JORGE LÓPEZ / Exfutbolista y entrenador
“Hasta el último momento temes que te caiga una bomba”
Ricardo Uribarri 12/03/2022
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Varios deportistas y técnicos españoles estaban en Ucrania trabajando cuando Rusia invadió el país. Uno de ellos es Jorge López (Logroño, 1978), el exfutbolista riojano que militó en clubes como el Villarreal, Valencia, Mallorca y Real Zaragoza, entre otros, y que tras retirarse siguió su carrera como entrenador y director deportivo. A finales del pasado año fue contratado por el equipo ucraniano FC Kryvbas para dirigir su academia de formación, una labor que empezó a mediados de enero. Nunca pudo pensar que apenas mes y medio después le iba a tocar vivir una de las experiencias más duras de su vida. López logró salir del país gracias a la ayuda de su traductor ucraniano, que había llegado de Elche, donde vive desde hace 20 años, una semana antes de la invasión rusa. Maksym, el traductor de López, no ha podido salir aún de Ucrania: al llegar a la frontera con Rumanía las autoridades le impidieron el paso tras ver que tenía pasaporte nacional. De nada sirvió un permiso de trabajo español y un documento firmado por la Federación Española de Fútbol.
Usted se compromete al final del pasado año con el club ucraniano Kryvbas para dirigir su academia. En aquel momento, no podía imaginar la situación actual.
Nadie podía imaginar esto. En enero se empieza a escuchar algo, pero la sensación que noté al llegar al país es que llevaban así ocho años, que nunca pasaba nada, que es algo con lo que ellos vivían y que tenía que estar tranquilo. La vida era normal y en ningún momento me preocupó un posible conflicto.
Poco a poco la tensión fue creciendo. ¿Cómo vivió las últimas semanas antes de la invasión?
Preguntaba, porque escuchaba mucho, veía noticias, me llegaban comentarios de España, de mi familia y amigos… Pero el termómetro lo tenía en lo que vivía en mi día a día, que era de absoluta normalidad, hasta el punto de que la noche anterior del primer ataque yo estaba cenando en un restaurante que estaba lleno de gente.
Se encontraban en la ciudad de Krivyy Rih, alejada del foco original del conflicto, y que es donde nació el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski.
Si, nosotros estábamos a 400 kilómetros de Donetsk, y tanto allí como en Donbass empezaron a aparecer noticias de que había algún conflicto, que había muerto alguien, y cuando preguntabas te decían que ahora estaba saliendo pero que estaba siendo así en los últimos ocho años. Que la prensa no se había hecho eco de ello y ahora sí porque parecía que podía haber una ofensiva de Rusia. Pero la ciudad, hoy en día, está tranquila. El hecho de que Zelenski naciera allí hizo que cuando empezó todo pensara que a ver si iban a tener la ciudad como objetivo por hacerle más daño a él. Pero hasta ahora no ha sido así.
A las 5:30 a.m., me desperté con un whastapp avisándome de que había habido un ataque de Rusia a Ucrania
¿Cuándo se entera del inicio de la invasión?
Estaba durmiendo, porque esto fue a las 5:30 de la madrugada. Me desperté con un whastapp que me mandó una persona de allí, avisándome de que había habido un ataque de Rusia a Ucrania y que habían bombardeado varias bases militares y aeropuertos. Ahí te entra el susto y empiezas a pensar a ver cómo te puedes ir y si vas a tener problemas. Le das muchas vueltas a la cabeza.
¿En algún momento oyeron algún bombardeo en su ciudad?
Hubo una base militar que sí la destrozaron, pero estaba lejos de donde vivía, que era un piso en el centro, y no escuché nada. A nuestro club sí le afectó, porque en la residencia donde viven los chavales reventaron los cristales mientras dormían y tuvimos que llevar a los chicos a unos hoteles. Hubo un poco de tensión, pero no hubo ningún herido.
¿A quién recurre en el primer momento una vez que empieza la invasión?
Llamé a la embajada, pero unas veces no me lo cogían y otras no me daban una información clara. Hablé con mi club, que se ha portado muy bien. Gracias a ellos he podido salir. Lo primero que me dijeron es que creían que era un aviso y que no pensaban que fuera a más. Que no me marchara en ese momento porque iba a haber una estampida de gente y mucho caos en la frontera. Que era mejor esperar tres o cuatro días para intentar salir con más calma. Eso me tranquilizó un poco y decidí quedarme allí junto al traductor, que dejó su hotel y se vino a mi piso. Pero a las 12 de la noche me llamó de nuevo el club y me dijo que al día siguiente nos ponían un coche para marcharnos porque tenían información de que la invasión no iba a parar. Ahí me asusté de verdad, porque dices, a ver cómo salgo, a ver cómo está todo. Ya había muchas tropas rusas por el país y teníamos que hacer un viaje largo.
Mi traductor ha sido clave. Allí solo hablan ruso y habría sido una odisea. Él había llegado una semana antes desde España, llevaba 20 años viviendo en Elche
La presencia de su traductor fue importante para usted.
La verdad es que sí. Para mí, Maksym ha sido clave. Allí solo hablan ruso y habría sido una odisea. Él había llegado una semana antes desde España, porque lleva 20 años viviendo en Elche. Yo le conocía a través de una tercera persona y hablamos para que viniera y pudiera ayudarme. Muchas veces lo pienso, si no llega a ser por él, habría sido imposible. Ellos no hablan inglés y para ir por la carretera no era sencillo, porque los carteles no los entiendes. Yo solo habría tenido muchas dificultades para llegar a la frontera, porque, por ejemplo, en la gasolinera había que hablar con un contacto que nos había facilitado el club para que nos dieran gasolina, y yo en ruso era imposible que hubiera hecho eso.
¿Cómo fueron esas horas desde que les dicen que se tienen que ir hasta que llegó el momento de partir?
Estábamos bastante nerviosos. Nos fuimos a la cama a las 4 de la madrugada, pero igual llegamos a dormir una hora y eso que estábamos cansados porque me había despertado el día anterior a las 6. Fue un día con mucha tensión, dando vueltas a qué te ibas a encontrar, sabiendo que las fronteras estaban con mucha gente, que las tropas ya estaban por las carreteras, viendo un poco el itinerario que íbamos a seguir, alejándonos lo máximo de Kiev, que en esos momentos era donde estaba el mayor problema.
Ese último día que estuvieron en Krivyy Rih, ¿se veía a gente por la calle o estaba ya todo el mundo metido en sus casas?
Los supermercados estaban llenos de personas haciendo acopio de alimentos, los cajeros se quedaron sin dinero porque la gente quería efectivo. A cualquiera que fueras había largas colas y cuando llegaba tu turno ya no daba dinero, a pesar de limitar a un máximo de 100 euros por persona y día. Las gasolineras estaban también hasta arriba de gente, incluso llenando garrafas. Y también muchos hombres alistándose al ejército. Es asombroso el amor que tienen por su país y como tratan de defenderlo.
El último día en Krivyy Rih, los supermercados estaban llenos de gente, los cajeros se quedaron sin dinero y las gasolineras estaban hasta arriba
Llega el día que se van. ¿Qué ocurrió?
Cuando llegó a buscarnos el chofer que nos puso el club nos dijo que no nos podía sacar porque estaban cerrando la ciudad y si salía no iba a poder volver y él se tenía que quedar con su familia. Nos dejó las llaves y el coche. Estábamos a unos 500 kilómetros de Moldavia, pero las carreteras no son como las de España. Una de las cosas que me dijo la embajada es que no nos recomendaba ir a Moldavia. Es verdad que nos acercamos a ese país y luego subimos en dirección a Rumanía porque las tropas rusas no están en la zona más próxima a Europa. Salimos a las 10 de la mañana y llegamos a la barrera de la frontera a las dos de la madrugada. Nos costó unas 16 horas recorrer entre 700 y 800 kilómetros. Nos fuimos alternando a la hora de llevar el coche. Entremedias cogimos a un chico joven que estaba haciendo autostop. Se iba con lo puesto. Nos dijo que le lleváramos lo más cerca de una frontera. Tenía 20 años y no quería ir a la guerra.
Te cruzas con el ejército, con tanques, hay controles y piensas, ‘por favor, que no nos paren’. Luego el viaje fue más tranquilo
¿Cómo fue la película de esas 16 horas de viaje?
El principio fue lo más estresante. Cuando sales de la ciudad y ves que se están encerrando con unas vigas enormes, con sacos de arena y todo el mundo ayudando a cerrar las vías de acceso a la ciudad, son cosas a las que no estás acostumbrado. Luego te cruzas con el ejército, con tanques, hay controles y piensas, ‘por favor, que no nos paren’. Luego el viaje fue más tranquilo y ya no tuvimos el susto de ver tantos militares. El club nos pidió que dejáramos el coche en un hotel a unos 16 kilómetros de la frontera porque ellos necesitaban recuperarlo y nos mandó un taxi. En esos kilómetros que faltaban a la frontera la carretera estaba colapsada y eso que a Rumanía no va tanta gente. Los ucranianos prefieren ir a Polonia porque es muy parecido el idioma y las costumbres son similares. Al taxi le habían dicho que nos acercase como fuese lo máximo posible a la frontera y cuando ya no pudiese pasar que nos dejara y fuéramos andando. Lo que hizo el taxista fue ir por los carriles contrarios de la misma carretera. Y es lo mejor que hicimos, porque nos quitamos como 12 kilómetros de atasco y nos acercó hasta los últimos cuatro antes de la frontera, que ya los hicimos a pie. Si llegamos a seguir con el coche por los carriles normales no sé cuánto habríamos tardado. Había gente que llevaba más de un día.
¿Han tenido alguna ayuda por parte de la Federación Española de Fútbol?
Sí, conozco a Rubiales y tengo buena relación con él. Me llamó y me dijo que había estado hablando con los dos españoles del Dnipro, el jugador Marc Gual y el preparador físico Izan Martín, y que nos teníamos que juntar con ellos en la frontera con Rumanía, donde tenían un contacto en la aduana para pasar. Que una vez que cruzáramos la frontera nos tenía todo preparado para volver a España, Se preocupó mucho y durante el viaje prácticamente cada hora hablábamos. Nos unimos en la frontera con Marc e Izan para salir y a pesar de tener ese contacto tardamos siete horas en pasar la frontera.
¿Por qué tardaron siete horas?
Y eso que teníamos un contacto, si no, no pasamos. Llegamos a las 2 de la madrugada y pasamos a las 9 horas. El problema es que no había orden, no es una fila en la que tienes 200 personas delante y sé que el 201 soy yo. Las mujeres y los niños tenían preferencia, pero la puerta la abrían cada media hora, a veces cada veinte minutos, a veces cada diez y cuando la abrían aquello era sálvese quien pueda. La gente iba al mogollón. Era bastante caótico y peligroso.
Estamos viendo imágenes duras de cuando los hombres se separan de sus esposas y de sus hijos. Supongo que verían varios casos así.
Estuvimos allí siete horas y la valla de los coches está al lado de los que van a pie, así que lo vimos continuamente. Cada coche era una familia entera en la que, cuando llega el momento, el padre se baja. Imagínate el drama. La madre llorando, los hijos llorando porque ellos se van y el padre se queda. Y no te creas, lo llevarán por dentro, pero es increíble la fortaleza que tienen los padres. Se quedan y no les ves una lágrima, se dan la vuelta, se van… Es algo que me tiene loco. Seguro que lo llevan por dentro pero no lo expresan y se les ve como rocas, muy fuertes.
¿Cómo vivió su familia a distancia todo lo que estaba pasando?
Tuve suerte en ese aspecto porque conseguí no preocuparlos. Lo primero que les dije es que íbamos a esperar un poco para irnos y cuando el equipo me comentó que nos teníamos que ir preferí no decírselo. Al día siguiente, cuando ya estábamos de camino les comenté que estábamos intentando salir, pero quitándole importancia. Una vez que crucé la frontera, sentí alivio y pensé ‘ya estoy a salvo’, porque hasta el último momento temes que te caiga una bomba. En ese momento hablé con mi mujer y fue cuando me vine abajo, fue duro. Lloré mucho, no me salían las palabras y no podía hablar. Luego en el aeropuerto, ya en España, sí que me mantuve bien, y con mis hijos muy contento, pero ya había llorado todo lo que tenía que llorar.
¿En algún momento sintió miedo?
Miedo de temer por mi vida no, pero en esa situación le das muchas vueltas a la cabeza y cuando pasas controles, ves al ejército, y estás en la frontera y pasan las horas y no pasas, pues tienes cierto miedo. Ahora que estoy aquí y veo todo como está, pienso que me podía haber quedado atrapado como hay muchos. Y la verdad es que sería un calvario, porque la gente con la que hablo de Ucrania lo está pasando muy mal, vives en un estado de nervios y de ansiedad total, porque no sabes lo que te va a pasar.
Al ver el pasaporte ucraniano de Maksym, dijeron que no pasaba. Tenía el permiso de trabajo español, e incluso la Federación nos hizo un papel, pero eso ni lo miraron
Otro momento duro fue tener que despedirse del traductor, que finalmente no pudo pasar la frontera con usted.
Primero pasabas a la zona de tránsito entre fronteras y ahí es donde revisaban toda la documentación. Al ir un grupo de 14 personas entre futbolistas y técnicos de distintas nacionalidades, pensamos que con tanto follón que había no iban a mirar con detalle los papeles, pero no fue así. Al ver el pasaporte ucraniano de Maksym, dijeron que no pasaba. Él tenía el permiso de trabajo español, e incluso la Federación nos hizo un papel en el que ponía que era un trabajador que había ido a Ucrania a hacer una formación pero que tenía que volver, pero eso ni lo miraron. Vieron el pasaporte ucraniano y dijeron que no podía pasar. Fue un momento complicado, pero viví otro gesto de grandeza de esta gente, porque yo le decía, ‘cómo no vas a venir’ y me contestó: ‘Mira, lo importante es que tú vas a salir porque yo quería que tú salieras. Yo me he buscado siempre la vida y me la seguiré buscando’. Cuando te dice eso, te parte el corazón. Sobre todo, porque sabes que tu estás fuera de Ucrania por él, si no, no lo hubieras conseguido. Pero estoy tranquilo porque sé que está bien. Está a 20 kilómetros de la frontera con Hungría en una residencia, con nuestro equipo sub-19, que lo teníamos concentrado allí. Pero claro, ya lleva muchos días allí sin su familia y está deseando poder salir, pero sabe que ahora mismo es difícil.
Cuándo se acabe y todo se normalice, ¿le quedan ganas de volver allí?
Sí, me quedan ganas. A mí me han ganado porque me han demostrado mucho en una situación muy difícil. Yo era un trabajador más y ellos no me han dejado hasta que no estaba fuera de Ucrania. Me han proporcionado un coche, dinero en efectivo que no teníamos, me han dicho hasta dónde poner gasolina. En ningún momento se han olvidado de mí en una situación en la que podían haberlo hecho. Si se solucionase todo y hubiese seguridad no tendría ningún problema en volver.
Varios deportistas y técnicos españoles estaban en Ucrania trabajando cuando Rusia invadió el país. Uno de ellos es Jorge López (Logroño, 1978), el exfutbolista riojano que militó en clubes como el Villarreal, Valencia, Mallorca y Real Zaragoza, entre otros, y que tras retirarse siguió su carrera como entrenador...
Autor >
Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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