EVIDENCIAS
Peras con manzanas
La principal misión del padre es hacer del hijo un hombre de bien. Supeditada a la anterior, está la de enseñarle a valerse por sí mismo. Amén de leche y bondad, nos falta, me digo, inocular algo de cólera
Alain-Paul Mallard 22/03/2022
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Trozo del cordón umbilical del hijo de Alain-Paul Mallard.
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I.
De una lectura, añeja de tres décadas, de la Jeanne D’Arc de Michelet me queda –amén de azoro ante el vertiginoso arco vital que llevó a la pucelle d’Orléans del obstinado silencio de una infancia campesina a una gesta imposible, y de ahí a las voraces llamas de la pira– una única idea, la de cierta, singularísima, concepción histórica. La Historia, se sugiere oblicuamente en el opúsculo, avanzaría de manera “ecuacional”: cada era de crueldad, era de iniquidad y egoísmo, se resolvería en el surgimiento redentor de una “figura de lo justo”, albor de un periodo luminoso de construcción de comunidad que, a la postre, terminaría a su vez por opacarse y corroerse hasta que de los fangos del sufrimiento brotara, restableciendo la ecuación, una nueva “figura de lo justo”.
Como mecánica de cambio en el fenómeno histórico resulta, sí, una idea tan ingenua como estrafalaria. Y, sin embargo, hizo mella en mí: de cuando en cuando me sorprendo en la manía de identificar –en mis erráticas lecturas, en el pasado, en los sucesos de la actualidad, en algún obituario, incluso en mi entorno vital más inmediato– alguna “figura de lo justo”, más o menos modesta, más o menos evidente.
Las “figuras de lo justo” en mi variopinto y personalísimo repertorio no necesariamente operan desde el poder. Y tampoco es que aspiren al martirio o merezcan la santidad; labradas están, las más, de barrocos y problemáticos claroscuros.
Ahí tienen, a título de ejemplo, a Jerry Rawlings, hombre fuerte de Ghana durante las dos últimas décadas del siglo XX. Piloto militar –un mestizo tan carismático como inflexible–, se hizo del poder mediante un golpe de Estado, realizó las purgas que juzgó pertinentes, convocó a elecciones democráticas y cedió el poder a un gobierno civil. Cuando al cabo de un par de años sintió descarrilarse el rumbo del país, repitió el coup, y gobernó Ghana manu militari durante poco más de una década. El más improbable de los demócratas, Rawlings convocó entonces a elecciones, mismas que ganó, sucediéndose a sí mismo ya esta vez legitimado por las urnas. Fundó la Cuarta República y, durante dos periodos, presidió el destino del país para luego entregar, en el 2001, nuevamente el timón. De entonces a acá, Ghana tiene ya dos décadas cumplidas de alternancia democrática.
Abrevio, blanqueo (mucho) y esquematizo, claro, para fines retóricos. En la supuesta lectura “ecuacional” de la historia del país africano, Rawlings suplantaría al patriota y revolucionario pan-africanista Kwame Nkrumah, previa “figura de lo justo”, que en 1957 negociara la independencia y con ésta el fin, al menos en papel, del régimen colonial.
II.
Hará un par de meses abrí el erudito y fascinante estudio Nezahualcóyotl, vida y obra de José Luis Martínez (Biblioteca Americana, FCE, 1972). Ya era yo devoto de la Obra –“Aunque sea de jade se rompe / Aunque sea de oro se quiebra / Aunque sea de pluma de quetzal se desgarra: / No para siempre en la tierra / Tan solo un poco aquí...”–; de la Vida, en cambio, nada sabía. Me sorprendió genuinamente que la existencia de un soberano del mundo prehispánico quedara, a partir de incontables fuentes fragmentarias, tan sólidamente documentada. Causa de azoro fue también caer en la cuenta de que Nezahualcóyotl (1402-1472), rey-poeta de Texcoco, resultara contemporáneo –ahora sí que en un universo paralelo– de François Villon, el poeta-bandido que tan asiduamente cortejara, en la Francia del más tardío medievo, la cárcel y el patíbulo. (“Nz > F.V. – poesía sincrónica”, me anoto por ahí, crípticamente, para un futuro análisis comparatista...).
Abrevio y esquematizo aquí, una vez más con intenciones retóricas, picoteando hitos y datos en la Vida:
Acolmiztli Nezahualcóyotl, monarca de Texcoco, fue constructor de diques y acueductos, arquitecto de jardines y palacios. Fundó escuelas y recuperó los altos valores toltecas de civilización (la toltequidad o toltecáyotl era sinónimo de perfección, arte y sabiduría). Filósofo y civilizador, intuyó hacia el fin de su vida el monoteísmo –Tloque in Nahuaque, el dios incógnito, aquel que tiene todo en sí–, y pretendió, sin conseguirlo, reformar la abominable institución nahua del sacrificio de hombres.
La piedad proverbial que lo distingue no fue siempre su guía: la violencia –y aún el crimen– no le fueron ajenos. Antes de recobrar el señorío arrebatado a su padre (a los 16 años atestiguó escondido, por entre ramajes, el asesinato de su progenitor), vivió, príncipe fugitivo, a salto de mata. E incurrió en tropelías, algunas claramente injustificables. Recobrado el trono, Nezahualcóyotl, de 29 años, “toma corazón de viejo” y se hace un hombre grave, un gobernante justo que teje alianzas y guerrea contra sus enemigos.
Sabiendo dialogar con su propio corazón, el rey-poeta compuso sublimes y certeros cantos cuyo misterio y poesía perduran y reverberan hasta el presente, a pesar de que los marcos de interpretación se hayan desdibujado.
Nezahualcóyotl me interpela, sí, en sus claroscuros: antes, mucho antes de cerrar el volumen, entreví una posible Vida imaginaria suya, a lo Marcel Schwob, y me dije: tengo en “Coyote hambriento” –que así se traduce su esdrújulo nombre– una incontrovertible “figura de lo justo” para añadir a mi inventario.
III.
Estos últimos días me ha tocado encarar, por vez primera como padre, un turbador incidente de acoso escolar. El doloroso y desestabilizante asunto ha sido –de momento– resuelto con ventura por intervención de la dirección de la escuela. Mi “de momento” me resulta crucial: habré de estar sumamente pendiente de cómo evolucionan las cosas.
Mi mujer y yo hemos concienzudamente nutrido a nuestro niño con la mentada “leche de la bondad humana”. Y me duelo profundamente de constatarlo vulnerable. Tanto se esmera uno en educar para la empatía, en el respeto del otro, hacia la generosidad y el digno desapego, para el sentido de lo justo, que pasa uno por alto un crucial detalle: ya en el patio del colegio campan a sus anchas los abusones.
En el microcosmos que es el patio de recreo se llevan a cabo, a través del juego, ensayos progresivos en los que se aprende a navegar la vida adulta. (Hoy que esto escribo, los tanques de Vladimir Putin –un arquetípico abusón con esteroides; simple y llanamente un matón– vulneran las fronteras y hollan las tierras ucranianas).
En el microcosmos que es el patio de recreo se llevan a cabo, a través del juego, ensayos progresivos en los que se aprende a navegar la vida adulta
La principal misión del padre es hacer del hijo un hombre de bien. Supeditada a la anterior, está la de enseñarle a valerse por sí mismo. Amén de leche y bondad, nos falta, me digo, inocular algo de cólera –de bilis amarilla si nos ceñimos a la teoría de los humores–. Resolver la aporía guevariana, aquella de “endurecerse sin perder la ternura”, supondría, me digo también, agregar a la claridad una dosis de sombras.
IV.
Buscando no sé qué, tropiezo en el cajón de las cosas naufragadas con un pequeño estuche. Dentro, un tieso trocito de tripa. Retorcido, de escasos dos centímetros de largo y de un ocre translúcido que mirado a contraluz revela un alma negruzca, va prensado en un extremo por un clip de plástico, etiquetado con un código de barras y media docena de dígitos –mismos que se corresponden con los de la pequeñísima pulsera de identificación hospitalaria, plástica también, presente en el mismo estuche, y que lleva los apellidos de mi mujer.
La reseca tripita, cuya existencia había olvidado, es el vestigio del cordón umbilical de nuestro hijo; ese cordón que hace siete años –pintan como una pequeña eternidad– tanto temíamos lastimar en nuestros desvelados e inexpertos cambios de pañal... El cordón se desprendió solo, el yodado ombligo cicatrizó con bien y, cautivos del presente, nos olvidamos del asunto.
Al examinar el hallazgo a la luz de la ventana, siento que fallé –y de manera más bien grave– en mi observancia de lo simbólico: me viene a la mente un detalle tempranísimo en la Vida de Nezahualcóyotl, un gesto que le imponen y que, simbólicamente, sella su destino. Mi lectura está fresca. Voy a buscar el libro y hallo enseguida el pasaje: “Y en cuanto se desprendió su cordón umbilical, se le llevó a enterrar con precauciones en tierra de enemigos, dando a entender con ello que desearía hacerles la guerra”.
Tal como recordaba...
¡Vaya! Mi desvinculación con el atávico mundo de los símbolos ¡nos está pasando factura!
Llamo a la madre a mi lado y le muestro el reseco y torcido hallazgo –es de nuestro niño–. Y de manera algo confusa le hablo de Nezahualcóyotl, de las partes de sombra que albergan las “figuras de lo justo”, y comparto con ella todo aquello que me apesadumbra el corazón. Sigue un diálogo largo y áspero, pragmático y terre à terre, en el que constatamos que, fundamentalmente, estamos en sintonía. Ya al final, suelto una pregunta: Matiana, ¿qué toca hacer, ahora, con este vestigio umbilical tan... comprometedor?
De espíritu más cartesiano que el mío, Matiana no deja pasar la ocasión para alertarme de que oooootra vez estoy mezclando peras con manzanas. Me sospecha levemente aquejado –sospecho– de algún trouble mental... ¡Qué se le va a hacer!: estoy cableado para fabricar, a cada que se puede, similitudes, menudas simetrías. Y en ello se me va la vida.
I.
De una lectura, añeja de tres décadas, de la Jeanne D’Arc de Michelet me queda –amén de azoro ante el vertiginoso arco vital que llevó a la pucelle d’Orléans del obstinado silencio de una infancia campesina a una gesta imposible, y de ahí a las voraces llamas de la...
Autor >
Alain-Paul Mallard
Escritor, coleccionista, fotógrafo, viajero, cineasta, dibujante, Alain-Paul Mallard (México, 1970) es autor de 'Evocación de Matthias Stimmberg', 'Nahui versus Atl', 'Altiplano: tumbos y tropiezos'. Vive en Barcelona.
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