Sevilla ha sido elegida al azar por Macarena Olona para su propósito divulgador del mensaje antiasertivo y hostil contra las formas y la convivencia. El miércoles de control al Gobierno también ha sido un accidente temporal de casualidad para que la rocosa diputada de Vox plantease batalla dialéctica contra la vicepresidenta Yolanda Díaz. Ha exprimido la dificultad laboral que plantea atender las casetas de la feria de la capital hispalense y cohonestar los elementales principios laborales. “Quién es usted para....?”, y ahí ponía en los siguientes exabruptos en riesgo la celebración de la feria, el mantenimientos de las tradiciones, las esencias del suelo patrio y el tuétano de Occidente. Su austeridad de vestido color burdeos era un despiste que apenas escondía la belicosidad de su fundamentalismo, proyectado para la temeridad y la elaboración del denuesto y la fanfarria. Lo de Sevilla era un pretexto. Y la feria. Y la primavera. Y el mes de abril. Lo mollar era hablar mal de los derechos laborales, apestar la institución sindical, la representación de los trabajadores, las condiciones del trabajo. Olona está siendo propulsada, dícese, hacia la principal candidatura de Vox para las elecciones andaluzas. Y ella expresa su voluntad de diferencia hacia los valores del simbolismo de las democracias y los sistemas de representación. Los sindicatos, para Vox, no son organizaciones, no alcanzan la configuración institucional, antes al contrario deberían encaminarse a la desaparición por anomalía y perversidad en medio de un Estado que no los necesita y cuya pervivencia resulta molesta para el mundo empresarial. El 23 de enero de 1932, a las once de la noche, el presidente de la República, Manuel Azaña, entregó al ministro de Justicia, Fernando de los Ríos, el decreto por el que se disolvía la Compañía de Jesús, pero antes, en el debate sobre asociaciones religiosas, en 1931, decía, según Santos Juliá, que “no es lo mismo la Compañía jesuita que...las clarisas de Sevilla, entretenidas en bordar acericos y en hacer dulces para los amigos”. Este juego paródico es el empleado ahora, naturalmente con peor estilo, por Macarena para apuntar con la mira dirigida contra los significantes democráticos. La oferta rechazada del Estatuto de los Trabajadores simplifica el discurso para entrar en colisión con las construcciones democráticas. Y volvía al estribillo tabernario “¿quién es usted para...?”, como de oficial mandón de guerrera prieta, de autoridad de casino. Debajo de la imagen cuartelera, el improperio de “ministra comunista”. Y entre los diversos sonidos de la grabación el solidario y final remoquete de los comunes del partido: “Muy bien, Maca”. Parece un clavo martilleado en el portón del Gobierno y también en el de... Núñez Feijóo.