A BOCAJARRO
Santto, Suárez y el parche para el corazón marchito
‘Gracias Lucho por hacernos campeones’. Pocas veces un mensaje tan simple se ajusta tanto a la realidad como el de la pancarta que la afición rojiblanca brindó al delantero en su despedida
Felipe de Luis Manero 16/05/2022
![<p>Suárez, saludando al Wanda Metropolitano.</p>](/images/cache/800x540/nocrop/images%7Ccms-image-000029434.jpg)
Suárez, saludando al Wanda Metropolitano.
Club Atlético de MadridEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
“Gracias Lucho por hacernos campeones”. Pocas veces un mensaje tan simple se ajusta tanto a la realidad como el de la pancarta que la afición rojiblanca brindó a Luis Suárez en la noche de su despedida. Porque el delantero uruguayo vino acá justamente a eso, a campeonar. No es que deseara ganar un título con otro equipo que no fuese el Barça, es que sencillamente lo necesitaba. Y, por su parte, el Atlético anhelaba esa llave maestra, ese jugador inalcanzable la mayoría de las veces, esa pieza dorada que le hiciera sentirse, de verdad, un grande.
Al principio me sorprendió la sincera emotividad que desprendió el homenaje a Suárez del Metropolitano. Solo han sido dos temporadas del charrúa como rojiblanco, la primera de ellas de ensueño, sí, pero la última un deambular gris por los banquillos de la geografía española. Por tanto, no me esperaba sus lágrimas, tampoco el sentido adiós que le dedicó la grada, ese tipo de despedida destinada solo a los jugadores especiales, a los que realmente han estrujado el pecho del hincha, a los que remiten a la esencia primigenia del fútbol y hacen que nos olvidemos, aunque solo sea por unos instantes, del dinero, las fichas, las operaciones y el fair play financiero.
Las lágrimas de Lucho, ya digo, me asombraron al principio, hasta que advertí el significado real de su estadía en el Atlético. Ambos –futbolista y club– cumplieron su cometido a la perfección durante un corto período de tiempo y eso fue suficiente. ¿La función de Suárez? Muy fácil: dotar al equipo de exuberancia, hincharle el músculo, insuflarle gol ante las repetidas acusaciones de equipo cobarde y reservón; el propio Simeone ya explicó en su momento que el gran viraje que imprimió al pasado campeón de Liga en su juego se debió, en gran parte, a la necesidad de proporcionar al delantero de un volumen considerable de ocasiones. Aparte de todo eso, el ego del aficionado se agigantó al ver cómo su equipo fichaba a uno de los mejores futbolistas del campeonato, a uno de los dos intocables del torneo: eso hace diez años hubiese sido imposible.
Pero el Atlético también cumplió con creces su función en esa mágica temporada: como recordaba Suárez en su breve discurso de despedida, fue este club el que le abrió las puertas en el momento más difícil de su carrera. Se sintió despreciado por el equipo de su vida –el Barça– y encontró en el cobijo de Simeone una oportunidad inmejorable –e inesperada– para reivindicarse. Ese rencor fácilmente inflamable contribuyó decisivamente al título de Liga logrado por el cuadro colchonero la pasada campaña.
Este curso, sin embargo, ha sido diferente. La zona Suárez cambió dramáticamente de ubicación: el uruguayo pasó de vivir en el área rival a hacerlo en el banquillo, sentado con rictus nervioso y la mano sujetando su barbilla o charlando de nimiedades con algún compañero, en una imagen tan incómoda como antinatural, porque Luis Suárez siempre será Luis Suárez. Yo al menos me ponía nervioso al verle ahí, sin jugar, y pensaba en Simeone, preocupado por lo que pasaba en el terreno de juego pero también por lo que ocurría a sus espaldas. Sentar a un futbolista así siempre es un marrón para el entrenador. Por eso, comprendo la decisión del club, e incluso podría parecerme un indicio palpable de la continuidad del entrenador argentino. Suárez mantiene su olfato de depredador –sus once goles en esta Liga lo atestiguan–, pero eso a veces no basta para ser titular en un equipo que demanda tanto desgaste físico y emocional.
Al pensar en todo esto, no pude evitar acordarme de Santto, mi única mascota hasta la fecha. Santto (el nombre es un homenaje a la siempre infravalorada película protagonizada por Val Kilmer; lo de la doble ‘t’ es cosa mía, aclaro) es el gatito que adopté cuando falleció mi abuela. Fue una conducta reprobada por la terapeuta que visitaba en aquel entonces. Me dijo que intentar mitigar la pena por la muerte de un ser querido mediante un animal podía ser contraproducente. Al parecer, era mejor que me comiera la mierda a palo seco y del tirón. Afortunadamente, desestimé su advertencia.
Cuando crecí y llegaron los niños y el casamiento, dejé al felino al cuidado de mi madre y mi hermano. El pobre gatito murió hace un par de años, cuando yo ya tenía cierto desapego para con él. Más que pena, sentí una descarga de agradecimiento en el momento de su pérdida. Santto había cumplido con su función: llenó de ruido, caos y arena una casa sumida en la oscuridad.
Es algo parecido a los ya consabidos parches sentimentales. Desde un punto de vista racional, puede que no sea lo más aconsejable echarte en los brazos de cualquiera cuando te acaban de dar la patada. Pero lo seguiremos haciendo y otros lo harán con nosotros, y me parece bien: es lo más humano del planeta dejarse llevar ante la posibilidad de sentirse querido después de que alguien haya golpeado tu corazón. Y también lo es que esa relación, hasta cierto punto interesada, se acabé más pronto que tarde, y que la despedida sea dura pero también necesaria. Y que igual se nos escape alguna lágrima: esto del amor es un poco complejo.
“Gracias Lucho por hacernos campeones”. Pocas veces un mensaje tan simple se ajusta tanto a la realidad como el de la pancarta que la afición rojiblanca brindó a Luis Suárez en la noche de su despedida. Porque el delantero uruguayo vino acá justamente a eso, a campeonar. No es que deseara ganar un título con otro...
Autor >
Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí