Tecetipos
Ni un perdón que pedir
Acertamos de lleno cada vez que cerramos filas en torno a mujeres, homosexuales o inmigrantes víctimas de quienes se dedican al lucrativo negocio del odio. No hay un centímetro que retroceder
Gerardo Tecé 10/09/2021
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Homofobia, delitos de odio, denuncias falsas
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Somos las cosas en las que creemos. Si un tipo cree fervorosamente en dios es muy probable que el domingo lo vean aparecer por misa de punta en blanco. Si otro cree en los beneficios del deporte, lo más seguro es que puedan verlo pasar por delante de la iglesia embutido en unas ridículas mallas y programando uno de esos relojes que le controlan a uno hasta el estado de ánimo. A las sociedades también les pasa. La nuestra cree en la convivencia y por eso la verán a menudo sacar las uñas y los dientes si un colectivo se ve azotado por la violencia. Es pura naturaleza y la naturaleza está blindada a prueba de fascismos. Si la falta de evidencias no tuerce el sentir religioso y el aspecto en mallas no le quita a uno del vicio del deporte, una denuncia falsa no hará que España deje de ser una sociedad solidaria.
Además de ser lo que creemos, también somos lo que sabemos. Y sabemos bien que los 748 delitos de odio registrados en lo que va de año en España no son una anécdota ni un cotilleo de programa matinal de Telecinco. Sabemos que las agresiones contra el colectivo LGTBI, disparadas un 43% en el primer semestre de 2021, son un buen motivo para sacar esas uñas y esos dientes. Acertamos de lleno cada vez que cerramos filas en torno a mujeres, homosexuales o inmigrantes víctimas de quienes se dedican al lucrativo negocio del odio. No hay un centímetro que retroceder ni un perdón que pedir por haber actuado como debíamos actuar en el conocidísimo caso de la denuncia falsa de Malasaña. Porque era lo que tocaba y porque, por desgracia, la historia era absolutamente viable. Si hubiéramos creído a pies juntillas la noticia de que Abascal deja su sueldo como caudillo de Vox para madrugar yendo a picar en la mina, señalarnos como pardillos hubiera tenido su lógica. Pero no por creer en una agresión homófoba.
No hagan caso de los piltrafillas de la ética. Haber reaccionado así sólo nos convierte en una sociedad sana. Y en juego está que lo sigamos siendo. Los buitres, que en la solidaridad no creen, pero sí creen firmemente en la carroña, hacen su trabajo como buenamente pueden. Hace unos días era el secretario general de Vox, Ortega Smith, asegurando que la agresión que nunca se produjo la habían cometido inmigrantes. Hoy es su líder en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, pidiendo que se derogue la ley contra la LGTBIfobia porque, total, ese problema no existe. Es la apuesta por el modelo húngaro consistente en desproteger a los colectivos odiados en nombre de una supuesta igualdad para dejarlos en manos de sus odiadores. Es sencillo: consiste en que una agresión a un homosexual por el hecho de serlo no tenga más castigo penal que una pelea de bar. De pelea de bar en pelea de bar, el homosexual decidirá ocultar quién es y cómo siente para que las peleas de bar “dejen de sucederle”. Se llama fascismo.
28 de mayo de 1998. Bartolín, concejal del PP en La Carolina (Jaen), entró por la puerta de un juzgado de Irún a las nueve de la noche visiblemente alterado y declarando que había logrado escapar de un secuestro de ETA. Según su relato ante el juez de guardia, doce horas antes había sido capturado en su pueblo, metido en un coche y desplazado hasta la otra punta de España por el Movimiento Vasco de Liberación Nacional, como le gustaba llamarlo por aquel entonces al líder del Partido Popular. El caso fue noticia a nivel nacional y las condenas se sucedieron hasta que se descubrió que Bartolín se lo había inventado todo. Además de compadecer al personaje, todos, incluso Ana Rosa, tuvimos claro que aquello no significaba en absoluto que los secuestros y atentados de ETA fuesen un invento. En aquella época existía la discusión política, pero todo el mundo tenía aprecio por su propia dignidad intelectual. Hoy, tenemos a la ultraderecha. La política y la mediática. Sembrando odio y amenazando con denunciar a quien diga que lo siembran. Repitiendo que no existen las agresiones por el hecho de ser homosexual o mujer y que son cometidas por inmigrantes. Incluso Bartolín y el chico de Malasaña demostraron tener más luces. Si mañana una persona vuelve a denunciar algo similar no se hagan los húngaros y la dejen sola.
Somos las cosas en las que creemos. Si un tipo cree fervorosamente en dios es muy probable que el domingo lo vean aparecer por misa de punta en blanco. Si otro cree en los beneficios del deporte, lo más seguro es que puedan verlo pasar por delante de la iglesia embutido en unas ridículas mallas y programando uno...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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