno telepático, en el que nadie se dirigía la palabra. Sus logros aún asombran al mundo. Esta mañana a primera hora, la Gene está gobernada por dinámicas de agotamiento –no se pierdan el punto 6–. Y por el PROCICAT, un organismo dependiente de Protecció civil, a su vez dependiente de Interior. Vamos, que Interior gobierna en Cat desde la cosa pandemia. Es poco edificante que un país sea gobernado por Interior. Es un indicio de una debacle ética, si no de la debacle misma. Por lo mismo, es orientativo que una pandemia no sea gestionada desde la ética –científica, como poco–, sino desde Interior, el tramo más cutre y birmano de los gobiernos.
5- No es necesariamente malo que no haya gobiernos, así a lo bruto. En la anterior crisis, por ejemplo, Bélgica fue el último Estado de la UE en acceder a la crisis. La razón: gracias a la tradición belga, el marrón les pilló sin gobierno, por lo que no pudieron aplicar las sabias directrices de la Comisión y de la Troika. Se dice rápido. En el caso Cat –una autonomía no foral; de las de broma–, el caso de la cosa carece del humor belga, pues se supone que la Gene gestiona –lo que queda de– el Bienestar. Poco más –entre ese poco más, una poli y varios medios de comunicación; y un satélite; sí, con menos material se han hecho sitcoms–. El absentismo gubernamental Cat al respecto, en plena pandemia, habla de a) dejación de funciones –o dejación de la sociedad, a secas–. Pero también b) de las funciones de un gobierno en un sistema propagandístico: la fabricación de pulseras. O de lacitos. Los gobiernos, en fin, son más o menos peligrosos. En el lado más inofensivo están los gobiernos formales, transparentes, previsibles y sometidos a control. En el lado salvaje, psicokiller incluso, están los informales, imprevisibles, incontrolables, dedicados a sus labores –extractivas–, y que acometen funciones que no les tocan, mientras abandonan, alehop, las previstas. Mad y Cat serían el ejemplo más nítido, me temo.
6- En esta selva de informalidad, el Govern en funciones ha ido tirando, gracias a las aludidas dinámicas de agotamiento. Son divertidas, pues explican el Govern cuando no estaba en modo “en funciones”, y pueden explicar, por lo mismo, el próximo Govern. Les paso varias dinámicas de esas:
JxC, progresivamente desde las elecciones, ha estado fichando altos cargos. Por ejemplo, en Presidència, gestionada por Meritxell Budó, conocida en el ambiente –y con esto, me temo, entramos en materia–, como Meritxell Budú. Un indicio de que JxC –como mínimo JxC– ha dejado la Gene hecha un CGPJ, una institución –repleta de acólitos, que no se irán ni con agua caliente–, ideologizada y no neutral. Una institución, para ahorrar tiempo, trumpista. Por otra parte, se ha intensificado la propaganda. Es menos operativa, torra-collons y resultona. Es ya para fans, lo que permite cierta economía. Si bien no es así su costo y pago a los Ferroviales Cat que la fabrican. Como es el caso de una producción, de casi medio millón de pepinos, sobre los juicios, facturada por Mediapro, y que se emite los domingos, en horario de culebrón nocturno. Es posible y verosímil que ese documental haya sido satisfecho con fondos covid –los bitcoins de los gobiernos creativos–. El Govern, en sede parlamentaria, no lo ha desmentido. En plena pandemia, en todo caso, TV3 recibió varios millones de ese tipo de partidas, en principio paliativas de la sanidad o de la sociedad. En diciembre –y si con esto no se mean de la risa, vayan al urólogo, que pago yo–, de manera oscura, desde Indústria se decidió ceder el 33,333% de los fondos covid para la recuperación de empresas a una cadena de gimnasios, vinculada, en el tiempo, a la familia Pujol. Por otra parte, se han empezado a emitir ensayos de defensa propagandística frente a lo que caerá. Causas por presunto homicidio en residencias, iniciadas de oficio o por familiares. La defensa consiste en afirmar que eso es judicialización de la política. Es inquietante que ese trumpismo –la idea de que un gobierno no está sometido a la ley, sino a dios, o a su primo el pueblo, incluso en casos con muertos– lo emiten las consellerías ERC vinculadas a aquel pifostio. La buena noticia, para los políticos afectados, es que en esta emisión, en la que el Gobierno Ayuso lo hizo aún peor, no se intuye al Gobierno Ayuso en la trena.
En el caso Cat –una autonomía no foral; de las de broma–, el caso de la cosa carece del humor belga, pues se supone que la Gene gestiona –lo que queda de– el Bienestar
7- En términos generales, el punto 6 explica la lógica y las actividades de un gobierno consagrado a otra actividad. La okupación institucional y la cosa business-friendly, el neoliberalismo en modo Viejo Sur. Eso es lo que hay debajo de las pulseras. Las pulseras han sido, a su vez, a) ley seca –en Cat, toque de queda, ese concepto cuartelario introducido por Macron; la sensación de que, pese al caos, hay un gobierno que manda; al punto que manda toque de queda– o b) botellón –en Mad; como el toque de queda en Cat, es una medida no científica y carente de ética–. Tanto a) como b) son dos formas arbitrarias. Es decir, autoritarias. Los gobiernos informales tienden a ser autoritarios.
8- Debajo de las pulseras en las que pone libertad no acostumbra a estar la playa, en fin. Las pulseras son una suerte de Arma de Diversión Masiva. Una juerga, por debajo de la cual transcurre una realidad sórdida, cruel, asocial.
9- Bueno. Una cosa ha llevado a otra, y ERC y JxC están negociando govern. Desde el 15-F. Tienen hasta el 27-M. Y, parece ser que les va a faltar tiempo para reeditar lo que vienen editando desde 2015. Un Govern-pulsera.
10- Sinopsis. ERC inició las negociaciones dándolo todo. Literalmente. Sin pacto alguno, entendiendo en los usos anteriores una costumbre, otorgó la presidencia del Parlament a una figura del trumpismo local. Bravo. Posteriormente, ante la ausencia de concreción en JxC, fue fijando fechas a modo de ultimátum. ERC, finalmente, este finde anunció que abandonaba la partida y se lanzaba a un govern con la CUP y los Comuns, sin cerrar la puerta a la incorporación, algún día, de JxC.
11- “Sin cerrar la puerta a la incorporación etc.”, es una partícula que lo invalida todo. Si bien la CUP no tiene reparos en gobernar con JxC, siempre que acepte su programa –los programas no son importantes; un partido, y más JxC, puede firmar cualquier programa; lo importante es la cultura, la interpretación y la voluntad frente a los programas; JxC es, netamente, un partido ubicado en el trumpismo europeo–. Pero para los Comuns eso es una línea roja.
12- Por su parte, JxC ha asistido a las no-negociaciones con ERC en modo atraco a un estanco en los setenta. Recordemos, hermanos, que en aquella época un quinqui –figura del folklore cat de aquellos momentos– entraba en un estanco con una faca y decía “estoy muy loco”. Ante la tesitura de que, en efecto, lo estuviera, la estanquera le daba la caja. Lo que nos lleva a la pregunta del millón: ¿JxC está majara? Con criterios de moderna psiquiatría se puede afirmar que es posible. Posee, al menos, varias personalidades. En una –son convergentes, en fin– necesita detentar el poder, alimentar a cargos y, cuando se pueda, dar donativos a los gimnasios de los amiguitos. En otra, ha venido a jugar, y le importa un pito que haya o no elecciones –las encuestas hablan de leve subida de PSC, y bajón de JxC, ese estado de ánimo que, por eso mismo, es impredecible, y puede subir o bajar según el momento–. La tercera personalidad, más torera, está por una ERC que gobierne en minoría, se la pegue –su gestión de Economía, Sanitat y Benestar Social invita a suponerlo–, y volver a la pomada. En todo caso, esta mañana a primera hora, todas las personalidades múltiples de JxC niegan a ERC los cuatro votos que necesitaría Aragonès para ser presi. Es más, en todo el grupo parlamentario no hay cuatro voluntarios para ese rol.
13- Las desavenencias oficiales entre JxC y ERC son, como en todos los chistes, tres. A saber: a) sumisión al Consell de la República, o entender el Consell de la etc. como un nuevo pito del sereno –el Procés está lleno de eso–. b) el habitual pack de cargos y pasta. Y, last but not brrrrr, c) la gestión de lo que se pille por los New Generations –esto es el Sur, amiguitos–. JxC quiere que el monto pase por Economía, consellería que en el habitual –no tan habitual, ha quedado claro– pacto, le tocaría a JxC. Si al final eso es así, Cat puede vivir una Edad de Oro de la gimnasia. ERC quiere que la cosa pase por Presidència. Para liarla, hay un cuarto punto de marrón. Y parece ser importante. d) JxC no ha ganado las elecciones, y una cuarta personalidad múltiple de JxC quiere que ERC pague las dificultades –ninguna; ERC negocia tan mal, desde 2012, que da pena cuando le quitan el bocata– que les hizo pasar en anteriores negociaciones. Ahí se condensa, supongo, el punto clasista de JxC frente a ERC. No perdonar, castigar al subalterno que no supo estar en su sitio.
14- Todo está abierto. Incluso, me temo, las piernas de ERC frente a JxC. PSC –el único partido socialdemócrata con cordón sanitario en Europa; lo que ya es de guasa y explica que la propaganda, en Cat, es más real que la realidad– podría animar el cotarro, absteniéndose en segunda vuelta, o aportando, by the face, los cuatro votos que le faltan a ERC. Sería una buena solución. No se trata tanto de formar un Govern, como de salir de una época en la que la Gene fue gestionada con criterios éticos de nueva ultraderecha. Es decir, con ausencia absoluta de ética. Y eso no es fácil. Requiere cambios culturales y colectivos. Una desprocesización. Un momento de cierta verdad frente a la mentira cotidiana, que impide el diálogo y la acción. La mayor mentira habida, y con personas en la cárcel por ella, es que ninguno de los tres partidos procesistas, que convergieron en políticas neoliberales y poco más, creyó, en 2012, 2015, u hoy, que la indepe –las pulseras– estaba en el itinerario. Tal vez, con la actual y futura correlación de fuerzas, salir de ahí requiere etapas. El trumpismo lo ha impregnado todo. Incluso a ERC –hace cuatro días, sus juventudes iban colgando tuits celebrando a los hermanos Badía; traducción: es como si las juventudes del PSOE reconocieran la obra filantrópica de Onésimo Redondo–. ERC carece de buenos análisis –buen análisis: aquel que, operativo, presenta un itinerario ético, y es ingenioso y propone escenarios en los que quepa mucha gente cerca de lo tuyo–. Precisa una ITV y un ERE histórico. Pero está condenada a no realizar cambios en su staff mientras tenga condenados. Lo que es muy lógico, por otra parte. No los habrá –indultos para los condenados, reformas legales para los exiliados– hasta antes del verano. Lo que es poco –el verano se acerca; ayer vi la primera chica en BCN sin medias; una valiente–. O demasiado. Si viene todo eso, vendrá tarde. Y Moncloa se enfrentaría a una industria de la pulsera PP renovada.
15- Hace escasas horas, JxC ha enviado sus Pensionistas-Kommandotruppen a la sede de ERC. Son señores y señoras bisonte, que van a vociferar que los chicos y chicas ERC no son lo suficientemente cat –nunca se es, snif, lo suficiente–, y que sus líderes ya están bien en la trena. El procés es eso. Una herramienta que margina a quién se decide marginar. No creará nunca mayoría social, porque no está inventado para eso, sino para elaborar división social, polarización, que facilite victorias electorales. Y, con ellas, gobiernos y economías sin relación alguna con la ética. ERC, que participó en la juerga, ahora tiene ocasión –la ha tenido, por otra parte, cada día, como todo el mundo–, de arrancarse la pulsera, huir de la selva de la economía y la política. Es posible que no recuerde cómo, ni sepa a dónde. Tal vez es eso lo que está pasando. Son muchos años de industria de la pulsera.
1- La libertad, en efecto, es una pulsera en la que ponga libertad. Es decir, es una producción en serie. Una industria. De la comunicación. Una industria política. La política como industria comunicativa es, por otra parte, la época.
2- Vivimos una época curiosa. En la...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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