En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Un ejército con los mejores soldados, los de mayor pericia y valor, es endeble si no tiene quien le guíe o no cuenta con un líder y un estratega eficaz. Cerremos los ojos e imaginemos, como si de un juego se tratase, que los estadios de fútbol son campos de batalla, que los jugadores ejércitos y que un partido es un combate librado para avanzar posiciones y ganar la guerra. Alcanzar la victoria pasa siempre por saber jugar tus bazas, sean pocas o muchas y para liderar un ejército no sirve cualquiera.
Aníbal ha sido el único ser humano capaz de atravesar los Alpes con un ejército en el que convivían elefantes, caballos y hombres y lo hizo consciente de la dificultad, eligiendo, además posiblemente, el camino más difícil con el fin de evitar emboscadas. Aníbal, día tras día, fue consciente de que la clave del éxito radicaba en saber insuflar a los suyos una esperanza y que debía hacerlo cada mañana, antes de emprender de nuevo la marcha. El gran líder hacía a sus muchachos mirar a lo lejos. Dejaba que contemplaran la belleza de las aguas del río Po allá en la distancia y ante tal espectáculo, les alentaba para que avanzaran un tramo más y olvidaran el cansancio, el hambre y lo arduo de la travesía que les esperaba otra vez.
Lo difícil no es llevarlo a cabo un día, ni dos, ni tres. Lo difícil es hacerlo uno tras otro, tras otro, y tras otro y que tus soldados te sigan creyendo, sigan confiando en ti. Y más difícil aún es hacer que vuelvan a cruzar los Alpes cuando, tras haber conseguido llegar a Roma, no pudieron entrar. Eso es ser un héroe, eso es ser el mejor adalid posible, ese, señoras y señores es, dando por válido el símil bélico, el Cholo Simeone.
Llegó a un equipo con demasiados elefantes, desmoralizado y abandonado al desdén. Miró el camino que tenía por delante y comprobó que estaba hecho de riscos y montañas infranqueables y elevadísimas. Entonces, echó la vista atrás, vio a su ejército cabizbajo, les llamó, los llevó al borde del precipicio y les señaló el Po rodeado de riveras verdes y bellas, allá a lo lejos. Entonces alzó la voz para que sonara firme y resuelta y les habló: “Si querés shegar hasta ashá, tenés que cruzar los Alpes”. Y los cruzaron. Vaya que si los cruzaron.
El Cholo Simeone no sólo ha conseguido, año tras año, hacer que su discurso cale en sus pupilos, algunos de ellos, por cierto, siguen escuchando la misma prédica desde hace mucho tiempo, sino que ha sido capaz de hacer que se lo creyeran una temporada tras otra y ha logrado que mantengan en él la misma fe. Y eso es muy, muy, muy difícil. Hay que tener muchísimo carisma, estar dotado de un poder de persuasión fortísimo, porque si no, el discurso perderá fuerza con el paso del tiempo y los guerreros ya no se motivarán de igual modo.
La afición somos la retaguardia, la que empuja por si flojean las primeras líneas, la que mantiene la moral alta, la que resiste y vigila
Una de las ventajas con las que ha contado Diego Pablo Simeone ha sido, sin duda, la afición. Los seguidores atléticos se motivan, por supuesto, como todas las aficiones del mundo, con los éxitos de su equipo, con las victorias, pero un factor que juega a su favor es la contemplación de la derrota como una de las posibles variables del juego. Eso no significa que no les guste ganar, ni que en el campo de batalla no sigan creyendo que se puede derrotar al contrario no, eso significa que si su ejército pierde siempre puede intentarlo otra vez si mantiene alta la moral y sigue confiando en sus posibilidades. Porque la afición, y el Cholo lo sabe, somos la retaguardia, la que empuja por si flojean las primeras líneas, la que mantiene la moral alta, la que resiste y vigila para que no lleguen ataques por detrás.
Los que han llegado nuevos, los que se afiliaron al olor de los laureles, llegan, a veces, a dudar de la valía del comandante en jefe, pero es porque desconocen su trayectoria, no se han parado al borde del precipicio para contemplar a lo lejos las riveras del Po. Han llegado cuando su ejército ya estaba sitiando Roma. Por eso es normal que duden, no es extraño que ante los vaivenes de la guerra se sientan flaquear y crean que su paladín y sus estrategias ya están caducos, que están superados, pero no tienen razón, se equivocan, porque a sus motivos les falta perspectiva. Están en su derecho de dudar, por supuesto, incluso de hacer oposición, pero desde aquí les aseguro que quien nos llevó hasta donde nos encontramos en estos momentos puede hacerlo y lo hará una y mil veces. Yo confío en el comandante de mi ejército como el primer día, porque como dijo Livio en su Historia de Roma: “Enfrente estaba Aníbal, un general completamente diferente, con un ejército diferente, formado de modo diferente”.
Un ejército con los mejores soldados, los de mayor pericia y valor, es endeble si no tiene quien le guíe o no cuenta con un líder y un estratega eficaz. Cerremos los ojos e imaginemos, como si de un juego se tratase, que los estadios de fútbol son campos de batalla, que los jugadores ejércitos y que un partido es...
Autor >
Juan Luis Cano
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí