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Cuando era pequeño y volvía a casa del colegio, en ocasiones mi madre me tomaba el pelo. Simulaba que no me reconocía y que yo era otro niño, que, por error, había vuelto del colegio a una casa que no era la suya. Recuerdo la cara de gamberra de mi madre que, por lo que fuera, no podía detener la risa y el embuste. Al principio, yo también me lo tomaba a guasa. Pero, paulatinamente, conforme pasaban los minutos y más personas se iban sumando a la chanza, acababa llorando y gritando que yo era yo, y no otro. Los gritos de yo soy yo hacían multiplicar las risas. La mofa solo finalizaba cuando mi desesperación y, con ella, las risas llegaban a su culmen. Sucedía entonces algo maravilloso: la situación perdía interés para los adultos, las carcajadas desaparecían y mi madre me reconocía, me abrazaba, como solía, y con ello reconocía también mi escasa singularidad, que, a su vez, era la máxima singularidad posible. La de ser. Todo volvía a la normalidad entonces, y la normalidad aportaba un placer profundo, recientemente ganado, y que no existía antes del inicio de la broma. El placer de volver a ser yo tras un instante, desesperado, de no serlo. Luego, de noche, en la oscuridad, lo vivido me permitía pensar en el significado de la palabra yo. ¿Qué es ser yo? A la luz del juego inventado por mi madre, ser yo es, únicamente, una cosa. Ser es poco. Ser es lo que habitualmente eres. Parece casi nada. Pero lo es todo. Es una contraseña, algo impreciso que te permite reconocerte y ser reconocido. Ser lo que se es habitualmente es mucho. Permite acotar, no ser otras cosas. Permite no ser una actividad habitual. Permite no ser tu trabajo. A mi madre, de hecho, le permitía interrumpir su trabajo y, con una broma, enseñarme cosas fabulosas. Con las que, habitualmente, soy.
Cuando era pequeño y volvía a casa del colegio, en ocasiones mi madre me tomaba el pelo. Simulaba que no me reconocía y que yo era otro niño, que, por error, había vuelto del colegio a una casa que no era la suya. Recuerdo la cara de gamberra de mi madre que, por lo que fuera, no podía detener la risa y el...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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