estado profundo
Margarita, ¿está linda la mar?
Las mesas de diálogo empiezan a cojear merced a la presión de la cuña poco moldeable de la ministra
Antonio Campuzano 28/04/2022
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Margarita Robles, ministra de Defensa en el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, representa la supervivencia, siquiera como denominación, de los gobiernos de Felipe González, de cuando las postrimerías del socialismo gobernante de los años ochenta-noventa. Margarita Robles pone rostro a la resurrección política de quien no paga las cuotas de militancia socialista porque no tiene carnet, pero es la titular de un ministerio clave en numerosas cosas, también en materia de seguridad y espionaje. Hace tres décadas tuvo su momento de gloria cuando desencalló el asunto Lasa y Zabala, que acabó con la carrera fulgurante de Rodríguez Galindo, quien pasó de general a delincuente en poco tiempo para cosechar otro premio de mitología metafórica, el de la “cal viva”, que ha sustentado la argamasa de muchos discursos y que tan poca gracia le hace al expresidente González. Doña Margarita estudió Derecho en Barcelona, cuya Audiencia Provincial llegó a presidir, y habla catalán con grado superior a la fluidez. Pero en la jornada del miércoles 27 de abril, en la sesión de control al Gobierno, ha hinchado las venas carótidas de Gabriel Rufián por su defensa del papel del CNI, en uso de las facultades de secreto y confidencialidad del ADN del centro de inteligencia. Hasta acabar con la pregunta que deviene en clave de bóveda, en abril de 2022, y que relega el tiempo a octubre de 2017: “¿Qué tiene que hacer un Estado cuando alguien declara la independencia?” Esta pregunta, que es casi preperformativa, es decir, casi anuncia al instante lo que hay que hacer, podría haberse inspirado en todo el metaverso del PP gobernante en el otoño de 2017, cuando Mariano Rajoy navegaba entre las dudas y sobrevivía con los apoyos a la aplicación del artículo 155 de Pedro Sánchez y los merodeos de seducción vasco catalana de Íñigo Urkullu como lehendakari de algo más que Euskadi. En el momento presente, Margarita Robles recupera el arsenal de argumentos del viejo PP para invalidar la semántica independentista que parecía ya superada. Los odios han regenerado con enorme vitalidad para dar paso a situaciones llenas de orlas de recuerdos que habitaban en lugares de segunda línea decorativa. Las mesas de diálogo empiezan a cojear merced a la presión de la cuña poco moldeable de la ministra Robles, cuya impiedad con el relato de los últimos años, el proveniente de la moción de censura que facilitó la eclosión de Sánchez y la formación del Gobierno de coalición con la red parlamentaria de los partidos nacionalistas, amenaza con provocar muy serios disgustos. Tanto si se produce la convalidación de las medidas económicas en votación en el Congreso como si no, las declaraciones fogosas de la ministra no suponen descompresión, sino todo lo contrario. Máxime cuando ha encharcado el terreno de juego con una innecesaria manguera de oficiosidad periodística al descubrir su alejamiento del conocimiento de The New Yorker, revista de la que viven las potencialidades de la alternativa en la izquierda urbi et orbi. Aunque Ronan Farrow no haya pisado La Rambla, decantarse por el ninguneo de un medio sin previa pregunta constituye un error de consecuencias de cierta devastación en el deslizante mundo de los apoyos mediáticos. Y se hace presente Sergio Ramírez, vicepresidente sandinista en su momento y autor de Margarita, está linda la mar, para ganar el primer premio Alfaguara, en 1998. Rubén Darío escribe en el abanico las palabras del título.
Margarita Robles, ministra de Defensa en el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, representa la supervivencia, siquiera como denominación, de los gobiernos de Felipe González, de cuando las postrimerías del socialismo gobernante de los años ochenta-noventa. Margarita Robles pone rostro a la resurrección...
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