Crónicas partisanas
Un hub de talento para Pablo Casado
Al líder del PP le da igual que no haya ningún niño que se haya quedado sin hacer pis por no saber catalán. Lo que quiere es que sepamos todos que ha dicho “coño” en el Parlamento
Xandru Fernández 19/12/2021
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“Las startups son las cooperativas del futuro”, declama en una reciente entrevista Carme Artigas, Secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. Como cualquier profecía que se precie, esta viene rodeada de pompa y circunstancia. Cual tormenta perfecta, se confabulan tres singularidades que le dan sentido, a saber: a) la dimisión del ministro de Universidades, Manuel Castells, b) la detención de media docena de huelguistas en la Bahía de Cádiz y c) Pablo Casado en sí mismo. La primera es un acto de voluntad individual, la segunda un acto de poder, la tercera una desgracia natural. La voluntad individual siempre obedece en última instancia a motivos privados y los actos del poder suelen responder a razones inextricables que huelen a arbitrariedad, de modo que tanto una como los otros acaban provocando reacciones fugaces, de aplauso o indignación, pero fugaces. Las desgracias naturales, en cambio, tienen consecuencias permanentes. La primera, en el caso que nos ocupa, es que Pablo Casado tiene que convivir consigo mismo, sin escapatoria posible. Solo eso ya debería conmovernos. La segunda es que Pablo Casado puede llegar a convertirse en presidente del gobierno de España, y eso ya no mueve a compasión sino a vergüenza y terror. Da escalofríos y sonrojo a la vez. Es como si te asesinara un tipo tan ridículo que, mientras te mueres, lo que más te preocupa es que la gente se entere de quién te mató.
En términos de vergüenza ajena, no hay mucha diferencia entre las perlas verbales de Pablo Casado y las de Carme Artigas. La gran diferencia es que las de Pablo Casado se entienden. Las de Artigas, no. Dudo, de hecho, que haya gran cosa que entender en la aseveración de que “las startups son las cooperativas del siglo XXI porque son las empresas más democráticas que existen”. Ha pasado poco más de una semana desde que Better.com, una startup valorada en unos 7.000 millones de dólares, despidiera por videoconferencia a 900 trabajadores. Supongo que a continuación se les pidió que puntuaran la calidad de la transmisión y en eso consistiría la democracia. Lo que no impide que la secretaria de Estado se duela, no de esos democráticos despidos, sino de la falta de empatía de una mayoría social incapaz de comprender el sufrimiento que acarrea dirigir una empresa montada gracias a los contactos de papá y mamá y con el apoyo de un business angel al que se recompensará con ventajas fiscales de seis ceros (mientras los trabajadores recibirán un revoltijo de stock options y la satisfacción de ser parte de un hub de talento).
Es justo a esa mayoría social a quien va dirigido el delirante discurso de Casado, y es una lástima (para él) que ese discurso vaya acompañado de su rostro, sus gestos y su voz, pues de no ser por todo eso sería un discurso ganador. A Casado le da igual que no haya ningún niño que se haya quedado sin hacer pis por no saber catalán. Le da igual que no se le entienda nada cuando habla de bollos y carteles en euskera. Lo que quiere es que sepamos todos que ha dicho “coño” en el Parlamento. Ha sido un aviso: si le cabreamos, lo mismo mañana dice “caca”. Casado quiere que sepamos e interioricemos que él encarna lo contrario de todos esos sabios que pululan alrededor del gobierno como Artigas y Castells. Gente de la que uno se ríe y a la que uno teme por la misma razón: porque no se les entiende. Lo de menos es si a unos no se les entiende por la complejidad de lo que dicen y a otros porque no dicen nada que tenga sentido: la capacidad de discriminar entre un tipo y otro de discurso es algo que no cotiza al alza en el mercado de valores del milenarismo trendy que profesa la mitad del gobierno de España. Casado tiene las de ganar porque recoge el hastío de los que no entienden qué producen las startups que sea más valioso que el acero, el aceite de oliva o la electricidad. Puede que no engañe a nadie, que le traicionen sus aspavientos de niño pijo, que represente un escalón tan bajo en la pirámide de las habilidades sociales que nadie en su sano juicio quiera sentirse representado por él. Pero es solo cuestión de tiempo que alguien más astuto le copie la estrategia y lo haga bien. Esa será la startup ganadora de la derecha y habrá nacido con las bendiciones de la izquierda.
“Las startups son las cooperativas del futuro”, declama en una reciente entrevista Carme Artigas, Secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. Como cualquier profecía que se precie, esta viene rodeada de pompa y circunstancia. Cual tormenta perfecta, se confabulan tres singularidades que le...
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Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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