SORPRESA CINEMATOGRÁFICA
El último gag de Berlanga
En el centenario del nacimiento del aclamado director, aparece el guion inédito de ‘Viva Rusia’, un tesoro guardado en la Caja de las Letras
Guillermo Martínez 12/06/2021
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Cien años después de su nacimiento, Luis García Berlanga ha dado su último golpe de humor. Atesorado en la Caja de las Letras, el cineasta valenciano dejó guardado el guion inédito de Viva Rusia, la película que vendría a completar la saga formada por La escopeta nacional, Patrimonio Nacional y Nacional III. El aclamado director de la posguerra y la Transición cumple así su centenario en una suerte de último plano secuencia, y lega a la sociedad unas palabras encuadernadas en espiral que retan a cualquiera que pretenda convertirlas en una cinta cinematográfica.
“A Berlanga le hace feliz que le recordemos la fecha de su nacimiento, el 12 de junio de 1921, en Valencia; un mes antes de que el general Silvestre fuera cercado junto a sus tropas en Annual y el mismo año en que José Buchs dirigió La verbena de la Paloma, interpretada por Florián Rey”, escriben Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les en “Retrato del cineasta en su laberinto”, la introducción de su libro El último astrohúngaro. Conversaciones con Berlanga (Alianza Editorial, 2021).
Audaz en temáticas y personajes, supo cristalizar esa realidad con un claro impulso cómico
La monografía, tan extensa como entretenida, recoge las más de 40 horas de conversación que los autores mantuvieron con Berlanga en 1979. Muchos cafés de por medio que este “cachondo nacional”, como lo denomina Umbral en el prólogo de la obra, no solía pagar, según cuentan los escritores.
La transformación que Berlanga llevó a cabo en la cultura cinematográfica española a mediados del siglo XX se basó en narrar las miserias cotidianas, la rutina obligatoria de miles de personas en las que el hambre y la pobreza pululaban en el día a día y casi generación tras generación. Audaz en temáticas y personajes, supo cristalizar esa realidad con un claro impulso cómico: “Si entendemos la comedia como la típica de Hollywood, las suyas se alejan diametralmente, pero solo él supo codificar una tragedia o un drama cotidiano para hacerlo más digerible al público”, afirma Lucía Tello, investigadora audiovisual, guionista y directora.
En esos tiempos de censura, el lápiz rojo tachaba, cambiaba, prohibía. “Ese humor tan característico le sirvió para superar al censor en la mayor parte de sus títulos porque sin él no hubiera podido hacer los retratos que hizo”, continúa la también profesora de la Universidad en Internet (UNIR). Juan Pando, reconocido crítico de cine, recuerda una anécdota del cineasta: “Cuando hizo Los jueves, milagro, el cura censor del momento le reescribió toda la última parte del guion, y Berlanga quiso poner su nombre en los créditos de la película como coguionista”.
La pulsión española
Uno de sus títulos más aclamados y representativos fue Bienvenido Mr. Marshall, cinta en la que se atrevió a hablar de la realidad de la posguerra española, de la Guerra Fría y del plan estadounidense de ayuda a Europa, “pero también de cómo nos quedamos con las ganas, en realidad, de recibir esa ayuda tan esperada, siempre desde una pulsión española, desde un punto de vista muy cotidiano”, puntualiza Tello. Dejar a un lado el análisis del contexto sociopolítico se sigue viendo, actualmente, como uno de sus grandes aciertos, pues el creador se limitaba a ilustrar las situaciones con la que el público podía llegar a identificarse. Y que luego sacaran sus propias conclusiones, coinciden los dos expertos consultados.
Pando no duda en definir a Berlanga como “el reflejo del alma profunda del español, con esa especie de pesimismo pero siempre capaz de afrontar lo que venga”. El cineasta valenciano, que formó parte de la primera promoción de titulados de cine en España en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, no dejaba de lado su “retranca mediterránea”, agrega el experto. Para él, El verdugo es la mejor película del cine español y La vaquilla y ¡Ay, Carmela! las dos mejores sobre la Guerra Civil, una contienda que el galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1986 conoció bien.
Berlanga fue un soldado republicano que terminó en la División Azul para intentar salvar a su padre, detenido, juzgado y sentenciado a muerte por el bando franquista, y terminó acuñando con su apellido una forma de ver la realidad. De Berlanga salió un cine característicamente berlanguiano. Solo él podía hacer aquello. Por ejemplo, solo él podía llegar a realizar esos planos secuencia que llegaron a superar los ocho minutos de duración.
La cámara invisible
“Berlanga dijo que lo hacía así porque era vago, y que esos planos le evitaban tener que montar tanto después. En su autobiografía explicó otra cosa, y ahí dijo que era partidario de que la cámara fuera invisible, se postulaba en contra de los virtuosismos estéticos, y quería que fuese la cámara la que se aproximara a la vida, a la acción de los actores. No quería tener que estar cortando las escenas todo el rato para mantener el espíritu”, comenta Pando, y agrega: “Su interés en reflejar la situación desde una toma general hizo que le preocuparan menos los actores en primer plano que los extras y figurantes”.
Como si se tratara de un vodevil dentro del cuadro, profesionales de la talla de Amparo Soler, Pepe Isbert y Luis Ciges pasearon por sus escenas
Una forma de ver la vida, los encuadres, las escenas, los movimientos, que siempre estuvo a la altura del contenido: agrio, crítico, ácido, amargo. La investigadora audiovisual también incide en esta cuestión, y denomina a Berlanga como un “gran formalista”. “Que hiciera esos planos secuencia tan largos le favorecía para acercarse a los personajes de otra forma. Colocaba la cámara y eran ellos los que se iban moviendo por el plano. En realidad, desde el punto de vista del contenido, eso es absurdo porque entraña una dificultad increíble. Cada uno de esos planos lleva un trabajo abismal, un talento técnico que tenían que sacar a relucir todos los profesionales que participaban en el rodaje, y son destrezas que no están al alcance de todo el mundo”, reflexiona Tello.
Gran conocedor de la importancia del reparto, siempre se rodeaba de grandes amigos y profesionales. Como si se tratara de un vodevil dentro del cuadro, profesionales de la talla de Amparo Soler, Pepe Isbert y Luis Ciges pasearon por sus escenas y llenaron de vida sus personajes. “El legado que ha dejado Berlanga es la demostración de que el humor no siempre supone una banalización de la temática, sino una estrategia narrativa que puede llevar a una mayor conciencia que otros géneros como el drama, y que la técnica está supeditada al contenido, pese a que el espectador no sea consciente de ello”, concluye Tello, una de las 20 autoras que firman El universo de Luis García Berlanga (Notorious, 2021).
Cien años después de su nacimiento, Luis García Berlanga ha dado su último golpe de humor. Atesorado en la Caja de las Letras, el cineasta valenciano dejó guardado el guion inédito de Viva Rusia, la película que vendría a completar la saga formada por La escopeta nacional, Patrimonio...
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