La Vita Nuova
La no solución como solución
El gas ha inutilizado las proyecciones económicas para 2022 y 2023. No hay lectura del futuro. Sí del pasado. Todo arranca en 1975, cuando Esp hizo una de las peores descolonizaciones del mundo
Guillem Martínez 7/11/2021
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
– UNA FOTOGRAFÍA DE LA ÉPOCA. Mad. Gran vía. Otoño. Frío. Y, se diría, Navidades. No se cabe. Parece la locura humana de, lo dicho, Navidades. Es el paisaje humano que no solo se ha recuperado tras la pandemia, sino que, esa es la sensación térmica, omite la pandemia. No existe ese estado de ánimo en ningún otro sitio del Estado. Por las aceras saturadas avanza el Mad del norte, que siempre va muy puesto. Estas semanas viven enfrentados al gran problema costumbrista del Mad millonetis del siglo XXI. Sigue siendo el del XX. El encendido de las calderas centrales, ese eterno debate sin solución, que se repite cada año. Cuando las calderas centrales –esto es, la calefacción común y colectiva; no existe eso en su caos y orden fuera de Mad– se encienden y se apagan, nunca se hace a gusto de todos los vecinos. Lo que crea cierto pitote. Entremezclado, pero lejos, con otro frío y otra calefacción, también avanza por las aceras el Mad del sur, que viene o aprovecha el cambio de turno para comprar cosas bonitas. Comprar es una ceremonia cotidiana y aparatosa en Mad. Tras la liberación horaria, hace años, puedes comprar hasta muy tarde e, incluso, en domingo. Las leyes son también cambios de mentalidades. Fundamentalmente, tal vez sean solo eso. Comprar así, como posibilita la ley, es una suerte de identidad, una suerte de casa adosada para personas sin casa adosada. Una sensación de pertenencia a un optimismo, nunca verificado. En las aceras hay muchas personas sudamericanas, que nos enseñan el camino. Son una metáfora –otra; diferente– de la clase media. Se agarran a ella con las uñas. Pero con flexibilidad, con una sabiduría aprendida dolorosamente. Tienen estudios y voluntad de permanencia a esa clase. Y permanecen en ella, inmigrando, limpiando suelos y cuerpos, desplazándose, yendo, volviendo. Todas esas cosas que ves sin ver, suelen ser la época. Una época es apurar un vaso, hasta que te das cuenta de que se ha acabado.
Mad no es Esp. Es más determinante. Ahí se ubica el poder, el cuarto poder, el económico. Y una cosmovisión ciudadana hegemónica y, en otro orden de cosas, atroz
– LA CALEFACCIÓN CENTRAL DEL PP. El PP Mad es el objeto que más ha determinado la mentalidad Mad. Como el procesismo –esa forma de vestir, de vivir, de hablar–, pero con mayor intensidad, duración y profundidad. Y desparpajo y seguridad personal. El PP Mad ha hecho cosas arriesgadas, que en otras zonas hubiera significado abandonar la ciudad en globo. Lo último: la gestión de la pandemia. El procesismo, que quiso emular a Mad, solo lo consiguió en menos de un mes. La C.A. Mad apenas ha gastado, porque apenas ha gobernado. Los gastos extraordinarios los ha asumido el Estado, que también ha asumido la severidad, el mal rollo, la cara de enterrador. El resultado aparente es que el núcleo humano con mayor mortandad pandémica –incluso por encima de Lombardía– vive alejado de la percepción de la muerte. También de la de la vida, en una vida que suple la vida. Es luminosa y carece de muerte. Es la vida abocada a las compras, a las adosadas, a los objetos. Es el neoliberalismo radical del PP Mad. Un modo de vida. Exitoso. Inexportable en su desmesura. Es difícil entender cómo esa cosmovisión se ha impuesto en la C.A. Pero es fácil entender que es de difícil contagio. Son demasiadas contradicciones como para hacerlas jugar en todo el Estado sin pulverizar la estabilidad a corto plazo. Esp no aguantaría otro Aznar, imagínense esto otro. De ese éxito –local– y de ese fracaso –estatal–, nacen las tensiones entre el PP Mad y el PP Génova. Son antiguas. Se formularon con Esperanza Aguirre, que estuvo a punto de ir a la guerra con Rajoy. Hubo, de hecho, tiros. Pero se aplazó la batalla. Por problemas legales –periódicamente el PP Mad va al trullo–, y por problemas políticos –sólo puede haber una gran Guerra Cultural por temporada; la de aquel momento era imposible de superar: Cat–. Esa guerra dilatada, aplazada, latente, que ahora vuelve, es entre un PP contra el Estado –esto es, contra cualquier forma de límite; ético y judicial–, y entre otro PP de Estado –un PP que sabe que no se pueden obviar las estructuras; sin estructuras que gobernar no hay gobierno–. Tradicionalmente gana el PP de Estado. Tradicionalmente, viene un gallego y manda parar. Hace más de 100 años que Esp es un producto gallego. Por lo que sea, siempre hay un gallego que consigue imponer que el mejor cambio es su ausencia. Pasa hasta en el PSOE. En su último Congreso ha llegado a Moncloa lo que queda de su último gallego: los descendientes cognitivos de Pepe Blanco. En esta ocasión, está por ver si gana el PP Mad/Ayuso. Lo está haciendo a los puntos. Ha conseguido la inmortalidad, a cambio de compartirla con otro cargo, aún por designar, de Génova. Es mucho. Pero también es poco. Es ser reconocido como especie, pero también es admitir que se compartirá el timón con una especie extraña. Un gallego. La partida avanza. Como siempre que no hay solución, se tira para adelante. Es más costoso tirar para adelante que ensayar una solución. Pero es la tradición local. Sobre lo costoso: PP Génova ha perdido la ocasión que brinda la unidad y la serenidad ante un problema goloso, sensible de ser instrumentalizado con virtuosismo. La –gran– crisis gubernamental por la Reforma Laboral (RL).
– LA CALEFACCIÓN CENTRAL DEL PSOE. La RL ha sido reformateada. Una negociación casi conclusa se ha vuelto a abrir. En otro sitio, más próximo a la antigua RL, la del PP Génova. Habrá, así, dos mesas de negociación. Una, con los interlocutores sociales. Otra –y esta es la novedad–, previa y posterior a esas reuniones, será entre el Gobierno de coalición. Se dice rápido. Puntos abordados y pactados, como la flexibilidad –esto es, su límite–, o como la ultraactividad de los convenios –un aspecto calificado por CC.OO. y UGT como lesivo en la anterior reforma–, se volverán a someter a negociación. Es decir, se les da un chute y un meneo para reformularlos a la baja. Habrá varios rounds. No será un paseo. Pero la iniciativa y el juego de piernas, esta mañana a primera hora, es gubernamental. Esto es, de una región del Gobierno de coalición no presente en UP. Ni en PSOE. Es otro partido que, por lo visto, gobierna por encima de los otros dos. La Tercera Vía, según se sube a la derecha. Algo distanciado de PSOE, de UP, por un lado, y de PP Mad, por otro. Pero cercano a PP Génova. Un neoliberalismo, esa forma de escupir por el colmillo, que no escupe por el colmillo, sino que alude al Estado y a la responsabilidad de Estado que bla bla bla. No es la primera vez que ocurre en esta legislatura. Ocurrió, pongamos, con el IMV. Ocurrió con el último aumento del SMI. Hay algo en la política que impide asumir la política. En el caso de la RL, algo que impide asumir, con todas las letras –o, incluso, con la mitad de todas las letras– lo acordado por escrito en el Pacto de Gobierno. Hay dos regiones del Estado que no admiten la política. Una es el Deep State, que se concentra en cosmovisiones de las derechas. La otra es la economía, sin Deep. Se concentra en Europa. PSOE y PP Génova no tienen ningún problema con ello. La economía es un problema político, deslocalizado en Europa. Eso es, básicamente, lo que sucedió en 2008. Es más costoso tirar para adelante que ensayar una solución. Pero es la tradición local.
– LA CALEFACCIÓN CENTRALIZADA. Los PGE han superado su primer trámite. El más aparatoso. ERC ha ayudado a sacarlos para adelante. A cambio de un pacto en la Ley Audiovisual, que permita cierta cuota explícita de lenguas oficiales en productos Netflix, por ejemplo. Esp es el único Estado continental de Europa. El mayor con mayores lenguas oficiales, entre ellas el cat, una lengua con más hablantes que, pongamos, el danés. Lo que orienta a que el tema lenguas tendría que estar cerrado y normalizado hace décadas. Tendría que haber no solo una normativa, sino una costumbre ante las lenguas oficiales. Tras la primera votación de los PGE, el PSOE ha emitido que, en efecto, algo se hará al respecto en las plataformas audiovisuales. Pero que ese algo no será una cuota. Es más costoso tirar para adelante que ensayar una solución. Pero es la tradición local. El otro punto importante es que, con su voto, ERC hizo algo trascendente. Abandonar el procesismo. Nunca lo hará de forma explícita y solemne. Y volverá periódicamente. Puede hacerlo, pues el procesismo no es un corpus político, sino dramático. A diferencia del independentismo Mad –efectivo, certero, contra el Estado; y poseedor de una épica cotidiana: las compras, las cañas– solo posee léxico, pero ninguna agenda efectiva. Ni riqueza con la que plantear enfrentamientos sostenibles. El gran motor de riqueza, de promoción social, que hoy posee Cat, es el sueldo de sus instituciones. ERC es, aún así, la zona más dúctil e inteligente del compendio procesista. CUP –una izquierda declarativa; una amenaza que planea en UP si sale muy chunga la RL– y Junts –una derecha soberanista, esencialista, en la estela de las nuevas derechas 2.0; Vox y una parte de PP y C’s, pero en otra cultura– votaron lo mismo que Vox ese día. El Gobierno debería hacer más por su aliado. Es más costoso tirar para adelante que ensayar una solución. Pero es la tradición local. Lo es también, por otra parte, en Cat.
– LA CALEFACCIÓN. Volvamos a la foto inicial. Mad no es Esp. Es más determinante. Ahí se ubica el poder, el cuarto poder, el poder económico. Y una cosmovisión ciudadana hegemónica, divertida, vitalista y, en otro orden de cosas, atroz. Por la Gran Vía unos avanzan cabreados con el presi de escalera, que ha encendido, antes o después de lo deseable, la calefacción central. Otros –es muy posible que aún no hayan conectado sus placas eléctricas– avanzan intentando no pensar en los recibos de la luz que recibirán durante los próximos cinco meses. Está por ver lo que pasa con el gas –el de las calderas centrales, el de las centrales eléctricas– este invierno. El gas ha inutilizado las proyecciones económicas para 2022 y 2023. No las hay. Es decir, no hay lectura del futuro. Pero sí del pasado. Todo arranca en 1975, cuando Esp, que aún detenta la soberanía sobre el Sáhara, un territorio incorporado a Marruecos, hizo una de las peores descolonizaciones del mundo. Esa descolonización solo ha aportado inestabilidad a la región. Una región en la que esta semana –la información es confusa– ya ha habido bombas. Marruecos habría bombardeado a Argelia, proveedor de gas de Marruecos y de Esp. Peligra el suministro. Peligra la Gran Vía. En 1975 fue más costoso tirar para adelante que ensayar una solución. Es la tradición local.
– UNA FOTOGRAFÍA DE LA ÉPOCA. Mad. Gran vía. Otoño. Frío. Y, se diría, Navidades. No se cabe. Parece la locura humana de, lo dicho, Navidades. Es el paisaje humano que no solo se ha recuperado tras la pandemia, sino que, esa es la sensación térmica, omite la pandemia. No existe ese estado de...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí