“Un Gobierno no debe movilizar un ejército por ira y los jefes militares no deben provocar una guerra por cólera”, dice Sun Tzu en El arte de la guerra. Las guerras dan mucho que pensar, sobre todo después de que pasen y estás vivo. En el lenguaje militar ilustrado, que lo hay, se hace referencia a un sentimiento que resulta incluso conmovedor. Es lo que llaman “la pena de Marte”. La pena y la tristeza de quien vence en la batalla. 

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En un café, en Lavapiés. Dos personas conversan y, de repente, en voz alta, una de ellas se refiere con enojo a un ausente. Un mal tipo, proclama. Un hipócrita. Un cabrón.  

— Sabes que ya no te puede responder –dice el otro, compungido– ¡Está muerto, tío!

— Sí, sí. ¡Aquí hay excusas para todo!  

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Muchos comentaristas políticos en Madrid, e incluso en Bruselas, están desconcertados con Alberto Núñez Feijóo, el presidente gallego que acaba de ser aclamado en un congreso búlgaro, con palmas sevillanas, como nuevo gran líder de la derecha española. Aunque se lavó las manos en público, se sabe que el acuerdo del Partido Popular con Vox en Castilla y León no podría firmarse sin su consentimiento. Así que el paladín de la extrema moderación le da las llaves del poder en esa comunidad a una extrema fanática, pues todavía no se sabe si son más que ultras o ultras de más. Lo que sabemos es lo que dijo George Steiner de algo así: “Son muchos los que han aullado con los lobos. Y en premio han sido devorados”.

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Más que pacto fue una entrega de llaves. Los de Vox pusieron el rabo a todas las cerezas. Tal fue el transitorio pasmo con Pet Feijóo, la mascota preferida en la vigente Restauración, que El País le dedicó un duro editorial titulado ‘Error histórico’. Preparémonos porque vienen tantos días “históricos” que vamos a celebrar como festivo un día “normal”. A falta que emerja como Leviatán el “programa oculto” de Vox, se sabe ya, sí, que son xenófobos, antiautonomistas, antieuropeistas e tienen tres tendencias compatibles: los que odian más el feminismo, los que odian más el ecologismo y los que odian más a quien va en bicicleta. Hay una cuarta: los que odian tanto al PP que quieren abrazarlo cuanto antes.     

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Hay quien dice que al lado de Feijóo, Montero Ríos sería un socialista libertario o algo así. Tarea inútil. Feijóo no se puede comparar con nadie en la historia contemporánea. Él va a demostrar que puede ser el más liberal de los iliberales y el más iliberal de los liberales.

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Estoy en condiciones de revelar quién es el principal referente de Alberto Núñez Feijóo para evitar en el futuro más perturbaciones y desconciertos. Además de Romay Beccaría, el poseedor del arcanum del PP y el Estado, el verdadero inspirador histórico de Feijóo es un antiguo abad del monasterio de San Estevo de Ribas do Sil. Cuando llegaba la Cuaresma, había total prohibición de comer carne. Podía sustituirse por pescado, pero no era fácil lejos del mar, y también las pesquerías en el río estaban en manos feudales y de la Iglesia. La mayoría tenía que seguir adelante con un caldo de berzas, alguna castaña y un mendrugo de pan. Pero alguien en el monasterio decidió romper la ley do silencio y filtró la verdad de lo que estaba pasando allí dentro: los monjes se hartaban todos los días de comer carne de cerdo.  ¿Cómo hacían? Pues tiraban los animales al río y los recogían con redes. Una comisión de vecinos fue a ver al abad para denunciar el escándalo. ¿Cómo era posible? Ellos no podían echarle al caldo ni una pizca de unto, mientras en el convento se llenaban la panza con lacón. La respuesta del abad los dejó sin habla: “¿Quién dijo tal? De carne, nada. ¡Todo lo que cae en la red es pescado!”. 

Pues he ahí la praxis y la teoría, la táctica y la estrategia, el discurso y la ideología, el rumbo que llevará a Feijóo al poder: “¡Amigos, todo lo que cae en la red es pescado!”