A BOCAJARRO
No más lecciones, por favor
El City le ganó al Atlético tirando de ‘cholismo’, o de lo que dicen que es el ‘cholismo’. Esto solo viene a demostrar que hay partidos muy perros, de ganar jugando peor que el otro, o simplemente no jugando
Felipe de Luis Manero 15/04/2022
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Dicen que suicidarse no es fácil. Físicamente, me refiero. Nuestro cuerpo rechaza por inercia, de manera instintiva, cualquier tipo de intento autolítico. Es decir, nuestros brazos intentarán repeler nuestros propios golpes, o cortes, o cualquiera que sea la forma elegida para infligirnos daño. No voy a entrar en más detalles –por desagradables–, solo diré que tengo razones para tender a creer que esto es cierto: somos seres creados para vivir y perseguir de forma voluntaria la muerte es actuar contra natura.
Al futbolista le ocurre algo similar en el campo: su naturaleza le hará inclinarse siempre hacia la victoria y alejarse –casi a cualquier precio– de la derrota. Ningún jugador quiere perder. Por esa razón nos enfadan tanto los amaños, porque van en contra de las pulsiones más primitivas de los protagonistas de este juego.
A nadie le gusta perder, ya digo, ni siquiera al que supuestamente prioriza la cuestión estética sobre el resultado. Tampoco a aquellos que dicen preferir ganar por 4-3 que por 1-0. Ni a los defensores del sacro estilo combinativo, del espectáculo de pases horizontales y rasos como única vía de juego, del estilo único e inimitable que al parecer todos los equipos deben pretender imitar a costa de competir peor.
Todo esto lo vimos en la vuelta del Atlético-City: un equipo elegante, pulcro, de postín, convertido en una cuadrilla de cuatreros, en una guerrilla capaz de cualquier cosa con tal de conservar la magra ventaja, en un grupo de jugadores –en fin– de carne y hueso, rijosos, taimados, cínicos. Vamos, los más acérrimos enemigos del antifútbol abrazándolo sin reservas.
No queremos más lecciones, ni más guardianes del estilo, ni plúmbeos custodios de la posesión
A algunos les sorprendió sobremanera ver a Ederson sacar en largo (sin temor a exponerse a una bronca de Guardiola), a Aké (creo que fue él) esquivando la pelota con su cuerpo para postergar un saque de banda, a algunos de los futbolistas más talentosos del planeta revolcarse en el campo, parar el partido, buscar bronca. El City le ganó al Atlético tirando de cholismo, o de lo que dicen que es el cholismo.
Y ojo, a mí no me parece mal, al contrario. Esto solo viene a demostrar que hay partidos (y momentos) muy perros, de pierna dura y cabeza fría, de pegarle a la bola con el alma con tal de alejarla de la portería propia, de ganar jugando peor que el otro, o simplemente no jugando, eso que algunos llaman jugar a no perder.
Pues eso también vale, amigos. De hecho, de eso va este juego, esa es la gracia del cotarro, poder competir siendo manifiestamente peor que el adversario. Y me gusta que un equipo dirigido por Guardiola haya pasado a las semifinales de la Champions así, como si por momentos fuera el Cádiz de Álvaro Cervera.
Por lo menos, Pep no cayó en la estupidez de pedir perdón en sala de prensa por las pérdidas de tiempo de sus jugadores, como hiciera en su momento Setién. Estoy seguro de que el de Santpedor, en su fuero interno, estaba más satisfecho tras la contienda del Metropolitano que cuando cayó eliminado ante el Tottenham en un festival de goles, locura y estilo.
Confío en que todo esto sirva para algo. No queremos más lecciones, ni más guardianes del estilo, ni plúmbeos custodios de la posesión. No queremos que nadie nos diga cómo tienen que competir los demás equipos, cómo hay que jugar al fútbol para que ellos sean felices. Y me permito la licencia de hablar en plural porque supongo que no estoy solo. Cuento con el apoyo de, al menos, todos los entrenadores que tienen que justificarse cada vez que ganan un partido jugando al contragolpe, o defendiendo con diez metidos en el área, o pegando pelotazos a diestro y siniestro.
Hay quien lleva media temporada afirmando que si La Liga española quiere equipararse a la todopoderosa Premier solo podrá hacerlo desde el buen trato al balón, desde la querencia por el pase, desde la salida aseada y en corto. Bien, me gustaría saber qué dicen esos señores ahora, después de que el City, máximo precursor de todos estos atributos, se haya colado entre los cuatro mejores de Europa a base de bregar.
Recuerdo un día en que entrevisté a Paco Jémez. Era el momento en el que su nombre sonaba como posible seleccionador. Le pregunté qué haría si su equipo fuese ganando por 1-0 en la final del Mundial, en el minuto 94, si sacaría en corto o la pegaría en largo. Me vino a responder que haría lo de siempre, lo que yo interpreté que sería sacar en corto, poniendo en serio peligro la salud cardiovascular de un país entero. Ahora me doy cuenta de que eso es imposible. El portero –fuera quien fuera– haría lo que cualquiera de nosotros: reventar el cuero y mandarlo al área contraria, a otro país, a otro continente, a otro planeta. Esto es fútbol, señores, ni más ni menos. Y lo que buscan todos es ganar. Y si se pierde, hacerlo con dignidad y obligando a sudar al rival. Y cada uno lo hace a su manera, faltaría más. No más lecciones, por favor.
Dicen que suicidarse no es fácil. Físicamente, me refiero. Nuestro cuerpo rechaza por inercia, de manera instintiva, cualquier tipo de intento autolítico. Es decir, nuestros brazos intentarán repeler nuestros propios golpes, o cortes, o cualquiera que sea la forma elegida para infligirnos daño. No voy a entrar en...
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Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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