Pedro Vallín / Periodista y autor de ‘C3PO en la Corte del rey Felipe VI’
“O Restauración o Perestroika. O volvemos cuatro pasos atrás o damos un paso adelante”
Guillem Martínez 5/01/2022
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Pedro Vallín (Colunga, Asturies, 1971) es periodista en La Vanguardia. Más concretamente, forma parte de la delegación de ese diario en Madrid, formada por corresponsales de guerra, extranjeros a la madrileñidad periodística, que emiten desde el DF Madrid, pero a dos metros del suelo y desde otro estado de ánimo. Su último libro es C3PO en la Corte del rey Felipe VI –Arpa, 2021–, un recopilatorio de artículos que trasciende el concepto recopilatorio. Reescritos, reordenados, matizados hacia una lógica de libro y de tema, vienen precedidos por un prólogo en el que se plantea momento histórico, crisis política y un sujeto del que se hablará y que será dibujado a lo largo del volumen. El Deep State, o Estado profundo, una bicha abandonada a su propia lógica, velocidad y brutalidad. Y que en los últimos años se ha metido en política. Hasta las cejas. Es la política. Una política emitida con normalidad desde ese biotopo comunicativamente extraño que es Madrid.
Madrid es un fenómeno. Una ciudad que determina Estado, política, información. Algo con más desmesura que París o Berlín. ¿Cómo se explica?
Germà Bel nos dio la pista.
Wala. Empezamos bien.
Bueno, el libro era muy bueno (Espanya Capital París. La Campana. BCN, 2011). Quizá fue la primera voz de alarma. Enric Juliana empezó a hablar por entonces de “turboMadrid”. Lo que pasa es que no sabíamos con qué intensidad ese fenómeno estructural y económico se iba a convertir en un fenómeno político feroz. Ese fenómeno Madrid nunca se había manifestado en etapa democrática con la virulencia que se expresa ahora. Tal vez porque son tiempos muy crudos, muy transparentes, se ha desnudado mucho este hambre de Madrid por comerse España entera. Creo que esto va a rebotar, de manera muy virulenta, en las próximas elecciones. Sobre todo en la España más interior. Ayuso es un fenómeno inexportable. Alguno de los sociólogos que frecuento me subraya que, con cada voto que gana Ayuso en Madrid, el PP pierde 12 en las mesetas. La muerte del bipartidismo, que sigue cayendo, es en alguna medida también la contestación a la exportación madrileña de política.
La Plataforma España Vaciada puede llegar tranquilamente a diez diputados
El Madrid como corte, no de cortesanos, sino de funcionarios, se formula y describe, en esos términos, por periodistas no madrileños, como tú.
Creo que fue Marx quien dijo que España no era propiamente un Estado moderno porque era una corte. Y es verdad que hay determinadas anomalías en Madrid que pasamos por alto. Como que no haya ni un solo medio estatal audiovisual radicado en otro sitio, si bien todos entendemos que el periódico más vendido en Italia se haga en Milán. Si tuviéramos un diseño político francés, todas estas excepciones tendrían más sentido y colisionarían menos. El problema es que aquí hay una cámara de eco madrileña, en la que se irradia el discurso político que impregna el país con un periodismo cortesano. Los chirridos que hace el sistema político tienen que ver con eso. Hay una triple crisis territorial ahora mismo. Por una parte está un diseño económico que no solo es centralizador, sino que fagocita el país. Luego está el diseño político, que crea 17 unidades territoriales, algunas que tienen cierto sentido histórico y otras inventadas. Y a todo esto se agrega un problema adicional: un sistema electoral provincial. Que ahora estamos viendo lo que significa: que de repente las provincias se pueden alzar. Que con 19.000 votos Teruel Existe se convierta en primera fuerza en su provincia. Vamos a ver cómo eso se repite en Jaén, o Soria. La Plataforma España Vaciada puede llegar tranquilamente a diez diputados. Ya veremos. El diseño económico, el político, el electoral, es un Frankenstein. No es viable. No es funcional. La crisis territorial está servida como una tormenta perfecta. Y en esto estoy de acuerdo con Iván Redondo: no hay ninguna posibilidad de dejar el tema territorial como está. O Restauración o Perestroika. O volvemos cuatro pasos atrás o damos un paso adelante.
¿Qué es el Deep State, ese concepto que parece unir a todos –los malos–?
Me esforcé mucho en matizarlo muy bien en mi libro. No hay que confundir las cloacas del Estado con el Deep State, que es un organismo sin cerebro que opere ni dirija. Es la inercia histórica de un Estado potente, que lleva medio milenio operativo. Su inercia es autopreservativa, como la de cualquier organismo vivo. De hecho se descontroló después del procés, porque se sintió amenazado en su supervivencia. Uno de los errores históricos, que espero que aparezca en los libros de historia como el mayor error de la administración Rajoy, fue desentenderse como Ejecutivo de la gestión del problema territorial con Catalunya, y soltar al Kraken, decirle al Estado que se ocupara del asunto. Y claro, el Estado se ocupa, pero como dijo aquel diputado vasco, el Estado es Estado, mientras que Social, Democrático y de Derecho son adjetivos. Es como cuando tienes perros asesinos para guardar la finca. Los sueltas, pero luego a ver quién va a recogerlos. Y eso es lo que estamos viviendo. El Estado profundo está descontrolado. Actuó con toda su virulencia contra el procés, pero ahora se quiere comer al legislativo y al ejecutivo. Sin ambages. Desde el TS se amenazaba hace unas semanas a la presidenta del Congreso. Ya vimos que la seguridad jurídica desapareció en quince minutos cuando el procés. Y ahora estamos a calzón quitado. Todo lo que hace el Gobierno es susceptible de ser impugnado por ilegal o anticonstitucional. Lo que me parece espectacularmente grave, y con consecuencias que ya veremos.
Emprender una reforma de la Constitución, negociaciones con ETA, sin el concurso del primer partido de la oposición, es muy complicado y salió como salió
¿El cambio, la Perestroika consiste en que el PSOE asuma que hay un Deep State que frena la democracia?
El PSOE asume eso.
Me refiero a que el PSOE exteriorice que hay un problema democrático con la Policía, con la Justicia, con los Altos Cuerpos, con la Casa Real…
Mi libro es un Quijote de Avellaneda. Es una segunda parte apócrifa del libro de Jaime Miquel La Perestroika de Felipe VI (RBA, BCN, 2015), en el que había una hoja de ruta perfectamente diseñada para que Felipe VI fuera el vértice de una modernización democrática del país. Algo que creo que todos asumimos que murió con el discurso del rey del 3 de Octubre de 2017. Claramente se vio que la Jefatura del Estado no sería la institución que empujara el proceso de modernización, sino más bien lo contrario.
Para acabar de liarla, todo el mundo carga con una posibilidad de optar por el Deep State a cuestas. Por ejemplo, ZP, al que vindicas en tu libro, abrió en su día la partida y la cerró de forma apresurada y poco edificante. Para la cosa catalana también emitió maniobras poco elegantes en el Consejo de Estado. La sensación es que, llegado a un punto, un político obligado a elegir entre política y Deep, parece que elige susto.
Pasó algo parecido con la Presidencia del Congreso cuando la presionó el TS. Con perspectiva, el intento de Zapatero fue notable. También es verdad que Zapatero tuvo que convivir con una cosa que no había ocurrido hasta entonces: el principio en el cual la derecha, si no gobierna, trata de derribar al Gobierno por ilegítimo. Emprender una reforma del modelo territorial, de la Constitución, negociaciones con ETA, sin el concurso del primer partido de la oposición, es muy complicado y salió como salió. Lo de ETA salió bien. Los nuevos estatutos de autonomía salieron, en principio, medio bien, pero luego el TC hizo su papel de Deep State…
Y, antes, ZP en Moncloa y el PSOE en el Congreso.
Este momento político que estamos viviendo reivindica mucho la figura de Zapatero. Es verdad que Zapatero tiene esa cosa del PSOE de cada día, la razón por la que los comunistas de este país lo que más odian del mundo mundial es al PSOE, esa forma de amagar pero no dar, de arrastrar los pies. Una de las cuestiones que, desde el punto de vista comunicativo, peor hace este PSOE en el Gobierno es entregar todo el capital de la socialdemocracia a UP, resistiéndose a las medidas que tiene en su propio programa electoral. A mí me fascina. Es cierto que están en el pacto del Gobierno de coalición firmado, pero muchas estaban previamente en el programa socialista. Desde derogar la Reforma Laboral hasta subir el salario mínimo. Sin embargo, se comporta con su socio de Gobierno como si hiciera las cosas a la fuerza porque esos están ahí. Les está regalando un patrimonio político. Lo que es absurdo. Sí, es un Deep State en pequeño. El PSOE hace esas cosas habitualmente, uno no sabe muy bien por qué. Debo decir que, como afirma Juliana, es el único partido de Estado en España. El PP es otra cosa. Una conjunción de intereses, más bien.
Me parece entender que en el libro señalas dos pruebas del algodón de la potencia e intensidad del Deep State. Una es que en 2015 se produce una mayoría electoral que no puede ser abordada hasta 2019, que se dice rápido…
Y nadie se escandaliza. A mí esos cuatro años en los que estuvo secuestrada la voluntad expresada por el votante me parecen un escándalo. Lo explicó con pelos y señales, si bien creo que se arrepiente mucho de haberlo hecho, Pedro Sánchez, en una entrevista con Jordi Évole: qué pasó y quiénes eran los actores principales que impedían que ese Gobierno se formara. Hemos pasado por ese periodo como si fuera lo más normal del mundo que, por cuatro veces, los españoles voten lo mismo y encarguen a dos personas la formación de un Gobierno, y que no.
…El segundo momento algodón sería el 1 de octubre de 2017.
Ese fue el día que se abrió la portilla para soltar al Kraken. Que ya andaba crecido. Mira, una de las cosas que negociaba todo el rato el PNV, tanto con el PP como con el PSOE, es la litigiosidad del Estado. Porque el Gobierno tenía noventa mil normas recurridas de todas la CC.AA., no solo de Euskadi o Catalunya. Se convirtió en una praxis habitual que no se discutían las políticas, se cogían las legislaciones autonómicas y se llevaban al TC.
Que se nos murió de tanto usarlo. Como el amor.
Y de cambiarle el cometido. Con la reforma de 2015 se desvirtuó completamente. El 1 de octubre de 2017 se caen muchas caretas. De repente vemos con toda su crudeza de qué estamos hablando cuando hablamos de Deep State. También es la policía dando mamporros.
Sin obedecer a ninguna orden, como la primavera.
Estando Pérez de los Cobos hay razones para dudar de ello. Con la boca pequeña, estoy convencido de que, en todo caso, aquello no fue voluntad de Soraya Sáenz de Santamaría. No pretendía regalarle, en absoluto, esas imágenes al independentismo. En Madrid, la gente del PSOE de Madrid, si tal cosa existe todavía, está muy preocupada por el hecho de que el comportamiento de la policía en Madrid tenga un cariz ideológico tan marcado. Tu vas con tus esvásticas a Chueca y la policía te hace el pasillo, mientras que 85 abuelas, delante de la Asamblea de Madrid, cobran de la policía a la que se acercan, como si las abuelas fueran peligrosos soldados soviéticos. Me consta, no se dice en los medios, que en el PSOE-Madrid hay mucha preocupación con estos comportamientos que, por decirlo de forma sutil, no son voluntad exactamente del Delegado del Gobierno.
No creo que la monarquía pueda caer en el medio plazo, si bien también creo que, si cae, vamos de cabeza a un primorriverismo
Señalas que el sello de este Kraken al que aludes es el 3 de octubre de 2017. Ese discurso del rey que, lo lees ahora, y es casi superfluo, pero que no lo es, no lo fue y no lo será. Es un antes y un después. Es, definitivamente, quemar las naves hacia un determinado sentido del Estado.
Entendiendo el sentido de orden que tiene el discurso, yo creo que con que hubiera tenido un párrafo más, haciéndose cargo del susto que tenían encima muchos catalanes, y muchos catalanes no independentistas, después de lo que había pasado, hubiera sido para bien. Es decir, hubiera ayudado a que no se abriera la fisura que se abre, emocionalmente, con la sociedad catalana, y también a que la política entendiera la señal porque, después de ese discurso, el PSOE retira una petición de comparecencia urgente y reprobación de la vicepresidenta del Gobierno. Es muy importante. Además, y de eso me doy cuenta también porque lo ves en redes sociales, el impacto de los palos de la policía el 1 de octubre tiene que ver con algo que no está escrito, que es que si tu eres un antifa, o sindicalista, o piquete, en un encuentro con la policía a lo mejor cobras. Pero si tú tienes una mercería y 75 años, y eres una señora que, digamos, sacas la basura todos los días, no te puede pegar la poli. Es algo que no está escrito, pero que todo el mundo entiende. Y lo que pasa el 1 de octubre es que cobran los que no tienen que cobrar. Y, claro, esto traumatiza a los catalanes. Y que no hubiera ni una palabra de empatía con esto, creo que es un error. El problema del discurso, y lo digo en serio, no es lo que dice sino lo que no dice.
¿Ese discurso es una decisión meditada de no liderar ninguna Perestroika?
Como no he hecho Casa Real nunca, nunca sé cuánto se puede atribuir al titular del Jefe del Estado o a los equipos.
Fue un discurso no solicitado por el Ejecutivo, escrito por la Casa Real.
Lo que no sé es si fue motu proprio del Rey o fueron sus equipos, que se alarman ante la descomposición de la unidad territorial del Estado. Entonces, no veo claro de dónde sale. Sí es verdad que se ha publicado en muchos sitios que el Gobierno no fue el que pidió a la Casa Real que saliera el Jefe del Estado a poner orden. Estuvo informado del discurso pero no fue una sugerencia que partiera del equipo de Rajoy y creo que les perjudicó, además. A mí me parece que se ha entrado en una fase, que me parece súper peligrosa. La institución está muy dañada, también por los comportamientos revelados del rey emérito. Pero no creo que la monarquía pueda caer en el medio plazo, si bien también creo que, si cae, vamos de cabeza a un primorriverismo. Aquí no hay una república naciente debajo o detrás de la institución monárquica. Creo que estamos, en ese sentido, en algo que recuerda un poco a los años 20: como se vaya Alfonso XIII tenemos a un Primo de Rivera. Vamos, esto lo tengo muy claro.
En tu libro señalas dos enfrentamientos contra lo Deep. Uno sería Podemos. Y ahí metes el 15M. Y otra sería el procesismo. Enfrentamientos lo son, ¿pero pueden ser, además, errores estratégicos?
Es que me cuesta mucho ponerme en la ucronía de cómo podían haber sido las cosas. Llego a pensar en que las cosas salen en la forma que las corrientes de fondo del país permiten que salgan. Que la hipótesis Podemos no haya llegado más lejos, básicamente tiene que ver, primero, con un hecho absolutamente contingente, que fue el balón al poste de las elecciones 2015-2016. Por el canto de un duro no se pusieron por delante del PSOE y, si se les hubieran sobrepasado, la historia sucesiva hubiera sido muy distinta. Ojo, no digo que mejor. Porque si nos ponemos en la hipótesis, con la operación esta de sumar Izquierda Unida, les hubiera salido ponerse medio punto o un par de escaños por delante del PSOE, y obligados a formar un gobierno con el PSOE, no sé qué hubiera pasado. Y no tengo claro que hubiera sido un periodo más manso que el que vivimos. También creo que, desde el punto de vista quizá un poco maquiavélico, el procés es una interpretación muy inteligente de Artur Mas de un fenómeno que se lo iba a llevar por delante. Es decir, el 15M sale a la calle en Catalunya, y hay que entrar en helicóptero en el Parlament…
Todo lo que se rompió a la izquierda del PSOE en el 15M es un espacio intacto, que ocupa cada vez más espacio, y estrecha el espacio del PSOE
Como en Saigón.
… Y Mas decide ponerse al frente de las masas y gritar: “Madrid tiene la culpa”. Y la verdad es que consigue, en primer término, parar el golpe. Es una interpretación política, por parte de Artur Más, virtuosa, quizá en un sentido un poco cínico de la política. En el caso de Podemos creo que pagaron la novatada. Que se instigó claramente, desde fuera, la descomposición del movimiento y, por supuesto, ahí concurrieron sus propios errores, también un “yoísmo”, un individualismo atroz, que en el libro comparo con el de las startup, esas empresas tecnológicas de nuevo cuño, esa obsesión por “yo también estuve en el garaje en el que se hizo el Macintosh”. Pero creo que evidentemente los dos procesos, los dos síntomas de agotamiento de los consensos del 78, que son la crisis territorial y la crisis material, que tienen una biografía muy distinta, han cometido errores. La diferencia es que en el momento en que Artur Mas se pone al frente de la manifestación el fenómeno cobra otra dimensión: ya no es un fenómeno de abajo arriba, que, para bien o para mal, Podemos sí lo es. Pero es que el procés catalán es otra cosa: está dirigido desde la Generalitat, con dos satélites de la sociedad civil, pero que están en el puente de mando, que son la ANC y Omnium. Entonces, en ese sentido, no se parece en nada con lo que ha ocurrido con Podemos. El fenómeno Ciudadanos, si lo consideramos en su dimensión estatal, también es un producto del 15M. Es decir, el 15M es el final de la vigencia de los consensos de la Transición. Me deprime mucho si hay que discutir si los consensos de la Transición fueron buenos o no. Sirvieron 30 años y yo creo que eso ya los califica de virtuosos. Otra cosa es que hubo un momento en el que dejaron de ser funcionales para el país y nadie se atrevió a abrir ese melón… Y de que no se abrieran esos melones viene, por un lado el 15M y, por otro, el procés. Los errores…. No sé, yo, en el momento en el que empiezan esas negociaciones muy locas sobre quién puede ser presidente de la Generalitat y quién no, y cómo se gira el eje de la política a un eje independentista-no independentista, al punto de que las CUP se integran en un Govern con la antigua Convergencia, ahí, para mi comprensión, todo deja de tener mucho sentido… Porque yo, en el tema de la nación soy como muy laico. De hecho, soy ateo respecto a la nación. Y entonces todas estas cosas de que los importantes somos los de aquí porque vivimos más cerca que de otros, como eje para la acción política me parece incomprensible.
Pues vete acostumbrando.
Sí, sí, puede ser. Pero en ese caso yo me hago portugués.
De la Perestroika, entendida como ventana de oportunidad, ¿qué queda?
La muerte del bipartidismo. Que no se haya sido capaz de construir lo que viene en unos términos, digamos, virtuosos, no significa que puedan seguir vigentes los viejos consensos. Los viejos consensos están muertos digan lo que digan. Una de las cosas que nos enseña, y no se ha dicho lo suficiente, el ciclo electoral de 2019-2020, con elecciones generales dos veces, elecciones autonómicas, elecciones municipales, elecciones gallegas, elecciones vascas y elecciones catalanas, es que el espacio que se abrió a la izquierda del PSOE con el 15M, no solo no ha menguado, sino que crece. Y cuando UP es incapaz de vehicularlo en las elecciones territoriales, aparece un BNG. Las Mareas y sus satélites pasan de ser segunda fuerza a quedar fuera del parlamento gallego y el PSOE de todo eso no hereda nada. Todo lo que se rompió a la izquierda del PSOE en el 15M es un espacio intacto, que ocupa cada vez más espacio, y estrecha, cada vez más, el espacio del PSOE, a pesar de que hayan ganado las elecciones, etc. Como el periodismo madrileño cacarea todo el rato que resucita el bipartidismo, también entiendes que, en un momento dado, el PSOE se sintiera tentado de repetir las elecciones en 2019 porque, claro, le estaban diciendo que iba a subir a 250 diputados. Pues yo creo que 120 diputados ya es lo más alto que pueden soñar, PP y PSOE, en cualquier elección, por lo menos, en la próxima década.
En cierta medida la Transición no es matar el Estado Profundo, es embridarlo y ponerlo a trabajar en una determinada dirección
Corrígeme esta impresión: frente a la solidez de lo Deep, la política no es nada sólida. La política tiende al procesismo, a lo declarativo, mientras que el Deep es sumamente estructural.
Porque la política tiene que volver a creerse sus potencias, ¿no? Más después de la pandemia. Porque, pasamos por alto esto, pero la pandemia es una exhibición de gestión de los Estados noroccidentales brutal. Porque es que salvo los chiflados, Trump, Bolsonaro, Boris Johnson..
Y Ayuso.
Ayuso es un ejemplo de ese tipo de gestión. Pero en todos los demás gobiernos el funcionamiento fue súper virtuoso, se hicieron las cosas, en general, muy bien. Con matices, claro, considerando que se enfrentaban a algo nunca visto antes, que requería suspensiones de derechos, potenciar investigación médica. Luego podemos tener la discusión, que es legítima, de cuánto dinero nos hemos gastado en hacer ricas a las farmacéuticas, por qué no hay vacunas en los países emergentes, etc. Pero yo creo que la política demostró una potencia brutal. Y, sin embargo, parece que a la política le cuesta creerse esto, le cuesta creerse que puede plantar cara, que puede embridar al Estado Profundo, que puede embridar a los poderes económicos, que puede desarticular mañana a Facebook y a Google. Creo que lo que falta es conciencia del poder de la política.
Me he hecho la composición de lugar de que lo Deep, esos modos del Estado, empieza en la Restauración, o sea que son 150 y pico añitos. Es el régimen más largo del mundo. ¿Está condenado a chocar contra Europa de alguna manera? ¿O tiene astucia para evitarlo? ¿Es tan listo como en ocasiones creemos?
Es más poderoso que listo. Pero en esto tenemos una responsabilidad extraordinaria los periodistas. Esto se vio en la Transición, cuando el periodismo político fue convocado a participar de, es decir, a remar a favor. Y fue esencial que hubiera ese periodismo. Pero eso creó, luego, otro problema, que hay un montón de periodistas de esa generación que se creen actores políticos principales porque, en su momento, fueron llamados a participar de ese proceso.
La Deeptransición.
Y creo que nuestro deber como periodistas es volver a tomar partido por un aggiornamento de la democracia española. Y si creas el humor social y contribuyes a crear un estado de opinión de que una puesta al día no es la destrucción del país, que es un poco el mensaje que recibimos, se le puede embridar, se le embridó de hecho. En cierta medida la Transición no es matar el Estado Profundo, es embridarlo y ponerlo a trabajar en una determinada dirección. ¿Cómo se embrida una justicia franquista? Pues poniéndole por encima un Consejo General del Poder Judicial que los regule desde el punto de vista de los nombramientos y disciplina, y creando un Tribunal Constitucional que vigile que todo se aplique correctamente. Esas cosas hay que querer hacerlas. La Transición es una forma de embridar al monstruo. El problema con el Estado Profundo es que, en un momento dado, se le soltó la brida y se le encargó que solucionara los problemas del país y eso lo hace a su manera, como desde la Restauración. Pero sí, sí que es una batalla que se puede ganar. Y, de hecho, es una batalla que tiene muchas posibilidades de que se gane por dos motivos fundamentales, que son los dos contrafuertes que deberían impedir que este país resbale hacia el autoritarismo. En primer lugar, estar en la Unión Europea y ser un país grande de Europa occidental. No es lo mismo que Polonia haga cosas raras que se ponga a hacerlas España. El otro contrafuerte para las reformas es la plurinacionalidad. El hecho de que existan espacios políticos que se articulan mediante una realidad política propia, hace que el desempate entre el progreso y el atraso siempre deba contar con esos espacios políticos autónomos, esas naciones. Y como el elemento principal de adhesión de los “atrasistas” es un nacionalismo español absolutamente agresivo y apisonador de cualquier otra identidad cultural o nacional, el desempate, en principio, siempre vendría por ahí.
La mala noticia de todo esto es que la Restauración vino, precisamente, para acabar con lo plurinacional.
Pero los “atrasistas” siempre han sido minoría y se han impuesto por la fuerza y, claro, eso no es concebible en este momento en Europa occidental. En este momento, ¿eh? Toquemos madera.
Pedro Vallín (Colunga, Asturies, 1971) es periodista en La Vanguardia. Más concretamente, forma parte de la delegación de ese diario en Madrid, formada por corresponsales de guerra, extranjeros a la madrileñidad periodística, que emiten desde el DF Madrid, pero a dos metros del suelo y desde...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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