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FÚTBOL Y GUERRA

Abramovich: equilibrios en la cuerda floja

Al oligarca le interesa que se acabe el conflicto con Ucrania, que le ha hecho perder patrimonio y vender el Chelsea, pero no puede rechazar públicamente los planes bélicos de Putin

Ricardo Uribarri 17/04/2022

<p>Roman Abramovich.</p>

Roman Abramovich.

CC

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A muchos miles de kilómetros del Bernabéu, seguramente desde Turquía, donde se ha establecido en las últimas semanas, Roman Abramovich vio como el Chelsea se quedaba fuera de la Champions League en el que habrá sido el último partido europeo del equipo inglés bajo el mandato del oligarca ruso. Es imposible no establecer un paralelismo entre lo vivido en las últimas semanas por el club y el que sigue siendo, por poco tiempo, su dueño: de tocar el cielo siendo campeón de Europa hace un año, a caer eliminado en cuartos de final en medio de una situación económica preocupante. De ser uno de los hombres más ricos del mundo, a ser vetado en muchos países y perder posesiones y fortuna tras las sanciones impuestas a los empresarios acusados de estar en el círculo próximo al presidente ruso Vladimir Putin. Su cercanía con el poder del Kremlin, que le ayudó a alcanzar su estatus, le ha condenado a vivir la situación actual.

Por mucho que haya podido sentir la eliminación del que ha sido su equipo en los últimos 19 años, Abramovich tiene muchos otros problemas más importantes de los que preocuparse. Entre ellos está el de intentar salvar la parte de su patrimonio que no ha sido embargado por distintos países después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Para ello, incluso, no ha dudado en aceptar el papel de mediador entre las partes en conflicto, estando presente en las conversaciones llevadas a cabo por representantes de ambos países para buscar una solución a la situación actual. Una postura con la que busca mejorar ante el mundo su cuestionada imagen pero que, al mismo tiempo, denota el lazo que le une a las más altas instancias de su país. Nadie puede entender que estuviera en ese lugar en caso de no ser una persona de la máxima confianza de Putin.

Lo tiene claro María Pevchikh, jefa de investigaciones de la ONG Fundación Anticorrupción, creada por el líder opositor ruso Aleksei Navalni. “¿Cómo han podido olvidar quién es Abramovich? Es uno de los mayores patrocinadores del régimen. Estoy segura al 100% de que esto fue completamente coordinado por el Kremlin. Cuando llevas 22 años siendo una marioneta de Putin, no te vuelves rebelde de repente”. En un documental sobre el origen de su fortuna elaborado por la BBC, y llamado Dinero sucio, se cita una investigación de los servicios de inteligencia españoles en la que se concluye que Roman era “el gestor de los intereses económicos de Putin”. Afirmación que fue utilizada este año por el diputado conservador David Davis en el Parlamento británico para pedir al Gobierno que tomara medidas contra él.

Incluso hasta en la decisión de comprar el Chelsea en 2003 existe la duda de una posible vinculación con el presidente ruso. En el libro Putin’s People, la periodista Catherine Belton, basándose en el testimonio de varios testigos, señaló que el Kremlin animó a Abramovich a hacerse con el equipo londinense y a hacerlo crecer para dar una buena imagen del país. Al empresario nunca le ha gustado que le vinculen estrechamente con Putin y por eso no dudó en demandar a la editorial y a su autora. El pleito se saldó con un acuerdo por el cual el editor se comprometía a actualizar la publicación, aclarando que la acusación no era una declaración de hecho y recogiendo una negación adicional por parte de Roman.

Incluso hasta en la decisión de comprar el Chelsea en 2003 existe la duda de una posible vinculación con el presidente ruso

El que fuera su antiguo mentor en los negocios, el empresario ruso Boris Berezovsky, también le vinculó con Putin en una demanda dirimida en un tribunal de Londres en la que reclamó a Abramovich una indemnización de 3.750 millones de euros por obligarle en su día a venderle a bajo precio su participación en la petrolera Sibneft. En la argumentación de la acusación se recogía que Roman le amenazó con que, de no aceptar, sufriría las consecuencias por parte de Putin. Berezovsky, que había progresado bajo el mandato de Yeltsin, al igual que su entonces amigo Abramovich, cayó en desgracia con el régimen cuando los medios de comunicación que lideraba criticaron a Putin tras la explosión del submarino nuclear Kursk, en la que murieron sus 118 tripulantes, lo que le obligó a exiliarse fuera de Rusia. Entre seguir a su amigo, que además le había ayudado a hacerse rico, o seguir aliado a Putin, Abramovich eligió lo segundo. Por cierto, con las acciones de Sibneft que compró a Berezovsky hizo una gran fortuna, al venderlas en 2005 al gigante estatal ruso Gazprom por 10.100 millones de euros. Un año después del juicio, Berezovsky apareció ahorcado en su casa. La viuda del espía Alexander Litvinenko dijo a El Mundo que “hay una manera muy fácil de distinguir a los amigos y a los enemigos de Putin: los amigos se han hecho ricos y los enemigos están bajo tierra o en la cárcel”.

No es extraño que, en 2006, la revista Forbes situara a Roman en el puesto undécimo de las personas más ricas en el mundo, con una fortuna de 18.300 millones de dólares. No estaba mal para aquel chico nacido en 1966 en la ciudad de Saratov y que a los tres años se quedó huérfano, teniendo que ir a vivir con unos familiares. Tras estudiar en la escuela técnica de Ukhta y en el Instituto Gubkin de Petróleo y Gas de Moscú, realizó el servicio militar y, con el dinero que recibió al casarse con 21 años con Olga Yurievna, invirtió en bienes raíces logrando triplicar la cantidad, lo que le permitió montar una empresa de repuestos de automóviles y posteriormente otra de juguetes. Todos estos negocios estaban al margen de la legalidad, pero aprovechó la reforma política y económica, conocida como Perestroika e impulsada por Gorbachov en 1985, para legalizarlos. En los años 90 participó en 20 compañías, entrando en el negocio petrolífero junto al citado Berezovsky, con el que compró Sibneft gracias al programa de préstamos promovido por el gobierno de Boris Yeltsin, en una adjudicación preparada para que fuera a parar a los dos empresarios gracias a una comisión de 10 millones de libras, pagada a uno de los hombres fuertes del entonces presidente ruso. Años después, y ya con Putin en el poder, se hizo con la petrolera Slavneft en otra subasta que la BBC también tilda de fraudulenta.

Abramovich nunca ha tenido grandes ambiciones políticas, algo que agrada a Putin, pero durante unos años –entre finales del 2000 y 2008– fue gobernador de la región de Chutotka. Con los negocios encarrilados y una posición consolidada y bien vista por el poder estatal, se decidió a dar el salto a Occidente, adquiriendo en 2003 el Chelsea por 200 millones de euros, de los que 85 fueron para adquirir el paquete mayoritario de las acciones y 114 en deuda asumida. En aquel momento, el equipo llevaba desde 1955 sin ganar la liga inglesa. Bajo el mandato del ruso, los de Stamford Bridge han logrado 21 títulos, entre los que están cinco ligas y dos Champions League, trofeo que no tenían en sus vitrinas. Unos éxitos que han sido posibles gracias a los 2.000 millones de dólares que ha invertido en estas dos últimas décadas. No en vano se le considera como uno de los culpables de la inflación que ha vivido el mundo del fútbol en lo que llevamos de siglo gracias al elevado gasto destinado a fichajes y sueldos de jugadores.

Las sanciones que ha impuesto el Gobierno británico a Abramovich van a hacer que no pueda obtener ningún beneficio económico por la venta del Chelsea, una decisión que tomó el magnate a principios de marzo “por ser lo mejor para la entidad”, según reconoció en un comunicado, aunque “increíblemente difícil de tomar. Me duele separarme del club de esta manera”. Sinónimo de opulencia en los últimos años, el equipo vive actualmente una situación totalmente opuesta a causa de las restricciones establecidas. Hasta que no tenga nuevo propietario, tiene prohibido vender y comprar jugadores, tampoco puede renovar a ninguno, ni vender entradas ni productos oficiales. Solo ingresa dinero por derechos de televisión, lo que sirve para pagar la nómina del mes. El equipo ha tenido que apretarse el cinturón en los desplazamientos al tenerse que ceñir al presupuesto estipulado por el Gobierno para ese apartado. Incluso los jugadores adelantaron dinero de su bolsillo hace unas semanas para hacer un viaje en autobús. Se espera que próximamente se pueda cerrar la venta a alguno de los varios candidatos interesados en convertirse en el nuevo dueño del club.

Bajo el mandato del ruso, los de Stamford Bridge han logrado 21 títulos, entre los que están cinco ligas y dos Champions League

Los problemas entre Abramovich y las autoridades británicas ya habían empezado en 2018, cuando le denegaron la renovación del visado por las tensiones entre Reino Unido y Rusia debidas al envenenamiento en territorio inglés del espía Sergei Skripal. Eso llevó al empresario, de origen judío, a solicitar la nacionalidad israelita. En 2021 también obtuvo la nacionalidad portuguesa, lo que le permitía moverse por la Unión Europea aprovechando las facilidades que daba el gobierno luso a las personas que tuvieran ascendencia sefardí. Ahora, sin embargo, esos documentos no parece que le vayan a facilitar los desplazamientos. A pesar de no haber tomado sanciones contra Rusia, el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Yair Lapid, explicó hace unos días que su país “no será una ruta para eludir las sanciones impuestas”, estudiando la opción de limitar a 48 horas la estancia de aviones y yates privados de los oligarcas rusos en sus aeropuertos y muelles. Por el contrario, Roman no tiene problemas para entrar y salir de Turquía, que no ha impuesto restricciones a Rusia. De hecho, en el país otomano han recalado dos de sus grandes yates.

Abramovich mantiene una importante participación accionarial en empresas como la siderúrgica Evraz, que ha visto suspendida su cotización en la bolsa de Londres, y en Norilsk Nickel, principal productor del mundo de paladio y níquel. Pero las sanciones y embargos que sufren los oligarcas rusos por la guerra han hecho caer mucho su fortuna. La revista Forbes asegura que mantiene un patrimonio de 6.900 millones, pero que en comparación a lo que tenía el año pasado ha perdido 7.600 millones de dólares. Por eso se entiende que esté tan interesado en colaborar para que se acabe el conflicto. Aunque tenga que mantener un complicado equilibrio entre sus intereses particulares y los de Putin para no molestar al gobernante ruso. Quizá, el día que todo se normalice, si logra estabilizar sus finanzas, le volvamos a ver como inversor en un club de fútbol.

A muchos miles de kilómetros del Bernabéu, seguramente desde Turquía, donde se ha establecido en las últimas semanas, Roman Abramovich vio como el Chelsea se quedaba fuera de la Champions League en el que habrá sido el último partido europeo del equipo inglés bajo el mandato del oligarca ruso. Es imposible no...

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Ricardo Uribarri

Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.

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