RESEÑA
Cayetana en la corte de los mediocres
El libro de la exportavoz del PP es, ante todo, el compromiso político de una política que elude la autocrítica. Parece la autobiografía de una estrella de rock cuando cumple los sesenta años
Alejandro Zambudio 7/12/2021
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Cayetana Álvarez de Toledo es un verso suelto. Su trayectoria como portavoz del Partido Popular se saldó con varios cadáveres políticos en las cunetas de su partido y el descrédito de su líder, un Pablo Casado que terminó cortando su cabeza política ante el riesgo de insubordinación dentro de su partido. En Políticamente indeseable, su libro de memorias, Álvarez de Toledo se muestra combativa y alejada de los dogmas y fanatismos. No asume la época en la que vive, a la que considera “frívola y vacía”. Políticamente indeseable es, ante todo, el compromiso político de una política que elude la autocrítica. Parece la autobiografía de una estrella de rock cuando cumple los sesenta años. Llegó haciendo ruido al Congreso de los Diputados: se convirtió en el bastión de un Pablo Casado que, casi cuatro años después de su elección como presidente del Partido Popular, aún no sabe si tiene que viajar al centro para ganar las elecciones o esperar a que Santiago Abascal le diga qué es lo que hay que hacer. Cayetana no soporta la superficialidad de los tiempos que le ha tocado vivir. Detesta profundamente el 15-M al que define –parafraseando a Raymond Aron cuando vio las manifestaciones de Mayo del 68– como un carnaval. La exportavoz del PP identifica los sucesos de Sol con todos los males de la izquierda actual: relativismo, la disolución de las jerarquías y, sobre todo, la fragmentación del sujeto oprimido en millones de categorías identitarias distintas.
Entre Ayuso y Álvarez de Toledo hay muchas coincidencias: las dos son víctimas de Teodoro García Egea y ambas ven la política como un juego de suma cero
Cayetana se gusta cuando escribe y le da al lector lo que quiere. Cuenta cómo se sintió engañada por un Pablo Casado que le pidió que fuera la artífice de una política más dura con la izquierda. A Teodoro García Egea le califica de “mediocre” y “superficial”. Una cohabitación dura entre una brillante chica cosmopolita y un señor de Murcia que juega a Talleyrand. A Cayetana le sorprende que el número dos de un partido político sea como Teodoro. Parece obviar que las formaciones políticas –especialmente, los de larga trayectoria como es el caso del PP– están llenos de mediocres apparatchiks que se dedican a hacer de perros de presa del líder. Álvarez de Toledo relata que se sintió engañada: le prometieron que podría ser la misma de Libres e Iguales y ella solo vio dentro de su partido la misma sumisión a la izquierda y la capacidad de convertir las victorias parlamentarias en derrotas. A Casado lo tacha de “bienqueda” y de empatía variable: “Un camaleón emocional que busca adaptarse a su interlocutor”. Esto entronca con lo que cuenta Ágatha Ruiz de la Prada sobre Álvarez de Toledo y su fascinación por el poder masculino: Álvarez de Toledo contactó con Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos y Arcadi Espada, quienes quedaron prendados inmediatamente de esta Isabel Archer de ascendencia porteña, y le ofrecieron dar el salto a los medios de comunicación y tener allí su espacio.
Dentro de las consideraciones que la autora hace de su vida parlamentaria, critica la falta de altura del Congreso de los Diputados, obviando que ella llamó a Pablo Iglesias hijo de terrorista. Durante su trayectoria como portavoz, atacó personalmente a sus adversarios. Utilizó a menudo la falacia del hombre de paja para desfigurar los argumentos de sus contrincantes. La exportavoz del PP ama el espectáculo: tiene la actitud de quien está acostumbrado a ser mirado. Precisamente por eso puede criticar el feminismo y la “ideología de género” como lujos de una sociedad infantil en vez de pararse a analizar la realidad de millones de mujeres en España y en todo el mundo. Solo quien está “acostumbrada a caminar sobre mullidas moquetas” –Borja Sémprer dixit– puede permitirse el lujo de banalizar la lucha del resto. Cayetana es heredera ideológica de un Partido Popular que se rearmó ideológicamente gracias a un líder que pudo aunar a las diversas familias de la derecha sociológica dentro de su partido. Aznar se opuso a las bondades socialdemócratas, demostrando un anticomunismo nítido, elemental y una fascinación indudable por la derecha europea, diferenciándose del populismo de Hernández Mancha. Cayetana Álvarez de Toledo define en su libro a la presidenta de la Comunidad de Madrid como “una líder nacional”. Entre Ayuso y Álvarez de Toledo hay muchas coincidencias: las dos son víctimas de ese Fouché de provincias que es Teodoro García Egea, no tienen reparo en buscar el conflicto y ambas ven la política como un juego de suma cero. Sin embargo, son las diferencias lo más reseñable de las nuevas damas de la derecha: Ayuso representa a la España que reniega de los intelectuales. Es una snob. El esnob tiene fama de hipócrita, pero, en realidad, es consciente de que sabe menos de lo que debería. Su reciente aparición en El Hormiguero al ritmo de Personal Jesus de Depeche Mode le ha valido el título de rock ´n’ roll star por parte de sus periodistas afines. Ayuso está sabiendo hacer de La Movida el reverso amable del 15-M, presentando los ochenta madrileños como símbolo de la modernidad. Dentro de su visión de la capital de España no hay memoria histórica ni nada que se asemeje al pasado: solo las luces brillantes del futuro que aquilatan la pésima gestión sanitaria, los hospitales colapsados, los ancianos muertos en las residencias y una educación concertada que segrega a los ciudadanos. En una época en la que en política los ciclos más cortos vulgarizan las pasiones de un sector importante de la población –Ayuso es consciente de ello–, Cayetana aún sueña con las grandes narrativas de la Ilustración, huyendo del “identitarismo”, mientras que Ayuso, en su batalla cultural, ha hecho del orgullo madrileño y de sus chulapos su seña de identidad.
En relación con el liberalismo, escribía Tocqueville en De la democracia en América que el pensamiento liberal fue posible en Europa porque en el siglo XVIII la sociedad había alcanzado tal nivel de complejidad, que las clases altas tuvieron que facilitar la creación de grupos que compitieran pacíficamente entre sí para evitar el riesgo de anarquía. El liberalismo europeo fue fruto de unas élites más inclusivas que se adaptaron, poco a poco, a los cambios sociales. Dos de las grandes coyunturas críticas de la modernidad como la Revolución Industrial o la francesa, apenas tuvieron arraigo en España por culpa de nuestras élites. Como consecuencia de ello, el liberalismo en nuestro país naufragó en el siglo XIX, y desapareció prácticamente de los grandes debates del siglo XX. En el siglo XXI partidos como UPyD y Ciudadanos intentaron rescatar el espíritu de Suárez y de la UCD. Pero fracasaron. La línea dura que Rosa Díez siguió durante las negociaciones del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con ETA la alejó de la moderación. El conflicto catalán finiquitó la carrera de un Albert Rivera que quiso competir con el PP y Vox distanciándose, una vez más, del anhelado centro del tablero político. ¿El resultado? El severo castigo que Ciudadanos recibió en las elecciones del 10 de noviembre de 2019.
En Políticamente indeseable, Cayetana, como muchos de sus referentes periodísticos, muestra poco interés por temas como la violencia de género, la transición ecológica, el paro juvenil o la política internacional. Es cosmopolita en cuanto a influencias intelectuales, pero provinciana en sus diagnósticos. Tanto en Europa como en Norteamérica, los liberales están ampliando su visión de los acontecimientos, conscientes de que el mundo actual se desvanece. Se habla de la necesidad de un nuevo New Deal que revitalice el sistema. Joe Biden, un veterano halcón del Partido Demócrata, está adoptando políticas progresistas; Macron y los conservadores en Alemania abrieron la puerta a nacionalizar empresas si la pandemia lo requería. Diarios como The Economist en sus editoriales abogan por hacer reformas profundas dentro del sistema y por llevar a cabo políticas económicas más expansivas.
El libro muestra la enorme distancia que existe entre el pensamiento liberal español en relación con el europeo o el norteamericano
El pensamiento liberal español, sin embargo, sigue anclado en los mismos debates que la Generación del 98. Políticamente indeseable muestra la enorme distancia que existe entre el pensamiento liberal español en relación con el europeo o el norteamericano. No se trata solo de defender las libertades, sino también de hacerlas posibles.
Cayetana Álvarez de Toledo es un verso suelto. Su trayectoria como portavoz del Partido Popular se saldó con varios cadáveres políticos en las cunetas de su partido y el descrédito de su líder, un Pablo Casado que terminó cortando su cabeza política ante el riesgo de insubordinación dentro de su...
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Alejandro Zambudio
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