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Qué difícil es ser entrenador. Hace tiempo un hombre de fútbol me contó una historia que circulaba por el mundillo. Verano de 2004. José Antonio Camacho (sí, ese señor simplón, campechano de más y con ese inquietante aire de veterano sicario con más de cien cadáveres a sus espaldas que ahora comenta la Eurocopa en la televisión) es el nuevo entrenador del Real Madrid. El equipo, ya embarcado en el avión, viene de jugar un muy mal partido de pretemporada. El técnico, muy contrariado, le pide a su delegado que traslade un mensaje a la plantilla: aunque no estaba previsto, mañana a primerísima hora todos a la ciudad deportiva para entrenar. El delegado, gesto circunspecto y andares pesados, se lo dice a uno de los capitanes, que, sin mirarle siquiera a los ojos, le responde con indiferencia: “No, no, por la mañana tenemos actos publicitarios. Si acaso, podemos entrenar por la tarde. Déjame que lo mire”. El entrenador quedó muy sorprendido por las dificultades que entrañaba el mero hecho de programar un entrenamiento. Poco después, dimitió.
Esto pudo no pasar así exactamente, cuando llegó a mí el relato había adquirido tintes de leyenda, pero ojeando alguna entrevista a Camacho en la que habla sobre la época, podemos deducir que si no fue eso, ocurrió algo muy parecido. Tomemos ahora el puente aéreo. Años después, Andoni Zubizarreta reveló una frase que el Tata Martino habría repetido en varias ocasiones a su compatriota Leo Messi: “Ya sé que si usted llama al presidente me echa, pero no hace falta que me lo demuestre todos los días”. El entrenador siempre lo negó.
Lo que nos enseñan estas escenas –reales o no, pero desde luego verosímiles– es que para llegar a ser entrenador de élite uno ha de tragar con ciertas cosas. Y todo esto viene al caso de un artículo que acabo de leer que dice, a las claras, que a pesar de que Luis Enrique tragó con una demanda de la afición al otorgarle la titularidad a Gerard Moreno, al parecer le faltaría seguir tragando con otras peticiones para que el funcionamiento del equipo fuera el adecuado. Vamos, que todo iría mejor si el público elige directamente el once por votación.
Me parece que la gente anda un poco desubicada. En primer lugar porque Luis Enrique es tal vez el entrenador con menos tragaderas del planeta. Ha sido, por ejemplo, el técnico que ha estado más cerca de mantener un pulso con Leo Messi. Ha sido también el que, en lugar de echarse a un lado y evitar un conflicto muy feo, decidió aferrarse con fuerza sobrehumana a su silla cuando alguien de su confianza intentó arrebatársela. Y es el que hace una semanas elaboró una lista que solo él comprendía y en la que, por cierto, no estaba Sergio Ramos. Precisamente con el de Camas estuvo a punto de desviarse de su rebeldía habitual para acercarse a la comodidad del poder: primero le ayudó de una manera grotesca a sumar minutos indiscriminadamente y luego, augurando una marejada diaria si lo convocaba para la Eurocopa, decidió provocar un solo seísmo dejándolo fuera.
De modo que considero muy poco probable (siento si a alguno le doy un chasco) que el seleccionador se ponga delante del móvil a escrutar la opinión de la gente, tope de pronto con el análisis certero de Superpaco94 y piense: “Ostras, tiene razón, cómo no lo he visto antes: tengo que meter a Azpilicueta por la derecha y colocar a Llorente delante. Y, claro, quitar a Morata que falla muchos goles y poner de delantero centro a Gerard, ése es su sitio”.
¿Os habéis parado a pensar que a lo mejor el seleccionador nacional posee algún tipo de conocimiento, base o fundamento para hacer lo que hace? Fijémonos en este último ejemplo: la gente dice que es un pecado de los graves colocar a Gerard Moreno en la derecha. Bien, preguntemos a Javi Calleja, exentrenador del futbolista. “Si juega como primera referencia, sabe alejarse de los centrales. Le sale de forma natural caer a la banda derecha. Creo que es donde más cómodo se siente. Para mí no es un nueve puro. Juega mejor con una referencia por delante que fije a los defensas y él soltarse por donde quiera”, decía en declaraciones recogidas por El País.
Y así un poco con todo. ¿Que hay cosas que hace mal? Seguro. ¿Que la selección lleva años –bastante antes de Luis Enrique– sin chutar? También. Yo veo al equipo muy tierno, bisoño, ingenuamente sorprendido ante las adversidades propias de un torneo así. Y creo que en general, Luis Enrique está haciendo lo que toca: proteger a sus futbolistas, cerrar filas, comportarse como un padre con ellos. Atendiendo al abrazo que le dio después de marcar, a Morata le ha convencido. Y posiblemente no sea el único.
No tengo claro que haya mucho más que hacer, ni que con otras decisiones los resultados vayan a ser diferentes. Escribo esto antes del partido del miércoles 23 ante Eslovaquia. Quiero creer que pasaremos y que el traspié vendrá después. O no. Igual Luis Enrique hace caso a Superpaco94 y al final ganamos la Eurocopa.
Qué difícil es ser entrenador. Hace tiempo un hombre de fútbol me contó una historia que circulaba por el mundillo. Verano de 2004. José Antonio Camacho (sí, ese señor simplón, campechano de más y con ese inquietante aire de veterano sicario con más de cien cadáveres a sus espaldas que ahora comenta la Eurocopa...
Autor >
Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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