A BOCAJARRO
Bienvenido, Antoine
Para el Atlético el fichaje del francés es una noticia magnífica: el equipo de Simeone incorpora a un jugador en plena madurez, hipermotivado y con ganas de reivindicarse
Felipe de Luis Manero 2/09/2021
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Mucho Mbappé por aquí y mucho Mbappé por allá, pero al final el fichaje estrella del último día de mercado fue el de Griezmann por el Atlético. Cosas de los nuevos tiempos. A mí el francés me traslada, de algún modo extraño pero placentero, a mi adolescencia. Siempre había algún Griezmann en cada pandilla, no fallaba. Eran esos tipos peculiares, excéntricos, solitarios a veces, muy raritos. Solían tener aires de místico, entornaban los ojos cuando les hablabas. Podían tener rastas, montar en monopatín o tocar la guitarra, según la época y el contexto. No era meramente la imagen de un pintas –ese más bien era yo–, sino que en todo su conjunto había un mensaje flotando, un enigma. Eso es lo que parecía.
Y, claro, a primera vista te repateaban un poco, pues ese nimbo misterioso era una herramienta infalible para ligar. Entonces tú, en esas noches de desesperación y hormonas disparadas, intentabas imitarles y el resultado era más bien lamentable. Hasta que un buen día, sin saber por qué, decidías charlar un poco con ellos y te dabas cuenta de que en realidad no había pose, sino timidez. Y entendías que a lo mejor lo que se escondía tras esa catadura de extravagante rebelde era un tío tan vulnerable como tú. A mí al final me cayeron bien estos chicos, tenían gracia e ingenio, y no albergaban maldad alguna. Eso sí, había que conocerles.
Ese es Antoine, un niño volátil, impulsivo e intuyo con una necesidad de afecto y reconocimiento brutal. Creo que en su primera etapa en el Atlético, la afición no terminó de cogerle el punto. No ayudaron, desde luego, esos tormentosos veranos plagados de dudas sobre su futuro entre los que hubo incluso una suerte de documental financiado por su futuro compañero, Gerard Piqué. El experimento visual enfadó por igual a culés y atléticos, pero a mí me ayudó a comprender al jugador: Griezmann es así, no es un producto de marketing ni algo prefabricado, es un jugador especial, auténtico, transparente.
Se terminó yendo al Barça en busca de títulos y un mayor estatus, y se topó con el más absoluto vacío. A Griezmann le esperaban con ilusión en el Camp Nou en el verano de 2018, ese era el momento idóneo para Messi y compañía. Después todo se enfrió, el vestuario volvió a suspirar por Neymar, y al final al galo se le recibió con la cordialidad propia de las visitas incómodas.
En lo deportivo el cambio no podía funcionar. Griezmann era lo más parecido a Messi en el Atlético: tras algún desencuentro con Simeone, satisfizo su deseo de moverse con libertad en toda la zona de ataque, bajaba a recibir al centro del campo para participar casi en cada jugada, anotaba, asistía, disfrutaba. Era el verso libre, la armonía disonante de una recia marcha militar. Así vimos al mejor Griezmann, siendo referente y no secundario.
En el Barça eso era imposible porque ya estaba Messi –el original–, de modo que era Antoine el que debía acoplarse a un statu quo inamovible. Nunca lo consiguió, ni en la izquierda, ni en la derecha, ni como falso delantero. Siempre estuvo bajo la sombra de Messi, siempre pagando el precio de tratar de ser quien no era, siempre intentando justificar su fichaje. Su rendimiento decayó, su melancolía se expandió y, para colmo de males, los resultados no acompañaron: en dos temporadas únicamente ha conseguido una raquítica (al menos lo es para el Barça) Copa del Rey. En este tiempo, el Atlético ha logrado un título mayor –la Liga– en un contexto hostil debido a la pandemia.
Con la marcha de Messi pareció abrirse una rendija para Antoine. Pero nada. En estos pocos partidos de temporada hemos visto que este nuevo Barça sin apenas estructura busca cimentarse en Memphis Depay y Frenkie de Jong. El delantero neerlandés, sin disponer del fulgor de Messi, sí está emitiendo destellos interesantes. Y no solo en el área, sino que ejerce de canalizador y ejecutor a la vez, lo que dejaba sin apenas funciones a Griezmann.
Para el Atlético el fichaje del francés es una noticia magnífica: el equipo de Simeone incorpora a un jugador en plena madurez, hipermotivado y con ganas de reivindicarse, conocedor del hábitat colchonero y que seguro se beneficiará de este registro más ofensivo que ha venido implantando el técnico argentino. El Cholo estará tranquilo, además, porque por lo visto en el Barça al francés no se le ha olvidado defender: si las cosas se ponen feas, no pondrá reparos en arremolinarse en torno a su área, hombro con hombro junto a sus compañeros, como en los viejos tiempos.
Sé que gran parte de la afición colchonera anda algo fastidiada por la marcha de Saúl, uno de los jugadores con más peso emocional del vestuario. Pero la situación era insostenible: hoy por hoy, su posición está ocupada por otros que lo están haciendo muy bien. Ojalá vuelva reforzado. También sé que muchos le girarán la cara a Griezmann cuando salte al Metropolitano. No es mi caso. Estoy contento de que vuelva: siempre me cayó bien y –¡qué demonios!– me hizo batir mi récord de puntos en el Fantasy al marcar cuatro goles en un partido.
Mucho Mbappé por aquí y mucho Mbappé por allá, pero al final el fichaje estrella del último día de mercado fue el de Griezmann por el Atlético. Cosas de los nuevos tiempos. A mí el francés me traslada, de algún modo extraño pero placentero, a mi adolescencia. Siempre había algún Griezmann en cada pandilla, no...
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Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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