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Mucha gente considera que el proceso de deconstrucción no es su responsabilidad y que supone gastar tiempo y recursos. Seguramente si compráramos una casa de segunda mano, que en su momento se entregó con gotelé y ha pasado por veinte años de capas de pintura, haríamos el esfuerzo de alisar las paredes, pero a nuestra salud mental le exigimos menos que a las cosas materiales.
La deconstrucción intenta poner de manifiesto que gran parte de lo que pensamos y cómo nos comportamos no se trata de quiénes somos, sino de quién creen los demás que somos, qué apariencia nos exige el Estado y los medios de comunicación para ser válides en el conjunto de la sociedad. Esas voces externas truncan nuestra forma de mirar, porque son perspectivas sesgadas que heredamos y reaprendemos desde una serie de jerarquías que aniquilan todo lo que se salga de esos comportamientos englobados en la colonialidad/eurocentrismo. El afrofeminismo y los autocuidados me han enseñado que no debemos aguantar las cargas que nos han impuesto, y es nuestro deber cuestionarnos constantemente esas formas de mirar sesgadas. La Medicina Moderna es hija del conocimiento Occidental positivista e ilustrado de los hechos y su demostración. Quitarle capas de pintura y alisar sus paredes es tarea complicada. Pero hay grietas, en las que las mismas herramientas que ayudan a analizar la calidad de un artículo científico y ponderar su aplicación en el mundo real, conocidas como Lectura Crítica, cuando se les aplica una visión decolonial o deconstruida, nos permiten ver más allá de la información que nos llega desde las Academias.
The Lancet ha difundido los resultados de un estudio de seguimiento restrospectivo de cerca de 4.500 pacientes transgénero atendidos en un centro especializado en Amsterdam durante cinco décadas (1978-2018). Se compara la mortalidad de las personas trans en proceso de transición hormonal pre-reasignación de sexo, con la mortalidad de las personas cisgénero por las mismas causas en esa época, además de buscar si el tratamiento hormonal está relacionado con la mortalidad observada en esta población. La aparición del artículo en una de las revistas de mayor impacto médico supone una validación de la problemática que afecta a las personas transgénero, y debemos aplaudir ese hecho por sí solo. Los resultados son devastadores: las mujeres y hombres trans tienen el doble de probabilidad de muerte por todas las causas evaluadas como VIH-SIDA, muerte de origen cardiovascular, cáncer, otras infecciones y causa no natural —suicidio, principalmente— respecto a la población general; y lo más aterrador, que la mayor mortalidad de esta población no ha disminuido con el tiempo y el mayor acceso a tratamientos de calidad para la infección VIH ni por la teórica mejora en la calidad de vida de esta población. Con los datos obtenidos, el tratamiento hormonal no parece relacionado con el aumento de las cifras de mortalidad.
Al desglosar el artículo, el 90% de les pacientes incluides son blanques, que son las personas que acuden a este centro de Amsterdam, a pesar de la imagen de población mestiza postracial que nos exportan desde Holanda. Inmediatamente después surge la pregunta de en qué circunstancias acuden las personas trangénero racializadas y por qué no tenemos ningún dato o referencia. También destaca que los datos se presenten en cada grupo transgénero con su homólogo asignado al nacimiento y el reasignado, sustentándose en el discurso biologicista de ser hombre o mujer, aun cuando el artículo afirma que el estilo de vida es determinante en esta mayor mortalidad observada. Entonces, ¿cómo han definido la población cisgénero con la que se compara? Apenas detalles sin importancia, que hemos aprendido a no ver.
Mucha gente considera que el proceso de deconstrucción no es su responsabilidad y que supone gastar tiempo y recursos. Seguramente si compráramos una casa de segunda mano, que en su momento se entregó con gotelé y ha pasado por veinte años de capas de pintura, haríamos el esfuerzo de alisar las paredes, pero a...
Autora >
L. Elisa Cebrián Sale
Licenciada en Medicina por la Universidad de Valladolid. Especializada en Medicina Intensiva. Activista afrofeminista, disidente sexual. Colaboradora en radio y medios digitales sobre música, cine y literatura.
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