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Megáfono
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—Hola, Marx, ¿cómo te sienta ir sin mascarilla?
—Hombre, uno respira mejor, pero no olvides que ya Shakespeare dijo aquello de que hasta morir es una máscara.
—Qué bueno. También Larra nos recordaba que el Carnaval dura mucho más que una semana.
—Sí, he leído con gusto sus artículos sobre literatura y política.
—Pues, hablando de literatura, vaya revuelo que montaste en algunos círculos literarios con tus comentarios sobre la perversión de los premios literarios.
—No creo haber dicho nada que ya no se supiera.
—Ya, Marx, ya, pero se quejan porque también hay premios literarios honestos y pareces olvidar que los escritores son trabajadores que se ganan la vida con esfuerzo.
— Sin duda los escritores y escritoras son trabajadores que venden su fuerza de trabajo a los editores pero no olvidemos que la aparición de las leyes de propiedad intelectual hace que sean trabajadores muy singulares pues mantienen derechos sobre las mercancías que producen y aportan, lo que los convierte en una especie de socios del capital. Y tampoco dudo de que haya premios literarios honestos, pero una nube no hace verano, y lo que es evidente es que el sistema literario en España, más allá de lo personal, está atravesado por la perversión que su existencia provoca en el campo literario.
—Algo de razón no te falta pero entiendo que la gran mayoría de ellos y ellas apenas están en condiciones de sacar rentas a su trabajo. Pero dejemos esas cuestiones y dime qué es lo que piensas de esta guerra entre Rusia y Ucrania.
—Uf, Menos. ¡en vaya lío me metes! Difícil responder a esto salvo que uno se envuelva en los tópicos de la falacia humanista y se dé grandes golpes de conciencia denunciando la crueldad de las guerras y las bondades de cualquier estado de paz. Para quienes pensamos que la paz bajo el capitalismo esconde una dura lucha de clases, las buenas palabras son refugio de filisteos.
—Vale, vale, pero no te laves las manos como Pilatos y dime qué opinas.
—Creo que lo que en Ucrania está sucediendo es el duro enfrentamiento entre dos imperialismos. Por un lado, el imperialismo USA, con sus aliados de la Unión Europea, que desde la desaparición de la URSS sueña y necesita imponer su hegemonía económica sobre el planeta, y por otro, el imperialismo ruso, que sueña y necesita seguir siendo considerado como potencia militar de primer orden.
—Te agarras por tanto a eso de que todos los imperialismos son iguales.
—En parte sí y en parte no. Como bien nos contó el viejo Lenin, no todos los imperialismos son iguales, por más que todos traten de lo mismo: la búsqueda de ventajas comerciales y financieras. En el contexto de una realidad en la que el agotamiento de los recursos naturales es un horizonte que está a la vuelta de la esquina, cabe distinguir entre un imperialismo a la ofensiva, con la OTAN como arma, y un imperialismo a la defensiva que se siente amenazado y responde de manera agresiva y desmesurada.
—Rusia será el espectro de un imperialismo derrotado, pero la agresión militar no deja de ser una agresión.
—Sí, pero tampoco debemos olvidar aquello de la violencia en defensa propia. Sinceramente, más allá de lo dicho no me atrevo a opinar, entre otras razones porque lo que deja patente este conflicto bélico es que las luchas hoy, entre imperios o entre clases, están atravesadas de manera sustancial y también desmesurada por las armas de la comunicación.
—Sí, aquí seguramente echamos de menos aquella libertad que antaño parecía determinar el carácter del mundo cultural.
—Dímelo a mí, que desde mis comienzos como escritor en revistas y periódicos vi claro que esa libertad era una de las piezas de caza del capitalismo.
—Hoy aquel tipo de publicaciones serían un milagro mediático.
—Hoy también lo son. En las democracias políticas actuales, basadas en el parlamentarismo de base electoral, nada se puede hacer sin el apoyo de las masas y la opinión pública, y esto no se puede conseguir sin “un sistema ampliamente ramificado, metódicamente aplicado, sólidamente organizado de adulación, de mentiras, de fraudes, de prestidigitación con palabrejas populares y de moda” (Lenin dixit).
—Sí, a veces tanta unanimidad hace saltar la liebre.
—Se echa en falta la presencia de espacios críticos que impiden el uso perverso o falaz de las palabras públicas, que son, o deberían ser, en definitiva, propiedad colectiva. Que no nos den gato por liebre.
—Hola, Marx, ¿cómo te sienta ir sin mascarilla?
—Hombre, uno respira mejor, pero no olvides que ya Shakespeare dijo aquello de que hasta morir es una máscara.
—Qué bueno. También Larra nos recordaba que el Carnaval dura mucho más que una semana.
Autor >
Constantino Bértolo
(Navia de Suarna, 1946) ha sido editor de Debate y de Caballo de Troya y ha ejercido como crítico y agitador cultural en diferentes medios. Es autor, entre otros libros, de 'La cena de los notables' (Periférica) y de '¿Quiénes somos? 55 libros de literatura del siglo XX' (Periférica). Ha publicado sendas antologías de Karl Marx ('Llamando a las puertas de la revolución', Debolsillo) y de Lenin ('El revolucionario que sabía demasiado', Catarata). Es militante del Partido Comunista de España.
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