
Libertad de prensa. / J. R. Mora
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Queridas personas que hacéis posible CTXT
La de disgustos que nos ahorraríamos siendo de derechas. No me digan que ustedes no lo han pensado. Vivir sin conciencia de clase, qué descanso. No ser consciente de la desigualdad creciente, porque si ese es pobre es porque quiere, porque no ha sabido aprovechar las oportunidades del libre mercado súper libre ni las ventajas de la meritocracia modélica que el capitalismo nos ofrece. Que se hubiera hecho emprendedor, caray, como Amancio Ortega. Y qué me dicen de no tener que analizar todo el rato los hábitos de consumo, que no te importe la procedencia de la ropa que llevas o de los alimentos que comes, pasar del cambio climático. O de las malditas gafas violeta, que eso sí que es un engorro, que una vez te las pones la has jodido para siempre y ya no puedes disfrutar de Pretty woman, mecachis, y no le ves la gracia a Pajares y Esteso. De verdad, ser de derechas es comodísimo. Sale un poco caro, eso sí, sobre todo si eres un obrero y no te digo ya una obrera, porque has de vivir sin sanidad ni educación pública y sin otros derechos. Pero oye, ¡Ejpaña!
Y ahí estamos las gentes de la izquierda negociando torpemente con esta realidad antipática de un mundo dominado por empresas gigantescas e inconcebibles e intentando hacer frente a una derecha insufrible, mentirosa y manipuladora que tiene a su favor a casi todos los medios de comunicación, dedicados de forma más bien indecente a blanquear el fascismo que crece y crece y crece. Me parto de risa, y supongo que ustedes también, cada vez que oigo las palabras comunista, extremista o revolucionario para definir a los partidos políticos de la izquierda (pongan aquí el emoji de cara revolviéndose de la risa) o al gobierno (emojis a tutiplen). ¡Pero si hemos rebajado nuestras expectativas al mínimo! Que ya nos conformamos con un “virgencita que me quede como estoy”, con una socialdemocracia de saldo, una en la que los ricos no nos hagan mucho daño, por favor, y nos permitan llegar a fin de mes con cierta tranquilidad. Como para revoluciones estamos.
Me doy cuenta de que me está quedando un poco funesta la carta y no debería ser así porque yo, lo que vengo aquí a decirles, es que las cosa está fea, sí, entre la desigualdad, el cambio climático, el fascismo, las mentiras, la tiranía del puto pensamiento binario de sí/no, me gusta/no me gusta, dame un like y etc. etc. pero que, precisamente por eso, hay que buscar refugio y buena compañía. Pero no para esconderse, sino para tener herramientas con las que afrontarlo y compartir y sumar. Afortunadamente, existe esa gente magnífica e imprescindible que, aun sabiendo perfectamente que las cosas no funcionan y que la batalla es desigual y el rival se las trae, son capaces de mantener la lucidez y poner su tiempo, sus recursos, su saber y su energía en intentar que las cosas cambien. Y esto es lo que les quería decir: que CTXT, este medio que sin su apoyo no existiría (gracias mil), es uno de esos refugios y está construido por esa clase de gente magnífica e imprescindible.
Verán, hasta hace nada yo estaba donde ustedes, en mi papel de suscriptora y lectora agradecida, compartiendo por aquí y por allá esos artículos que tanto nos ayudan a entender lo que pasa, nos consuelan o consiguen expresar aquello que sentimos y pensamos. No soy periodista, pero, como ciudadana, me importan mucho los medios y creo que, en estos momentos, tienen una enorme responsabilidad en el clima insoportable de odio y crispación, así que no queda otra que apoyar a quienes luchan contra eso. Ahora que estoy en el consejo de redacción sigo aún más agradecida y, sobre todo, sorprendida, con cara permanente de “pero cómo he llegado aquí y qué privilegio es este”.
Lo cierto es que me ha pillado en un momento un poco pesimista (no lo soy, se lo juro), de esos en los que siento que a lo mejor el muro es infranqueable, el esfuerzo inmenso y esto no hay quien lo cambie. Eso ha hecho que mi entrada en el consejo de redacción, para qué les voy a engañar, no haya sido muy lucida y bien que lo siento. Pero claro, asisto a las reuniones y veo en la pantalla a toda esta gente sabia y amable, preocupada por el mundo, capaces de sortear los peligros del cinismo y la impotencia, y me digo: qué suerte tengo de formar parte del equipo que ha levantado este proyecto y lo mantiene vivo y entusiasta. Sí, entusiasta. ¿Saben lo difícil que es mantener el entusiasmo hoy en día? Qué digo, claro que lo saben, no estarían aquí de lo contrario. Ustedes, como yo, como la gente que hace CTXT desde el principio, ven la que está cayendo, superan ese impulso de “mira, mejor me quedo en mi casa, por favor que nadie me moleste”, recomponen el gesto, y hala, p’alante. Muchísimas gracias por estar ahí.
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La de disgustos que nos ahorraríamos siendo de derechas. No me digan que ustedes no lo han pensado. Vivir sin conciencia de clase, qué descanso. No ser consciente de la desigualdad creciente, porque si ese es pobre es porque quiere, porque no...
Autor >
Áurea Ortiz Villeta
Historiadora del arte, gestora cultural y profesora universitaria. Forma parte del equipo de la Filmoteca de València, codirige un festival de series (LABdeseries), ha escrito libros y artículos sobre historia del cine y series de tv y habla de esas y otras cosas en algunas radios. Una vez (2015) se metió en la política activa: no duró mucho.
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