El mundillo flamenco de los años 60 y 70 es irrepetible, por muchos motivos, buenos y malos. Los flamencólicos tenemos razones para echar de menos unas décadas donde se nos caía el cante de los bolsillos, pero no es menos cierto que las penurias que pasaban los flamencos de entonces no son las de ahora. En aquellos maravillosos años, lo mismo se corrían una juerga de tres días, que los trincaba la policía por lo que fuera y acababan en el calabozo. Lo mismo se las veían con los señoritos carniceros, que con los primeros guiris que empezaron a llegar al país. Igual te cantaban para los comunistas clandestinos, que para los papas del Palmar de Troya. Fueron unos años apasionantes, terribles, excesivos y con unos contrastes vitales inasumibles entre la alegría y la tortura, la esperanza y el abatimiento, la vida y la muerte, todo junto, embozado en el mismo cante.

La historia que vamos a contar hoy, que algunos considerarán una narración necesaria y otros tildarán de farsa partidista, es un intento de acercarnos a aquella época para hacer memoria histórica flamenca y social. Se podía haber contado de otra forma, quizás, pero lo importante es andar el camino con las herramientas que uno tiene. Ojalá comencemos entre todos a hacer acopio de las historias orales de aquella época y a sacar otras tantas de debajo de las piedras, las alfombras y las cunetas, sobre todo ahora que los tiempos avanzan hacia el temporal. Tras meses de charlas, pesquisas, palos de ciego, consultas, auxilios, desesperaciones y euforias con la grabadora en la mano, hoy os presentamos un Café de Silverio muy, muy especial.

Comienza con una letra de Moreno Galván que cantaba José Menese:

Fue sentenciao Juan García 

a golpes de mosquetón.

Primera noche de agosto

sin jueces ni defensor.

Y nosotros nos preguntamos: ¿Quién mató a Juan García?

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