En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
La inmediatez simplista que demanda el actual mundo digital tiende a reducir todo –desde la realidad a los sentimientos– a transparencias de colores, vídeos cortos con base de reguetón y titulares que sean fácilmente disfrutables por la mayoría. Desde ese punto de vista, el partido del Atlético de Madrid frente al Manchester United de Champions podría decirse que fue uno más, que acabó en empate con un golazo de João Félix, dos tiros al larguero, pocas ocasiones de gol y un cambio en el minuto 76 que servirá como alimento para las fieras del circo. Ahí nos quedaríamos. Si usted entiende la vida –o el fútbol, que es lo mismo– de esa manera, está en su derecho de hacerlo, pero no creo que sea esta la crónica que anda buscando.
No, porque hay otra forma de entender el fútbol (y la vida). Una que es analógica, compleja y orgánica. Una que asume que los errores forman parte de la realidad. Una que no demanda un espectáculo, sino que vive una experiencia. Una que no ve el fútbol tras un cristal impermeable, sino que intenta formar parte de él.
Desde ese otro punto de vista, el partido del Atleti contra el Manchester fue un gran partido. Y uno no necesita ponerse de puntillas sobre una estadística para explicarlo o entenderlo. Basta acudir al estadio. Si los minutos previos en los alrededores del Metropolitano ya vaticinaban que nos adentrábamos en una noche especial, la salida de los equipos al césped fue la constatación de ello. Un tifo espectacular pedía a los jugadores colchoneros que volasen y al aire se llenó entonces de ese aroma que solamente detectan los que se sienten parte de la trama. Los espectadores supimos en ese momento que íbamos a jugar también el partido. Y lo jugamos.
La apuesta de Simeone en la alineación volvía a girar la tuerca de la reinvención. El once titular mostraba un equipo extraño, con varios jugadores de circunstancias. Era una apuesta arriesgada, sin duda, pero pensé que, si salía bien, serviría para resucitar a varios jugadores desahuciados. Y eso fue precisamente lo que ocurrió.
El Atleti salió al campo sin disfraces. Consciente de lo que se jugaba y convencido de que cualquier éxito solamente podría venir desde la generosidad en el esfuerzo y manteniendo un nivel de intensidad propio de otros tiempos. Es decir, lo que no habíamos visto prácticamente en toda la temporada. Esta vez fue diferente, y como resultado vimos el mejor primer tiempo de los últimos seis meses. Un equipo arrollador, que maniató a un rival que pretendía imponerse con su ritmo alto y su manejo de balón, pero que no pudo hacerlo. Los de Simeone no se lo permitieron. La dupla Herrera-Kondogbia se mostró como un mediocampo sumamente solvente. El primero tiene uno de los mejores pies de la plantilla, y sólo su falta de velocidad suele condenarlo en partidos de ritmo alto. Esta vez no fue el caso. El mexicano fue el constructor del equipo que dominaba y lo hizo muy bien. A su lado, el centroafricano cuajó también una de sus mejores actuaciones como rojiblanco. Robando, cortando, anticipándose, equilibrando y, según fue ganando en confianza, sacando el balón con mucha solvencia.
Dos futbolistas resucitados, pero hubo más. También se sumó a la fiesta un renacido Lodi que, desde la posición de centrocampista de banda, demostró lo buen jugador que es. Suyo fue el excelente pase que, a los diez minutos, con un Atleti que mordía, acabó en la cabeza de João Félix para abrir el marcador.
Eso fue la primera parte. Un cuadro colchonero enchufadísimo, generoso en las ayudas, incisivo en la presión e inteligente en la salida de balón. Los ingleses, aturdidos quizá por encontrarse con un equipo que no se parecía al que habían estudiado, no consiguieron aparecer. No existieron. Por eso duele recordar ahora ese balón estrellado por Vrsaljiko en el larguero cerca del descanso.
Y no cambió mucho el panorama tras el parón. El cuadro mancuniano cambió jugadores intentando encontrar una fisura, pero no lo consiguió. Todo se mantuvo igual, salvo la actuación emergente de un árbitro que decidió gestionar muy mal el reparto de faltas y tarjetas. João recibía como siempre y, como siempre, el agresor quedaba impune. Pero nada de eso sacó del partido a unos jugadores que, esta vez sí, estaban alineados en una misma sintonía y bajo un mismo paraguas. Unos jugadores que eran los mismos de siempre y que parecían otros. Bendita cabeza.
Entonces apareció uno de los factores claves del partido: la condición física. El Atleti había llegado hasta el minuto 75 sin cambios (para qué cambiar cuando todo funcionaba bien), pero el esfuerzo había sido extremo y empezaban a aparecer los primeros síntomas de fatiga. Imagino que el pospartido dirigirá los focos hacía la sustitución de João Félix, porque eso alimenta el morbo, erosiona a Simeone y porque, reconozcámoslo, el portugués estaba siendo el mejor. Mi crítica, más que al cambio de jugador (porque, al fin y al cabo, entró Griezmann, que no es precisamente un futbolista defensivo y acabó estrellando un balón en el larguero), estaría más en el cambio de sistema que eso provocaba. Del 5-3-2 que tan bien había funcionado pasamos a un 4-4-2 que ya no funcionó.
Quizá fue el esquema o quizá fue simplemente el cansancio. No lo sé. Lo que sé es que el único despiste del equipo en todo el partido (un saque de banda que les encontró descolocados), acabó en la única ocasión del gol del equipo inglés. Y fue gol, claro. Mala resolución de Reinildo (sigo sin entender por qué juega este futbolista), Oblak que actúa como si fuese un portero del montón, y el balón que entra en la portería.
El resultado final es seguramente injusto, pero la justicia en el fútbol es como la ética en la política contemporánea: un mito. Eso sí, el resultado no puede tapar dos evidencias: el Atlético de Madrid hizo un gran partido y la eliminatoria está completamente abierta.
Notarán que la crónica no cita una sola vez a Cristiano Ronaldo. Sí, ese jugador que, por alguna razón, llenó los espacios deportivos de los medios de comunicación, públicos y privados, en los días previos. No se crean que es por miedo o por despecho. Es simplemente porque no hizo nada.
La inmediatez simplista que demanda el actual mundo digital tiende a reducir todo –desde la realidad a los sentimientos– a transparencias de colores, vídeos cortos con base de reguetón y titulares que sean fácilmente disfrutables por la mayoría. Desde ese punto de vista, el partido del Atlético de Madrid frente...
Autor >
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí