NOTAS DE LECTURA XVI
Contra la interpretación
“Una novela replica el mundo, no lo interpreta, el mundo contiene demasiadas cosas para poderlas interpretar”
Gonzalo Torné 4/09/2021
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ATROPELLO. La moralina es algo muy mal visto en literatura. A una novela se le permite ser “moral” en la medida que las acciones y las palabras de los personajes echen a rodar problemas “éticos”, y que los expongan en toda su complejidad mucho antes de empezar a resolverlos. Una novela que adelante su solución (o que se despliega para darle la razón) es tan molesto como ver una película con el director al lado dándote codazos. Grandes novelas morales, como las de Iris Murdoch, nos ofrecen una materia palpitante de cuestiones y problemas “éticos” sin mensaje y a veces sin resolución clara. La maquinaria narrativa se detiene como se detiene la vida: sin una sentencia en firme. Son novelas que pasan por encima del entendimiento y de la interpretación, como la propia existencia cuando nos arrastra el remolino de su barullo. Nos dejan atónitos, sobrepasados ¿Qué está pasando? ¿Cómo hemos terminado aquí?
MENSAJE. Preguntarle a una novela por su “mensaje” se parece a preguntarle a un león por su “dieta”. Una novela debería renunciar a muchas de sus capacidades, derivadas de su extensión (complejidad, incertidumbre, ambigüedad, posiciones encontradas) si quiere limitarse a transmitir un “mensaje”. ¿Si el mensaje puede expresarse en un lema o en un juego de pocas frases, para qué se nos obliga a atravesar páginas y páginas durante horas? ¡Menudo egocentrismo! La sensación es tan insatisfactoria como escuchar a una filarmónica, plegada sobre sí misma, renunciando a su poder, siguiendo la melodía de una canción pop.
CONTRA LA INTERPRETACIÓN. Tengo serias dudas de que las novelas se puedan interpretar en el sentido en que la academia emplea el término: como si una lectura atenta o especializada fuese capaz de extraer los principios básicos de los que deducir todo su funcionamiento. Que la agote de manera parecida a como las leyes ópticas suprimen los comportamientos sorpresa en una región de la naturaleza. Las novelas ofrecen conocimiento (a veces incluso sabiduría) pero no entendimiento. Son un pedazo de “mundo” arrojado allí, chorreando de confusión, complejidad y ambigüedades. Conocemos la novela porque la hemos atravesado (y nos palpita en el cerebro) pero no por eso la entendemos. También conocemos algo más de un país cuando pasamos una semana allí, pero, ¿lo entendemos? ¿Qué supondría entender un país? ¿No sería un propósito tan absurdo como entender la vida, contenerla en un discurso o en unas leyes?
VÍAS DE MORALINA. Damos por hecho que la moralina se cuela en el “mensaje” de la novela, o si el novelista es algo más sutil, en la exposición del Tema. La moralina estaría pegada en el elemento estructural del libro: un contenido coherente que se nos suministraría en una sola dosis. Una manera (un tanto ilegítima) de cortar el juego de la interpretación. Pero lo cierto es que la “moralina” se introduce en las novelas de manera continua por un ángulo más modesto que el Tema: las observaciones del narrador. Cuando el narrador no confía en el relato, cuando el autor no está seguro de que el lector contrarreste las opiniones y los gestos de unos personajes con otros, cuando quiere dejar clara su postura sobre todo, evitar los engaños y la incertidumbre, cuando se asoma al abismo de las múltiples lecturas y regresa aterrorizado, desesperado por controlar la “interpretación” , o cuando le puede la vanidad y asoma, y se deja ver escribiendo y quiere dar su opinión sobre lo que está pasando (“no vayan ustedes a pensar”)... entonces la moralina entra a chorros a cada pocas páginas. Y la lectura se parece a una cena en un restaurante donde cada pocos minutos el cocinero nos vertiese algo de dulce en el plato.
UN JUEGO DE RÉPLICAS. Una novela replica el mundo, no lo interpreta, el mundo contiene demasiadas cosas para poderlas interpretar. El entendimiento es una facultad inocente: se siente más poderosa cuando menos conoce. Cuanto más conocemos más tienden las líneas aparentemente rectas de la investigación (hacia el entendimiento) a doblarse, a cruzarse, a establecer relaciones inesperadas, a formar un laberinto. Como réplica del mundo la novela también está llena de demasiadas cosas para recogerlas todas en una “interpretación”: pensamientos, emociones, descripciones, gestos, combinaciones mínimas de palabras. Elementos valiosos demasiado pequeños para que los retenga el cedazo de la interpretación, y que constituyen buena parte de la experiencia de lectura, y que se pierden (a menudo olvidadas poco después de leer, antes de terminar el libro). Si la novela expone un mundo de ficción como réplica del mundo (quizás como respuesta a la imposibilidad de interpretarlo), la crítica replica al mundo de ficción con otro texto (también como respuesta a que las novelas sean tan refractarias a la interpretación). Si la lectura es el medio que nos permite atravesar una novela, quizás la crítica sea la réplica a nuestra propia lectura. Una alegoría inteligible con la que contener la experiencia (amorfa) de recorrer una novela.
TENTATIVA. “¿Quién puede entender los mil hilos que unen las almas de los hombres y el alcance de sus palabras”. La frase de Carmen Laforet se lee como una respuesta (en forma de pregunta) a por qué escribimos y leemos novelas.
ATROPELLO. La moralina es algo muy mal visto en literatura. A una novela se le permite ser “moral” en la medida que las acciones y las palabras de los personajes echen a rodar problemas “éticos”, y que los expongan en toda su complejidad mucho antes de empezar a resolverlos. Una novela que adelante su solución (o...
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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