TEJIDO SOCIAL
La reforma laboral o el optimismo de la voluntad
Amaya Olivas Díaz 23/12/2021
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Ahora que Gobierno, patronal y sindicatos acaban de firmar la nueva reforma laboral, merece la pena recordar la escena que da comienzo a Las nieves del Kilimanjaro, de Robert Guédiguian: tras la enésima reconversión industrial, los trabajadores de una empresa ubicada en el puerto de Marsella realizan un sorteo para elegir quiénes serán despedidos.
Michel resulta prejubilado. Representa el arquetipo de sindicalista honesto y comprometido. Guiado por unos fortísimos valores de solidaridad e igualdad, ha trabajado por su organización, ha cuidado a su familia, y todo ello dentro de una comunidad obrera que, durante mucho, mucho tiempo, estuvo orgullosa de su identidad, así como de las conquistas económicas y sociales conseguidas.
Pero su local, el del sindicato CGT, se muestra en la escena bastante deteriorado: parece el símbolo del progresivo derrumbe del Estado del Bienestar, tras las sistemáticas ofensivas neoliberales basadas en el recorte de gastos sociales y el correlativo aumento del beneficio privado.
Michel parece aceptar de relativo buen grado su nueva situación. Sus compañeros y amigos lo celebran, y le regalan un viaje a Tanzania junto a su compañera de toda la vida, Maire-Claire, que constituye el símbolo de la gente decente. Atenta en todo momento a remediar la fragilidad, encarna la ética del cuidado y la alegría de la entrega.
Este escenario va a verse interrumpido por la desmesura de un gesto violento. La pareja es atracada en su propio hogar, y el causante es “uno de los suyos”: Christophe, un joven que resultó despedido en el sorteo. Paradigma de “las afueras de la vida”, la precariedad, la estigmatización, el fracaso escolar, el desarraigo… La haine, seguro que la recuerdan; Chavs, seguro que también.
Y todos ellos son la gente pobre de la que hablaba Víctor Hugo.
El Estado español tiene unos índices de precariedad del 75% en menores de 25 años, un 67% en población migrante, un 54% en mujeres, y un total del 48% en el conjunto de asalariados. La clase trabajadora ha devenido en trabajadores pobres: aquella que, aun teniendo uno o varios empleos, se sitúa por debajo del umbral de la pobreza.
Es indudable que la capacidad de una labor sindical fuerte en el espacio social propicia un mayor nivel de protección de los derechos sociales. Hemos, sin duda alguna, de reconocer su labor, pero no perder la capacidad crítica con respecto a la brecha que se ha abierto desde hace tiempo entre los trabajadores como Michel y Christophe.
A primera vista, Christophe nos genera rechazo. La irracionalidad de su ataque sacude la conciencia de cualquiera. Pero también nos golpea comprender que su acción está movida por la desesperación más absoluta. Necesita el dinero del atraco para cuidar a sus dos hermanos pequeños.
Comida, vivienda, salud, educación.
Porque ni las redes sociales, ya sean estatales o sindicales, que sustentan a Michel y a Maire-Claire, existen para Christophe.
Y el discurso de Christophe, cuando interpela a nuestro hombre bueno, no deja de ser una proclama ética, llámese libertaria o comunista: ¿Acaso no hubiera sido mejor haber estudiado la situación de cada uno de los trabajadores, en vez de llegar a un sorteo que deriva en un acuerdo posibilista?
La película avanza retomando a Jaurés. El vínculo entre el individuo y el colectivo es, por mucho que se empeñen en negarlo los Chicago Boys, inescindible. No cabe ética que no tenga en cuenta a la comunidad. Ninguna gestión empresarial de la persona sustituirá la alegría inmensa de los saberes y afectos compartidos.
Michel y Maire-Claire trascienden el trauma del episodio violento con una mirada amplia que encarna los ideales más hermosos de la humanidad. Intentando encontrar una respuesta, comprenden que el agresor es en realidad la parte débil de la historia.
Y, homenajeando al poema de Víctor Hugo, intentan esconderse el uno al otro que han intentado hacer todo lo posible para traer a la casa común a los hermanos pequeños de Christophe.
No deja de ser curioso que ni los propios hijos biológicos de la pareja entiendan esta acción. A pesar de la educación recibida, están insertos en la lógica individualista que devora nuestras vidas. Haga como yo, joven, no se meta en política.
No dejan de ser terribles, igualmente, las reacciones de compañeros de la pareja que claman por una feroz venganza punitiva contra Christophe. Quizás estaría bien recordar la potencialidad transformadora de la mediación penal, pero de esto hablaremos otro día.
Resuena ahora la audacia de nuestra pareja poniendo en práctica el optimismo gramsciano de la voluntad. ¿O acaso la reforma laboral del 2012 no es cosa del pasado?
Ahora que Gobierno, patronal y sindicatos acaban de firmar la nueva reforma laboral, merece la pena recordar la escena que da comienzo a Las nieves del Kilimanjaro, de Robert Guédiguian: tras la enésima reconversión industrial, los trabajadores de una empresa ubicada en el puerto de Marsella...
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Amaya Olivas Díaz
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