FUTURO KAMIKAZE
Las vacaciones en Mallorca, amenazadas por el cambio climático
La subida del nivel del mar, la falta de recursos hídricos, el aumento de las temperaturas y el propio modelo de turismo de masas pone en peligro a las islas Baleares, uno de los destinos favoritos de España
Margalida Fullana Cànaves 2/06/2021
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Suena La vie en rose, de Édith Piaf, en un restaurante español de tapas y vermuts en el que el plato más solicitado, a las 12.00 de la mañana, es un bagel con salsa holandesa. A escasos metros de las conversaciones sobre buceo que se escuchan en esta terraza de primera línea, se encuentra el puerto de Portocolom, en Mallorca. Si bien esta escena podría suceder en cualquier otra de las zonas costeras más solicitadas de la isla, no todas registraron olas de hasta 14 metros cuando la borrasca Gloria cruzó el archipiélago, en enero del año pasado.
Los vídeos más virales de esos tres días, protagonizados por rachas de viento de hasta 110 kilómetros por hora y lluvias que dejaron unos 334 litros por metro cuadrado, fueron grabados desde los portales y las azoteas de la calle Aladern. Ubicada a la derecha de Cala Barbacana, es un callejón sin salida –con vistas al mar– que conduce a un acantilado. En esta zona de contrastes, donde se juntan apartahoteles antiguos con obras de nueva construcción, llaman la atención varias piscinas con una lujosa panorámica del Mediterráneo.
“Es la naturaleza, poco podemos hacer”, dice un señor que reside en una de las fincas de pisos que más cerca vieron el oleaje de Gloria. En la puerta de enfrente, otra vecina comenta que, aunque las olas llegaron hasta la azotea, a ella le bastó con poner toallas en las ventanas para poder continuar su día con tranquilidad. “Tengo entendido que pasó otra vez, hace muchos años, pero espero que no vuelva a pasar”, añade. El dueño de un local de ese mismo vecindario da gracias a las casas de primera línea porque “pararon mucho”.
Varias organizaciones advierten de que unas 833 hectáreas del archipiélago se inundarán de forma permanente en 2050, debido a la subida del nivel del mar
Aunque para algunos persistirá en el recuerdo como una mera anécdota, para muchos científicos, como el investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en Mallorca Gabriel Jordá, la tormenta que estrenó el año de la pandemia es un buen ejemplo para estudiar lo que supondrá el cambio climático a pequeña escala. “Que el nivel del mar suba en mitad del océano no nos afecta, lo que nos repercute es que lo haga en lugares de costa”, señala. “Estamos en un punto en el que si queremos entender mejor las variaciones, tenemos que ir al detalle”, remarca.
A Mallorca, destino favorito de alemanes y británicos, las consecuencias de la emergencia climática le afectarán por un doble motivo: por su condición de archipiélago y por su modelo económico. “El cambio climático está estrechamente relacionado con el binomio energía-clima, lo que supone una redefinición brutal de la producción turística basada en el transporte aéreo”, explica el experto en sostenibilidad y territorio Iván Murray.
Como indica este profesor de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), está sobre la mesa la ruptura de las economías basadas en combustibles fósiles. “Es muy fácil de decir, pero trastoca todos los fundamentos de los sistemas económicos existentes”, advierte. Aunque parezca que la actividad turística no tiene una base muy material, es “altamente exigente” en carburantes, sobre todo, en el transporte. “El cambio de modelo energético puede implicar que las industrias adopten nuevas formas de energía, como está pasando con los coches, pero dentro del sector aéreo resulta bastante complicado”, expone.
El problema no es solo cómo desplazarse de un lugar a otro con el menor impacto posible. Además, el cambio climático supone, según Murray, “un replanteamiento absoluto” para los espacios turísticos insulares. Así, por ejemplo, hay que tener en cuenta que las temperaturas subirán a finales de siglo entre dos y cuatro grados, dependiendo del nivel de emisiones que se registren durante los próximos años, tal y como recuerda Damià Gomis, director del Laboratorio Interdisciplinar sobre Cambio Climático de la UIB.
“Si en un futuro tenemos temperaturas más elevadas, los veranos en Baleares serán más incómodos, y si a esto se le añade el hecho de que serán meses más suaves en su países de origen, el flujo de visitantes se podrá ver modificado”, señala Gomis. Es decir que los visitantes podrían elegir quedarse en casa y hacer turismo local. Y a esto habría que añadirle el peligro de incendio que “será más elevado”. Unos riesgos que también ve Murray: “Esto será un horno, habrá unos picos de calor que harán complicado estar en las islas”, advierte.
Para el experto en sostenibilidad y territorio, este posible escenario de turistas que eligen veranear cerca de sus hogares es muy similar a lo que ya ha ocurrido con el turismo británico en los últimos años. “Se juntaron veranos calurosos con la incertidumbre del brexit, lo que hizo que en lugar de reservar las vacaciones en invierno, los viajeros estuvieran a la espera de lo que iba a suceder”, explica y añade que algunos dicen, incluso, que uno de los muchos motivos de la quiebra de Tomas Cook fueron las vacaciones en casa.
Otro de los frentes abiertos, recuerda Gomis, será la subida del nivel del mar en las costas bajas urbanizadas. “En las playas naturales no se notará tanto porque la propia arena hará su trabajo, pero en zonas donde haya paseos marítimos construidos que limiten el retroceso disminuirá la superficie”, lamenta. El Govern de Baleares acaba de publicar las principales conclusiones de su iniciativa ‘Costas por el cambio’, cuyo objetivo principal es buscar medidas de adaptación y mitigación ante esta realidad.
En el futuro más a corto plazo, se encuentran dos posibles escenarios: perder superficie de playa o hacer retroceder todas las infraestructuras
Esta investigación, que ha sido realizada por el Sistema de Observación Costero y de Predicción de Baleares (ICTS SOCIB), el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA) y la UIB, advierte de que unas 833 hectáreas del archipiélago se inundarán de forma permanente en 2050, puesto que el nivel del mar ascenderá entre 18 y 35 centímetros a mediados de siglo. Asimismo, el estudio precisa que, si no se actúa con determinación, unos 87 edificios podrían quedar bajo el mar para siempre, cifra que en 2100 alcanzaría las 772 construcciones.
En el futuro más a corto plazo, se encuentran dos posibles escenarios: perder superficie de playa o hacer retroceder todas las infraestructuras. “Pero claro, la segunda opción es un dineral porque tienes paseos marítimos y viviendas en primera línea, habría que compensar a todos los propietarios”, remarca Gomis. En este sentido, explica que, cuando se trata de playas vírgenes con un sistema de dunas naturales, “el nivel del agua podrá subir, pero aún habrá playa”. Sin embargo, “si tienes un paseo marítimo detrás, esto no puede suceder”.
Gomis subraya también la necesidad de tener en cuenta la falta de recursos hídricos a la que se enfrenta esta autonomía –y que ya han denunciado científicos, activistas y políticos– y que jugará un papel fundamental en el futuro turístico de Baleares. “Estamos en una situación en la que las islas ya no dan a basto para poder mantener la demanda de agua”, indica. De hecho, el archipiélago recibió en 2019 unos 13,6 millones de visitantes internacionales. En este sentido, Murray considera que “transportar 13 millones de personas ‘low cost’ no será viable”.
Al igual que el activista sueco Andreas Malm, Murray detecta paralelismos entre lo que está siendo la pandemia del coronavirus y lo que será el clímax del cambio climático. “Se culpará a los gobiernos por no haber hecho nada para frenarlo”, sugiere este experto, que estima que el problema es que se esté hablando ahora de esos temas cuando ya es tardísimo: “Las organizaciones y los científicos llevan 40 años advirtiendo”. Pese a ser consciente de la dificultad de hacer futurología, Murray sí se atreve a pronosticar un futuro “kamikaze”, que en el caso de las compañías aéreas podría empezar a notarse a partir de 2030.
“Es kamikaze o suicida, porque toda la dinámica social de las islas está ligada a la ‘salud’ económica del sector turístico, y esto es algo que se ha visto con la pandemia”, clarifica este experto. De la misma forma que este debate ha ido asomando la cabeza entre los residentes del archipiélago desde que el coronavirus comenzó a copar la actualidad informativa, Murray cree que se trata de un mecanismo que “tiene los días contados”. Por esto defiende la necesidad de reaccionar, aun a pesar de que el tiempo de actuación “es cada vez menor”.
A la espera de conocer el porvenir de uno de los destinos vacacionales favoritos de España, los expertos vislumbran un futuro “borroso”. “Hemos entrado en una espiral de contradicciones muy grande, en la que todo tiene una repercusión inmediata sobre el tejido económico y laboral”, destaca Murray, que critica que todo bascule sobre una producción turística en masa. Según datos de la Conselleria de Modelo Económico, Turismo y Trabajo, Baleares sumó alrededor de 22.000 plazas hoteleras nuevas entre 2015 y 2019. “Si incluyes viviendas turísticas, sale una cifra brutal”, añade.
“La producción turística, tal como está articulada, solo puede funcionar si es con volúmenes extraordinarios, porque si no el sistema colapsa”, explica Murray. En este sentido, clarifica que, cuando aumenta la competencia entre los diferentes destinos turísticos, se reducen los márgenes de beneficio y, la forma de ‘solucionarlo’, es aumentando el rendimiento. “Esto vuelve a ser otra contradicción, porque durante los últimos 60 años, las crisis se han resuelto con un incremento de la capacidad de producción”, censura.
Parafraseando otra vez a Malm, este profesor de la UIB lamenta que la sociedad actual habite en el “siglo de las emergencias crónicas”. “Después de la del coronavirus está la del cambio climático, y vendrán otras, como la de la biodiversidad y la del combustible”, describe. “Es un símil de la fábula de los hermanos que metían cada vez más leña a la maquinaria para que el ferrocarril fuera más rápido”, explica Murray. Para evitarlo, científicos y académicos piden soluciones transversales, que tengan en cuenta que se trata de un asunto socioclimático.
Suena La vie en rose, de Édith Piaf, en un restaurante español de tapas y vermuts en el que el plato más solicitado, a las 12.00 de la mañana, es un bagel con salsa holandesa. A escasos metros de las conversaciones sobre buceo que se escuchan en esta terraza de primera línea, se encuentra el puerto de...
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