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Era el último minuto del partido y el Atleti, para demostrar que las cosas ahora son diferentes, cerraba el encuentro jugando en el área contraria. João Félix intentaba hacer otra de sus diabluras, pero esta vez no le salió y se quedó trastabillado. Cuando el árbitro pitó el final unos segundos después, vimos que el jugador se tiraba al suelo y estiraba los brazos, haciendo un gesto que era de difícil interpretación. Eso paralizó el corazón de una gran parte de los que estábamos en la grada del estadio Metropolitano y que pensamos lo peor. João no, por favor. No, porque no sería una lesión más. Se estaría lesionando el nuevo rey. Uno al que le había costado mucho serlo. Afortunadamente no fue así y el portugués se levantó cansado y feliz, con una corona reluciente en la cabeza.
Creo que en el partido contra el Deportivo Alavés, João Félix se coronó nuevo rey de este complicado colectivo llamado Atlético de Madrid. Nadie en su sano juicio podía dudar de su calidad técnica, pero sí de su capacidad para ser un futbolista realmente diferencial. Esa duda parece que se había ido disipando en las últimas semanas, pero contra el Alavés se ha terminado de borrar. João Félix ha demostrado que puede ser un futbolista estelar. Y no porque sus filigranas sean capaces de ocupar la mayor parte del tiempo de los resúmenes de YouTube, sino porque es un jugador capaz de ganar partidos y de hacer que en el campo se juegue a lo que él quiere. Simeone, que sabemos que no regala nada, como una especie de sargento Foley en Oficial y Caballero, lo había estado forzando hasta hacerle encontrar sus límites. El de Viseu, afortunadamente, ha salido indemne y reforzado. El João Félix de hoy corre, pelea, salta, sufre, gana, ríe y juega. Es clave de punta, de segundo punta y de interior, que es de lo que ha terminado jugando. Todos conocemos a Simeone y sabemos que dejarlo en el campo hasta el final era un gesto simbólico. Su particular coronación. Así que, viva el rey.
El 4-1 con el que el Atlético de Madrid ha derrotado al Deportivo Alavés es seguramente un resultado justo y a la vez extraño. Justo porque refleja la diferencia que hubo entre los dos equipos en el campo (así lo creo, aunque pueda sonar exagerado) y extraño porque durante un buen rato dio la sensación de que el conjunto vasco no se iría de vacío.
El comienzo fue bastante positivo para los rojiblancos. Simeone apostó por dar continuidad a lo que funcionaba y Kondogbia se acopló bien a la dinámica que venía teniendo el equipo. El Atleti salió mandón, intenso, salvando con solvencia la presión adelantada del Alavés (lo mejor del equipo vasco), ensanchando las bandas y siendo muy dinámico en ataque. Lemar marcó un gol que fue anulado por fuera de juego de Lodi. Minutos después era Vrsaljko el que colgaba un balón excelente al punto de penalti, que João Félix lanzaba a la red con su cabeza.
Todo apuntaba de lujo para los madrileños, pero desgraciadamente no se volvió a jugar al fútbol en los veinte minutos siguientes. Fue algo muy extraño que no tengo claro si se debió a pérdidas de tiempo gratuitas, a las faltas, a los parones, si fue culpa del Alavés, del Atleti o del árbitro. Lo que sí sé es que destrozó lo que estaba siendo el partido. Fue como cortar la calefacción en pleno invierno. Todo se enfrió hasta el punto de que cuando los futbolistas decidieron volver a jugar, lo que nos encontramos fue algo completamente diferente. Algo mucho más feo. El Atleti consiguió llegar indemne al descanso gracias sobre todo a un inoperante Deportivo Alavés que no era capaz de aprovechar la buena presión en campo contrario que hacían. Mala pinta tiene el equipo de Mendilibar, que hoy se acuesta como colista de la Liga.
La segunda parte se inició con dos cambios en la medular rojiblanca que no entendí. Ni Lodi ni Lemar estaban siendo de lo más flojo, más bien lo contrario, pero es que los aportes de sus sustitutos, Carrasco y sobre todo de un errático De Paul, no fueron lo que se esperaba de ellos. El Atleti entró en una dinámica de errores y brazos caídos, y por ahí se coló la única jugada potable del equipo vitoriano. Una jugada que los de Simeone defendieron con la agresividad de una gominola. Escalante aprovechó la amabilidad rival para cabecear por encima de Oblak y empató el partido.
Los fantasmas comenzaron a trotar por las gélidas gradas, pero ni siquiera tuvieron tiempo de calentar. En el campo, además de João Félix, estaba Cunha
Los fantasmas comenzaron a trotar por las gélidas gradas del estadio. Afortunadamente, ni siquiera tuvieron tiempo de calentar porque en el campo, además de João Félix, estaba un tal Cunha. Me gusta mucho el jugador brasileño. Lo reconozco.Tiene muchas armas para romper defensas, pero es que además decora sus cualidades con una ilusión por jugar que se contagia alrededor. Una jugada suya en el área rival acabó en el penalti que transformó Luis Suárez. Y con el 2-1 no sólo llegó la tranquilidad, también llegó la fiesta.
Sí, porque esos últimos minutos fueron seguramente los más ilusionantes y los más divertidos de ver. Resultó francamente sugerente ver lo que puede hacer este equipo cuando De Paúl recupera el equilibrio, Kondogbia cierra los huecos y João, Cunha y Carrasco se ponen a jugar al fútbol. Ambrosía, créanme. El tercer gol llegó con una gran jugada por la izquierda y con João Félix recogiendo el rechace de un remate de Cunha, que cuesta creer que no entrase en la portería. El cuarto tuvo los mismos protagonistas, además de un Luis Suárez que cuando le das un balón en el área sigue siendo insuperable.
El Atleti encara su mes terrorífico en las mejores condiciones de toda la temporada. Con la plantilla casi completa (a ver qué pasa con Giménez, que se ha retirado con cara de querer morirse), asentado en la liga, bañándose en buenas sensaciones y con un rey recién coronado. Parece que nos vamos a divertir.
Era el último minuto del partido y el Atleti, para demostrar que las cosas ahora son diferentes, cerraba el encuentro jugando en el área contraria. João Félix intentaba hacer otra de sus diabluras, pero esta vez no le salió y se quedó trastabillado. Cuando el árbitro pitó el final unos segundos...
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