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El Atlético de Madrid acaba de ganar un partido en tierras ilicitanas que le sirve para dar por concluida la temporada 2021/22, teniendo ya cumplido el objetivo de volver a jugar la Champions League el año que viene. Lo hace a falta de dos jornadas para terminar la competición, con lo que, para variar, la afición colchonera podrá disfrutar del fútbol con algo más de tranquilidad.
Tiempo habrá de hacer balance y de sacar conclusiones, pero la sensación que le queda al que esto escribe es que ha sido un año particularmente largo, tortuoso y agotador. Al menos, para los que viven en este lado de la vida. Un viaje complejo, plagado de trabas y de contratiempos, que no sólo ha generado dudas preocupantes, sino que seguramente ha sacado lo peor de ese ejército de fusileros que lleva diez años apuntando con su rifle. Tiempo habrá de analizar desde cualquier ángulo lo que ha sido la temporada del equipo, pero creo que sería un grave error despreciar el suelo que pisamos. Sí, porque los mismos aficionados que no hace tanto tiempo soñábamos con jugar de forma regular en Europa, como eufemismo de cualquier competición europea, hemos transformado en obligación irrenunciable el hecho de competir siempre en la Champions League. Piénsenlo.
El Atleti saltó al Martínez Valero con la intención clara de ganar el partido. Y podrá parecer obvio decir algo así, pero no lo es, porque no es eso lo que hemos visto en muchos otros partidos de esta Liga. Son muchas las veces en las que hemos echado de menos esa intensidad, esa concentración, esa anticipación, ese ritmo y esa velocidad a la hora de mover el balón. El Atleti parece otro equipo cuando encara el futuro de esa manera. Otro bastante mejor.
Los rojiblancos se adueñaron rápidamente del partido, aunque, desgraciadamente, uno de los fantasmas recurrentes de la temporada volvió a pasearse por el césped. Una jugada aparentemente normal acabó en la enésima lesión de Vrsaljko. Simeone tuvo que modificar el esquema inicial, situando a Lodi en el lateral de una línea de cinco con Carrasco en el lateral derecho. El equipo tardó unos minutos en sacudirse lo incómodo de tener que cambiar el plan, pero acabó volviendo a la situación anterior. Con algo más de verticalidad, incluso. Empezaron a aparecer así las primeras llegadas y los primeros remates de Carrasco y de Kondogbia. Y en ese ecosistema apareció un excelente pase diagonal de Griezmann a Lodi, que acabó colgando un balón hacia el centro del área para que Cunha, llegando desde atrás con más intención que nadie, lo metiese en la portería.
Conviene detenerse unos segundos en este brasileño porque me parece un jugador muy interesante. Su mera presencia ya transmite energía a todo su entorno. Muerde, pelea, ayuda, no para de ofrecer salidas y suele estar rondando el gol. Es joven y juega en el Atleti. Quizá han pasado tantas cosas extrañas esta temporada que nos hemos olvidado de que su presencia en la plantilla es una buena noticia. Hay jugador.
Y conviene pararse también en Reinildo, un futbolista por el que personalmente no apostaba un céntimo y que ha terminado demostrando en el campo lo efímero, y muchas veces caprichoso, que es el criterio del analista / aficionado deportivo. Queda probado que el fichaje del mozambiqueño ha sido, como mínimo, muy acertado. Casi sin querer, nos hemos encontrado con una roca que defensivamente eleva bastante el nivel del equipo y que ha encajado en la plantilla como si lo hubiésemos pedido a medida.
La primera parte acabó sin más novedades. Con el Elche intentando estirarse a base de balones a Lucas Boyé y buscando sacar provecho de las jugadas a balón parado. Enfrente tenía a un Atleti muy serio, consciente de la renta, pero con la mirada puesta en la portería contraria.
La segunda parte no modificó mucho el panorama, lo que supuso una alegría para la parroquia colchonera. Sí, porque tranquiliza ver a un equipo concentrado y compacto, que sigue mirando hacia el área rival. Los de Simeone querían otro gol. Seguían con el pie en el acelerador y daba la sensación de que cualquier robo en zona comprometida abría la puerta hacia ese lugar. Y eso es lo que ocurrió. Griezmann, dando una lección de lo que es jugar de enganche y completando uno de sus mejores partidos en esta segunda época como colchonero, tuvo más fe que sus rivales para llegar con el balón hasta el área rival y tener la generosidad de cederle el gol a su compañero De Paul.
El segundo gol, reconozcámoslo, fulminó el partido. Si el Atleti se mostraba serio, compacto y rabioso por robar el balón, enfrente tenía un Elche que acaba de saber que el año que viene seguirá siendo equipo de primera. Lógicamente, teniendo tanto que celebrar, tampoco parecía en ese momento el equipo más competitivo del mundo. Así que no pasó mucho más. Quizá lo más destacable fue un postrero remate al larguero de Correa y un gol anulado a Luis Suárez por un fuera de juego de esos que también deben encajar en la zona Dogso.
Ya pasó. Se acabaron los nervios, la ansiedad y ese malestar que se había instalado en el subconsciente colchonero en las últimas semanas. Ahora toca esperar a que acabe la fiesta. Disfrutemos mientras tanto de este par de canciones que quedan. Ya nos preocuparemos por vernos las arrugas cuando pare la música y se enciendan las luces.
El Atlético de Madrid acaba de ganar un partido en tierras ilicitanas que le sirve para dar por concluida la temporada 2021/22, teniendo ya cumplido el objetivo de volver a jugar la Champions League el año que viene. Lo hace a falta de dos jornadas para terminar la competición, con lo que, para variar, la afición...
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