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—Hola Marx, perdona que te interrumpa, ¿qué estás leyendo?
—En defensa de la razón. Contribución a la crítica del posmodernismo, del profesor Francisco Erice, que me está interesando mucho.
–¿Y de qué va?
—Pues de lo que ya el título adelanta: de la razón como instrumento de conocimiento y como fuente de orientación práctica frente a la emoción y la mera voluntad.
—Muy razonable, entonces.
—No, razonable no. Razonable es la razón plegándose a lo conveniente o a las conveniencias subjetivas de una persona o grupo social. Aquí la razón se contempla en tanto facultad que hace posible el actuar desde el conocimiento para extraer de la realidad todas sus potencialidades. El estudio de “lo posible” como arma solidaria de la emancipación intelectual y social. Me gusta y sobre todo me interesa.
—¡Ah! Como aquello de Lenin de que no llega con tener razón sino razón en el momento oportuno, que a mí me suena un poco como reivindicación del oportunismo.
—¡Ay, Menos! Cómo te gusta retorcer las citas para sacarle brillo a tu cómodo escepticismo.
—No, Marx, no. Yo simplemente procuro mostrar ese contrario que todo y todos llevamos dentro, tal y como nos enseñó el maestro Hegel.
—Vale, pues aplícalo también a ti mismo, que estás hecho un postmoderno.
Como aquello de Lenin de que no llega con tener razón sino razón en el momento oportuno, que a mí me suena un poco como reivindicación del oportunismo
—¿Y eso es malo?
—Malo no, peligroso. Erice lo resume con mucho acierto como la actitud intelectual que cuestiona el pensamiento racional y la ciencia considerándolos formas de dominación, impugna el papel de la razón en el proceso de construcción del conocimiento, otorga al lenguaje un papel generador casi absoluto y defiende una visión del mundo basada en las diferencias, la contingencia, las fracturas y la discontinuidad.
—Y tú lo condenas al fuego eterno.
—Yo no condeno a nadie, simplemente señalo los argumentos que en el libro se ofrecen. Entiendo además que ese postmodernismo, hoy ya una actitud intelectualmente bastante ajada, desempeñó un papel que en su momento (en ese momento del que hablaba Lenin) nos obligó a todos, a mí incluido, a pasar por una especie de reválida o examen que sirvió para revisitar teorías y predicamentos. Una obligación muy positiva a la hora de evitar dogmatismos y catecismos.
—¿Y aprobaste?
—No sabría decirte. El tribunal, es decir la historia en marcha, sigue reunido y valorando. Para algunos miembros del jurado no dejo de ser un amigable espectro.
—Lo dices por Derrida.
—Bueno, por Derrida y compañía. Cada lectura e interpretación depende de las circunstancias en que las obras son leídas. La posmodernidad me leyó en tiempos marcados por la derrota política de aquellos proyectos de transformación social que en él se inspiraban. Desde esa derrota las lecturas del marxismo tienden a perdonarme la vida o a tener que disculparme por no haber ponderado de manera suficiente en aquel entonces la opresión patriarcal y social de la mujer o la capacidad destructiva de la producción en su relación con la naturaleza.
—No seas rencoroso. Yo diría que todo lo contrario. Desde Althusser a Rancière, pasando por Agamben, hablan siempre de la vitalidad de tu pensamiento, de la validez de tu metodología, de la gran envergadura social de tus trabajos, y como prueba de la fertilidad de tu obra señalan los muchos marxismos posibles que de ella se desprenden.
—Sí, hasta podría decir que por hablar hasta se habla de un marxismo contra Marx.
—¡Qué exagerado! ¿Contra qué Marx crees que se habla?
—Pues de aquel que hablaba de la propiedad privada como origen de las miserias que en el mundo son y han sido. O del que interpretaba la dictadura del proletariado (Klassendiktatur des Proletariats) como paso obligado en la transición al socialismo.
—Hombre, Marx, la dictadura del proletariado la ha cuestionado, aunque declare que tu mirada sigue arrojando comprensión y luz sobre los principales problemas de nuestro mundo, hasta esa vicepresidenta comunista del actual gobierno que me parece que mal no te cae. Según ha escrito, todo se limita a un problema de malas traducciones en las que el término de dictadura no se corresponde con el sustrato exacto de tus tesis.
Malos tiempos para la izquierda cuando lo que debería ser un momento colectivo se personaliza en una sola figura
—Con Yolanda Díaz hemos topado, amigo Sancho, por más que hayamos tratado de esquivarla. Malos tiempos para la izquierda cuando lo que debería ser un momento colectivo se personaliza en una sola figura. Pero es indudable que a su alrededor se ha ido generando una expectativa y un horizonte. Estamos en tiempos en los que lo electoral parece haberse comido toda estrategia de cambio y transformación y eso explicaría la razonable prudencia semántica de la vicepresidenta.
—¿Prudencia o cobardía? Porque la revisión de ese punto por parte de los partidos comunistas no deja de ser un sometimiento al chantaje de la ideología burguesa que el marketing electoral sin duda representa.
—Pudiera ser eso simplemente, y mala cosa sería. El comunista que no se atreve a ejercer de comunista suele ir a parar a los brazos de lo que ahora llaman el populismo de izquierdas. La tentación de sustituir la razón por lo razonable. Pero creo que es demasiado pronto para emitir un juicio al respecto. Más que juzgar palabras debemos juzgar hechos. Y de momento no deja de ser cierto que le ha dado protagonismo al mundo del trabajo rompiendo, al menos en parte, el monopolio del Parlamento como eje de la política.
—Y de la “emocionante” visita al Papa, ¿nada que decir?
—Aquí diría aquello de “con los cristianos hasta la muerte, pero ni un paso más allá”, que, por no tener, no tengo ningún deseo de ir a parar a ningún paraíso. Pero de cristianos, pontífices y comunismo si quieres hablaremos la próxima semana, que ahora lo que quiero es seguir leyendo.
—Hablaremos.
—Hola Marx, perdona que te interrumpa, ¿qué estás leyendo?
—En defensa de la razón. Contribución a la crítica del posmodernismo, del profesor Francisco Erice, que me está interesando mucho.
Autor >
Constantino Bértolo
(Navia de Suarna, 1946) ha sido editor de Debate y de Caballo de Troya y ha ejercido como crítico y agitador cultural en diferentes medios. Es autor, entre otros libros, de 'La cena de los notables' (Periférica) y de '¿Quiénes somos? 55 libros de literatura del siglo XX' (Periférica). Ha publicado sendas antologías de Karl Marx ('Llamando a las puertas de la revolución', Debolsillo) y de Lenin ('El revolucionario que sabía demasiado', Catarata). Es militante del Partido Comunista de España.
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