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Vamos a hacer un juego: primero has de cerrar los ojos y visualizar esa fantasía recurrente e inconfesable, esa fantasía irrealizable. Hablamos de sexo, por supuesto. Pero no quiero que me des detalles, como me dijo recientemente una mujer obesa en una playa nudista: aquí no se viene a eso. Este no es un relato erótico, vaya, me conformo con que tengas esa imagen en tu mente. Estás ufano, feliz, pero no nervioso: sabes que eso con lo que sueñas no sucederá jamás y eso, de algún modo, te tranquiliza.
Vale, cambiemos de planes: ahora imagina que sí, que por una conjunción de astros, una extraña concatenación de circunstancias, tu fantasía tiene visos de cumplirse. No solo tiene visos, sino que, si tú lo deseas, se cumplirá. Quienes quieres que sean los protagonistas de tu sueño húmedo te han dicho que sí, que será esta noche, que va a ser algo espectacular y que, claro, esperan que tú estés a la altura. Ya no estás tan tranquilo, ¿verdad? Sientes vértigo, alguna náusea esporádica y, en suma, un miedo atroz que te empuja a no acudir a la cita.
Bien, pues salvando las distancias, parece que a Simeone se le han cumplido casi todas sus fantasías futbolísticas de golpe. Hubo un tiempo no tan lejano en que la plantilla del Atlético menguaba de una temporada a otra, aunque los resultados deportivos invitasen a pensar lo contrario. Daba igual que se ganase algún título: los buenos se iban y, a lo sumo, se fichaban a otros que podían ser, con el tiempo, igual de buenos. Pero ahora no, ahora la plantilla del campeón ha mejorado de manera exponencial hasta convertirse en una de las más lustrosas de Europa y me atrevería a decir –teniendo en cuenta la coyuntura de los equipos españoles– que con una nómina de estrellas difícil de igualar en el campeonato nacional.
Las cosas han cambiado sobremanera para un entrenador que solía aglutinar aceradas críticas cuando alineaba su famoso cuatrivote, que no era otra cosa que juntar a cuatro centrocampistas de corte defensivo en la medular. Eso ha pasado a mejor vida, sencillamente porque ahora es prácticamente imposible que suceda. Los mediocampistas con un perfil tan marcado se reducen a tres: Kondogbia, Koke (puede actuar de pivote y de interior) y Héctor Herrera. Los demás jugadores son más proclives a la elaboración que a la destrucción y, en muchos casos, están ideados para mirar antes a la portería contraria que a la propia.
Existen muchos peros en el juego desplegado por el Atlético en lo que llevamos de temporada, pero nadie podrá ya tildar de conservadoras las alineaciones del Cholo. Como mínimo en cada partido conviven cuatro jugadores de marcada pulsión ofensiva, incluso más si las cosas se ponen feas. Ante el Milan, por ejemplo, el técnico colchonero priorizó de manera absoluta el ataque total sobre el equilibrio, haciendo coincidir en el campo a Lemar, de Paul, Griezmann, João Félix, Correa y Luis Suárez.
“Los juntamos a todos, como alguna vez me han pedido, pero no es fácil”, explicó después Simeone. He ahí el meollo de la cuestión: al Atlético se le lleva reclamando desde hace años que dé un paso adelante, que deje de especular, que se quite la etiqueta de equipo defensivo y abonado a las victorias pírricas. Y, cuando la confección de la plantilla es idónea para colocarse en el otro extremo, en el del fútbol alegre y despreocupado, la cosa no fluye.
A Simeone, que ya cambió en parte la fisonomía de su equipo la pasada temporada, le está costando engarzar las piezas y los propios futbolistas no acaban de despegar. La confusión es tal que se están desvaneciendo las señas de identidad históricas del conjunto dirigido por el argentino. El equipo se muestra frágil en las jugadas defensivas a balón parado (Espanyol y Alavés le marcaron de córner), extrañamente enclenque en la disputa de duelos y con un ritmo alarmantemente bajo cuando es el rival el que sube las revoluciones. Esto último se vio de forma clara en la primera media hora de San Siro, donde el cuadro colchonero se vio apabullado por un animoso Milan. Los errores individuales, asimismo, se suceden con demasiada frecuencia: Oblak, Giménez, Felipe… nadie ya parece fiable.
En la otra mitad del campo la situación no es más alentadora. Al Atlético le cuesta horrores encontrar rendijas cuando los rivales se cierran y le niegan los espacios: la circulación es lenta, las ideas están acartonadas, las jugadas son previsibles. Ahora mismo, pues, el equipo rojiblanco, con la mejor plantilla al menos que yo alcanzo a recordar, se encuentra en un limbo gris, donde parece haber olvidado qué tipo de equipo era y todavía no ha decidido el equipo que quiere ser.
En fin, que todo estaba preparado para una gran bacanal, todo dispuesto para que la fantasía, por fin, se llevase a cabo. Pero de momento la cama sigue hecha, impoluta, sin una sola arruga, y en esa habitación no hay ni rastro de lujuria. Habrá que seguir esperando.
Vamos a hacer un juego: primero has de cerrar los ojos y visualizar esa fantasía recurrente e inconfesable, esa fantasía irrealizable. Hablamos de sexo, por supuesto. Pero no quiero que me des detalles, como me dijo recientemente una mujer obesa en una playa nudista: aquí no se viene a eso. Este no es un relato...
Autor >
Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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