A BOCAJARRO
Simeone y Guardiola: tan diferentes que se parecen
El Cholo y Pep no se odian, al contrario, se admiran desde la tranquilidad que da el saber que el uno no intentará nunca usurpar el lugar del otro
Felipe de Luis Manero 1/04/2022
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Creo firmemente que aquella visita que le hizo Simeone a Guardiola hace años para analizar su forma de entrenar supuso un alivio para el técnico de Santpedor. La historia es conocida: el Cholo, cuando aún daba sus primeros pasos –titubeantes, inseguros– en los banquillos, se fue a Barcelona para ver in situ una sesión de aquella deidad que había modelado al mejor equipo del mundo; cuando terminó el entrenamiento, Simeone fue sincero con su colega de gremio: “A mí esto no me gusta, no lo siento”. Y sospecho que Guardiola emitió un leve suspiro de alivio, acaso imperceptible para los demás, uno de esos suspiros que lanzamos para adentro cuando la pesada carga que ya intuíamos que tendríamos que llevar a lomos durante un buen tiempo, se desvanece en un instante, como por ensalmo.
Porque, al contrario de lo que se suele pensar, nuestros verdaderos rivales son los que ponen en peligro nuestro lugar en el mundo al intentar hacer lo mismo que hacemos nosotros. Así, el gracioso de la pandilla se verá amenazado por el chico nuevo que hace payasadas y arranca sinceras carcajadas a los demás, y no tanto por el enigmático y taciturno chaval que viste de negro y da interminables caladas a su pitillo antes de contestar a cualquier pregunta. Cada uno tiene su público, su espacio, su función. Es como en el fútbol: a todos los jugadores les encanta que fichen para su equipo a los mejores del mundo, siempre y cuando no jueguen en su misma posición.
Existen excepciones, claro, batallas universales entre los opuestos, los antónimos, el héroe y el villano, las dos formas de ver el mundo, mensajes irreconciliables, enemigos enconados, blanco contra negro. Sin ir más lejos, aquí lo vimos –qué felices fuimos sin saberlo, como ocurre siempre– entre el propio Guardiola y Mourinho, un enfrentamiento planetario que en muchos momentos fue más entretenido que el que protagonizaron sobre el césped Messi y Cristiano. Pero esto es diferente: el Cholo y Pep no se odian, al contrario, se admiran desde la tranquilidad que da el saber que el uno no intentará nunca usurpar el lugar del otro.
Pensándolo bien, hasta podemos encontrar ciertos paralelismos entre ambos entrenadores. Los dos han cargado con el peso que supone alcanzar el éxito de manera casi inmediata; los dos, de algún modo, se han puesto desde el principio el listón muy alto. De ahí la exigencia brutal a la que se ven sometidos por la opinión pública: a Guardiola se le critica por no ganar lo suficiente aun jugando bien y a Simeone por el modo en el que ha conseguido las victorias.
Los dos han cargado con el peso que supone alcanzar el éxito de manera casi inmediata
La valoración de Pep en su época post Barça se ha centrado única y exclusivamente en su participación en la Champions. Sus éxitos domésticos a menudo han sido escrutados con severidad, en un caso –el Bayern– por la supuesta falta de competitividad en el torneo y en otro –el City– por la ingente inversión monetaria en una plantilla de la que se da por descontado que ganará la Premier. La prueba de fuego para Guardiola siempre ha sido la Champions y es ahí, en esas derrotas continentales (algunas merecidas, otras crueles), cuando se ha utilizado con bastante ligereza la palabra fracaso, término grueso y muy subjetivo. Su modo de ver el fútbol –el famoso estilo– ha sido menospreciado en estos casos, dando lugar a una frase que ha recorrido todos los campos (desde los de tierra a los de Primera) de España cuando algún central cometía alguna pifia: “¡Cuánto daño ha hecho Guardiola!”.
Lo de Simeone también ha tenido que ver (quizá más) con el dichoso estilo. El argentino dejó de caer simpático en el preciso momento en el que empezó a competir y –sobre todo– a ganar. Lo del pupas ya no hacía tanta gracia y entonces, ante la imposibilidad de criticar el fondo (el ascenso deportivo del Atlético es histórico e innegable desde su llegada), se le afearon las formas. El debate creció y creció hasta el punto de hacer dudar al propio entrenador. De hecho, durante las últimas temporadas esa evolución o cambio se ha venido dando –con mayor o menor fortuna– en varias fases. El pasado título de Liga, por ejemplo, lo consigue el equipo rojiblanco jugando de una manera bien diferente a la que utilizó en la 13-14. El mismo Simeone, visiblemente afectado por su fama de entrenador ultradefensivo, ha puesto en valor dichos virajes y hasta se ha referido a épocas pretéritas (me cuentan que en Estudiantes y River era un entrenador ofensivo y hasta en ocasiones temerario) para tratar de alejar ese epíteto de su figura. De cualquier forma, parece que justo ahora, en la recta crucial de la temporada y tras la famosa charla de Gil Marín a la plantilla, Simeone ha recuperado su esencia más íntima y hasta se la ha inoculado a sus jugadores más escépticos. “Este equipo no tiene vergüenza en jugar replegado”, proclamó satisfecho tras eliminar al United.
En algo sí se diferencian: Guardiola dejó al Barça en lo más alto y prosiguió su aventura en distintos lugares en los que sería juzgado sin indulgencia alguna; Simeone, en cambio, aguanta en el banquillo colchonero, quién sabe si espoleado por el corazón o por las naturales dudas que emergen al imaginarse lejos de su hábitat natural.
Ahora los dos se enfrentan en Europa por segunda vez. La primera eliminatoria se la llevó el argentino, aunque a costa de sufrir un asedio tremebundo. En esta ocasión, como entonces, el favorito es Guardiola y su City. Eso, en principio, debería beneficiar al Atlético, que puede cobijarse en su irregular temporada y en sus magros objetivos (clasificarse para la Champions), para partir como víctima agazapada y convertirse en verdugo en cualquier momento. Será también, por supuesto, un choque de estilos, pero este debate interminable lo voy a despachar con una sola frase: cada uno juega a lo que quiere, a lo que puede, o a ambas cosas. Lo que tengo claro es que se enfrentan los dos mejores entrenadores del mundo de la historia reciente del fútbol. Disfrutémoslo.
Creo firmemente que aquella visita que le hizo Simeone a Guardiola hace años para analizar su forma de entrenar supuso un alivio para el técnico de Santpedor. La historia es conocida: el Cholo, cuando aún daba sus primeros pasos –titubeantes, inseguros– en los banquillos, se fue a Barcelona para ver in...
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Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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