ROSSO DI SERA
Putin, el talón de Aquiles de Salvini
La extrema derecha italiana ha presentado durante años al presidente ruso como el líder varonil que salvaría Occidente de la debacle ‘woke’. Aquí no cuela lo de llamarle comunista. Los estrechos lazos con la Lega son de naturaleza ideológica y económica
Alba Sidera 14/03/2022
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Al empezar la invasión de Ucrania, Salvini intentó hacer lo mismo que durante el asalto del Capitolio norteamericano: caminar de puntillas sobre el tema mientras eliminaba algunos posts. Pero se ha pasado los últimos ocho años loando a Putin, así que tenía que hacer algo más. Fue a rezar por la paz delante de la embajada ucraniana mientras depositaba en el suelo un ramo de tulipanes. Los ucranianos se ofendieron. Se opuso al envío de armas con alegatos pacifistas y le recordaron su cercanía con el lobby de las armas, al que prometió que, si gobernaba, Italia sería como los EUA en materia de “libertad” con las armas. Le quedaba ir a Ucrania a hacer el paripé con “los que de verdad son refugiados”, es decir, no como los africanos. Y fue lo que peor le salió.
Sus asesores le habían asegurado que podía ir tranquilo, ya que el alcalde que tenía que recibirlo en Przemysl, Wojciech Bakun, era de su cuerda. Es decir, del partido Kukiz’15, una formación de derecha radical populista nacida en 2015. Pero no. Bakun no tiene divergencias ideológicas con Salvini (sus programas son bien parecidos) pero sí geopolíticas: él, la guerra, la tiene encima. Humilló en público al leghista mostrándole una de las muchas camisetas de Putin que ha lucido y le dijo que se negaba a recibirlo si no condenaba al líder ruso. Fue de lo peor que le ha sucedido en cuestión de imagen, porque es en este tipo de gestos en los que ha basado su comunicación. Y ni siquiera pudo achacar lo ocurrido a un complot de la izquierda, porque el alcalde es uno de los suyos. Terrible, sí. Pero el pozo en el que está Salvini es mucho más profundo. Empecemos por el principio.
Salvini nunca ha escondido que Putin es, junto a Marine Le Pen y Viktor Orbán, uno de sus principales referentes políticos
El 9 de junio del 2015 Salvini apareció en el Parlamento Europeo con una camiseta con la imagen de Putin de joven. Proponía un trueque de presidentes. “Cambio dos Mattarella por medio Putin”, decía, y la excusa era reivindicar la política de inmigración rusa. “¡La he comprado en Rusia!”, fanfarroneó un Salvini deseoso de atención que nunca ha escondido que Putin es, junto a Marine Le Pen y Viktor Orbán, uno de sus principales referentes políticos.
Hacía un año y medio que Matteo Salvini había tomado las riendas de la entonces Lega Nord para, con la ayuda y el aval de su buena amiga Le Pen, transformar un esmirriado partido autonomista norteño en otro vigoroso y ultranacionalista italiano a imagen del Front National. Tardó poco en conseguirlo. En marzo de 2018 los grillini lo llevaron al gobierno y la Lega pasó de rozar el 4% a ser el partido más votado en las elecciones europeas del 3 de mayo del 2019. Aquel día, para anunciar la victoria, Salvini colgó una foto suya en las redes sociales sosteniendo sonriente un papel con un gran “Gracias”. Lo relevante de la foto, el mensaje, es qué colocó estratégicamente de fondo: una gorra de Make America Great Again, una imagen de Jesús y una estampita de Putin. Simbolizaban los tres pilares que lo habían llevado hasta allí: la red de la extrema derecha estadounidense en la que Steve Bannon le introdujo, los poderosos ultraconservadores cristianos y el entorno económico de Putin.
Lo que todavía no sabía Salvini es que su desmesurada pasión por Putin y, sobre todo, por aquellos a los que en la prensa occidental llamamos oligarcas, se giraría en su contra hasta el punto de convertirse en su talón de Aquiles. Le haría perder, primero, los apoyos de la extrema derecha estadounidense: en cuanto salieron a la luz las turbias relaciones económicas entre la Lega y el entorno de Putin, los amigos de Bannon prefirieron apostar por la otra líder de la extrema derecha italiana, la posfascista Giorgia Meloni. La invitaron al congreso de Trump, y dio inicio a su operación de sorpasso a la Lega. Poco después, estalló una guerra en la que todos los otrora aliados de Salvini se posicionaron contra Putin, dejando al leghista solo ante una descomunal hemeroteca repleta de camisetas. Pero ojalá sus líos con Putin se limitasen a una cuestión de camisetas, debe pensar Salvini.
El 6 de marzo de 2017, Salvini firmó en Moscú un acuerdo político entre la Lega y la formación de Putin, la tradicionalista Rusia Unida
El 6 de marzo de 2017, Salvini firmó en Moscú un acuerdo político entre la Lega y la formación de Putin, la tradicionalista Rusia Unida. Se trata de un acuerdo quinquenal, es decir, que caducaba justo estos días, el 6 de marzo de 2022. Una cláusula del acuerdo especifica que para rescindirlo –como con los alquileres– hay que avisar con seis meses de antelación. Si no, queda renovado automáticamente. Y claro, hace seis meses Salvini no intuyó que su aliado más poderoso, del que más había presumido, se convertiría en el enemigo número uno de Occidente. La Lega, que desde que Putin invadió Ucrania no sabe dónde esconderse, no ha logrado esclarecer el estado del acuerdo, y ha dado diversas y rocambolescas versiones, pero ninguna prueba de que esté cancelado. Lo que es inquietante por diversas y obvias razones. La más evidente es que la Lega forma parte del gobierno de gran coalición de Italia, además de gobernar en diferentes regiones del país, como la Lombardía, que tiene grandes relaciones económicas con Rusia.
Este acuerdo de cooperación política estipula que como mínimo los dos actores tendrán que intercambiar información sobre “los temas de actualidad de la Federación Rusa e Italia”, así como de sus “relaciones internacionales”. También habla de intercambiar experiencias y conocimientos respecto a sus “intereses recíprocos”. Ahora que Putin es el protagonista de una invasión a las puertas de la UE retransmitida en directo televisivo, el hecho de que un partido que está en el gobierno de Italia y por tanto tiene cargos de responsabilidad mantenga este acuerdo incomoda no poco.
En el entramado de relaciones entre la Lega y el entorno de Putin se mezclan intereses económicos (no sólo de empresarios rusos, sino también italianos) con afinidades ideológicas como combatir el “lobby gay” o la “ideología de género”. Los ideólogos de la extrema derecha italiana han presentado durante años a Putin como el líder varonil que salvaría Occidente de la debacle woke. En todo esto hay dos nombres clave: Lorenzo Fontana, brazo derecho de Salvini, y Gianluca Savoini, exportavoz y asesor de política internacional de Salvini. Savoini es el fundador de la Asociación Lombardia Russia, que se encarga de que haya buenas relaciones económicas entre empresarios italianos y rusos y al mismo tiempo de difundir los valores “de la familia tradicional”. La asociación tiene como presidente honorario a Alexey Komov. ¿Y quién es Komov? Trabaja para oligarcas y es el representante ruso del Congreso de las Familias, el aquelarre ultraconservador que reúne periódicamente lo mejorcito de la extrema derecha mundial.
Savoini, por su parte, es investigado por corrupción internacional en el caso Russiagate, la presunta financiación ilegal de la Lega por parte de empresarios rusos. Partiendo de unas escuchas telefónicas difundidas en febrero de 2019 por el semanario L’Espresso, Savoini ha sido acusado de recibir dinero del entorno de Putin para financiar la campaña de las elecciones europeas de la Lega. Que ganó. El delito se habría cometido presuntamente a través de la compraventa de carburante y en él estaría implicado el magnate Konstantin Malofeev, a quien también se relaciona con la financiación del francés Front National. Malofeev, además, tiene entre su imperio diversos medios que difunden mensajes religiosos ultraconservadores.
La primera referencia que se encuentra de la asociación Lombardia Russia es un incauto artículo de 2014 de Il Miglio Verde, el órgano de partido de la entonces Lega Nord. El título es: “Nace Lombardia Russia, la asociación para dar a conocer el verdadero Putin”. En ese artículo Komov se presentaba como presidente honorario, enviaba un saludo a los lectores/militantes y era definido como “ideológicamente cercano a la Lega Nord”.
Hay muchas pruebas de la buena relación de Komov con la Lega y sus exponentes, como el ultraconservador Lorenzo Fontana, que fue ministro de Familia del primer gobierno Conte. Durante su mandato, Fontana propuso que la apología del fascismo, el nazismo y el racismo dejaran de ser delito. Quería abolir la ley Mancini, que es la que lo regula. Según él, porque “los globalistas utilizan esta ley para camuflar su racismo antiitaliano”. Lo de “ya no se puede decir nada” (nazi), “racismo inverso” y esas cosas. Fontana es uno de los principales ideólogos de Salvini.
Pero es que la cosa viene de lejos, desde el inicio, desde el día cero de Salvini. El 15 de diciembre del 2013, el día en que Salvini fue elegido secretario general de la Lega Nord, Komov se encontraba allí, en el recinto de Torino donde se celebró el congreso, a su lado.
Pues bien, hace pocos días el programa Piazza Pulita del canal televisivo La 7 invitó a Komov para hablar de la guerra en Ucrania en conexión desde Rusia. En su intervención, llena de contradicciones, solo tuvo sentido la primera parte, en la que expuso la posición de Rusia: que Ucrania representaba una amenaza. Luego le preguntaron por Salvini y Berlusconi y sus viajes a Moscú. Él se echó a reír, negó haberlos visto nunca por allí, llegó incluso a decir “¿La Lega? Sé que existe un partido que se llama Lega”, y comentó que le parecía que “un tal Salvini” era su líder. A la pregunta “Pero ha habido una gran cercanía entre los rusos y la Lega. ¿Por qué, según usted?”, respondió que porque los dos comparten los valores tradicionales de la familia europea.
Precisamente el inventor del eslogan “Comunismo o libertad” –Berlusconi– es uno de los mejores amigos de Putin. Pero amigos de verdad, de los que veranean juntos y se defienden a capa y espada
Hay miles de pruebas de esos lazos ideológicos, como las fotos del verano de 2019 de un encuentro entre el ideólogo de la extrema derecha rusa, Alexander Duguin, su pequeño imitador italiano, Diego Fusaro, y el inevitable Savoini. Lejos de esconderse, la extrema derecha populista italiana ha presumido durante años de su admiración por Putin y por los valores tradicionalistas que dicen que encarna. Por eso aquí es impensable, a diferencia de lo que sucede en España, que al dirigente ruso se le pueda acusar de comunista.
Precisamente el inventor del eslogan “Comunismo o libertad” –es decir, Berlusconi– es uno de los mejores amigos de Putin. Pero amigos de verdad, de los que veranean juntos y se defienden a capa y espada. En abril de 2008, ambos estaban dando una conferencia de prensa en Cerdeña. Una periodista rusa hizo una pregunta incómoda sobre una presunta relación sentimental de Putin. El líder ruso hizo una mueca de disgusto y Berlusconi salió en su ayuda. Al magnate italiano no se le ocurrió nada mejor que simular con las manos una ametralladora y empezar a disparar de forma figurada contra la periodista, mientras Putin asentía con la cabeza. La joven cronista rompió a llorar. Hacía un año y medio que la periodista Anna Politkóvskaya había sido asesinada. Macabro, el humor que se permiten los más poderosos del planeta.
Al empezar la invasión de Ucrania, Salvini intentó hacer lo mismo que durante el asalto del Capitolio norteamericano: caminar de puntillas sobre el tema mientras eliminaba algunos posts. Pero se ha pasado los últimos ocho años loando a Putin, así que tenía que hacer algo más. Fue a rezar por la paz...
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Alba Sidera
Periodista especializada en la extrema derecha y el análisis político. Vive en Roma desde el 2008, donde trabaja como corresponsal. Autora del libro 'Feixisme Persistent'.
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