orden mundial
Una guerra nacida de demasiadas mentiras
Las razones del conflicto: la previsible agresión rusa y la ceguera de Estados Unidos y la Unión Europea. Por eso, empezar a admitir nuestros errores es el primer paso para construir la paz
Barbara Spinelli 2/03/2022
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Comparando la invasión rusa de Ucrania con el atentado del 11-S en Nueva York, Enrico Letta confirmó en el Parlamento italiano que las palabras gritadas con rabia no conducen necesariamente a un juicio equilibrado sobre las motivaciones y la genealogía de los conflictos en el mundo.
Incluso el 11-S tuvo su genealogía, aunque confusa, pero no se puede decir lo mismo de la agresión rusa y del asedio a Kiev. En este caso, los motivos del agresor, aunque sean exagerados, no sólo son fáciles de reconstruir, sino que podrían haberse previsto e incluso frustrado hace tiempo. En cualquier caso, Pekín los ha previsto y parece haber abogado por una negociación Putin-Zelensky, sabiendo perfectamente que el resultado será la neutralidad ucraniana exigida por Moscú desde hace décadas. El desastre podría haberse evitado si Estados Unidos y la Unión Europea no hubieran demostrado constantemente ceguera, sordera y una inmensa incapacidad de autocrítica y memoria.
Fue el 11 de febrero de 2007 cuando se anunció el incendio más allá de las fronteras cada vez más agresivas de Europa del Este. Ese día, Putin intervino en la Conferencia de Seguridad de Múnich y pidió a los occidentales que construyeran un orden mundial más justo, que sustituyera al que existía durante la URSS, el Pacto de Varsovia y la Guerra Fría. La ampliación de la OTAN hacia el Este se había convertido en un punto delicado para el Kremlin, y más aún después de la guerra de Yugoslavia: “Creo que está claro”, dijo Putin, “que la expansión de la OTAN no tiene relación con la modernización de la Alianza ni con garantizar la seguridad en Europa. Por el contrario, representa una grave provocación que reduce el nivel de confianza mutua. Y tenemos derecho a preguntarnos: ¿contra quién se dirige esta expansión? ¿Y qué pasó con las garantías de nuestros socios occidentales hechas tras la disolución del Pacto de Varsovia? ¿Dónde están hoy esas declaraciones? Nadie se acuerda de ellas. Pero quiero tomarme la libertad de recordar a esta audiencia lo que se dijo. Me gustaría citar el discurso del Secretario General de la OTAN, Manfred Wörner, en Bruselas el 17 de mayo de 1990. Entonces dijo: ‘El hecho de que estemos dispuestos a no desplegar un ejército de la OTAN fuera del territorio alemán ofrece a la URSS una garantía de seguridad estable’. ¿Dónde están esas garantías?”
Para comprender mejor la catástrofe ucraniana, tratemos de enumerar algunos puntos a los que es difícil oponerse.
En primer lugar, ni Washington ni la OTAN ni Europa tienen la menor intención de responder a la guerra de Moscú con una guerra simétrica.
Ni Washington ni la OTAN ni Europa tienen la menor intención de responder a la guerra de Moscú con una guerra simétrica
Biden lleva diciendo esto desde diciembre, unas semanas después del despliegue de las tropas rusas en las fronteras de Ucrania. Ahora sólo amenaza con sanciones, que ya se han utilizado y han sido un falso elemento disuasorio (“Las sanciones casi nunca son suficientes”, según Prodi). Por otro lado, hay desacuerdos sobre ellas en la OTAN.
Algunos países dependientes del gas ruso (entre el 40 y el 45%), como Alemania e Italia, apenas ocultan sus dudas y temores. No hay acuerdo para bloquear las transacciones financieras a través de Swift [el día 26 de febrero, la Unión Europea, algunos Estados miembros, Estados Unidos y el Reino Unido acordaron excluir a ciertos bancos rusos del sistema]. Los que quieren sanciones “más duras” no saben de qué están hablando. Los que repiten desesperadamente que la invasión es “inaceptable” ya la han aceptado de hecho.
Segundo punto: Occidente tuvo los medios para comprender a tiempo que las promesas hechas tras la reunificación alemana –ninguna ampliación de la OTAN hacia el Este– eran vitales para Moscú. En 1991, Bush padre estaba incluso en contra de la independencia de Ucrania. El compromiso occidental no quedó por escrito, pero < href="https://ctxt.es/es/20220201/Firmas/38771/rusia-rafael-poch-gorbachov-otan-osce-europa-carta-de-paris.htm" target="_blank">los documentos publicados en 2017 confirman que los líderes occidentales –desde Bush padre hasta Kohl, pasando por Mitterrand, Thatcher o Manfred Wörner, secretario general de la OTAN– fueron explícitos con Gorbachov en 1990: la Alianza no se extendería hacia el Este “ni un centímetro” (aseguró el secretario de Estado Baker). En 1993, Clinton prometió a Yeltsin una “Asociación para la Paz” en lugar de la expansión de la OTAN: otra palabra dada y no mantenida.
Tercer punto: la promesa acabó en un cajón, y sin pestañear Clinton y Obama comenzaron las ampliaciones. En pocos años, entre 2004 y 2020, la OTAN pasó de 16 a 30 países miembros, desplegando armas ofensivas en Polonia, Rumanía y los países bálticos en la frontera rusa (en ese momento, Rusia estaba de rodillas económica y militarmente, pero todavía tenía la bomba atómica). En la cumbre de la OTAN celebrada en 2008 en Bucarest, los aliados declararon que Georgia y Ucrania se incorporarían a la OTAN en el futuro. No nos sorprendamos demasiado si Putin, mezclando agresión, resentimiento y cálculo de riesgos, habla de un “imperio de la mentira”. Si recuerda que las administraciones estadounidenses nunca han aceptado misiles de países potencialmente adversos en su vecindad (Cuba).
Tanto Estados Unidos como los europeos han sido totalmente incapaces de construir un orden internacional diferente al anterior, especialmente desde que a las superpotencias se les unió China
Cuarto punto: tanto Estados Unidos como los europeos han sido totalmente incapaces de construir un orden internacional diferente al anterior, especialmente desde que a las superpotencias se les unió China y se agudizó la cuestión de Taiwán. Preconizaron políticas multilaterales, pero desdeñaron lo esencial, es decir, un nuevo orden multipolar. La posguerra fría se vivió como una victoria de Estados Unidos y no como una victoria común de Occidente y Oriente. La historia había terminado, el mundo se había vuelto capitalista, el orden era unipolar y Estados Unidos el único hegemón. La hybris occidental, su desmesura, habita desde entonces entre nosotros.
El quinto punto se refiere a la obligación de respetar las fronteras internacionales, fundamental tras la Segunda Guerra Mundial. Pero Putin no fue el primero en violarla.
La intervención de la OTAN a favor de los albaneses de Kosovo constituyó la primera infracción en 1999 (quien esto escribe aprobó aquella intervención demostrando poca capacidad de prever sus consecuencias).
La retirada de Afganistán puso fin a la arrogancia y la enemistad era previsible. Nosotros éramos los que teníamos que neutralizar a Ucrania, y aún podíamos hacerlo. Nosotros, que deberíamos haber advertido la presencia de neonazis en la ‘Revolución Naranja’ de 2014 (Ucrania es el único país europeo que incluye una formación neonazi en su ejército regular). Tenemos que prohibir a Letonia –un país miembro de la UE– que maltrate a las minorías rusas.
No hemos defendido ni defendemos derechos, como exigimos. En 2014, al facilitar un putsch antirruso y proestadounidense en Kiev, fantaseamos con una revolución que era solo medio democrática. Rearmando el frente oriental de la UE, alimentamos las industrias armamentísticas y evitamos que la OTAN sufra la muerte cerebral que algunos han diagnosticado con razón. Admitir nuestros errores sería una contribución nada despreciable a la paz que decimos querer.
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Barbara Spinelli es una periodista, escritora y política italiana.
Este artículo se publicó en italiano, en Il fatto quotidiano, el 26 de febrero. En ese momento, la autora imaginaba, o al menos esperaba, que las tropas rusas no fueran más allá del Donbass.
Traducción de Agustín Menéndez.
Comparando la invasión rusa de Ucrania con el atentado del 11-S en Nueva York, Enrico Letta confirmó en el Parlamento italiano que las palabras gritadas con rabia no conducen necesariamente a un juicio equilibrado sobre las motivaciones y la genealogía de los conflictos en el mundo.
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