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Hubo un tiempo en el que los partidos entre el Real Madrid y el Atleti eran encuentros entre dos equipos madrileños que se citaban en un campo de fútbol. Dos aficiones vecinas, enconados rivales deportivos, que enfrentaban sus filias y fobias en torno a un balón. Era bonito. Así lo describían las crónicas. Así lo relataba la radio. Así lo mostraba la televisión. Desgraciadamente, eso era antes. Ahora no es así. Ahora los partidos del Real Madrid son solamente partidos del Real Madrid. Punto. Enfrente, lo que hay es normalmente “otro” equipo, independientemente de que viva en la misma ciudad o que, fíjate tú, sea el actual campeón de liga. La perspectiva del mundo oficial es siempre la misma. Pase lo que pase, porque es la única que importa. La buena. La que vende. Es la que describen las crónicas. Es la que relata la radio. Es la que muestra la televisión. Un ejemplo. Movistar, empresa de la que soy cliente y a la que pago una nada desdeñable cantidad de dinero por seguir los partidos del Atleti, ha estado los últimos quince días mandándome mensajes que me invitaban a animar al Real Madrid durante el derbi. Y así todo. El entorno mediático resulta tan asfixiante en estos días de furia, que cada vez me da más pereza escribir la crónica de lo acontecido sin comenzar con un párrafo como éste, pero no he podido evitar colocarme en la perspectiva del “otro”. Sé que sabrán disculparme.
Con todo, el fútbol, afortunadamente, se sigue jugando sobre el césped y ahí conviene centrarse. Y ahí es también donde la escuadra madridista se ha impuesto esta vez. Podremos sacar valoraciones, juzgar los momentos clave o analizar lo que ha ocurrido en los 90 minutos de partido, pero la realidad es que el marcador final mostraba un contundente 2-0 que es muy difícil reprochar.
El partido se entiende en torno a dos ejes que se cruzan: el del rigor táctico y el de la mentalidad
Más allá de los goles, que normalmente suelen explicarlo todo bastante bien, el partido creo que se entiende en torno a dos ejes que se cruzan. El primero viene marcado por el rigor táctico y el desempeño deportivo. El segundo estaría gobernado por la mentalidad. En el primero los dos equipos estuvieron bastante más igualados de lo que refleja el resultado. En el segundo, en el de la cabeza, lo que vimos fue prácticamente los extremos antagónicos de una única realidad. Ahí estuvo la clave. El Real Madrid es ahora mismo un equipo subido al tren de la confianza; uno que juega con la autoridad del que cree que todo le va a salir bien, y le sale. Por el contrario, el Atlético de Madrid es ahora mismo un equipo carente de confianza, que juega con el miedo del que sabe que un error puede ser letal, y lo es.
El Atleti empezó bien el partido. Bastante bien, diría yo. Con la presión muy adelantada, intentando jugar en campo contrario, cerrando bien la banda izquierda y trazando una especie de red en torno al siempre imprevisible Benzema. Lo que tenía enfrente era un equipo bien posicionado, muy bien entrenado, que concedía poco y que rezumaba peligro en cada acercamiento. Así transcurrió la mitad de la primera parte. Sin sustos. Entre los recovecos que dejaba la táctica y la falta de ocasiones. Hasta que llegó un error de bulto del capitán colchonero; un Koke que está muy lejos de su mejor forma y que se está convirtiendo en un insospechado talón de Aquiles para el equipo. Una perdida infantil en el centro del campo provocó un contraataque madridista en superioridad, que la frágil defensa rojiblanca no supo defender y que acabó en gol de Benzema. Los de Ancelotti no habían hecho mucho más que su rival, era de hecho su primer disparo a puerta, pero eso es el fútbol de élite. El Atlético de Madrid no puede pretender competir a ese mismo nivel ofreciendo errores tan groseros cada domingo.
A partir de ahí, lo que vimos fue una buena versión del actual Real Madrid; un equipo de claro corte italiano, que defiende bien, que concede poco (o nada) y que hace de la efectividad su fuerte. Y conste que lo digo como un piropo y no como un reproche, por mucho que la publicidad oficial suela catalogar de rácana (o indigna) esta misma opción, cuando es el rival el que la elige.
El que esto escribe seguía viendo igualdad más que otra cosa tras el primer gol, pero el Atleti se encargó de desequilibrar el panorama regalando otro error de bulto
El partido siguió por esos mismos derroteros a los que se unió una excelente (y envidiable) gestión del balón con el marcador a favor por parte de los madridistas. Los de Simeone intentaron cambiar el statu quo con la entrada en la segunda parte de un João Felix que se mostró muy incisivo, pero ahí apareció el mejor jugador del partido: un Courtois que evitó con sus paradas que el cuadro colchonero se metiese en el partido. El que esto escribe seguía viendo igualdad más que otra cosa, pero el Atleti se encargó de desequilibrar el panorama regalando otro error de bulto. Felipe salió a presionar fuera de sitio y eso generó un nuevo contraataque letal que acabó con un disparo de Asensio a la red. Y se acabó el partido.
El Real Madrid disparó tres veces a puerta y metió dos goles. El Atleti disparó seis veces a puerta y no consiguió inaugurar el marcador. Las ocasiones de los rojiblancos llegaron tras jugadas en las que hubo que sudar sangre. Las ocasiones blancas llegaron después de errores infantiles de su rival. Es decir, puede que aquí esté resumido el partido.
Ahora llegarán las cuentas de la lechera, la diferencia de puntos y el soñar con otras competiciones, pero creo que sería un error. Decía Cicerón que nadie que confía en sí mismo envidia la virtud de otro y ese debería ser el lugar hacia el que caminar. Mi sensación es que el gran rival del Atlético de Madrid, ahora mismo, no es otro que el propio Atlético de Madrid.
Hubo un tiempo en el que los partidos entre el Real Madrid y el Atleti eran encuentros entre dos equipos madrileños que se citaban en un campo de fútbol. Dos aficiones vecinas, enconados rivales deportivos, que enfrentaban sus filias y fobias en torno a un balón. Era bonito. Así lo describían las...
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